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Enseignant: sept péchés capitaux por Bill Dean

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Notas del fanfic:

Buenas... Soy Dani (?) este sería el primer fic que escribo y publico. 

Di lo mejor de mi para esto y aún así no quedó como quisiera, en fin espero sea de su agrado... la idea surgió de una temática que he llevado en el rol  sobre un profesor y un estudiante: Kai y Uruha, respectivamente. 

Pensé que sería  lindo ponerle una especie de continuación, es por es que si alguien no encuentra relación con el título es porque respeté el original. 

 

Eso es todo... amor y paz y que viva el líder.

También que viva el Kaiha. 

 

PD. La dislexia está bien fuerte, ya edité esto muchas veces xd 

[El tiempo pasa]

 

—     Kou ¿Cuántos años cumplimos este mes? — el biólogo a veces era tan distraído que olvidaba que era mayor que su novio y que éste no perdía oportunidad para burlarse, sobre todo si portaba los lentes hasta la mitad del puente para descansar los ojos y su cabello era un desastre ; era lindo a los ojos del universitario.

 

—     Caramba Kai, la edad ya te está afectando —la burla salió por esos carnosos labios, que se humedecieron al relamerlos por mera concentración a la hora de examinar las fotos del portafolio que debía entregar en unos días. —Tres años, mi amor, tres años — repitió lo mismo con una sonrisa cálida alejándose de su computador, que en ese momento estaba sobre la mesa del comedor, e ir hasta la sala donde el profesor seguía descansando un momento.

Sin pedir permiso simplemente se sentó en sus piernas con ese aire de juguetona inocencia, lo miró levantando las cejas acompañando con  su sonrisa que decía claramente: sin beso no me voy.

—     Anda a apurarte con tu trabajo del taller – fue todo lo que el divertido profesor dijo rodeando su cintura con un brazo y nada de ganas de soltar al más joven.

 

—     No quiero, estoy muy cansado y mañana tengo que entrar temprano a la universidad ¿sabes lo cansado que es tener contabilidad de alimentos como primera clase?— preguntó con un puchero negando con su cabeza como un niño, como siempre se comportaba cuando quería ganárselo.

 

—     ¿sabes lo cansado que es soportar a mocosos de trece en la primera hora de la mañana? — respondió entre suaves risas acariciando con delicadeza ese delgado costado.

 

—     Yo era un mocoso de dieciséis cuando nos conocimos — recordó arrugando su nariz como un conejo.

 

—     No eras para nada un mocoso, eras un pervertido — esa declaración de Yutaka fue acompañada por su linda cara tierna mientras asentía para ganarse un golpe suave por parte de Kouyou.

 

—     Mentiroso, mentiroso y más mentiroso, yo tal vez te miraba con otros ojos, pero tú también no dejabas de verme la cara, el culo y los muslos…

 

—     Mentira porque también era tu cintura, la forma de tus brazos, era todo — la interrupción que hizo a su pareja fue para corregirlo, y estampar sus labios en un casto beso que le dejó cuando lo tuvo embelesado con sus palabras. — Y ahora mismo veo tu hermoso rostro junto a tus labios tan perfectos como peculiares, me encantan — aseguró tomando el mentón ajeno con la mano libre para rozarlos suavemente en esa ocasión.

 

Rozar sus labios después de un día pesado de trabajo y de ir a la universidad era la gloria, claro que besarse tras despertar juntos o cuando estaban de flojos, cuando se bañaban juntos, absolutamente todos los besos eran especiales, pero en ese momento lo que importaba era ese en el que no había morbo sólo cariño y la necesidad de sentirse más cerca el uno del otro.

Esa tarde no fue una de esas donde terminaban sobre el suave sofá o la cama de su habitación, fue una de esas tardes cuando los dedos de uno se apropiaron del cabello del otro, en suaves caricias; cuando sus labios se unían mientras uno tomaba de la cintura al otro y al final volvían al trabajo, porque el trabajo no podía esperar y era mejor apurarse para ir juntos a dormir.

 

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A veces, sólo porque era lindo hacerlo, Takashima recordaba a lado de su pareja como comenzó todo desde ser el nuevo profesor en aquel colegio religioso hasta seducirse el uno con el otro, besarse y luego ser compañeros de cama, entre fuertes discusiones pues se gustaban más de lo que querían admitir, porque se enamoraron y ninguno de los dos quiso admitirlo hasta que ya no pudieron mentirse más; incluso si la apuesta era arriesgada tuvo el apoyo, a regaña dientes, de su madre quien quedó encantada luego de conocer a Yutaka: era gracioso recordar.
En la actualidad cuando Yutaka era un importante profesor de biología en ese mismo importante colegio religioso, Kouyou tenía ya sus 20 años recién cumplidos, estudiante de gastronomía para heredar con gran alegría el negocio repostero de su madre, uno de los más famosos; muchos creían que se forzó para estudiar eso porque era un chico que solía tomar fotografías todo el tiempo, y lo amaba, pero su pasión por encima de la fotografía era la cocina, la hermosa repostería que miró desde niño. En esa etapa de su vida cuando él era un joven de madre adinerada le era permitido vivir con su pareja.

