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¡Pobre! por jotaceh

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Día 25: Besos en la plaza

 

 

La plaza del pueblo es un centro social, donde mucha gente se reúne en las tardes para compartir con amigos y pasar un momento agradable. Es el único lugar en El Sauce donde puedes conocer gente de manera sana, porque para hacer locuras existe el bar. O sino, pregúntenle a mi mamá.

-¿Qué vamos a hacer aquí? – Le pregunté a Julieta.

Habíamos planeado destruir a Emilia quitándole su fama de zorra, teníamos un lineamiento a seguir, tan solo que la rubia me llevó hasta aquel lugar sin mediar palabra, escondiendo el verdadero propósito.

-Mi papá siempre dice que hay dos formas de surgir en el mercado. La primera es tener un producto barato que pueda ser comprado por mucha gente, o uno caro que sea exclusivo y deseado por todos. Emilia es lo primero y para poder ganarle, nosotros debemos ser como el segundo – Quedé boquiabierto y es que era la primera vez que la escuchaba decir algo medianamente inteligente.

-Ok, puedo entender... pero, ¿por qué estamos aquí? –

-Necesitamos publicidad, bueno... tú lo necesitas. Yo soy lo suficientemente hermosa como para lograr que cualquier chico se sienta atraído hacía mí. Como tú no eres capaz de eso, debemos hacerte publicidad –

En ese instante me sentí extraño. Por una parte, hubiera querido golpearla por lo antipática que estaba siendo, tan solo que después me dio mucho miedo. ¿En realidad quiero coquetear con otros chicos? Nunca lo he hecho y me da pánico hacer el ridículo, pero Julieta lo cuenta tan fácil que me convenció para hacerlo con tal de destruir a nuestra enemiga.

-Está bien, pero empieza tú para que me enseñes –

-¿Yo? –estaba sorprendida.

Claramente esto podría ser una trampa y no voy a permitir que me dañe, así es que todo lo que quiera que yo haga, ella tendrá que replicarlo. O caemos juntos, o esto se acaba. La platinada respiró hondo y caminó como una modelo por el centro de la plaza.

Los árboles se mecían con pasión gracias al viento que comenzaba a levantarse a esa hora de la tarde. El sol parecía apagarse lentamente, mientras nos cubría con una capa de luz naranja muy parecida a la de las fotografías antiguas. Se podía sentir aún el calor de la tarde, aunque todos sabíamos que el frío se avecinaba sin remedio. Escuché muchas risas de grupos separados, todos se divertían sin prever lo que pronto sucedería.

Muchos chicos quedaron sorprendidos ante la belleza despampanante de la heredera De la Sota, y mucho más cuando se le acercó al muchacho más alto que encontró. Era trigueño, de grandes ojos verdes y espalda prominente, sus brazos demostraban fortaleza, supongo que era el más guapo de todo el lugar.

-Hola guapo – le saludó sentándose en la banca junto a él. Lo hizo reposando parte de su hombro en su pecho, subiendo la pierna izquierda sobre la derecha y mirándole fijamente a los ojos.

-Hola diosa, ¿qué hace una mujer tan bella como tú en el mundo de los mortales? – se creía poeta el desgraciado.

-Quise saber si los humanos son más divertidos que las deidades. ¿Te gustaría ayudarme a resolver mi duda? –le habló cada vez más cerca, casi uniendo sus labios.

Al parecer la presa había caído en la trampa, por lo que Julieta me hizo una seña para que fuera con ella e intentara la misma táctica. ¿Cómo pude creer que eso era posible?

Respiré profundo y traté de caminar sensualmente, moví mis caderas e hice que mi trasero se luciera en medio de la plaza. Supongo que me sonrojé, porque sentía todo el rostro hirviendo. Me acerqué a la chica y saludé al amigo del de ojos verdes.

-Ho... Ho... La...- tartamudeé por la vergüenza.

-¿Quién eres tú? – el chico me miró extrañado.

No era tan alto, de hecho, creo que era de mi estatura. Su piel era pálida y sus ojos sumamente oscuros. Tenía indicio de una prematura barba, lo que sumado a su mandíbula prominente le confería el rostro de alguien tosco y malhumorado.

-Yo.... Am.... Soy.... ¡Nadie! Lo siento Julieta, no puedo... -y comencé a correr rápido para esconderme detrás de un árbol.

¿Qué estaba pensando? Yo no soy así, no puedo andar coqueteando con un desconocido, con alguien que debe der ser de otro pueblo porque no le conocía. Solo en ese momento me pregunté de quién se trataba, ¿qué estaban haciendo en El Sauce?

