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¡Pobre! por jotaceh

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Día 12: Casi casi

 

 

Si hay algo que le molesta a una persona envidiosa, es que a quien envidia no le interese ni un poco lo que le suceda y sea feliz de todos modos. De eso me di cuenta cuando caminaba por los pasillos del colegio, riendo de las estupideces que me decía Cristián, y de pronto nos topamos con Emilia. La muchacha nos miró con odio, si hubiera podido quemarnos con sus ojos, lo hubiera hecho. Nos despreció con su boca fruncida y pasó de largo, como si quisiera demostrar su superioridad.

 

-Ni siquiera me dejó lamerle la oreja. Si sigo así voy a morir virgen –se lamentaba el moreno.

 

-Solo tenemos quince, todavía tenemos mucho tiempo por delante. No te precipites-

 

-Claro, como tú eres gay estás tranquilo, para ustedes es más fácil follar –

 

Y otra vez estaba frente a sus comentarios antiguos. Aprendí con mi amigo, que estas frases no son dichas con mala intención, sino que realmente quien las pronuncia piensa de esa manera, no de una forma despectiva, solo basado en estereotipos. Me di cuenta que no puedo enfadarme por ello, y que lo mejor que podía hacer era enseñarle.

 

-No creas, nos pasa lo mismo que a las personas heterosexuales. Al final depende de cada persona, si es atractivo o suertudo, ya sabes, no porque seamos hombres significa que siempre aceptemos. ¿Acaso tú le dirías que sí a la profe de matemáticas? –

 

-Claro que sí, me calienta mucho el rollo Milf-

 

-Olvídalo, tú sí que eres fácil-

 

Al parecer, me va a costar más de lo normal enseñarle al burro de Cristián.

 

Caminamos por los pasillos techados hasta llegar al fondo del colegio, allí donde una cerca de alambre de púas nos separa de la parcela de atrás. Ahí es bonito, porque hay algunos árboles y al fondo puedes ver las vacas que pastan en el prado fértil y verde. Muchos compañeros se escabullen por ese alambrado para salirse de clases e ir a pasar el día bajo algún sauce cercano. Ya saben, cosas de campesinos.

 

-¿Qué hacen? –escuchamos la voz de Joaquín mientras conversábamos apoyados en un castaño.

 

-Hablábamos de lo mucho que me gustan las mayores –

 

Ambos chicos hablaban normal, como si ya hubieran arreglado sus diferencias tras la pelea que tuvieron.

 

-Veo que vuelven a ser amigos –

 

-No soy rencoroso –bromeó el moreno.

 

-Solo defendía a Pablo, fuiste muy estúpido –

 

-Lo sé, ¿por qué crees que estoy a punto de repetir? –se burló de sí mismo Cristián.

 

Me gusta que sea tan fácil su reconciliación, cosa que creo nunca podrá suceder con Emilia, porque ella si es que es testaruda y no ha cometido errores, sino que simplemente se ha comportado como una desgraciada.

 

-Y entonces... ¿ustedes son novios? –

 

Llegué a atragantarme con mi propia saliva. ¿Cómo se le ocurre decir ese tipo de cosas? Ni siquiera lo hemos platicado con el muchacho.

 

-Quizás más a futuro, tengo que saber si Pablo tiene la intención – Joaquín era muy respetuoso cada vez que se refería a mí.

 

-Yo creo que sí, porque te estaba viendo el paquete el otro día en clases de educación física. Si hasta se lamía los labios. Quizás qué estaba pensando...-

 

Y en ese momento me convertí en una tetera hirviendo. Me sonrojé mucho al ser descubierto. ¿Por qué solo me rodeó de gente chismosa? Ahora debo tener más cuidado, porque no puedo confiar en nadie.

 

-Sí, ahora que lo pienso, desde que todos saben de su orientación, se ha comportado bastante seguro –al parecer el castaño trató de obviar lo que había dicho nuestro amigo.

 

-Eso está bien. Quizás comprendió que todos le quieren tal cuál es –

 

-Ey, ¿se dan cuenta que están hablando de mí como si no estuviera aquí? –

 

-Sí sabemos que estás aquí... ¿o prefieres que hablemos de por qué me estabas viendo ahí abajo? – Joaquín se puso a la defensiva, mirándome fijamente a los ojos, pidiéndome explicaciones.

 

-Ahora que lo pienso... Tengo mucha más confianza en mí mismo, creo que me faltaba corroborar que todos me ven de forma normal. Siempre imaginé que sería tratado como un bicho raro... ¿No creen que hace calor? ¿Y si vamos a tomar un poco de agua? –

 

Preferí seguir con la conversación anterior.

 

Terminaron las clases de la tarde, el inspector tocó la última campanada de la jornada y salimos de clases. Me estiré en mi puesto para luego echar los cuadernos en mi mochila. Suspiré hondo antes de pararme de mi silla, colocarme el morral en la espalda e intentar huir de la sala. Hasta hace poco me despedía de Emi, que se sienta cerca, tan solo que ahora somos enemigos, así que simplemente me voy.