 

—Kou… el 28 de éste mes deberías estar libre – susurró Kai quien estaba escondido en el cuello de su novio tras pasar toda la tarde recordando su relación.

— ¿El día de nuestro tercer aniversario? – preguntó sonriendo contento de verdad mientras se sentía el hombre más afortunado de todos por tener ese tiempo en su relación. –De hecho no pienso asistir a mi única clase y ya he pedido permiso a mi madre para faltar al trabajo ese día –respondió acariciando con la punta de los dedos los lacios cabellos del mayor, aunque por faltar al negocio familiar debía doblar turno, así de cruel era su madre desde que dejó a su hijo juntarse con un profesor 11 años mayor que él.

 

– Yo también tengo un permiso ese día en el trabajo, así que podemos despertar tarde y todo – dijo bastante feliz con esa idea, no sólo tenía algo importante que hacer sino la noticia de que al fin sería promovido a la universidad y podría mostrar más abiertamente su relación, sin miedo a que el colegio lo corriera.

 

–Quiero hacer el amor y despertar tarde,  hace mucho que no nos damos ese lujo… Kai ~– estaba hablando animadamente sobre lo que quería que hicieran la noche antes del 28 cuando su novio comenzó a besar su cuello con travesura.

 

Pasó primero el ápice de la lengua por la blanquecina piel que reaccionó tan pronto lo hizo, seguido de mover sus labios sobre ella sintiendo a Kouyou encogerse entre sus brazos, ambos sobre la cama.

 

–        Faltan dos semanas y mañana es sábado – le recordó rozando sus dientes en la erizada piel, provocando que el otro se aferrara a él con suspiros quedos — podemos darnos ese lujo un poco antes~

Takashima que en ese momento estaba acariciando con sus dedos la delicada nuca, y la otra mano lo tomaba por debajo del brazo ajeno, soltó una risa tanto divertida como coqueta dejando ver que le encantaba la idea;  fue una de esas noches largas que tanto disfrutaban, no desvelaban por trabajo al contrario había un encuentro carnal en el cual el néctar de sus bocas se unían en besos necesitados, sus manos exploraban el cuerpo del otro y se unían cómo sólo ellos podían hacerlo, porque hacían el amor a su manera entre gemidos roncos o más agudos; las cortas uñas marcando los hombros del mayor, llamándolo con voz entre cortada pidiendo más o diciendo que era justo ahí hasta que ambos llegaron al dulce orgasmo que siempre era como tocar el cielo y sentir sus cuerpos ligeros con el sudor en ellos en una delicada capa.

 

—     Te amo — le susurró a la oreja luego de que ambos cuerpos descansaran en la cama dispuestos a dormir, luego de limpiarse lo necesario y darse esos acostumbrados mimos entre besos castos.

—     Te amo tanto como tú a mí — fue la respuesta que dio el otro soñoliento para finalmente quedarse ambos dormidos, uno después del otro aferrados entre sus brazos.

 

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«Yutaka, escucha a tu madre ¿sí? Debes llegar a ser un gran profesor como has soñado, incluso si no llego a verlo me gustaría saber que mis esfuerzos por ayudarte a cumplir tus sueños rindan frutos; quiero que tengas una hermosa esposa que te ame como tú la amarás, que tengas una hermosa familia, me des unos nietos preciosos… ese es el sueño de tu madre, puedes prometerle a esta débil madre eso ¿lo prometes?»

Para cuando la madre de Yutaka le dijo aquello el sin dudar le dijo que lo prometía, unos días después falleció por cáncer de estómago, no era un promesa que pidiera sólo porque estaba propensa a la muerte, a lo largo de la vida del profesor le hizo prometer unas pocas veces lo mismo; la vida no siempre es fácil de entender ni por qué pasan las cosas, cuando a la madre de Yutaka le dijeron que iba progresando y de la nada falleció: fue un golpe duro.

Así como su madre murió repentinamente los sentimientos, las ideas y su estabilidad de pareja de Yutaka se fue al carajo, tras una noche donde ese recuerdo apareció en sus sueños, faltando menos de dos semanas para el tercer aniversario de su relación todo se fue al carajo.

« ¿Cómo puedo romper esa promesa? Amar a Kouyou y desear todo este futuro con él está mal, estoy rompiendo con lo que  le prometí a mi mamá, cómo puedo siquiera verlo todos los días y amarlo tanto, cómo puedo seguir con esto rompiendo esa única promesa ¿por qué lo hice?... soy un traidor, en que momento lo olvidé y me dejé llevar por ese niño»

Los pensamientos de ese círculo vicioso que se creaban cuando surgían problemas eran de lo más caóticos, la última vez que los tuvo fue al darse cuenta que tenía sentimientos de amor por Kouyou cuando éste tenía 17 años, después de discutir tanto que se hicieron daño, pero al final lucharon con sus miedos y llevaban una cómoda vida, no sólo cómoda era perfecta, sin embargo todo parecía venirse abajo; cuando el más joven  notó raro a su novio e insistió una y otra vez para saber la razón detonó todo, en un mismo día todo parecía caerse a pedazos: como cuando su madre murió.

