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Tiempos corrientes por albert2822

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Notas del fanfic:

Cada capítulo seguirá a una pareja de una serie diferente. Las tres primeras parejas son mis parejas favoritas de fanfics. Para la cuarta, podeís elegir vosotr@s la pareja entre las siguientes:

-Gokudera x Yamamoto (Katekyo Hitman Reborn)

-Xanxus x Squalo ( Katekyo Hitman Reborn)

-Dino x Hibari (Katekyo Hitman Reborn)

-Sousuke x Makoto (Free!)

-Keith x Lance (Voltron)

-Joey x Kaiba (Yu Gi Oh)

-Yami x Yugu (Yu Gi Oh)

-Touya x Yukito (Sakura Card Captor)

-Largo Lloyd x Jiggy Pepper (Tegami Bachi)

Notas del capitulo:

Hola a tod@s, hoy regreso con un nuevo fanfic formado por cuatro pequeños relatos.

El primero de ellos es el más subido de tono, por algo reflejado el tiempo de poniente.Va sobre mi pareja favorita de todos los fics, Zosan, la que llamo mi pareja del pasado, presente y futuro, la que siempre estará ahí.

Hacía mucho que no escribía algo así y solo espero que os guste.

Poniente


Cálido. Todo en aquel día parecía más candente de lo habitual. El sol se había propuesto ejercer su función de astro como nunca. Hasta el aire transportaba las intenciones de este, haciendo que la sosegada y rutinaria siesta de la tarde de aquel hombre, se fuera al traste cuando no pudo aguantar más el sudor que caía por su rostro y empapaba su cuerpo posado sobre la cubierta del barco. Pero no toda la culpa de su siesta perdida la tenía aquel clima casi tropical. El sórdido sonido procedente de una de las estancias de aquel barco había sido cómplice en aquella desaparición, por lo que no le quedó otra a ese sujeto de estado malhumorado, hallar una solución a su sueño extraviado.     


 


-¿Tan pronto, marimo?-dijo el de rubia cabellera al otro sin apartar la mirada de los fuegos con los que estaba trabajando. Por la puerta entró un hombre corpulento, de aspecto desarreglado y con signos de fatiga causado por el calor.


-¿Y el resto?


-Se marcharon a explorar la isla- nuevamente, el rubio optó por fijar su atención en su cocina más que en la recién visita.


-¿Tú?


-Tenía cosas que hacer aquí.


Una mueca de enfado se posó sobre el rostro del peliverde al ver la actitud del otro, tan ensimismado en su labor, tan indiferente ante su presencia. Refunfuñando, se sentó en una de las bancadas de la mesa a esperar algún tipo de reacción por parte de la otra persona que había en aquella habitación. Pero los minutos pasaban y nada. El chico de melena rubia seguía centrado en la cocina sin pronunciar ningún tipo de palabra, ni siquiera un reproche de esos que venía siendo habitual.


-Tengo hambre- al peliverde no le quedó otra que romper aquel silencio tan incómodo que ponía su paciencia a prueba y ya bastante tenía después de perder su tan preciado descanso vespertino.


Pero no recibió respuesta alguna.


-¡He dicho que tengo hambre, idiota! ¿Acaso estás sordo o qué cojones te pasa?- y cómo es bien sabido, la paciencia del de cabellera verde no se encontraba entre sus cualidades más notables, por así decirlo.


-Todavía no está lista, marimo-baka- conociendo el temperamento de su nakama, el otro chico dio una calada a su cigarrillo encendido y se armó de paciencia para no contestarle mal.


Tras recibir aquella respuesta, el espadachín chistó haciendo ver que la idea de esperar no le agradaba demasiado. Pero no le quedó otra. Los siguientes treinta minutos pasaron lentos, como si el tiempo se hubiera dilatado en aquella cocina. La principal causa de aquella incomodidad fue que el silencio tomó pleno protagonismo en la conversación entre las dos personas. Apenas se había escuchado durante esos treinta minutos el resonar de los cachorros y utensilios de cocina que empleaba el rubio para realizar sus recetas. No obstante, aquella extensa espera para ambos tenía fecha de caducidad: la comida ya estaba preparada y lista para servir. La comida sí, pero el camarero no tanto. A regañadientes, acercó el plato hasta la mesa donde se encontraba el malhumorado e impaciente comensal.


