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Escupiendo al Destino por Igniswood

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Notas del fanfic:

¡Hola!

Este es mi primer fanfic aquí, denle un chance, pueda que les guste.

La pareja principal es ByaRen. Tengo un complejo con este ship y decidí publicar esta historia. 

Disclaimer: los personajes de Bleach no me pertenecen. 

Notas del capitulo:

Primer capítulo, algo corto pero sustancioso. 

 

Entrelazados 

 

Para Renji Abarai, Byakuya Kuchiki era alguien inalcanzable, como el poema que le recitó sobre el mono y la luna; sin embargo, su capitán solo hacía avivar aquellos sentimientos reprimidos y haciendo más dolorosa su forma de ocultarlos.

 El capitán del sexto escuadrón era alguien frío, orgulloso, arrogante, pero, para Renji era alguien de honor, responsable y sumamente fuerte. Con una personalidad difícil que muchos se preguntaban cómo Abarai soportaba a su capitán con su mal genio; ni él mismo lo sabía.

Byakuya Kuchiki era la persona más fría que había conocido en su larga existencia, un témpano de hielo y aunque supo que su difunta esposa había logrado derretir su fría coraza, su muerte lo llevó a encerrarse más.

 

No supo en qué momento empezó a albergar sentimientos prohibidos, ni cómo, sólo supo que había caído en las redes de lo que en el mundo humano llamaban amor…

Cuando supo que empezaba a ver a su capitán de una forma distinta, pensó que eran meras ideas absurdas de él o simple confusión y, al acostumbrarse al verlo todos los días, produjo tales sentimientos. Simplemente no fue así. De una forma extraña, sus sentimientos no desaparecieron, al contrario, se intensificaron. La primera vez sintió un dolor en su pecho, no físico, sino más bien emocional. Ese extraño dolor se debía en la forma tan humillante por cómo lo había tratado su capitán en la batalla para salvar a Rukia.

Él sabía que estaba mal, algo prohibido en la Sociedad de Almas. Byakuya era un noble y él un simple perro salido de los peores sectores del Rukongai. Byakuya provenía de una familia poderosa y estricta, además… ¡era un hombre! ¡Un hombre! Se llegó a interesar en la persona equivocada y en el momento equivocado. No había cabida para los sentimientos, él era un teniente y como tal, debía comportarse como uno y sobre todo, dejar tales inclinaciones hacia su superior.

                                           

Desde su infancia nunca tuvo apoyo emocional o alguna figura paterna, se dedicaba a robar entre las calles para así poder subsistir en lo más mísero del Rukongai; hasta que conoció a Rukia. La enana que le sacaba sonrisas, pero como cualquier persona que entraba y salía de su vida, fue adoptada por la familia Kuchiki. Juró vencer a su capitán por arrebatar a una de las personas más importantes de su vida y hacerse más fuerte, alguien digno de admirar. Esperó cuarenta años para volver a ver a Rukia y supo sobre el shinigami sustito que salvó a su amiga, lo más humillante fue ver a ese chico salvarla y él… él no  pudo protegerla o salvarla, agregando que se convirtió en un desastre para su capitán. Aun así, no se cansó de luchar cada día y demostrarle a su capitán que sí estaba capacitado para su puesto.

Por las frías y solitarias calles del Rukongai, iba Renji divagando acerca de su vida y de cómo era una mierda, una mierda no tan mala, pero tampoco feliz. Diría que su vida eran sucesos que lo hacían sentirse infeliz y querer envíarlo todo al carajo; claro, contaba con la ayuda de sus amigos, pero no quería agobiarlos con crisis existenciales como les llaman los humanos. Acababa de salir de un bar de poca monta −de personas de dudosa procedencia− con una botella de sake en la mano y contando las veces en que su capitán lo había tratado como basura, indirectamente. Esos temas eran los que lo hacían mantener despierto a medianoche y no poder dormir, no sabía con exactitud el porqué de su relevancia, habiendo tantas cosas en las que pensar.

 

Casi se cae de tanto pensar en él, porque todo era él. Llegó un punto en el que él mismo se hartaba de pensar en alguien que estaba lejos de no tratarlo como basura.

Al momento de llegar a su casa −si es que se le puede llamar a ese chiquero así−, arrojó la botella hacia la pared, de tal modo que esta se hiciera añicos. Se quitó la ropa, se tumbó en la cama y esperó a que el próximo día llegara.

Buena resaca con la que despertar en la mañana. En fin, era un día más de trabajo. 

Notas finales:

¡Gracias por leer!


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