 

—     Lo entiendo, entiendo que hayas prometido algo tan importante a tu madre, que es más importante y doloroso porque falleció poco después… incluso si no sabía de la promesa sabía lo que pasó en ese entonces con tu familia, pero… ¿de verdad me harás esto? — su voz había perdido fuerzas luego de haberse puesto a gritar, él uno contra el otro. — Más que eso porque no piensas en ti ¿crees que tu madre no es feliz con verte feliz?, no diré que es una promesa tonta, sin embargo creo que allá dónde esté ella será feliz si tú lo eres…

—     Cállate Takashima, tú no sabes nada ni me entiendes, te pusiste a gritar como loco en lugar de comprenderme — la reprenda por parte del mayor dejó al estudiante con la boca abierta por la incredulidad, ninguno de los dos parecía ya tener fuerza, mas algo los impulsaba no quedarse callados ¿la rabia? ¿los confusos sentimientos?

—     ¿De qué hablas? ¡Tú empezaste! Yo te abracé e incluso te dije que si querías te daba tu espacio, te dije que si no lograba entenderte del todo lo intentaría porque somos una pareja y eso hacemos ¡tratar de entendernos! Pero parecías loco diciendo que estaba mal amarme, que todo fue un error y que era mi maldita culpa… — en ese momento Kouyou comenzó a llorar cuando su voz no dio para más y lo miró a la cara, sus lágrimas cayeron en grandes surcos por sus pómulos pálidos — dijiste que fui un maldito error en tu vida, entonces si yo arruiné la vida de la persona que amo ¿con qué derecho me quedo a su lado? Si yo sólo te seduje mientras tú no querías… ¿por qué estás conmigo? Todo fue una maldita farsa ¿es eso?— sus preguntas salieron con sus ojos cegados por las calientes y saladas lágrimas que hacían que tuvieran un peculiar picor, no podía mirar bien a Yutaka que se tomaba los cabellos entre los largos dedos, jalaba de ellos y negaba de nuevo.

—     No, no, no es eso, ya para de hablar que no me puedo concentrar, tampoco puedo negar la verdad… cuando todo empezó te dije que te alejaras, pero simplemente me ignoraste y seguiste coqueteando, seguiste siendo una maldita lindura de persona de la que me fui enamorando, ahora no puedo dar marcha atrás sin lastimarte, sin lastimarme… no puedo dejar todo y si lo hago, que es lo más razonable… tú… — cada palabra que venía después de eso no salió de los labios que temblaban entre el enojo y la tristeza de sólo pensar en lo que diría, de ver a Takashima llorar como no lo hacía en años, a saber que lo había lastimado, pero no encontraba otra solución a ello — Para empezar tú me obligaste a que te dijera que sucedía  — se defendió arrugando el ceño como si le culpara, la verdad era que no quería ponerse a llorar también.

—     Todo es mi culpa ¿verdad, Tanabe?, incluso si lo es no me arrepiento de obligarte, prefiero la verdad a tener que verte agobiado y vivir pensando que me amas cuando me culpas de todo…

—     ¡No! No todo es tu culpa es mía, es mi culpa, Kou… ya, paremos esto que no me gusta verte llorar — su petición salió con una expresión cansada tratando de terminar el asunto por un momento, sin embargo Takashima tomó su mochila que estaba sobre el sofá cargada de libros y encima su filipina de la carrera.

—     Todo esto se trata de lo que te gusta y no te gusta, se trata de que tengo la culpa de que ahora estés en esta maldita relación que jode tu maldita promesa, se trata sólo de ti ¿cierto? Se trata de que no toda la culpa es mía porque si lo es te sentirás mal con ello — colgó la mochila al hombro y la filipina en la mano para mirarlo con las lágrimas bañando su rostro y causando uno que otro hipido corto — Me voy para no arruinar más tu vida, volveré por mis cosas cuando estés listo para verme sin odiarme porque arruiné tu vida, ahora eres libre para poder cumplir con esa sagrada promesa, lamento haberla cagado tanto, lamento hacerte perder tres valiosos años aunque no lamento haber perdido los míos — aseguró antes de frotar sus ojos con fuerza tratando de parar el llanto que surgía, tratando de no ver la cara de Kai que tenía los ojos algo rojos y una expresión de incredulidad, con la boca abierta sin entender nada.