-Ya era hora.


-La próxima, mueves tu trasero, marimo desagradecido- el de ceja rizada no pudo contenerse más y saltó.


-¿Atrévete a volver a decirlo pero esta vez mirándome a la cara?


-No tengo tiempo que perder en tus tonterías.


Por suerte, el ambiente se calmó para los dos. El peliverde comenzó a comer su plato que curiosamente consistía en tres onigiris, una de sus comidas favoritas. Mientras, el rubio se puso a limpiar los útiles sucios que había en el fregadero. De este modo, la paz se instauró en aquella habitación durante el tiempo que duró la comida del peliverde en el plato y no en su estómago.


-Todavía tengo hambre. Dame más, ero-cook.


-Supongo que es tu forma de decir que te ha gustado. Total, no esperaba que lo dijeras de otra forma- pero a pesar de las formas, se resignó y le aproximó otro par de onigiris a la mesa- Toma, son las reservas que tenía guardadas para la cena. Luego no te quejes si te quedas con hambre.


El espadachín hizo una mueca de insatisfacción al no gustarle la idea de quedarse sin comida para más tarde. Pero el calor le causaba que tuviera más hambre que de costumbre.


-Si dejaras de fruncir el ceño todo el día, quizás, estarías…- pero antes de terminar la frase, el rubio detuvo las palaras que iban a salir por su boca de manera involuntaria- Pero, qué tonterías estás pensando, Sanji.


Para despejar su mente, el rubio se preparó una taza de café que había sobrado del desayuno de esa mañana. Como su cabeza no estaba del todo centrada debido a la ingrata presencia de aquel individuo, se calentó demás la bebida. Esto ocasionó que cuando dio el primer sorbo de café, se quemara y derramara unas gotas sobre su torso. Debido a la alta temperatura de aquel día, se había visto obligado a llevar una camisa blanca más fresca para la época que se encontraba. Las gotas traspasaron el tejido y ensuciaron el torso del cocinero por lo que no tuvo más remedio que desabotonarse un par de botones de arriba para secar su cuerpo y ponerle algún tipo de remedio a aquellas manchas. Toda la escena fue presenciada por el de cabellos verdosos, quien dejó de comer por unos instantes y no quitó ojo al movimiento de esas gotas de café mientras recorrían el marcado pecho de su compañero. Aquella imagen le abstrajo, le dejó totalmente parado sin poder apartar la mirada de aquel viaje que estaban haciendo las gotas de café. Pero fue él mismo quien en un momento de lucidez, salió de aquel trance.


-¿Por qué bebes eso?


-¿Eh?- la inesperada pregunta de su compañero interrumpió las tareas de limpieza del rubio- Ya sabes, tengo que estar al cien por cien. No sabéis la guerra que dais.


Por primera vez desde que se había iniciado aquella conversación, se escucharon risas. Un semblante sonriente se posó sobre el rubio cocinero una vez pronunciadas aquellas palabras. No sabía muy bien si era a causa de que amaba cocinar y amaba realizar lo que hace, o si por el contrario, en realidad le gustaba cuidar de todos sus compañeros. Pero aquel estado de felicidad, que nuevamente había dejado algo aturdido al peliverde, terminó por acabar y nuevamente, la causa fue el mismo chico de verdosos cabellos.


-Y… ¿por qué no te has ido?


-Ya te lo he dicho, marimo-baka. Tenía cosas que hacer aquí, tu comida por ejemplo- el otro chico no entendía a que venía de nuevo aquella pregunta- ¿A ver si va a ser que el que está sordo eres tú?


-¿Por qué no te has marchado a ver la isla y a reponer alimentos, como siempre?


-¡Pero que pesado estás hoy! Se me había acumulado la faena y no podía irme sino luego tendría el doble- el rubio se puso algo nervioso al no comprender la insistencia de la otra persona -Además, le he dado una nota a Nami-swam para que busque unas cosas que nos hacen falta.


-A ti te encanta seleccionar los alimentos que vas a cocinar por ti mismo y no que lo hagan otros, aunque sea Nami. Así que déjate de estupideces y dime la verdad.


-¿Quieres la verdad?- el de cejas onduladas se resignó y comenzó a hablar mientras se aproximaba lentamente al otro- La verdad es que somos nueve en este barco no tan grande, con mil y un enemigos persiguiéndonos continuamente y con separaciones inesperadas cada dos por tres. ¿Es normal que quiera pasar un rato tranquilo y a solas con mi pareja, no?