 

-¿Vas a tu casa? – Me gritó Joaquín, con la intención que nos fuéramos juntos. Por eso mismo, es que todos fijaron su atención en nosotros.

 

-Sí, tengo que ayudar a mi mamá con algunas cosas –

 

Me dio un poco de vergüenza al responder, porque sabía que todos me estaban escuchando. Al instante, se me acercó el chico para que emprendiéramos el rumbo.

 

Hacen bonita pareja

 

A mí me gusta cómo se ven

 

Se merecen ser felices

 

Yo creo que Joaquín es activo y Pablo pasivo

 

¿Pablo morderá la almohada?

 

Son muy tiernos los dos

 

Son algunas de las aseveraciones que alcancé a escuchar como murmullos antes de salir de la sala. Cada día podía sentirme mejor y es que nunca me había sentido tan aceptado por un grupo. En realidad, todos en el curso eran muy simpáticos y querían lo mejor para mí.

 

Salimos de la escuela y caminamos por el camino de tierra que lleva hasta la plaza del pueblo. El día estaba grandioso, el sol resplandecía en lo más alto del cielo, los pajaritos cantaban alegres mientras jugueteaban, los árboles se mecían apacibles y la tranquilidad de aquel pueblo pequeño transmitía tanta paz que te daban ganas de caminar por horas. 

 

Debíamos seguir el camino hasta llegar a la parcela de los Eguiguren. Las familias con dinero vivían cerca del centro, sus parcelas y fincas estaban decoradas por grandes casonas construidas hace cientos de años. Mientras que las personas más humildes moraban a las afueras del pueblo, en pequeños terrenos que compartían con el resto de sus familias. Era normal que, en el mismo espacio, estuviera la casa de la abuela, de la tía, de la prima y del vecino al que le pusieron los cuernos. Joaquín vivía así, por lo que me acompañaba para luego continuar con su caminata hasta su hogar.

 

-Pero ¿por qué te gusta tanto la música coreana? –

 

-Es que me divierte. A veces, cuando me siento triste o solo, veo sus vídeos y me lleno de alegría –

 

-Ah, ya veo, entonces me gusta también – sonrió tan bellamente, que me quedé embobado mirándole.

 

-Bueno, si quieres mañana te muestro algunos grupos –

 

-Está bien, muéstrame lo que quieras –

 

-Ok, hasta luego entonces...- me iba a despedir dándole la mano, pero el castaño me la apretó para luego no soltarla. 

 

Hizo un pequeño esfuerzo para acercarme hacia él, quería despedirse de beso. Se agachó un poco, buscando con sus labios los míos. ¡Me quería besar! Mi pulso se aceleró, puedo jurar que estaba camino al paraíso, todo era hermoso y real. Un rayo de sol nos iluminó en especial, el mismísimo Dios había bendecido nuestro amor. 

 

Cerré los ojos y tras ello, sentí la helada superficie de una carpeta. 

 

-Qué descarados. Si te viera mi mamá, te retaría mucho –

 

En mi sueño celestial apareció la voz gruesa de Rafael, quien con su material escolar impidió que sintiera nuevamente el sabor de aquellos labios prometidos.

 

Joaquín se separó rápidamente, comprendiendo que estábamos frente al hijo de los patrones. Sabía que podía tener problemas con el rubio petulante ése, por lo que se colocó muy nervioso. No tanto para salir corriendo, pero sí como para quedarse callado y ser incapaz de mirar a los ojos al intruso.

 

-Ella no se va a enterar de nada, porque de lo contrario sabrá que tu novia dejó sus bragas en tu pieza el fin de semana pasado –

 

Muy rico será, pero no iba a dejar que me arruinara el romance. 

 

-Es que justo le cayó jugo sobre la falda y quedó toda mojada. Tenía que cambiarse de ropa. No seas malpensado - ¿acaso creía que era tonto?

 

-Ni tu mamá te creería algo tan estúpido –

 

-¿Así que éste es el chico que te gusta?... Pensé que tendrías mejor gusto. Como antes quien te gustaba era yo, imaginaba que me cambiarías por algo mejor –

 

El muy desgraciado me ignoró y comenzó a analizar a Joaquín. El pobre estaba cohibido, aunque levantó la mirada para verle feo tras su comentario tan desatinado.

 

-Me tengo que ir, nos vemos mañana – es todo lo que dijo y se marchó.

 

Ay no, supongo que no le creyó al estúpido de Rafael ¿verdad? Sabía que iba a ser un estorbo ese rubio desgraciado. Si no fuera el hijo de los patrones, ya le hubiera dado sus buenos golpes. ¿Y ahora qué hago? Solo espero que el castaño no se haya enojado.

 

 


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