«Eres un estúpido Takashima, sólo te estás dejando llevar por cómo te sientes en este momento» culpable, herido, triste, enojado, eso era todo, tal vez confuso, pero todo enfocaba a que si el problema era él entonces se iría, porque su cabeza no entendía nada que no fuera “tú eres el culpable”; « ¿Estoy mandando todo al diablo en un solo día? Sí, eso estoy haciendo y Yutaka no dice nada ¡carajo, di algo! Detenme, no dejes que siga, no… no dice nada, sólo me mira y no dice nada… no dice nada »

—     No puedo decir que esto se terminó, así que digamos que sólo me iré por un tiempo hasta que tú puedas terminarme, porque no podré seguir si lo termino yo ahora… así que… así que por mi parte no sientas más presión, Kai, incluso si te amo ya no seré más un estorbo en tu vida y esperaré… — de nuevo su voz se quebró en ese instante y tuvo que mirar a la pared tratando de recuperar el aire — esperaré… esperaré a que… a que lo termines, así que… adiós — y con eso último tapó su cara con la filipina saliendo a pasos rápidos de ahí sin escuchar a Kai que lo llamó y trató de sujetarlo, pero el casi corrió cerrando la puerta detrás de sí.

–        Kou… no te vayas – y las palabras rebotaron contra la puerta que dejó un sordo ruido al cerrarse – ¿Qué hice?... Se fue, él de verdad se fue. – murmuró volviendo a donde la sala para dejarse caer sobre el sofá.

El impacto de lo que sucedió en ese momento lo dejó sin palabras, ni un proceso de compresión rápida, sabía que se había ido de verdad, pero una parte de él mismo decía que pronto volvería, sin embargo estaba esa parte de él que sabía la verdad de las cosas entonces negó con la cabeza tomando sus cabellos para jalar de ellos mientras miraba la pata de la mesa de centro: ya no estaba ese feo rasguño. Días atrás Kouyou la raspó sin querer mientras hacía el aseo así que cuando le dijo a Kai prometió que lo arreglaría para dejarlo como nuevo,  incluso si era uno de los muebles favoritos del mayor no se molestó, sin embargo Kouyou se puso casi a llorar ese día. «Kou lo arregló» pensó al ver el mueble tan impecable.

 

–        No entiendo porque me siento así si supuestamente es lo que quería – se dijo luego de mirar al mismo lugar un par de horas, dejando de lado ese fuerte sentimiento de querer llorar.

 

En realidad no pensó mucho simplemente que se sentía tranquilo el lugar, que ya no estaba enojado, pero había un rencor creciendo contra el mismo y se dio cuenta que había madurado pues a diferencia de su yo pasado sabía que estuvo mal y no era todo culpa de Kouyou, sabía que fue cruel y que él tenía la respuesta a sus males, pero también había un peso en las promesas del pasado acompañado de esos últimos recuerdos; el resto del día se la pasó en un estado neutro total, o al menos las primeras horas porque al acercarse la noche,  cuando hizo ejercicio y después se metió a la ducha lo resintió, primero porque mientras se ponía en forma no había quien le tirara piropos ya fuera desde la cocina o la mesa del comedor y tampoco había a quien ir a querer molestar con su sudor y resultaba lo contrario; mientras hacía su trabajo de profesor nadie le interrumpió o cuando hacía una pausa había un chico concentrado o sonriente a quien mirar,  o tal vez verlo dormido sobre su tarea. No había nadie.

Cuando se tuvo que meter a la cama se dio cuenta que faltaba el cuerpo de Takashima y no podría tomarlo entre brazos o dormir escondido en los brazos de su joven novio; dio vueltas y vueltas en esa cama, bebió agua hasta que se dio por vencido y tomó entre manos la almohada ajena para inhalar su aroma,  en ese momento  comenzó a llorar en silencio escondiendo con fuerza su rostro en esa suave almohada con una funda azul.

–        No está, Kou no está… me dejó… me dejó de verdad — sus palabras salieron desesperadas y cortando el aire que pudiera ingresar a sus pulmones.

Lo que antes trató de acallar en su mente era lo que más miedo le daba: los ojos de Kouyou; cuando lo vieron había una profunda tristeza acompañada de esa falta de brillo que indicaba lo lastimado que fue, lo había visto sólo una vez cuando le dijo entre gritos “haces lo que puedes, tu cuerpo no se compara al de una chica con sus curvas, sus pechos… al menos contigo me consuelo” si no eran las palabras exactas eran bastantes cercanas a lo que dijo años atrás.

—     La cagué de nuevo, no puedo vivir sin él, pero… ¿qué hago? Si sigo con él seguro que mi madre se retorcerá en su tumba ¿cierto?... con quién demonios hablo, no hay nadie porque se fue, y no puedo ser quien consuele sus lágrimas… no puedo abrazarlo, no puedo sentirlo… — volvió a llorar escondiendo su rostro en ese agradable lugar que tenía aún el olor ajeno.  

 

La solución tal vez era más sencilla de lo que parecía podía ir a buscar a Kouyou a la casa de su mamá y pedirle que regresara pues se fue sin nada y lo amaba, también decirle que lo sentía y que ambos pensarían en como “arreglar” el problema, podía ir a la enorme panadería/ repostería, ir por él al colegio, hablar las cosas mientras lo llenaba de pastelillos y lo veía llorar, pero no podía hacer eso porque tal vez Takashima había madurado, sin embargo seguía siendo un niño que se escondía, lo evitaba o fingía que no lo veía: estaba herido; Kai lo entendía a la perfección, aunque le daba ternura esa actitud también le lastimaba.

