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¡Quiero matar a mi jefe! por MistiIkki

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Notas del capitulo:

Hola queridas lectoras, acá estoy nuevamente con el segundo capítulo de la historia. Espero les guste.

 

Agradezco muchísimo a teddysama y a POTRA por haberme enviado sus mensajes de qué les pareció la historia. Muchas gracias, espero seguir contando con su apoyo y por supuesto de las demás personas que quieran hacerlo. Sin más que retrasarlas, acá va el nuevo capítulo.

“CAPITULO DOS”

 

 

 

--Me gustaría tener el correo, señor MacLean, y me gustaría tenerlo antes del final del milenio, si no le importa.

                                           

Una voz inexpresiva le contestó a través del interfono.

 

--Está todo hecho, señor Cambell. Lo tiene en la bandeja que hay al lado de su puerta. No he querido molestarlo porque estaba hablando por teléfono.

 

--Ya no estoy hablando por teléfono.

 

--Me imagino que habrá mucho correo que usted desecha, pero lo he dejado todo para que decida usted. Naturalmente, estaría encantado de hacerlo yo. También podría decirme si me autoriza a abrir el correo personal.

 

El suspiro de Jake pareció un gruñido.

 

--Traiga todo para que lo veamos juntos.

 

--Ahora mismo, señor.

 

Apenas había soltado el dedo del intercomunicador cuando Ian ya estaba llamando a la puerta.

 

“¿Pero quién es?, ¿el hombre liebre?”, murmuró Jake. Ni Brenda podía hacerlo tan rápido y, desde luego, sería medalla de oro en las olimpiadas de oficinistas.

 

--No tiene que pedir permiso si lo he llamado.

 

Ian se asomó al despacho precedido por la bandeja. Sin preámbulo, le dio un montón de papeles.

 

--He redactado unas respuestas. Si usted está de acuerdo, podría enviarlas inmediatamente.

 

--¿Qué, ha respondido mi correo?

 

--¿Acaso no es mi obligación?- contestó con un descaro que disgustó a Jake- Son borradores que esperan sus correcciones. Si los ve, lo entenderá.

 

¡Lo estaba tratando como si él fuese el tonto! Frunció el ceño furioso por la actitud presuntuosa de Ian, pero le bastó una hojeada a las cartas para comprender que su trabajo era muy bueno. Era increíble, pero las respuestas parecían dictadas por él mismo. Levantó la vista con recelo.

 

--¿Dónde ha aprendido esto?

 

--¿A qué se refiere?

 

Ian se mantenía en posición de firmes, como un soldadito de plomo, una actitud que a Jake le parecía burlona. Le gustaba que los demás le mostraran eficiencia y respeto, pero Ian había hecho de ello un arte desconcertante.

 

--A que estas cartas suenen exactamente como yo.

 

--Tengo buen oído- hizo una pausa para dar cierto énfasis- Además, ya nos conocíamos.

 

--Se necesita algo más que oído y no creo que en aquel entonces ninguno de los dos estuviese en su mejor momento- se sorprendió con su confesión. Hasta el momento, el único problema había sido Ian.

 

--Claro, si usted lo dice- su delicioso rostro carecía de expresión. Lo único que lo animaba era una hebra rubia que colgaba delante de la oreja.

 

--Y deje de llamarme señor- ordenó.

 

Ian lo miró directamente a los ojos.

 

--Lo que usted diga, “señor”.

 

Ahí estaba, impasible. ¡Y con esa esbelta y sexy figura…y ese trasero abultado! No se había fijado en su trasero hasta que entró en su despacho esa mañana. Claramente se notaba por debajo de la tela de su pantalón gris unas posaderas rellenas y muy apetecibles. Para ser un varón, tenía un culo bastante firme y proporcionado. Hacía cinco años era una fierecilla desgarbada y sin domar. En ese momento era un hombre reposado, muy bien preparado y que podía ocultar un carácter locuaz, pero no así el trasero.

