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Amor Que Trasciende por Yacsi

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By: Ciel (tuerto) Phantomhive.

 

Después de la reaparacion de mi hermano gemelo, Ciel, todo cambio, así que sin queja le entregue el título de conde y todo lo que conlleva; por alguna extraña razón él no demando una explicación de mi parte, pero tampoco escuche de sus labios que me perdonaba por usurpar su lugar, no obstante, tampoco lo cuestione de cómo había sobrevivido ante lo que habíamos vivido en aquel lugar, en donde nos torturaron.

 

Los días pasaron, y aún seguía viviendo en la mansión, porque Ciel me lo pidió, realmente no quería, no, después de todo lo que había hecho; me sentía sin derecho de seguir ahí, pero insistió tanto que accedí, a pesar que la vergüenza me afligía por haber engañado a todos.

 

Aunque no todo era tan malo ya que contaba con el apoyo de mi fiel mayordomo o más bien, amante, que me hacía estremecer en cada encuentro nocturno, besándome en cada centímetro de mi piel, devorándome como el solo sabe hacerlo.

 

-Baje la voz, o nos pueden descubrir. -Murmuraba con descaro con esa sonrisa ladina y esa voz tan seductora.

-I-Idiota… no.. puedo evitarlo… -Conteste entre jadeos para después cubrir mi boca con mi mano, mientras que él seguía con aquellos vaivenes rápidos, profundos y placenteros que me hacían llegar a lo más profundo de mi frenesís.

 

Al terminar aquel acto, pensé que me haría compañía como siempre lo había hecho, pero esta noche no parecía ser el caso, ya que él se disponía a vestirse.

 

-¿No te quedaras? -Cuestione con intriga.

-No, no quiero que nos descubran, no quiero poner en riesgo su posición. -Contestó acercándose para propinarme un beso en la frente.

 

Me limité a quedarme en silencio, pero de repente sentí una sensación de ansiedad, con exaspero mire a Sebastián notando que ya había terminado de vestirse para después dirigirse a la puerta.

 

-Sebastián… -Lo llame sin pensar

-¿Qué sucede? -Contestó cerca de la puerta agarrando la manija de la puerta.

-T-Te… a-a-amo… -Balbucie, bajando la mirada, sorprendiendome de mis palabras, de repente lágrimas comenzaron a resbalar de mis mejillas sin mi permiso, en segundos sentí sus dedos deslizarse en esa parte.

 

-¿Por qué lloras?. -Me cuestiono rozando sutilmente su lengua, borrando todo rastro de aquellas gotas saladas que seguían saliendo de mis ojos.

-N-No... lo se…  -Conteste confundido y extrañado ante mi actitud, ya que nunca había llorado enfrente de Sebastián ni de nadie más.

 

Sebastián me analizo con la mirada haciéndome sentir incómodo pero en breve roso sus labios con los míos del cual poco a poco se fue transformando en un profundo beso, durante esa acción, una nueva sensación surgió causandome dolor en el pecho, como si se tratara de un presentimiento, así que lo abrace aferrándome a aquel contacto. A falta de aire, de parte mía, nos separamos y nuevamente el poso sus labios en mi frente.

 

-Debo irme y tú debes descansar. -Menciono al mismo tiempo que me ayudaba a acostarme en la cama, cubriéndome con la sábana, para después retirarse de mi habitación sin decir más.

 

Me quedé consternado en mi solitaria habitación sin poder dormir; divagaba en mis pensamientos confusos y en las miles de sensaciones que había tenido hace minutos atrás,  pero sobre todo en aquella confesión de amor que le hice a Sebastián del cual me causaba vergüenza y tristeza a la vez, ya que él no se inmuto en ello, suspire cansinamente sin imaginar que seria la ultima noche que tendría aquel tipo de encuentro con mi mayordomo.

 

Un par de semanas pasaron y la única orden que le di a Sebastián después de tanto tiempo fue que ayudará a Ciel en sus deberes con la reina, por lo que había veces que se ausentaba por largas jornadas ya que se quedaban en la residencia de la ciudad. En cuanto a mí; aparte que no podía objetar nada del porque sus largas ausencia, me dedicaba al trabajo que me generaba la empresa Funtom, que fue lo único que mi hermano me dejo administrar.