No fue a buscarlo al siguiente día de que sucedió todo, fue al tercer luego pasar cada hora, en la que no tuviera cosas que hacer, pensando, meditando las cosas y sin tener todavía la repuesta a esas pesadillas y la culpa tan pesada en su pecho, sentía que se quedaba vacío por la falta de Kou, sentía que su corazón ardía y le quemaba robando su sueño por las noches; a pesar de que no tenía la solución, quería decirle que lo amaba sin arrepentimientos, pero sabía que Kouyou le diría “te arrepentiste al recordar la promesa”, y tendría razón, también quería decirle que sólo fue el momento, pero que jamás lo lamentaría que lo quería a su lado hasta que tuvieran entre los dos la respuesta correcta.

 

—     A quién engaño, si lo tengo cerca me sentiré culpable aún, pero me importa poco lo necesito a mi lado de verdad, lo quiero conmigo y no me importa nada más… — dentro de su cama solitaria giraba una y otra vez abrazado como un crío a esa linda almohada que perdía el aroma de su dueño.

Revisó su celular y no había mensajes de la persona que esperaba, entraba a la conversación y todo lo que había eran sus mensajes diciendo “te extraño, lo siento mucho por favor no me ignores”, “ te amo, vuelve a casa”, “ deja de ignorarme cuando estoy tratando de hablar contigo, si no te escondieras cada que te voy a buscar todo sería más sencillo”, “ vuelve, te extraño mucho y estoy llorando… sé que odias verme llorar de tristeza, lo sé porque cada que recuerdo la muerte de mi madre y me gana el sentimiento me consuelas tan bonito… te necesito, vuelve por favor”, “ iré a casa de tu mamá a recogerte, así que no te hagas del rogar” y esa mañana esperó una hora sin  respuesta, al contrario su suegra cuando salió lo miró feo y sólo le confirmó lo que sospechaba al mirar un par de veces a Kouyou desde lejos.

—     Se la pasa llorando cada tanto de tiempo, no me dice nada, trata de trabajar de más y hacer tareas de más, pero lo conoces hace todo a buen ritmo y cuando no tiene nada que hacer vuelve a llorar, duerme poco y no come… no sé qué le has hecho, pero sea lo que sea arréglalo antes de que mi cariño por ti muera, sé que se aman así que espero estén mejor pronto… y cuídate, tampoco luces muy bien — la señora Takashima como siempre era rápida y cortante cuando se molestaba, pero había cariño en sus palabras tanto como preocupación.

Cómo todos esos días revisaba también las redes sociales de su novio donde tenían fotos juntos, pero ninguna en plan romántico al menos que fuera privada para sus seres más cercanos, no había ni una foto nueva desde que se fue, cuando lo llegó a observar tenía ojeras y un tono rojizo alrededor de sus ojos así como la punta de su nariz, lucía como cuando tenía gripa; revisando también las fotos de su celular había una que le tomó cuando comía pastelillos mientras hipaba, aquel día habían discutido porque Takashima olvidó pagar el recibo de la luz y servicios de comunicación, Kai lo regañó logrando que él universitario se sintiera terrible,  así que para consolarlo tuvo que llenarlo de cosas dulces hasta que entendió que a todos les pasaban esa clase de errores, sobre todo cuando se vivía ya por su cuenta, por un momento se rió, pero luego lloró de nuevo.

Cada tarde al llegar también tenía toda clase de recuerdos en casa, sobre todo las fotos, había álbumes que miraba cada tanto, había regalos y cada escena de su pasado juntos.

—     Ese mocoso… carajo, ni siquiera responde mis llamadas, lo extraño con cada maldita parte de mi cuerpo, siento que me muero… de verdad voy a morir — susurró dejando de lado las tareas de sus alumnos que debía revisar, se tiró en el sofá y lloró de nuevo — Jamás en mi vida lloré tanto.  — se dijo frotando sus ojos sintiendo que su estómago rugía por el hambre.

 

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Faltaba exactamente dos días para el 28 de marzo y cumplirían tres años de relación, pero ni siquiera estaban juntos sin contar que uno de los dos estaba seguro de que terminarían, aunque esa misma persona era la que lo evitaba y sólo estaba siendo un niño terco.

—     ¿Por qué debería responder? Él dijo que yo tenía la culpa de todo que no me venga a decir que me extraña… porque le creeré y si al final me deja no podré soportarlo, así que no lo quiero ver, tengo mucho miedo… me da mucho miedo perderlo de verdad, me da miedo volver y que me diga que debo largarme — de nuevo estaba sólo en su vieja habitación llorando, escondiendo el rostro entre las rodillas sin poder dejar de pensar en él otro. 

Era lunes y ni siquiera fue a la escuela porque se sentía demasiado cansado, porque no quería volver a ver a Yutaka desde lejos y volver a meterse dentro de la universidad a esperar a que se fuera, aunque no estaba seguro de que fuera pues el viernes de la semana anterior no lo vio para nada.