 

Se alegraba de que Ian no pudiera leerle el pensamiento, porque de lo contrario lo habría golpeado por estar fantaseando por uno de sus lugares más sexis y apetecibles. Por supuesto que su asistente temporal no tenía idea de que él era bisexual. Se preguntó si Ian bateaba también para ambos sexos, o solo por uno de ellos. Pero aun así, debía tener presente que era el joven al que había despedido por conducta irresponsable. Fue un pensamiento que cayó sobre Jake como un jarro de agua fría. Que el envoltorio fuese atractivo no quería decir que lo demás fuera de igual forma.

 

--Deberá concertar una reunión telefónica con estas personas- le entregó una lista con algunos nombres- He indicado las horas más adecuadas. Organícelo y deme una respuesta a las cuatro. Y entérese del lío que se ha montado con los archivos.

 

Ian se volvió hacia la puerta. Casi tira un busto de Beethoven por su precipitación. Salió de la habitación con un montón de papeles que se caían por todos lados. Dos minutos después volvía para poner el busto en su sitio. La sofisticación y compostura habían desaparecido por un instante. A Jake le habría encantado mirarlo con severidad, pero tuvo que hacer un esfuerzo para disimular su sonrisa.

 

Ian notó la sombra de una sonrisa en el rostro de Jake antes de cerrar la puerta. ¡Maldito! Estaba disfrutando con su situación.

 

“Silvia O´Neill, ¿dónde me has metido?”, pensó Ian. No había pasado ni la mitad de la jornada y estaba agotado. Estaba jugando al gato y al ratón con su persona, y ese hombre acabaría comiéndoselo.

 

Cuando terminó la última carta se dio cuenta con horror de que era cerca de las siete. Había perdido la noción del tiempo, y todo para no darle motivos de queja a Jake Campbell. Estaba cerrando la computadora cuando él entró.

 

--¿Sigue aquí?- preguntó sin rodeos, sorprendido por su presencia.

 

Se había duchado en su cuarto de baño privado, se había cambiado de camisa y corbata y olía ligeramente a colonia de hombre. Era evidente que se había vestido para una cena, ¿sería con una mujer?

 

--Las cartas están preparadas y saldrán mañana. A no ser que quiera que vaya a la oficina de correos del aeropuerto para que salgan esta noche.

 

--No hace falta- dijo él con una mirada de intriga.

 

--También tengo algunas ideas sobre el archivo. Parece ser que Brenda tiene un sistema muy…particular…que solo entiende ella. Creo que podría encontrar una solución temporal…

 

--Haga lo que tenga que hacer. Solo quiero que funcione- interrumpió Jake. Impaciente por irse- ¿Está preparado para marcharse?

 

--Sí- contestó Ian con voz cansada. Por la forma de esperarlo, adivinó que quería salir con él. Posiblemente no se fiaba de que saliera último.

 

Se puso el abrigo, esperó a que cerrara la puerta y se montó con él en el ascensor. Sorprendido, observó que todavía había gente trabajando en la oficina. Y puesto que a Jake no lo sorprendió dedujo que era normal que los empleados se quedaran hasta tarde.

 

Una vez en el ascensor, Jake pulsó el botón del garaje. Ian se acercó y pulsó el de la planta baja.

 

--¿No viene en coche?- preguntó Jake. Ian negó con la cabeza. Su presencia era abrumadora en la estrechez del ascensor. Afortunadamente el trayecto era corto, porque sentía un cosquilleo al estar encerrado con ese hombre en un lugar tan pequeño- Brenda tiene una plaza en el garaje que podría usar usted.

 

--Gracias, pero no será necesario- dijo mientras se abrían las puertas del ascensor- Que se lo pase muy bien esta noche.

 

Cruzó el vestíbulo a toda velocidad satisfecho de no haber tenido que confesar que no tenía coche y salió a la calle. Mientras esperaba en el semáforo vio un Porsche negro radiante que salía del garaje. Jake estaba al volante. No pudo evitar preguntarse a dónde y con quién iría.

 

Cuando el semáforo se puso en verde volvió a la realidad. La vida social de Jake Campbell no era de su incumbencia. Y haría bien en tenerlo presente. Solo había una cosa que debía preocuparlo: impresionarlo con su capacidad de trabajo.