Comencé a imaginarme los peores escenarios. ¿Y si eran traficantes de órganos? Quizás iban a partir en miles de pedacitos a la rubia desagradable. O podían ser violadores en serie, que abusarían de Julieta para luego tirarla muerta en algún río apartado. Me dio un poco de pena por al destino de la muchacha, pero ¿qué podía hacer? Solo soy un chico débil y miedoso. Intenté escapar, obviar el peligro, tan solo que mi formación como católico me obligó a sentir culpa y regresé al lugar para salvar el alma perdida de esa promiscua que dice ser virgen.

-¡Ey ustedes!- les grité, aunque no me tomaron atención, porque una amenaza aún peor ser cernía sobre ellos.

-¡¿Qué estás haciendo con esa zorra?! ¡Sabía que no podía volver a confiar en ti, maldito perro desgraciado! –

De pronto, apareció una muchacha un poco mayor que nosotros, maquillada como si quisiera ser payaso, histérica y gritando como pitbull enjaulado. Al parecer era la novia del chico alto, el mismo que ya tenía a Julieta sobre sus piernas.

-Ay amor, no es lo que parece... Fue ella quien se me insinuó, yo no quería – se defendía el grandulón, temiéndole a una muchacha que era la mitad de alta. Y no exagero, porque era una enana colérica que gritaba como chihuahua.

-Lo sabía, si no puedo dejar a mi macho solo porque las perras siempre le andan acosando. A ver desabrida, ven a pelear por el Maikol si te crees tan zorra –

La enana se sacó los aros, los tacos y le ofreció pelea a Julieta quien la vio como uno suele contemplar a un niño haciendo berrinche.

-Ay por favor, no seas tan marginal... Qué vergüenza –

-¿A quién le vienes a decir marginal? Ahora sí que te voy a poner en tu lugar –

La chica de baja estatura saltó sobre la De la Sota y comenzó a tirarle de los pelos, como si fuera un Umpa Lumpa con abstinencia de chocolate. Julieta no sabía qué hacer, por lo que trataba de correr para botarla, solo que la otra era demasiado persistente.

-¡No le hagas eso! – intenté intervenir, pero no pude, el chico a quien intenté coquetear me tomó por la cintura para detenerme.

-Deja que las mujeres peleen solas, es más divertido – tenía cara de pervertido.

-Tengo que defender a mi amiga –era mentira, pero da igual.

-¿No las quieres ver en el suelo? Eso debe ser rico –

-Soy gay y si te hablé antes fue porque me parecías guapo, no quiero ver a ninguna mujer de ninguna manera –

-¡Maricón! –gritó el sujeto, recién entendía todo lo que estaba sucediendo.

Al escuchar ese insulto, no pude controlarme.

-¿Cómo que maricón? ¿Acaso te he insultado? Creo que no, no deberías tratarme de esa manera. ¿Piensas que no tengo sentimientos? – lo empujé mientras le encaraba.

-Tranquilo, hombre... No tengo nada contra ti, solo que nunca me había coqueteado otro varón –

-¿Y? ¿No puedes abrir tu mente un poco? ¿Tan seguro estás de ser hetero? – estaba colérico, tanto que sin pensarlo mucho, tomé su cabeza y le di un beso en la boca. –Viste, es un beso como cualquier otro –

El de rostro duro se quedó helado ante mi actuar. Se llevó los dedos a sus labios como si intentara descifrar qué es lo que había ocurrido. Pensó un momento antes de reaccionar.

-Bueno... Sí me gustó. A ver, déjame probar con otro – y fue hasta dónde su amigo para replicar lo que habíamos hecho.

Supongo que quería intentarlo. Los primeros segundos fueron de experimentación, tan solo que cuando pasó de dos minutos besándose, todos comenzamos a dudar de lo que estaba sucediendo.

-Éste sí me gustó mucho más... Parece que sí soy maricón –mencionó el más bajo.

-¿Cómo no había experimentado esto antes? Me encantó... ¿Vamos a mi casa para experimentar con nuestras pollas? – el más alto también se había visto encantado.

-¡¿Qué creen que hacen, par de maricones?! ¿Creen que pueden deshacerse de mí? –la chihuahua humana dejó de golpear a Julieta al darse cuenta que a su novio comenzaba a gustarle las patitas de chancho. Por lo que decidió atacar a esos dos, mientras intentaban huir. De pronto se olvidó de nosotros y todo volvió a la normalidad.

-Es igual a su mamá... Es un ofrecido, ¿vieron lo que hizo?... Esa niña rica debe estar jugando con los pobres... Están promoviendo la indecencia – escuchamos rumores acerca de nosotros.

-Será mejor que nos vayamos –Julieta me tomó de la mano y nos fuimos caminando de allí. Al parecer nuestro plan no resultó bien. Ya veremos qué hacer mañana.

 


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