—     Se cansó de mi — se dijo volviendo a llorar en su soledad de esa mañana.

Jamás entendía de dónde sacaba tanta fuerza para aguantar su llanto y tristeza, porque de verdad le dolía en medio del pecho al grado de sentir que no tardaría nada en ir al sanitario a escupir sangre, hasta ese grado sentía que dolía, no para de pensar las cosas o llegaban esos momentos donde se quedaba en blanco mirando el techo sin pensar en nada porque sentía que nada le quedaba.

Ese día por la medianoche, así como en el pasado, tomó su celular revisando de nuevo todos los mensajes que tenía de Yutaka, por todos los medios posibles, en dónde fuera y cómo fuera había un montón de ellos, también mensajes dónde parecía molesto, mensajes dónde se dio cuenta que seguía siendo un crío de veinte años y que saber que su novio estaba triste le dolía.

—     ¿Seguimos siendo novios? — se preguntó con los ojos cansados mirando cada mensaje con el sentimiento atorado en la garganta, así que esa  noche se dejó llevar por el lado contrario a sus miedos y berrinches, si es que lo eran pues el joven contaba con poco valor cuando se sentía destruido de esa manera y eran más grande los temores que el extrañar al otro, con la cabeza contra las almohadas presionó aquel pequeño micrófono de la pantalla antes de hablar. — Buenas noches… umnhhh yo también te extraño… — carraspeó un poco al darse cuenta de lo ronco que estaba y como su congestionada nariz lo delataba —  tengo algo de gripa, es por eso ummnh… — trató de explicarse mientras sentía ese nudo duro que le hacía sacar las lágrimas y temblar la voz — también te amo, pero no sé qué está bien en todo esto, me da miedo arruinar tu vida más de lo que ya lo hice, también entiendo que tal vez no lo ves de esa manera, pero por más que trato de convencerme no es fácil… por más que sé que me amas y es sincero hay algo en mí que es demasiado tonto haciendo imposible que tome fuerzas para verte, me da mucho miedo que me digas que estás cansado de mí, que de verdad la he cagado al estar a tu lado y que al final tu junto a tus sentimientos se vean afectados porque no has podido cumplir esa promesa importante, porque lo es, es demasiado importante… entonces me doy cuenta que no sólo traicioné a la persona que amo por quedarme a su lado, sino también a una persona muy importante para él… ¿me explico?, no sé qué hacer porque no te quiero dejar ir, sin embargo estoy en mi cama llorando sin ir por ti, entonces de verdad te estoy dejando ir sin luchar porque creo que esto es lo correcto y al mismo tiempo me lastima, sé que no es lo correcto… entonces ¿qué hago? ¿qué está bien y qué está mal? Porque no lo sé, incluso si digo que iré a tu lado para encontrar la respuesta ir significa arriesgarme a verte y aferrarme a ti o simplemente ir a que digamos que esto se acaba si es así no lo soportaré, no sé ni siquiera si lo soporto justo ahora, pero siento que me muero lentamente. — las palabras surgieron como las sentía, como las pensaba y como se soltó a llorar de nuevo rompiéndose en medio de todo eso — soy tan lamentable… se me hace más sencillo decirlo por una nota de voz que responder a tu llamada, que acercarme a ti cuando me buscas o ir a buscarte, tengo unas enormes ganas locas de correr hasta ti… lo siento, sólo soy un cobarde que te ama, que no quiere dejarte ir, pero se dice que lo hará si es necesario… creo que vivo en una mentira, perdóname por dejarte sólo con esto, justo ahora sólo quiero dormir, es gracioso pero el 28 no sé qué haré,  ya es 26 y no sé qué haré, espero que el número 28 no suene feo para ti porque también es el día de tu cumpleaños en otro mes un poco lejano aún… como sea por ahora me daré un pequeño lujo esta noche — un susurro ronco acompañado de sorber su nariz como un pequeño conejo, ni siquiera sabía cómo sorbían los conejos pero se sentía así desde que Kai lo apodó de esa manera. — Buenas noches, mi amor, espero verte pronto— tuvo que tragar duro para no soltar a llorar de nuevo y soltó aquel ícono para mandar esa extensa nota.

No tomó más el celular por esa noche, ni el siguiente día simplemente se quedó metido debajo de las sábanas, en el baño, la escuela, el trabajo de la repostería que un día sería suya, haciendo tarea y sin ver a Kai esperando por él, eso fue lo que más le dolió y menos coraje le dio de revisar el celular abandonado en su closet.

 

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Tantos días sin dormir que esa madrugada no era una novedad, apenas le parecían ligeramente pesados los párpados cuando escuchó el vibrar del celular, no pegó un brinco porque supuso que no sería ninguno de su pareja, sin embargo casi se va de lado al notar que sí, era de Kouyou, una extensa nota de voz, tal vez no tanto, pero que sin duda le sirvió de mucho.