 

Era lo que había hecho ese día. Recordaba la mirada de admiración en su rostro cuando vio cómo había ordenado la mesa de Brenda. Lo había interrogado sobre el sitio de cada cosa, pero no encontró un fallo en nada. No había sido fácil y, cuando se montó en el autobús, agradeció poder caer rendido en un asiento. El trayecto se le hizo larguísimo. Subió las escaleras de su casa con las piernas temblorosas. Estaba agotado, hambriento y solo pensaba en darse una ducha caliente y meterse en la cama. Pero todavía le quedaba algo de trabajo.

 

--Pareces cansado- fue el recibimiento de su hermana Emma nada más abrir la puerta.

 

--Ha sido un día muy largo. Realmente largo- colgó el abrigo, se quitó los zapatos y se dejó caer en el sofá, que era el único mueble del cuarto de estar- Ha sido el primer día de un trabajo nuevo y todo ha resultado un poco ajetreado.

 

--¿No tenías una semana libre?

 

--Sí, pero el sueldo es demasiado goloso- miró a su hermana, que se estaba poniendo una chaqueta- ¿Te vas?

 

--Tengo grupo de estudio de química- contestó Emma mientras se cerraba la cremallera.

 

Ian vio la mochila de su hermana junto a la puerta. Uno de los motivos por los que había elegido ese apartamento era porque estaba cerca de la universidad donde ella estudiaba.

 

--Querías que me quedase con Samanta. Lo siento mucho Emma. Debería haber venido antes, pero estaba trabajando y no me di cuenta de la hora.

 

--No te preocupes, ya estás aquí- dijo Emma para tranquilizarlo.

 

--¿No llegarás tarde?

 

--No. Es un grupo abierto, la gente entra y sale constantemente.

 

--Menos mal. ¿Está acostada Samanta?

 

Samanta era la hija de cuatro años de Emma. Habían vivido con Ian desde su nacimiento y este se sentía más como un padre que como un tío.

 

--Mmm…La acosté nada más cenar porque decía que no se encontraba muy bien. Espero que no tenga gripe.

 

--¿Tiene fiebre?

 

--Un poco, pero le he dado un analgésico infantil. ¿Estarás un poco al tanto?, la fiebre suele subir por la noche.

 

--No te preocupes, me ocuparé de ella- dijo Ian. Había cuidado de su sobrina muchas veces antes.

 

Se levantó para cerrar la puerta cuando hubiese salido su hermana.

 

--Ya sé que lo harás. Y cuídate tú también. Me preocupa que trabajes tantas horas. Ojalá no hubiese pospuesto tus vacaciones. Si necesitamos más dinero, seguro que puedo conseguir algunas horas más en la cafetería.

 

Ian dio un abrazo a su hermana.

 

--Ya haces suficiente. Tienes que concentrarte en tus estudios, yo me ocupo del dinero, ¿de acuerdo?

 

--Bueno. Tengo que irme. Si tienes hambre, ha sobrado algo de guiso, está en la nevera.

 

Ian estaba hambriento, pero no podía pensar en comer sin ver antes a su sobrina. Entró de puntillas en la habitación de Emma y comprobó que dormía tranquilamente. Le tocó la frente. Estaba un poco caliente, pero no ardía. Se sentó un rato para observar la imagen de inocencia que transmitía la dulce niña. A Ian le encantaba mirar a su sobrina. Era una niña preciosa y muy alegre. Emma se quedó embarazada siendo una adolescente e Ian se había ocupado de que no se abrumara por la responsabilidad que conlleva la maternidad. Ser madre soltera siempre era difícil, pero lo era más para una chica que no había terminado el colegio.

 

Había sido muy difícil y lo seguía siendo, sobre todo con Emma en la universidad, pero ayudar a cuidar de Samanta era un placer que no cambiaría por nada de este mundo.

 

--Duerme tranquila, chiquitina, mañana te sentirás mucho mejor- le dio un beso en la nariz y salió del cuarto.

 

Fue a la cocina y se calentó la cena. Estaba comiendo cuando Samanta apareció en la puerta.

 

--¿Me das un poco de agua, tío Ian?- dijo la niña con tono quejumbroso.

 

--¿Te duele la garganta?

 

--Sí…y los oídos- dijo con cara de pena. Ian le dio el agua y la miró mientras se la bebía- ¿Dónde está mamá?

 

--Ha ido a la universidad.

 

--Me gustaría que estuviese en casa- dijo con lágrimas en los ojos.