Sanji se había sentado sobre las piernas de Zoro, mirándolo de frente y esperando alguna respuesta a aquella incomoda pregunta que le hacía tener el rostro colorado.


-Por fin te has dejado de tonterías y orgullos, ero-cook- le contestó Zoro medio riéndose medio con un semblante complaciente.


-Ya sabes que me gusta hacerte rabiar un poco, marimo-baka.


-Pues entonces ahora es tu turno de pagar las consecuencias- Zoro comenzó a devorar cada rincón del rostro del rubio.


Sujetaba la espalda de Sanji con su mano izquierda mientras que con la derecha comenzaba a desabotonar los botones restantes de la camisa de este. Pero en ningún momento detuvo sus intensos besos y sus delicadas caricias que provocaban un ferviente rubor en las mejillas de su pareja. Zoro besaba de manera apasionada, no brusca, la comisura de los labios del rubio y de vez en cuando su lengua optaba por jugar un poco con la lengua de Sanji. Después de un rato, no mucho tiempo, su tarea con la camisa había llegado a su fin y se había podido deshacer de ella. Ahora quedaba a la vista el formado torso del chico de ceja rizada, que nada hacía envidiar al suyo esculpido tras largas horas en la sala de entrenamiento. Es más, para Zoro, aquel cuerpo que tenía entre sus manos era el más bello del mundo aunque le costara a veces admitirlo en voz alta, sea por orgullo o vergüenza. Las caricias y los besos fueron pasando de los labios a otras partes del cuerpo. Primero fue el cuello del rubio. Los besos se volvieron más intensos y duraderos, llegando al punto de dejar marca una vez que finalizaba el contacto con la piel. Pero mientras que a Sanji, toda aquella atención centrada en su cuello le parecía una tortura placentera convertida en cosquillas, Zoro había quedado satisfecho porque había dejado su huella en su amor.


El paso posterior al cuello fueron los tonificados y suculentos abdominales del cocinero. Su lengua comenzó a dibujar la silueta que formaba el pecho musculado del rubio. Se detuvo, como no, en los pezones para darles un trato especial. La mano izquierda del peliverde, algo introducida por dentro del pantalón de Sanji, sostuvo con mayor fuerza el cuerpo de este. Sabía que era lo que iba a pasar y por eso lo hizo. La lengua de Zoro comenzó a rodear suavemente aquellas esferas rosadas que culminaban en la parte más baja del pecho del cocinero. Se tomó un largo tiempo para darles la atención que se merecían sabiendo las sensaciones que le iban a provocar al rubio. Al principio, los lamió con cierta suavidad como si de un objeto frágil se tratara, pero luego los succionó de la misma manera que había dejado las marcas anteriormente en el cuello de Sanji. De vez en cuando, mordía con cuidado la parte central del pezón provocando los primeros sonidos placenteros que el rubio no pudo evitar expulsar.


-Por favor…ahí no… no sigas Zoro…


-Tengo que terminar el trabajo de limpieza que he interrumpido antes.


El de cabellera verde sabía perfectamente que las suplicas de su compañero eran falsas. En realidad, Sanji estaba totalmente extasiado ante los movimientos de su pareja hasta tal punto que sentía que en cualquier instante podía llegar al final si no se contenía un poco. No obstante, Zoro no se lo estaba poniendo nada sencillo. Apartó sus labios del cuerpo del rubio y le hizo un gesto para que se levantara de encima de él, cosa que su pareja hizo sin reprochar.


-Ven, túmbate- señaló Zoro a la mesa donde hacía escasos minutos estaba comiendo- Todavía no hemos terminado.


Sanji, medio sonrojado y un poco asustado, siguió las directrices del peliverde y se recostó sobre el tablero. Una vez estuvo acostado, el peliverde le desprendió del resto de la ropa que le quedaba en un abrir y cerrar de ojos. Frente a él tenía el cuerpo totalmente desnudo y más maravilloso que había visto en la vida y eso es algo que no pudo ni esconder con su mirada.


-No me gusta estar así… Me siento avergonzado- comentó Sanji entre sollozos al ver que estaba completamente vulnerable ante los ojos penetrantes del peliverde.


