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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

VIII
 
A la mañana siguiente, tan pronto como se despertó, encendió su teléfono y le envió un mensaje a Cristina, pidiéndole que se vieran antes de ir al trabajo. Minutos después, su amiga le respondía que no tenía problemas y como le costaba trabajo disimular la curiosidad que le provocaba saber la historia de Alejandro, le propuso que fueran a almorzar, de manera que pudiesen aprovechar bien el tiempo, pues de seguro no podrían hacerlo estando en el trabajo, al menos no con la privacidad que el asunto ameritaba. Alejandro estuvo de acuerdo y le confirmó, diciendo que a las 13:30 se encontraran en la parada de buses que quedaba cerca de la estación; satisfecha, Cristina también confirmó los planes y guardó su teléfono, solo para volver a sacarlo casi en seguida pues la estaban llamando. Era Sebastián.
 
–Buenos días, señorita, ¿cómo amaneciste?
 
–Buenos días, caballero, muy bien, dormí tan bien anoche, ¿y tú?
 
–Bien, pasé buena noche. Oye, te llamaba porque quiero saber si paso a buscarte a tu casa para irnos juntos al trabajo.
 
–¡Oh…!, disculpa, hoy no, quedé con Alejandro para ir a almorzar y después irnos juntos al trabajo –respondió. Se había olvidado por completo de su novio y como él pasaba a recogerla siempre que podía. 
 
–Ya veo –la voz de Sebastián sonaba desilusionada–. ¿En dónde almorzarán?
 
–En el local que está frente a la universidad, donde fuimos la vez pasada, ¿te acuerdas?
 
–Sí, ya me acuerdo, ¿quieres que pase por ustedes allá?
 
–Bueno, si no te complica ir.
 
–Para nada, además Francisco no me ha escrito nada acerca de reunirse hoy conmigo, así que estoy libre para ir por ustedes –dijo más animado.
 
–Perfecto. Nos vemos más tarde, entonces.
 
–Sí, nos vemos, señorita, adiós y adiós.
 
–¡Oye!, antes de que lo olvide, nos reuniremos con Alejandro a las 13:30 así que avísame cuando vayas, para nosotros estar listos y esperarte.
 
–Por supuesto, te enviaré un mensaje.
 
–Gracias. Nos vemos.
 
–Nos vemos.
 
… … … … …
 
Aunque haberse encontrado con Alejandro había llenado su corazón, no podía negar que el trabajo le había consumido bastante de sus energías: habían sido días complicados, tensos, hasta un punto que siquiera se le hubiera ocurrido imaginar. Su trabajo no era algo de otro mundo, incluso le gustaba, pero le agotaba mucho, tanto que había recuperado el hábito de dormirse temprano; con todo, le estaba costando trabajo sobreponerse a las situaciones difíciles que, día tras días, había tenido que soportar: problemas ajenos que resolver, personas irresponsables con las que tratar, organizar actividades, recepcionar invitados, en fin, un montón de basura que alguien tenía que hacer y por la que pagaban, no mucho, pero lo suficiente para costearse aquellos pequeños lujos que sus padres no estaban dispuestos a pagar. Por fortuna, todo llegaba a su fin y la semana próxima estaría más desocupado, quedando solo con trabajo que podía hacer desde casa.
 
Aún quedaban unos días antes del viernes y pese a los deseos que tenía de ver a Alejandro, estaba preocupado. Si no le llamaba él, ¿sería capaz Alejandro de llamarle?; y si quedaban para verse, ¿de qué iban a hablar?, ¿qué se iban a decir? No tenía ni idea, pero lo que sí sabía era que había algo entre ellos, una atracción quizá, o eso parecía.
 
… … … … …
 
Se reunieron en las afueras de la estación de trenes, y no a las 13:30, sino media hora después. Cristina y Alejandro, acostumbrados a este tipo de retrasos, ni siquiera hicieron mención del hecho y en cuanto se reunieron, se saludaron afectuosamente y caminaron en dirección al local que quedaba frente a la universidad: se trataba de un discreto y sencillo restaurant, sin más anuncio que una pizarra en la entrada de la vieja casona que ocupaba. El menú era variado y se ajustaba perfectamente al bolsillo de unos simples estudiantes.
 
Después de instalarse en una esquina del salón, fueron por sus bandejas y escogieron su comida. Al llegar a la caja para pagar, la dueña les saludó alegremente.
 
–¡Qué sorpresa!, hace tiempo que no los veía venir –les dijo al tiempo que les entregaba sus postres.
 
–Sí, entre la universidad y el trabajo, no siempre queda tiempo para venir a almorzar –respondió Alejandro, mientras Cristina pagaba por los dos.
 
–Entiendo –dijo la dueña contando el dinero–, en fin, que disfruten su comida.
 
–Gracias –dijo Cristina, cargando su bandeja con los platos servidos y Alejandro tras ella, llevando los propios. Una vez en la mesa, la chica estiró los brazos, dejó escapar un suspiro y fijó sus ojos en la comida–. Comida de casa, por fin.
 
–En este lugar la preparan muy bien, me gusta mucho, sobre todo porque siempre dan un extra de papas fritas –Alejandro tomó asiento frente a su amiga y para cuando levantó la vista, Cristina ya lo miraba fijamente–. ¿Qué?, ¿por qué me miras así?
 
–Bueno, querías verme y supongo que es para cumplir tu promesa, ¿verdad?
 
Alejandro guardó silencio.
 
–¿Qué me querías decir?, ¿Alejandro?
 
Respiró hondo y miró a Cristina, que aguardaba expectante.
 
–Disculpa lo repentino, pero necesitaba hablar con alguien, es todo tan confuso y no sé qué pensar al respecto.
 
Cristina sabía que sería una larga conversación, así que tomó su pequeño tazón de sopa, lo sopló, pues estaba caliente, y bebió un poco.
 
–Tranquilo, no te presiones y ve con calma. Ahora dime, ¿qué pasó ayer?, ¿quién es ese chico?
 
Alejandro volvió a tomar aire y en vez de sopa, dio un sorbo al vaso de jugo, se aclaró la voz y empezó.
 
–Él es…
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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