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Punto final por Silence Tsepesh de Lenfet

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Notas del capitulo:

Hola

Este es un corto relato que escribí para un concurso.

Quiero vomitar,  si, sin duda voy a vomitar.


Mi casa queda a tres calles más, solo tres calles más antes de llegar al pequeño jardín terroso donde apenas están creciendo los rosales que mi padre intenta cultivar. Desde que la empresa donde trabajó por años le dio la jubilación, mi padre ha intentado con muchos pasatiempos: juegos de cartas con sus compadres, intentar reparar los desperfectos de la casa y la jardinería.  Pensar en mi papá me da un retortijón de tripas que me deja sin aire… quizá no sea pensar en mi papá y me estoy poniendo enfermo.  


— Marcos ¿Estás bien?


— Creo que los tacos me hicieron daño— Alan me da esa mirada que yo llamo la mirada de “No te creo nadita Marcos”


— ¿Seguro que no es otra cosa?— me quedo callado, porque sé que él sabe que no fueron los tacos— Hey,  no tienes que hacer esto hoy— si, no tiene porque ser hoy pero si no es hoy ¿Cuándo?


— estamos a dos calles de mi casa, un poco tarde para arrepentirse.


— puede ser solo una cena normal. O puedo regresar a mi casa y tú les dices que no pude venir— y es eso, justo esas palabras las que hacen que quiera arrastrarlo hasta mi casa en lugar de caminar.  Hace tres años que conozco a Alan,  hace dos años comenzamos a salir y hoy vamos a cenar a mi casa para decirle a mi familia… ¿Me gustan los chicos? ¿Este chico es mi novio? ¿Soy gay?  He intentado decirlas en voz alta cuando estoy solo, pero me siento tonto diciéndolas, además como lo diga siento que será como arrojar una bomba en el comedor de la casa— entonces ¿Qué quieres hacer?


— habrá mucha comida porque dije que te invite. Además dije que lo haría— Alan suspira, pero sigue caminando.


— estas tan nervioso que se darán cuenta de que hay algo raro.


— Eso podría ayudar— me limpio las manos en el pantalón antes de buscar su mano. Sentir el apretón de la suya me hace sentir un poco mejor. Nos conocimos en un parque mientas jugábamos futbol, nos  comenzamos a hablar cada que nos veíamos, fuimos amigos hasta que una tarde que todos se habían ido él acerco tanto su rostro al mío que no  me quedaron dudas de sus intenciones, y aun así Alan me dejaba escoger a mi si besarle o no. Le bese— Yo debería estar preocupado, no tú.


— pero si tu estas preocupado— se está burlando de mí. No recuerdo muy bien cómo fue que me di cuenta de que me gustaban los chicos, solo… me gustaban los chicos y ya. Es curioso como sabía que era algo que no debía decir, como saber que los hombres salen con mujeres y no con otros hombres.


— Apúrate—  No estaría tan preocupado si no escuchara tantas cosas sobre los homosexuales. Pienso por ejemplo en el chico que camina a mi lado, a Alan le corrieron de su casa cuando tenía 16 años, cuando les dijo que era gay. No ha hablado con su familia desde entonces, se esfuerza para poder terminar la carrera y mantenerse. Más de una vez me he preguntado si  mi familia haría lo mismo ¿Qué haré? ¿A dónde iré? A veces es tonto como el mundo parece cerrarse por una cosa como esa. Nunca le he dicho a Alan sobre estos pensamientos, pero al verle esforzares por ser feliz al menos un día más, también se que todo mejora.    


 


La cena en la casa va tranquila, después de llegar y esperar solo un poco a que estuviera la comida ya casi hemos acabado. No me puedo concentrar mucho en lo que estoy comiendo, tampoco pongo atención a las pláticas que tiene mi mamá y mi hermana sobre las telenovelas que ven, mi papá intentando ver el futbol en la cocina de la sala y ponerse al día con la abuela que está de visita ¿y yo solo lo diré? ¿Soltare eso aquí? quizá Alan tenga razón y no sea el momento… pero si me pongo a pensar ¿Cuándo es el momento? ¿Hay un momento para decirles que me gustan los hombres?