 

Ian la tomó en brazos.

 

--Volverá en seguida. ¿Quieres que te cuente un cuento en la cama?

 

--¿El del ratón?

 

--De acuerdo, el del ratón.

 

Cuando Samanta se durmió, Ian pudo, por fin, hacer lo que había soñado desde que había salido de la oficina: darse un baño y meterse en la cama. Se puso a leer un comic para esperar a que volviese su hermana. Siempre esperaba a su hermana. Desde que se quedaron huérfanos, cuando Ian tenía diecinueve años, había adoptado el papel de padre y madre con Emma. En ese momento, Emma tenía veintiún años y no necesitaba a nadie que se ocupara de ella, pero quería conservar esa responsabilidad.

 

Por eso, cuando Emma llegó tarde, Ian actuó más como un padre que como un hermano.

 

--¿Qué haces levantado?, me imaginaba que estarías en la cama- dijo Emma al ver a Ian en la cocina.

 

--Estaba preocupado, es tarde.

 

--Lo sé, lo siento. Habría llamado, pero pensé que estarías dormido- dijo Emma con tono jovial.

 

--¿Has estado estudiando hasta ahora?- preguntó Ian extrañado por el buen humor de su hermana.

 

--Bueno…he tomado un café.

 

--¿Con tu grupo de estudio, supongo?

 

Emma sonrió con malicia.

 

--Más bien con un viejo amigo. ¿Te acuerdas de Richard Carlton?

 

--¿Aquel flacucho con pelo lacio y gafas que vivía en nuestra calle?

 

Emma asintió con la cabeza.

 

--Ahora lleva lentes de contacto y el pelo muy corto.

 

--Todo el mundo se metía con él porque era un mequetrefe- dijo Ian pensativo.

 

--Pues ya no lo es. No lo reconocerías. Yo no lo reconocí: es alto y fuerte. Según él, se lo debe a la Marina. Se enroló durante cuatro años después del instituto. Ha estado por todo el mundo…

 

--Muy interesante…- Ian la miraba y podía ver un brillo en sus ojos- ¿Cómo es que te lo has vuelto a encontrar?

 

--Pasó un día por la cafetería y me miró con media sonrisa. Me resultó conocido, pero no caí en la cuenta de quién era hasta que empezó a preguntarme por el vecindario.

 

--¿Tanto ha cambiado?

 

--¡Ya lo creo!- dijo Emma con un suspiro- No sabía que tuviese esos ojos azules…

 

--Con que ojos azules, ¿eh?

 

--Mmm…El mundo es un pañuelo, ¿verdad? ¿Quién me iba a decir que me encontraría con un viejo amigo mientras trabajaba en la cafetería?

 

Ian comprendió que era algo más que una reunión de viejos amigos.

 

--¿También está en tu grupo de química?

 

--No, pero esta tarde tenía que hacer una consulta en la universidad y quedamos para tomar un café.

 

--Te lo has pasado muy bien, ¿no? Has estado un rato con él…

 

--Sí, un rato- Emma comprendió que estaba picando la curiosidad de su hermano y cambió de conversación- ¿Qué tal Samanta?, ¿sigue con fiebre?

 

--Parece que está bien, aunque se levantó porque le dolía la garganta y los oídos, pero creo que no tiene fiebre.

 

--Mejor, seguramente mañana esté bien.

 

Pero Samanta no estaba mejor al día siguiente. Su carita estaba roja y la frente caliente.

 

--No voy a poder llevarla a la guardería- dijo Emma a Ian mientras la miraban desde la puerta del dormitorio.

 

--¿Crees que le está subiendo la fiebre?

 

Emma se limitó a asentir con la cabeza y llevó a su hermano al cuarto de estar.

 

--No podía ponerse enferma en peor momento.

 

--¿No puedes faltar a clase hoy?

 

--No es por la clase. Tengo un examen esta mañana. Mi jefe lo había organizado para que me pudiese tomar la mañana libre, todo para nada- Emma se hundió en el sofá y se cubrió la cara con las manos- Solo me podía pasar a mí.

 

--Ojalá pudiese ayudarte, pero ayer empecé en un sitio nuevo. Y el tipo ese es un verdadero tirano.