 

Sin embargo, debo admitir que me sentía solo en esta enorme mansión sin la compañía de Sebastián, que era lo único que de cierta manera me impulsaba a continuar con esta vida.

 

Cierto día al terminar mis deberes decidí salir a tomar aire, caminé tal vez algunas horas, sin sentido alguno; hasta que finalmente me senté bajo la sombra de un árbol, la brisa era reconfortante, que no pude evitar quedarme dormido. Cuando desperté note que ya casi anochecía, me coloque de pie y me apresure a ir a la mansión, al llegar me encontré en la entrada a Finny.

 

-Joven amo, que bueno que regresó, el amo Ciel y Sebastián ya están aquí. -Me decía con alegría el rubio. A pesar de tantas mentiras por mi parte, Bard, Meyrin y él, aún me tenía respeto y en el fondo se los agradecía.

-Gracias Finny. -Conteste ocultando mi alegría disponiéndome a buscar a Sebastián.

 

En mi andar pensé que sería bueno que lo llamara a solas en mi habitación, pero las ansias de verlo me carcomía que decidí seguir buscándolo. Bajé a la cocina creyendo que estaba ahí pero no lo encontré, fui a su habitación y el mismo resultado, extrañado comencé a desesperarme, sintiendo una gran angustia, en el pasillo me encontré a Meyrin, ella me comento que Ciel y Sebastián fueron rumbo a la biblioteca, le agradecí por la información y con paso veloz me dirigí a aquel lugar, mientras me acercaba, la sensación de mi pecho se agravaba.

 

Cuando llegue a la biblioteca titubee al abrir la puerta, pero tomé una bocanada de aire, agarré la manija e ingrese, al hacerlo me lleve una amarga sorpresa, ellos estaban en una situación comprometedora, en donde Ciel estaba acostado en una mesa mientras que él en medio de sus piernas, de inmediato desvié la mirada sin asegurarme de los detalles lo unico que quería era desaparecer, así que instintivamente comencé a retroceder sintiendo una punzada en mi corazón, en segundos me di la vuelta y comencé a correr, escuché algunas voces detrás de mí, decían algo, pero solo me limite a seguir avanzando.

 

 

Fui, tu gran amor, tu eco, tu voz,

tu amanecer, el compañero de tu ayer.

 

 

Salí de la mansión, bajo la oscura noche, me caí un par de veces, pero sin inmutarme de las leves heridas en mis rodillas me colocaba de pie para continuar mi andar, hasta donde mi velocidad humana me lo permitiera dejándome guiar por mis pies, no sé cuánto tiempo pasó o cuánto fue lo que había avanzado pero me desplome en el frío y áspero suelo, solo podía escuchar el sonido de mi agitada respiración y el latir de mi corazón, apreté los puños con la intención de gritar y llorar, pero no me lo permití, no quise sucumbir al dolor, no quise que me vieran derrumbarme.

 

Te di, mi alma y mi hogar,

mi juventud, mi soledad

 

 

Me coloque de pie mirando el cielo, la brisa comenzaba a reconfortar mi ser, hasta que sentí que alguien estaba detrás de mí, mire de reojo corroborando de quien se trataba, no articule ninguna palabra y seguí mirando el panorama. Escuché sus pisadas que se aproximaban a mí, al detenerse me estremecí ante la sensación que me causaba sus dedos que se posaban en mis heridas.

 

-Joven amo debería tener más cuidado, no queremos que le quede cicatrices en aquella piel tan sublime. -Mencionó apaciblemente, algo que no me sorprendía, después de todo es un vil demonio que no entiende la naturaleza de los sentimientos humanos.

 

-¿Qué haces aquí?. -Cuestione sin quitar mi vista en el cielo.

-Es obvio, cuidando de usted, que no le pase nada. -Alegó, solté una estruendosa carcajada ante su mal chiste, que pareciera que iba a perder la cordura en cualquier momento, di unos pasos alejándome de él dándole la espalda.

 

-Eso no fue lo que pensabas hace días. -Mencione apaciguando mi risa

-Eso fue porque usted me ordenó estar con él. Replicó colocándose de pie sin mostrar ninguna emoción en sus palabras.