Mi casa no es muy grande, solo vivimos cuatro personas aquí: Mis padres, Blanca y Eusebio, y mi hermana Laura. Mi abuela Esther, la mamá de mi papá, viene a casa seguido desde que mi abuelo falleció. Mi hermana suele invitar a sus amigas y amigos a casa de vez en cuando, por eso que hay alguien más en la mesa no es raro y Alan ha estado respondiendo de vez en cuando las preguntas o los comentarios que le hace mi familia. Ahora sí creo que voy a vomitar. Apenas he movido lo que tengo en el plato, y siento la mirada de Alan en mi casi todo el raro que hemos estado aquí. Cuando me atrevo a mirarlo, me sonríe. Serán imaginaciones mías pero siento que intenta decirme que está bien, que no le importa si lo digo hoy o no. para él no es importante, pero para mí sí. Mi abuela comienza a recoger los platos.  Me levanto porque ya no quiero mentir, ya no quiero tener pensamientos que me aterran, por Alan  y por mí…


— ¿Marcos?


— ¿Estás enfermo?— mi abuela dice algo más sobre un remedio de hierbas para el dolor de estomago. Ahora todos me miran, todo mi cuerpo se siente como gelatina. Respiro por la boca y tengo que poner mis manos en la mesa para que no me tiemblen. Solo puedo pensar en Alan y en lo que quiero decir.  


— No estoy enfermo— Alan mueve la cabeza, negando ¿Quiere me que detenga ahora? lo que él no sabe es que no es la primera vez que intento decirle a mi familia, he hecho como mil intentos por decirles. Quizá me corran de la casa, o me quieran llevar a uno de esos lugares que prometen “curarme”. Al menos espero que me dejen ir por mis cosas antes de correrme “Alan es mi novio” “soy gay” “Me gustan los chicos” “Alan es mi novio”— Le quiero. Yo… estoy enamorado de Alan— el silencio pita en mis oídos— mamá, papá, me enamore de un chico— no puedo mirarlos. Cierro mis ojos, esperando que todo comience. Alguien se levanta de la mesa, el ruido de la silla me hace temblar.


— Marcos— Mi papá. No quiero ver, no quiero escuchar… hay un ruido más,  el de platos dejados sobre la mesa, con algo de fuerza. Una mano pequeña y temblorosa me toma del brazo.


— Levanta la cabeza ¿O acaso te avergüenzas de este chico?— miro a mi abuela, su cara arrugada y el cabello blanco. Me sonríe y me da unas palmaditas en el brazo— ¿te avergüenzas de él?


— No— me dan ganas de abrazarla y besarla, pero ella se ha volteado a la silla de Alan.


— a ver, déjame verte bien, mis ojos ya no son lo que eran antes pero aun puedo ver— le acaricia las mejillas con sus manos, otro momento de silencio— ¿Y tú? ¿Te avergüenzas de mi nieto?


— No, nunca, doña Esther— mi abuela me toma de la mano, su otra mano agarra con la fuerza que tiene la mano de Alan.


— entonces, todo está bien. No hay más que decir— también tengo ganas de llorar. 


— Pero…


— ¿Tienes algo que decir, Eusebio?— mi papá nos mira, su cara esta roja, no sé si de enojo o vergüenza.


— Lo hubiera dicho otro día— es todo lo que dice y se vuelve a sentar. Escuchamos el suspiro que suelta— quiero decir que lo lamento, pero me estoy sintiendo mejor ahora que lo dije. Lo dije y el mundo se acabó, todo sigue igual— ¿ahora vas a ponerte ropa de mujer o querer que te llamemos de otro modo?


— ¿Eso sería un problema?— pregunto. Ahora que sé que no estoy solo, me siento más valiente. Mi papá me mira.


— solo pregunto.


— No. no quiero hacer eso— creo que nos tomara tiempo a todos volver a comprendernos. Mi hermana solo me levanta el pulgar cuando nos miramos, mi mamá me acaricia el cabello cuando pasa por mi lado y nos pregunta si queremos café, mi abuela nos suelta y la acompaña. Alan tiene la cara un poco pálida, pero su sonrisa alegre hace que mi corazón vuelta a latir con fuerza. Quiero decirle a mi papá que soy el mismo Marcos que le gusta ver el futbol, el mismo que le ayuda los fines de semana con el auto… Pero quizá no necesite decirlo porque al final de cuentas, sigo siendo yo, solo un chico que se ha enamorado de otro chico.

Notas finales:

Nos leemos en la siguiente historia.


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