 

Nicole hizo un gesto con la mano.

 

--No, no pretendo que te tomes el día libre. El problema es que el maldito examen solo se convoca dos veces al año. Si no lo hago hoy, no lo podré hacer hasta el otoño que viene y los cursos quedarán desordenados.

 

Ian sabía el esfuerzo que suponía ir a la universidad, trabajar y criar una hija. Emma lo había hecho todo y estaba a punto de terminar la carrera. No podía soportar que cayera en el último momento por algo ajeno a su voluntad.

 

Antes de irse de la oficina, Ian se había dado cuenta de que Jake Campbell tenía previsto pasar esa mañana fuera. En la agenda de Brenda había tres horas reservadas con las palabras: Jake: reunión fuera de la oficina.

 

--Me acabo de acordar de una cosa- le dijo a Emma- a lo  mejor puedo tomarme un par de horas. Mi jefe va a estar en una reunión toda la mañana.

 

Emma lo miró, otra vez animada.

 

--No puedo pedirte que hagas eso. Acabas de decir que no llevas ni dos días en ese trabajo.

 

--Sí, pero no creo que hay ningún inconveniente, de verdad. Si no fuese así, no lo haría.

 

--¿Estás seguro?

 

Ian asintió con la cabeza.

 

--Sí, llamaré a la oficina y les diré que llegaré un poco más tarde. Tú vete al examen y yo cuidaré de Samanta.

 

Emma dudó un segundo.

 

--¿Estás seguro de que no vas a tener problemas?

 

--No pasa nada, ya te lo he dicho, mi jefe estará fuera de la oficina. Me quedaré hasta más tarde para recuperar el tiempo que falte.

 

Emma dio un abrazo y un beso a su hermano.

 

Ian lo tenía todo pensado. Si llegaba a la oficina a las diez y media, su jefe no habría vuelto todavía. Si le reprochaba que hubiese llegado tarde, se quedaría unas horas más. En cualquier caso, Jake Campbell no tendría motivo de queja, ¿o, sí?

 

 

 

****

 

 

--Vaya, vaya, alguien llega tarde- comentó Alicia con la intención de que Ian la oyera al pasar junto a su mesa.

 

--Buenos días- dijo Ian con una sonrisa despreocupada.

 

Sabía que muchos ojos lo observaban mientras se dirigía hacia la sección ejecutiva, sin duda gracias a Alicia, que se habría encargado de que todo el mundo supiera que el recién llegado se retrasaba el segundo día.

 

--Por lo menos sigues aquí.

 

--¿Y por qué no iba a estarlo?

 

Alicia se encogió de hombros.

 

--Después de lo que ha pasado con los otros contratados, la gente hace apuestas sobre lo que durarás tú.

 

Ian sabía que las normas de Silvia O´Neill prohibían que sus empleados se entrometieran en los asuntos internos de las oficinas. Aunque era un poco tarde para preocuparse por eso, cuando ya había tenido un pequeño enfrentamiento con Jake Campbell.

 

--Pienso quedarme hasta que vuelva Brenda- respondió aparentando seguridad.

 

--Eso mismo dijeron todos- Alicia le sonrió.

 

Ian comprendió que tenía que dar por terminada la conversación. Se excusó y se encerró en su despacho. No le importaban las apuestas que pudiesen hacer. Había ido allí para hacer un trabajo y pensaba hacerlo. Esta vez no iban a tener un motivo para despedirlo.

 

Solo de pensar en el jefe, se le ponía la carne de gallina. Afortunadamente todavía no había vuelto de la reunión. Guardó la comida en la nevera y se puso a trabajar, hasta que se abrió la puerta. Jake lo estaba mirando con una expresión aterradora.

 

-Señor MacLean, aquí no tenemos horario flexible- dijo con un tono que era algo más que una advertencia.

 

--He llegado un poco tarde, pero puedo justificarlo.

 

--Ahórrese las explicaciones. En esta oficina hay unas normas que sí están justificadas. Si quiere seguir en este trabajo, tiene que seguir esas normas.

 

--Lo sé y no pretendía llegar tarde, pero surgió un imprevisto y me acordé de que en la agenda de Brenda decía que usted no estaría en la oficina esta mañana- dijo con tranquilidad, a pesar del pánico que lo atenazaba.