Primero relajó su corazón al escucharlo pues de verdad estaba vivo y no había desaparecido de su mundo como a veces sentía, le alegraba poder escuchar sus razones y cómo se sentía, incluso si no era todo se sentía aliviado, sin embargo la contraparte era la culpabilidad que esto le causaba pues sentía que era su responsabilidad el estado de Kouyou, le dolía escucharlo tan triste como desorientado, esa manera de alegrarse por poder decirle buenas noches desde la lejanía.

—     Mi pequeño conejito gordo — murmuró sintiendo que las lágrimas descendían por su lagrimal, se abrazó de nuevo a la almohada sintiéndose tan ligero que dolía.

Las personas deben aprender que hay promesas que no se cumplen y no será traición, que los seres amados son felices si el otro lo es, incluso si eso les lástima al final podrán sonreír porque la otra persona lo hace, eso lo entendió con Kouyou, Kouyou quien huía de él pensando que estaban mejor así, que así no le daría más problemas y al mismo tiempo quien temía escuchar esas palabras de que al final terminarían, también leyó entre líneas “quiero al menos llegar a los tres años, incluso lejos de ti… entonces podré escuchar que me dirás adiós”, podía parecer un niño egoísta, sin embargo para Yutaka fue el novio más puro de todos, que tenía deseos infantiles acompañados de buenas acciones que lo lastimaban.

Era verdad que no fue a buscarlo ese día una vez que amaneció, ni cuando salió de la escuela, no lo fue a ver en ningún momento ni le respondió, ahora que sabía la solución a sus males debía hacer todo bien, o mejor dicho prepararlo bien; se sacrificó todo un día para obtener un permiso administrativo de dos días en su trabajo, tenía que dejar trabajos para su ausencia y demás cosas, sin embargo quería tener esos dos días libres.

 

Era un 27 de marzo muy triste a pesar de que había un agradable sol sin llegar a ser caluroso, las nubes adecuadas y él estaba sólo en la mesa de jardín de la casa de su madre, de la que fue su casa y tal vez lo volvería a ser; al ser un día agradable, según su madre, ésta le había ordenado no ir al trabajo ese día después de clases y que se pusiera a jugar con plastilina de harina, era una tarea tonta y relajante, muy relajante.

Podía pensar en Yutaka sin llorar liberando sus emociones en el trabajo de sus dedos amasando en un bowl una enorme cantidad de plastilina color lila, todo iba muy bien hasta que se acordó de que día seguía después de ese, miró al cielo y se dio cuenta que era triste, bajó la mirada su filipina blanca que llevaba puesta aun comenzando a dejar caer gruesas lágrimas.

—     Maldita sea… no otra vez, Yutaka es de lo peor… debería desaparecer un momento de mi mente… pero incluso así no quiero, sólo quiero verlo, estúpida plastilina ya no sirve de nada — sus quejas en forma de berrinche las desquitó batiendo esa masa entre sus dedos con rudeza sin parar de llorar como un bebé — en este momento debería estar corriendo a casa y reconciliarme con Kai, me quiero casar con él, quiero que me abrace y me bese, quiero ser esa esposa para él incluso si no le doy hijos quiero que sea feliz conmigo… me odio por ser tan egoísta ¡Ah, malditas lágrimas paren ya! — exclamó tratando de limpiarse las mejillas con el codo.

Su tarea de jugar con plastilina absorbió toda su atención al grado de no escuchar que el cancel exterior fue abierto dando paso al delgado cuerpo del profesor, quien sonrió al ver la espalda de su novio recargada contra la silla, en ese momento sintió que el color regresaba a su vida, esa felicidad que le daba sólo verlo, se dio cuenta que de verdad lo había extrañado al grado de sentir que lo había olvidado; se veía más delgado, cansado y sin duda estaba berreando por algo, llegó justo a tiempo para escuchar todo sacándole una tierna sonrisa con ese brillo melancólico en los ojos, cuando lo vio limpiarse con los codos casi corrió a abrazarlo por detrás: odiaba que se lastimara su preciosa cara.

—     Hola, mi amor — lo saludó besando su mejilla desde esa posición antes de esconderse en su hombro.

No existe explicación precisa para lo que sintió cada uno, pero sin duda ambos sintieron que la vida les volvía, uno más sorprendido que otro, ambos sonrojados, ambos con el corazón acelerado.

—     Yutaka… ¿qué…? No, no es eso… Kai estás aquí,  estás aquí… por favor no te vayas, mi amor… no lo hagas… — sus palabras salieron a trompicones entre más lágrimas que le picaban la sonrojada piel de los pómulos buscando su mirada, queriendo soltarse para poder lanzarse a sus brazos y aferrarse a él.

Cómo bien suponía sucedió todo: su determinación se fue al carajo. No se arrepentía de rogarle, si no se lo pedía ahí no lo haría nunca y no quería perderlo, de verdad quería luchar por él incluso si era contra la promesa más sagrada.