-No debes tener esos sentimientos conmigo. Eres precioso. Perfecto hasta cuando gruñes. Ya sabes que eres lo que más amo en este mundo, tonto-aquella declaración por parte de Zoro pilló con la guardia baja al rubio así que se resignó y dejó proseguir al otro- Además, no es algo que no haya visto ya.


Para sellar su amor, Zoro besó a Sanji en los labios antes de continuar. Cuando sus labios se separaron, los del peliverde fijaron un nuevo objetivo, la zona inferior del rubio. Sabía que de primeras no le iba a gustar que tomara la delantera, pero era algo que estaba decidido a hacer y que no le importaba las consecuencias. El solo hecho de pensar en lo que estaba a punto de realizar, provocaba unos fuertes calores al chico de verdosos cabellos por lo que no le quedó otra que despojarse de su camisa. Ahora, el contacto piel con piel era mucho mayor. El rubio sentía por vez primera como los pelos de sus brazos se erizaban al ponerse en contacto con el torso fornido de su pareja. Pero para el peliverde se había terminado el momento de las caricias. Se colocó en uno de los extremos de la mesa justo por el que sobresalían las piernas del rubio. Sin dudarlo, agarró el miembro semierecto de su compañero y comenzó a moverlo lentamente pero de manera fluida y continua. Sanji fue incapaz de contener la reacción que le había provocado aquella maniobra de Zoro. No era la primera vez que hacía algo así, pero aquella noche Zoro estaba como más enfocado en darle placer a cada parte de su cuerpo y eso a Sanji le perdía. La mano pronto pasó a ser la boca del peliverde succionando por completo el miembro de su pareja. Se tomaba su tiempo en hacerle notar cada sensación, cada movimiento de su lengua dibujando el contorno del pene del rubio en su boca. De vez en cuando, Zoro se detenía en la parte superior de su nuevo juguete, sabiendo perfectamente que era una de las partes más sensibles de su pareja. Y tal fue así que comenzó a brotar algo de semen por el aparato del rubio deteniendo a Zoro casi de inmediato.


-Todavía es pronto, mi amor… Todavía no te he dado todo el placer que te mereces.


Aquellas palabras susurradas al oído, casi imperceptibles entre el sonido de las respiraciones de ambos, fueron una declaración de intenciones por parte del peliverde que provocó un fuerte acaloramiento en todo el cuerpo del rubio. Pero Zoro estaba dispuesto a llegar mucho más allá de eso. Acercó un par de dedos a su boca para humedecerlos con saliva para posteriormente introducirlos por la parte más íntima de Sanji provocando en este un repentino respingo.


-Ahí no…- pronunció el de ceja rizada con la voz entrecortada a causa de la posición en la que se encontraba.


-Tranquilo- y con una simple palabra, los nervios del rubio se fueron calmando poco a poco. En realidad no estaba intranquilo por ser penetrado por aquellos dedos de forma tan inesperada. Estaba asustado. Asustado de no poder contenerse ante tales acciones cariñosas que le estaba dando su pareja desde que empezaron a hacer el amor.


En seguida, los dos dedos se convirtieron en tres, aumentando las muecas de dolor en el rostro del rubio y subiendo la temperatura de ambos. Pronto pasaron a ser cuatro y Sanji era ya incapaz de contener los sonidos que salían expulsados por su boca: gemidos entre dolor y placer que volvían completamente loco al peliverde. Aunque para nada se parecía a la primera vez que tuvieron sexo. Era tan estrecho el interior de Sanji y tan inexpertos e impacientes ambos que aquella desastrosa vez no la olvidarán nunca.


El cocinero estaba extasiado por cada uno de las acciones tomadas por el peliverde. Sabía que era hora de cambiar las tornas o sucumbiría por completo a las caricias tan deliciosas de su amor. Con determinación, detuvo el movimiento de la mano del marimo y lo separó de su cuerpo. Se incorporó de la mesa, le quitó el fajín y comenzó a desabrochar el botón del pantalón.


-Ahora es mi turno de hacerte sentir bien- susurró al oído del peliverde unas vez había completado su tarea con el pantalón y la ropa interior.