 

--En efecto, estaría fuera de la oficina con mi ayudante- soltó sus palabras con una voz heladora.

 

--¿Se suponía que debía ir con usted?

 

--Sí. Ese es su trabajo. Ayudarme- se apoyaba sobre la mesa atravesándolo con la mirada.

 

--¿Por qué no me lo dijo ayer?

 

--Porque no me podía imaginar que el segundo día de trabajo iba a llegar un par de horas tarde- dijo cortante.

 

--Lo siento. No me di cuenta, supuse que si no iba a estar, no le importaría que llegase unas horas tarde. Llamé para decírselo a los demás…

 

Jake levantó las manos y lo interrumpió.

 

--¿A quién se lo dijo?, no he recibido ningún mensaje.

 

Ian estaba desconcertado.

 

--No puedo entenderlo, he llamado y tenía un buen motivo para llegar tarde.

 

--No me venga con excusas ridículas. He tenido una mañana bastante complicada como para que me intente justificar el haberme dejado en la estacada.

 

--No es una excusa ridícula- dijo Ian enfadado por la simple insinuación- Ha sido una emergencia familiar.

 

En ese momento, Jake reparó en la fotografía de Samanta que tenía sobre la mesa.

 

--Me imagino que me irá a decir que tenía un niño enfermo en casa.

 

--Efectivamente, así es.

 

--A lo mejor en el futuro puede conseguir que alguien más se quede con la criatura cuando esté enferma.

 

--Me encantaría poder hacerlo, si tuviese “ese” alguien.  

 

Jake se pasó una mano por la nuca.

 

--Tráigame el informe Henderson a mi despacho- se limitó a decir para zanjar la discusión.

 

Su despacho era el último sitio en el que quería estar a solas con ese hombre tan obtuso. Ya habría empezado con mal pie y después eso…Seguro que estaba buscando otro motivo para poder llamar a Silvia y mandarlo de vuelta a casa. Ian no podía consentirlo. A partir de ese momento, sería un empleado ejemplar.

 

Lo escuchaba con atención, seguía todas sus indicaciones y hacía todas las tareas que le daba. No paró ni un minuto ni pidió un momento de descanso. Cuando sus tripas empezaron a sonar se dio cuenta de que él lo había oído.

 

--Es más de la una- dijo Ian.

 

--Y necesita descansar.

 

--No, necesito comer. Si quiere pido algo para usted y seguimos trabajando- sugirió Ian.

 

--Ya ha pasado el carrito de la comida, pero hay una tienda de alimentación a la vuelta de la esquina.

 

--Haremos una comida de trabajo. ¿Quiere que le pida algo?- dijo Ian mientras se disponía a descolgar el teléfono.

 

Jake lo detuvo a mitad de camino y el contacto de su mano transmitió a Ian una leve sensación de placer.

 

--Ya me encargo yo. Tomaré un emparedado de carne con queso y pimienta, ¿Y tú?

 

--Bueno…no hace falta que me pida nada, tengo la comida en la nevera.

 

--¿Te gusta la carne con pimienta?

 

--Sí, pero no es necesario…

 

Jake no hizo caso de sus cometarios, llamó por teléfono y pidió los emparedados y dos ensaladas de col.

 

--Tardarán diez minutos- dijo Jake mientras colgaba el teléfono- Mira, será mejor que empecemos de tutearnos.

 

--De acuerdo.

 

Cuando dijo que tendrían una comida de trabajo, pensó que seguirían revisando documentos mientras comían. No se podía imaginar que dejaría a un lado los informes financieros y que dedicaría un tiempo a comer. Una cosa era estar sentado al lado de Jake Campbell comentando asuntos de trabajo y otra era charlar durante la comida.

 

Cuando llegó la comida, Jake despejó una parte de la mesa de reuniones.

 

--Hay bebidas en la nevera, Ian.

 

Era la primera vez que lo llamaba por su nombre. La forma de decirlo le sonó como si fuesen buenos amigos.

 

--¿Qué quieres que te traiga?

 

--Agua con gas.

 

--¿Quieres vaso?

 

--No, beberé directamente de la botella.