—     ¿por qué me iría, bobo? Tú lo dijiste, tu siempre lo sabes todo, amor… Mi madre será feliz mientras lo sea yo, soy un profesor, tengo a mi lado a un ser que me ama demasiado, incluso si me duele admitirlo debo decir que me ama más de lo que yo a él, no tendré hijos aún, pero un hijo no siempre es humano — respondió a aquello sacando su rostro para volver a besar la húmeda mejilla con tanto amor que cargaba en su ser — perdóname, perdóname por ser tan ciego y vuelve a casa conmigo, Kouyou. Te amo con locura y jamás eso será un error, un error sería dejarte ir, así que di que volverás conmigo a casa y haremos el amor de diferentes maneras como sabemos, haremos el amor y despertaremos tarde, seremos cariñosos y tendré tus mimos sólo para mí, por favor… — sus ruegos fueron interrumpidos por la dulce mirada de Kouyou quien besó su frente como pudo.

—     Kai, mi amor no llores que voy a llorar más, eso no lo tienes ni que pedir como nada tengo que perdonar, iremos a casa y todo estará bien, porque te amo, te necesito y quiero hacerte feliz — aseguró buscando sus labios torpemente en esa posición.

Fue el beso casto más lindo de todos dónde un estudiante de gastronomía tenía las manos en bowl lleno de plastilina mientras su novio en jeans y una camisa blanca fajada lo abrazaba, se miraron a los ojos entre lentos parpadeos perdiéndose uno con el otro en el avellana de sus ojos. Sonrió cariñoso besando la punta de su nariz para llevar una mano encima de la ajena.

—     Kou ¿conoces la canción Unchained Melody? — la pregunta sacó una mirada sorprendida del mencionado antes de reír con su nariz congestionada mientras asentía.

—     Es de esa famosa película, Ghost, es muy bella ¿por qué?  — preguntó antes de ver sus manos y reír de nuevo — eres un bobo, brillante pero bobo ¿lo sabías? — soltó aquello besando la mejilla ajena con mimo sin notar que éste había metido la mano izquierda a su pantalón con disimulo y ahora la sacaba ligeramente cerrada comenzando a descender por el brazo izquierdo de Koyou.

—     No es eso, es una buena coincidencia a decir verdad — aseguró riendo un poco robando toda la atención del menor con eso, un menor que adoraba esos hoyuelos tan perfectos y el sonido de su risa, lo adoraba demasiado. — en fin ¿entiendes toda la letra? — no esperó más respuesta más que un asentimiento de cabeza para seguir hablando una vez llegó a su mano, desdobló sólo tres dedos con los que hizo a Kou desdoblar su mano poco a poco sin que lo notara, limpiándola de  la plastilina— Para mí fue una tortura estar lejos de ti, necesitaba de tu amor y el tiempo era demasiado lento sin ti, así como dice la canción incluso si no soy creyente le pedía a Dios que tu amor fuera para mí — su explicación dejó  a un Kouyou con los ojos abiertos de lo lindo, sus labios medio abiertos y un sonrojo brutal hasta las orejas.

No esperó más y unió sus labios, en ese momento cerraron los ojos ambos dejándose ir en ese beso amoroso de suaves roces que mandaba un cosquilleo intenso a cada extremo de sus cuerpos, que le dio lo necesario a Yutaka para descender una sortija plateada por el dedo anular de Kouyou, ese dedo de la mano izquierda de una tez clara y pulcra, un dedo tan delgado que lo trató con tanto amor hasta que el anillo llegó a donde debía, en ese momento Kai se separó dejando que Kou bajara la mirada al frío anillo con pequeñas piedras incrustadas de un color negro, sin llegar a ser extravagante, era perfecto.

—     Es un poco adelantado ya que planeaba dártelo mañana, así que desde ahora debes saber que eres prometido de un profesor que al terminar este curso será promovido a la universidad, así que podremos casarnos y presumir nuestra relación sin temor — lo informó de aquello que de nuevo dejó sin palabras al más joven.

Por un momento el profesor se sonrojó sin apartar la mirada, pero cuando su ahora prometido logró gesticular palabra se ruborizó más que el propio Takashima, y eso ya era exageración, no necesito darle una respuesta simplemente se lazó a abrazarlo para caer al pasto, como en esas lindas películas de amor, pero eso era real, unió sus labios en muchos besos cortos mientras lo llenaba de un millón de “te amo”, sin cansancio y con el corazón de ambos palpitando en sincronía tal cual colibrís, ahora sus ojos dejaban ver que estaban felices, que nada podría arruinarlo nunca más.

Porque de eso iba el amor, porque el amor es complicado, porque el amor a veces está en cosas tan simples como estar tumbado en el pasto abrazado a tu pareja mientras se besaban, se trataba de llegar en el momento adecuado sin planearlo y todo saldría bien al final; en ese momento se trataba de abrazarse felices por estar juntos y el futuro que les esperaba.

Era Yutaka tomando de la cintura a Kouyou mientras miraba sus bellos ojos avellana sin desear más.     

Notas finales:

Yo sólo espero que no les aburra y de algún modo les parezca lindo, puse lo mejor de mí en esto. 

 

Amor para todos. 

 

 


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