Desde aquel momento, ambos estaban totalmente desnudos ante el otro. No solo por la falta de ropa sino también ante la apariencia que mostraban y los sentimientos que reflejaban. Anteriormente había sido Zoro el causante de que Sanji  mostrara un rostro tan vergonzoso pero ahora era él quien lo tenía desde que el rubio había decidido colocarse de rodillas y comenzar a jugar con el miembro erecto de este. A diferencia del peliverde, Sanji no tenía tanta paciencia para ir despacio y calmado, sino que era todo lo contrario. Fue directo y se introdujo completamente la gran polla de su pareja en su boca. Al principio, arqueaba un poco la garganta debido a la apresurada maniobra pero pronto se acostumbró y comenzó a moverse para excitar de tal manera al peliverde que entre su pelo y su rostro parecía un tomate. Al principio fue Sanji quien llevaba la iniciativa en los movimientos pero no tardó Zoro en tomar el relevo. Ayudado por su mano, fue guiando el vaivén de la boca del rubio con su pene, cosa que agradaba en gran medida a este último y se podía notar en la erección que mantenía sin ser tocado justo en ese momento. Pero Sanji sentía que quería más. Que lo quería todo.


-Quiero ser tuyo, por favor…


La suplica del cocinero, salida de entre sus más profundos sentimientos, alertaron al peliverde de que ya podía llevar aquello al siguiente nivel. Con cierta tosquedad, agarró el cuerpo del rubio y lo acercó para posteriormente ponerlo de espaldas a él. Se agachó con prisa e inició lo que sin lugar a dudas había provocado mayor número de gemidos en su pareja hasta ahora, lamerle el culo. Al contrario a la actitud sosegada y paciente mostrada al inicio del coito, estaba vez resultaba ansiosa y mucho más tosca. Agarraba el trasero del rubio como si no lo quisiera dejar escapar nunca. Mientras, su lengua parecía querer degustar cada parte de aquel lindo trasero que tenía frente a él. Para colmo del rubio, el peliverde añadió unos fortuitos mordiscos en sus nalgas que parecían tener un fuerte efecto en el primero. No obstante, Zoro sintió que la parte inferior de Sanji ya estaba bien lubricada y perfectamente preparada para poder pasar al último nivel.  Pero decidió no hacerlo antes de preguntarle.


-¿Puedo?


El rubio tornó la cabeza y asintió con ella entre sollozos que empañaban su bello rostro con lágrimas.


-Te amo.


Fueron palabras pronunciadas por el peliverde gracias a la aprobación del rubio que culminaron en un tierno beso para mostrarle cuanto deseaba estar con él. Ahora sí, de manera lenta y calmada fue introduciendo su pene en el interior de su amor. Las primeras sensaciones eran intranquilas para el peliverde y algo dolorosas para el rubio. Pero poco a poco, el cuerpo de Sanji se acostumbró al miembro de Zoro y pudieron continuar. Las primeras embestidas fueron delicadas, suaves, siguiendo las respiraciones de ambos y en muchas ocasiones, acompañadas de cortos besos y tiernas caricias. Pero el ritmo fue subiendo conformen aumentaban las ganas que tenían el uno del otro. Zorro se aferró a las caderas de Sanji para embestirle con mayor fuerza y más profundo. Sanji se agarró a los bordes de la mesa para poder tener un punto de control ante tal desbordamiento de sentimientos. Pero lo que no tenía para nada controlada era su voz. Sonaba a toda potencia, se podría decir que casi a gritos. Y cada vez que aumentaban los decibelios de sus gemidos, Zoro subía la velocidad de sus embestidas más y más, dejando sin habla al rubio. Ahora los movimientos se habían vuelto bruscos, apresurados, codiciosos y sobre todo acalorados.