-Entonces, ¿Es mi culpa de haberte empujado a los brazos de mi hermano?

-No fue lo que dije yo...

-Ya no importa… ya no importa nada… -Dije interrumpiéndolo para después retomar mi camino de regreso a la mansión.

 

 

Ame tu cuerpo, tu sonrisa,

tus defectos, tus caricias

 

 

Llegue a la mansión con la sorpresa que Ciel me esperaba, él me pidió que habláramos en privado del cual acepte.

 

-Hermano… lo que viste hace un momento…. te iba a contar, pero…

-Está bien, no tienes que explicarme nada. -Dije interrumpiéndolo al notar aquel nerviosismo que transmitía.

-Tienes derecho a ser feliz y no te juzgare.

-Pero… a ti te gusta, he visto como lo miras y por eso, siento que te debo una disculpa. -Explicaba con un hilo de culpa.

- No me gusta, para mí solo es un demonio con quien hice un contrato y nada más. -Explique tocando el parche que cubría mi ojo y pensé que lo único que me restaba hacer, es cumplir mi venganza para que el pueda comer mi alma.

-No permitiré que devore tu alma. -Soltó de golpe Ciel con una sonrisa en sus labios

-Ciel, eso es inevitable.

-Ya lo veremos hermanito. -Aseguró divertidamente

 

No conteste, pero supuse que Ciel trataría de persuadir a Sebastián para que no lo hiciera, después de todo, ellos deben tener una relación más profunda de lo que yo alguna vez compartí con él.

 

 

Y ahora

otro ocupa mi lugar, otro duerme junto a ti.

Él se lleva lo que ame...

 

 

Al finalizar mi conversación con Ciel salí de su habitación encontrándome en el pasillo a Sebastián, intuí que iba a ver a mi hermano, pasé de largo sin bajar la mirada, pero me detuve unos pasos.

 

-Sebastián… -Lo llame girando sobre mis pasos para encararlo.

-Te ordeno que no te acerques a mí, no, hasta que cumpla mi venganza. -Mencione con seguridad quitándome el parche de mi ojo.

-Y-Yes… my lord. Contestó con cierta vacilación en sus palabras haciendo una reverencia. -Continúe mi camino hacia mi habitación.

 

Desde aquel momento mi habitacion se habia convertido en mi unico refugio. El tiempo paso y deje de buscar a los que alguna vez me causaron vergüenza y dolor; comenzaba a sentirme vacío, sin embargo, con esmero me dedique a evitar a Ciel y a Sebastián, lo que menos quería era verlos juntos, por lo que un principio me entretenía en el trabajo, pero comenzó a no funcionar y optaba por leer para entretener mi mente, pero fue el mismo resultado.

 

 

Sin pensar,

que mi camino se acababa,

que sin ti no valgo nada.

 

 

Al terminar de almorzar en mi habitación me acerque a la ventana, notando a amo y sirviente, juntos, estaban llegando después de un viaje fuera del país, en una misión por órdenes de la reina.

 

Sebastián ayudaba a Ciel a bajar del carruaje, pero este tropezó y rápidamente lo sostuvo en un casi abrazo, las mejillas de mi hermano mostraron un tono carmín que lo hacía ver adorable y a la vez intimidado por aquel demonio, mientras los demás ayudaban con el equipaje ignorando la escena, al parecer ellos ya sabían la relación de ese par; seguí observando, hasta que sentí un escozor en las palmas de mis manos, las miré notando que comenzaban a sangrar levemente; me había infligido cierto daño al apretar con brusquedad las manos, así que inmediatamente me las lavé y las vende como pude para después acostarme en mi cama.

 

Ahora

otro ocupa mi lugar, otro calmara tu sed,

es difícil olvidar, comprender,

que ayer te tuve entre mis manos.

Y ahora eres de mi hermano

 

 

No sé cuánto tiempo transcurrió, pero escuche los leves golpes en la puerta de mi habitación, quise ignorarlo, pero no pude porque alguien comenzó a llamar tras la puerta, no reconocí la voz, estaba tan cansado, pero al percatarme de su insistencia, intente levantarme, pero no pude, mi cuerpo me pesaba como mis párpados, lo último que escuche fue un fuerte estruendo para después perder la conciencia.