 

Ian asintió con la cabeza, salió del despacho, fue a la nevera, sacó dos botellas de agua con gas y respiró hondo intentado calmar los latidos de su corazón antes de volver a entrar.

 

--¿Quieres que traiga unos platos y unos cubiertos?- dijo Ian antes de sentarse enfrente de él.

 

--No hace falta- mostró un tenedor de plástico- creo que con esto bastará.

 

Por primera vez no se mostraba serio. Ian comprendió que se tranquilizaba cuando no hablaba de trabajo. Lo cual le hacía pensar que a lo mejor debajo de una fachada tan hermética había un corazón cálido.

 

Al cabo de un rato, Jake agarró su botella de agua con gas, le quitó el tapón y un chorro salió disparado, empapándole la comida y el traje.

 

--¡Maldita sea…!- todos los indicios de amistad desaparecieron- ¿has agitado esto?- lo miró acusadoramente.

 

--Desde luego que no- contestó enardecido, mientras se levantaba para secar el agua con una servilleta.

 

Jake se retiró a su cuarto de baño privado. Cuando salió, Ian estaba sentado a la mesa. Había limpiado todos los rastros de agua, menos del empapelado de Jake, que seguía en su sitio. Este volvía con un gesto amenazador.

 

--Lo siento, pero hasta tú comprenderás que no ha sido culpa mía- dijo Ian a la defensiva.

 

--¿Qué quieres decir con “hasta tú”?

 

--Siempre piensas lo peor de mí. Lo haces desde que estuve de becario.

 

--¿Te extraña?, este tipo de cosas solo ocurren cuando estás tú- se señaló la camisa.

 

Ian estuvo tentado de levantarse e irse. De dejarlo sin ningún tipo de ayuda. Si le decía a Silvia la clase de hombre que era, su jefa lo comprendería.

 

¿Lo haría? Después de todo era el mundo laboral y se suponía que Ian podía resistir cualquier situación difícil. Se había labrado un prestigio precisamente porque no permitía que las emociones se mezclaran con el trabajo. Si se iba, su reputación se resentiría. Se irguió sobre la silla.

 

--Entiendo, las fotocopiadoras se atascan y  las computadoras se bloquean, pero, claro, eso solo me pasa a mí. Debe de ser que soy pájaro de mal agüero- refutó sarcásticamente Ian. Al ver que Jake no respondía guardó de un golpe lo que quedaba de emparedado- He terminado.

 

--¿Cómo que has terminado? No te puedes marchar. Aceptaste quedarte hasta el viernes.

 

--¿Marcharme?- se rio Ian con sorna- Quería decir que he terminado de comer. No me voy a ninguna parte.

 

Los ojos de Jake dieron una muestra furtiva de tranquilidad.

 

--Trabajar durante la hora de comer no fue una idea muy buena. Tienes que descansar. Son casi las dos, te espero dentro de media hora- dijo Jake.

 

--De acuerdo.

 

Salió de la habitación con toda la dignidad de la que era capaz. Fuera del despacho tuvo la sensación de haber librado un duelo de talentos. El trabajo había sido complejo, pero había estado a la altura de las circunstancias. Si Jake fuese sincero, tendría que reconocer que había cumplido perfectamente.

 

En ese momento lo que necesitaba era aire fresco. Se puso el saco y se dirigió hacia los ascensores. Un paseo le vendría muy bien para despejar las sensaciones que lo invadían cada vez que lo tenía cerca. Solo llevaba dos días y ya le temblaban las piernas cada vez que estaba en la misma habitación que él. ¿Cómo podría llegar hasta el final del contrato? ¿Cómo?

 

 

CONTINUARÁ….

Notas finales:

Bueno espero que les haya gustado este segundo capítulo, y mucho más la interacción de los personajes principales. Jake  en verdad que es un jefe tirano jajajajaja. No le tiene ni tantita confianza a su lindo asistente temporal. Pero Ian no se dejará intimidar, claro que no  ¿o sí? Después de todo, cuando está cerca de su apuesto jefe se pone tan nervioso que hasta le tiemblan las piernas uyyyyy. ¿A donde irán a parar estos dos? Descúbranlo en el siguiente episodio. Espero que se animen a comentar sobre qué les pareció hasta ahora la historia. Hasta la siguiente semana. ^_^


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