Pero a pesar de todo, aquello no era suficiente para el peliverde. Le faltaba lo más importante, o lo que para él lo era más, poder ver cada una de las expresiones que ponía su amado por cada embestida que le daba. Por eso, tomó un cambio. Se apartó un poco del rubio, lo agarró y lo volvió a colocar sobre la mesa de cara, de la misma manera que lo había colocado antes para chupar su pene. Desde ese momento, ya era capaz de presenciar cada gesto, cada temblor, cada gemido que se producía en el cuerpo de Sanji. Sin embargo, al rubio aquella nueva postura le provocaba más vergüenza que otra cosa. Zoro retomó su tarea y penetró a Sanji mientras masturbaba con su mano derecha el pene de este. Con la izquierda, acariciaba suavemente las mejillas de su pareja para intentar calmarlo, pero resultaba una ardua tarea. Sanji estaba absolutamente desbordado por la pasión. Cada movimiento de Zoro provocaba en él un escalofrío gratificante, un vaivén en todo su cuerpo y un cúmulo de sensaciones que no podía explicar con palabras, solamente con sonidos. Había pasado largo tiempo desde la última vez que había sido poseído por su amor. Pero no tenía la menor duda de que la espera había merecido la pena. Ahora lo tenía solo para él, complaciéndole cada capricho, amándole por cada rincón de su cuerpo y el mero hecho de pensar en eso ya provocaba que el rubio sintiera las ganas de venirse. Los gemidos y los sollozos se incrementaron como nunca antes. El roce de sus cuerpos se redujo a prácticamente cero, torso con torso, piel con piel e incluso, de vez en cuando, labio con labio. Sanji no podía más. Tenía la cabeza totalmente ida, sin poder pensar en nada más que en el acto de amor que estaban cometiendo. Pero todo eso cambió cuando escuchó una voz.


-Te amo.


Nuevamente, aquellas dos sencillas palabras, apenas seis letras de nuestro rico abecedario bastaron al rubio para llegar al clímax. Gritó, se aferró fuertemente a los brazos del peliverde y se corrió sobre su torso sin que se detuvieran los movimientos del peliverde. Unas pequeñas gotas de semen llegaron incluso a manchar su sudoroso rostro. Pero pronto fueron limpiadas por las manos del de verdosos cabellos, quien sin dudarlo, las lamió más tarde sonrojando en gran medida al cocinero.


-Ahora me toca a mí.


Con prisas, Zoro incorporó a Sanji y lo cogió con sus dos brazos hasta sostenerlo en el aire únicamente con sus manos. Sus cuerpos abrazados estaban tan próximos que se podía escuchar la agitada respiración de sus pulmones y los descontrolados latidos de sus corazones. Tenerlo tan cerca, a pesar de estar sudado y manchado, era para Zoro la cosa más hermosa que había visto jamás. En su cabeza solo había espacio para un pensamiento: amarlo, de la forma que tanto desea él. En aquella postura al aire, siguió con sus continuadas embestidas hasta llegar al final. El semen del peliverde impregnó todo el interior de Sanji, provocándole una sensación de calidez extraña. Cuando se recuperó, acercó sus labios con los de su amado hasta fundirse en un profundo beso que sellara lo que había pasado en aquella tarde, la calidez del amor que tenían el uno por el otro.


 


Una hora más tarde, comenzó a caer el sol por la cubierta del barco. Los dos chicos, todavía en paños menores, se encontraban tumbados y abrazados sobre la mesa de comer.


-¿Cómo voy a preparar yo ahora la comida en la mesa?- se apenaba Sanji pero al mismo tiempo mostraba un rostro acalorado y rojo.


-Tendrás un buen recuerdo de ella- se rio Zoro en medio tono de burla cosa que disgustó al rubio causando así que este abofeteara al peliverde.


-Era broma, vale…- a pesar del dolor, a Zoro le agradaba chinchar al peliverde de la misma manera que el rubio hacía con él. Para calmarlo, optó por un beso. Corto pero repleto de emociones. Posteriormente, se levantó de la mesa y se acercó completamente desnudo a la barra de la cocina y comenzó a cacharrear con algo.


-¿Qué haces?


-Beber café.


-¿Tú? ¿Y eso? Si tú nunca tomas- preguntó extrañado el rubio.


-Tendré que recuperar esta noche las horas de entrenamiento que he perdido esta tarde. Lo has dicho tú antes, que el café ayuda a estar despierto y con fuerza.


-¿Con qué le he hecho perder el tiempo con mi presencia, su excelentísimo, espadachín de mierda?- Sanji se había cabreado por las palabras inconscientes que acababa de pronunciar el peliverde.


-¿Si no entreno, como quieres que te proteja, idiota?- pero el cabreo duró poco en el rubio al escuchar semejante declaración por parte de su pareja.


-De repente, siento que me ha vuelto a entrar calor, ¿no lo notas, Zoro?


-Pues tendré que volver a encargarme de ello.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido? Espero que os haya gustado. Recordad comentar que pareja quereis que sea la del cuarto capítulo y la más votada, saldrá elegida. Y comentad también si os ha gustado.


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