 

Al despertar, lo primero que vi fue una cara familiar, una cara parecida a la mía.

 

-Despertaste, que bueno, me tenías muy preocupado. -Decía con alegría Ciel mientras me abrazaba.

- ¿Qué sucedió? . -Confundido cuestionaba

-Te enfermaste, por suerte Sieglinde vino ayudarte. -Explicaba mi hermano

 

No conteste y discretamente mire a mi alrededor agradeciendo que aquel demonio no estuviera presente, al menos acataba bien una orden, pero a la vez me dolía que ya no se preocupara por mi como antes.

 

-¿Cómo es que te hiciste esas heridas? -Señalaba mis palmas que estaban perfectamente vendadas.

-N-No… lo sé, realmente no me acuerdo... -Conteste nerviosamente.

-Bueno, si necesitas algo me avisas, yo estaré aquí en la mansión por cualquier cosa. -Asentí y él sonrió para después disponerse a salir de mi habitación  

 

Cuando cerró la puerta pude escuchar cómo le explicaba a alguien que ya me encontraba mejor, supuse que se trataba de él y pensé que estuvo esperando todo este tiempo detrás de la puerta. Me levante acurrucándome detrás de la puerta, escuchando como sus pasos se alejaban de mi habitación, me senté abrazando mis piernas, escondiendo mi rostro en ellas, las ganas de llorar me invadieron, pero de nuevo me contuve, aunque, desde aquel día, había reprimido todo el dolor, pero tal parece que ya no podía hacerlo más, pronto me derrumbaría, pronto perdería la poca cordura que me quedaba.

 

 

Y quiero huir, quiero llorar,

quedarme aquí, echar andar,

romperlo todo y empezar…

 

 

En la mañana, pedí que me llevaran a mi habitación una taza de leche con miel, mientras lo esperaba me dispuse a vestirme, desde que le di aquella orden a Sebastian tuve que aprender hacer ciertas cosas por mi cuenta, al terminar saque del cajón algo que necesitaba colocándolo en la mesita junto a una carta. Dos golpes en la puerta resonaron y di permiso a que ingresara, Meyrin se apareció trayendo lo que había ordenado, le agradecí, y ella me miro con alegría, supongo que era al verme en perfecta salud, después vi como su expresión cambiaba al ver aquel objeto en mi mesa, me limité a sonreír de lado, mientras que la chica se retiró con cautela, me acomode en un sillón y me dispuse a beber aquella taza con leche y miel, me tomé mi tiempo para saborearlo, cuando termine tome aquel objeto guardándolo en mi saco, dejando aquella carta, junto a mi taza vacía.

 

Salí de la mansión sin rumbo fijo, caminé a paso lento disfrutando lo que la naturaleza me regalaba, me sentí melancólico al no haberme detenido antes a disfrutar esas pequeñas cosas que la vida me daba y todo por estar inmerso en una maldita venganza. Seguí mi andar deleitándome con cada detalle, no sé por cuánto tiempo estuve caminando, realmente ya no me importaba; hasta que llegué a una colina, la brisa era abrasadora sentía como rozaba cada parte de mí y como jugaba con mi cabello.

 

La nostalgia y el dolor invadieron mi corazón como una enfermedad, las lágrimas comenzaron a salir, ya no podía contenerlas más, había llegado a mi límite, así que lloré como nunca lo había hecho, mi pecho dolía y mi cuerpo se agitaba por cada llanto; mi vida había dado un giro inesperado en donde ya nada estaba bien, el sentido a vivir lo había perdido, ya no quería continuar en este mundo, no, sin aquel demonio, que, sin darme cuenta se había convertido en el impulso de mi patética vida, pero ya no me pertenecía, ya no era mío.

 

Saque de mi saco el arma que había extraído de aquel cajón; las manos comenzaron a temblar, pero mi decisión era firme, no había marcha atrás, coloque la boquilla del arma en mi boca, cerré los ojos y accione el gatillo.

 

Adiós, te digo adiós

Y sin volver, la vista atrás,

me iré despacio en la mañana

con la vida destrozada

 


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