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¡Pobre! por jotaceh

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Día 32: Qué fiesta

 

La iglesia del pueblo estaba repleta de familiares con cámaras en las manos, mientras los chicos vestidos de blanco frente al altar parecían un coro de ángeles adolescentes, con espinillas y vellos rebeldes. Intenté buscar a Julieta entre la multitud, aunque al único que pude ver fue a Rafael, porque sí, él también celebraba su confirmación ese día.

-Yo no entraba a la iglesia desde que me encontraron chupándosela a uno de los monaguillos -me susurró mi mamá cuando nos sentamos en una de las tantas bancas de madera.

-¿Chupando qué? -

-¿Qué crees tú? Su pene, obvio... -por dios, que mi mamá no tiene decencia ni siquiera en un templo.

 

 

El sacerdote hizo la ceremonia como suele hacerlo, con ese tono pomposo y carente de calor, como si fuera un robot o un muerto, y es que es tan viejo que no sé si por sus venas corre sangre o solo aire.

Después de una hora y media, los jóvenes abandonaron la iglesia mientras todos aplaudíamos con dicha el gran paso que habían dado.

-¿Y ahora es la fiesta? ¿Estás seguro que quieres ir? -Esta vez fue mi novio quien me susurró al oído.

-Claro, si fue Julieta quien nos invitó. Lo vamos a pasar bien, confía en mí -sonreí y es que suponía que era eso lo que necesitaba el muchacho, después de tanto tiempo sufriendo por el destino que le había tocado.

Como somos pobres, nos fuimos caminando hasta la mansión de los De la Sotta, intentando que el polvo no nos ensuciara la ropa formal con la que íbamos vestidos, supongo que todos nos pusimos los trapos más elegantes que encontramos. Al llegar a la puerta del lugar, nos detuvimos y respiramos hondo, ya habíamos llegado bastante lejos.

-Buenos días, venimos a la fiesta de Julieta -le dije al guardia que estaba en entrada.

-¿Nombres? -

-Pablo Soto, Carmen Soto, Joaquín Pérez y Cristián Poblete -

El hombre de aspecto intimidante y grandes gafas negras buscó en la lista un tanto incrédulo, y es que no éramos los típicos invitados a esa celebración.

-Ok, los cuatro están en la lista. Pueden pasar -dijo resignado después de verificar el papel unas tres veces por lo menos.

-Gracias guapo, ¿tú estarás a la salida? Porque podríamos ir por ahí a cuidar otras puerta... o a abrirlas, no sé... tú dime -Carmen no perdió el tiempo para coquetear.

-Ya déjalo en paz, que debe estar casado -la tomé por el brazo.

-No, de hecho estoy soltero...-

-¡Que no te quiero de padrastro! -le grité antes de llevarme corriendo a la suelta de mi madre.

Así llegamos a la fiesta que se desarrollaba en el amplio y perfecto patio de la mansión. Allí donde estaban las mesas decoradas finamente con manteles tan blancos como la nieve, mientras las sillas eran hermoseadas con flores de tantos colores que parecían reflejo de un arcoíris, aunque debo reconocer que lo más hermoso era el ángel de hielo que se encontraba en el centro, una obra maestra que lentamente se derretía ante la vista impávida de quienes se toparon con ella.

-¡Pablo! ¡Viniste! Me hace muy feliz tenerte aquí - Julieta corrió a recibirme.

-Sí, vinimos, aunque no estábamos muy seguros, todo esto es muy extraño para nosotros -

-No te preocupes, si todos ellos van a estar más pendientes de hablar mal de sus vestidos y de la poca clase que tienen algunas señoras para hacerse cirugías plásticas... -rió la muchacha.

-Ni me lo digas... Mira a esa de allá, ¿por qué se colocó tantas tetas? -bromeé para distender el ambiente.

-¿Esa que viste de rosado? -

-Sí, esa misma... qué vergüenza, además no puede mover el labio superior, está llena de botox -

-Pablo, esa mujer es mi mamá - y me quedé helado al darme cuenta que estaba hablando mal de ella.

-Cómo me gustaría llegar así de bien a su edad... es que hay que tener clase para mostrar tanto...Ella no se ve para nada vulgar... -

-No te preocupes, si es una zorra... se acuesta con todo lo que tenga un poco de carne entre las piernas -

Dejé el chisme ahí, y es que ya era demasiado. 

Tras ello me dediqué a comer de los platillos que ofrecían los garzones, hasta que uno me ofreció un trago.

-Solo tienes quince, no puedes beber alcohol -me susurró Joaquín con un poco de conservadurismo.

-Déjalo, si es mejor comenzar desde ahora, así ya tenemos experiencia -Cristián fue quien comenzó. Tomó una copa de vino y se la tomó de una sola bocanada. -¡Vamos a divertirnos! -

Y como me gusta ser obediente, también hice lo mismo, aunque un poco más lento.

Para serles sinceros, el vino no me gustó para nada, aunque lo que sí me gustó mucho, fue el mojito de coco, ese trago era como un jugo, tan solo que después de un par, la cabeza te comenzaba a dar vueltas y todo era más divertido. De pronto, los chistes de Cristián eran divertidos, Joaquín aparentaba estar feliz y hasta era más guapo de lo normal.

-Y pensar que quería criarte como un niño de bien, y ahora resulta que terminarás igual que tu madre... Por eso, hay que brindar... ¡Salud! -gritó Carmen cuando ya estaba igual de borracha que yo.

El sol comenzó a esconderse, la luna hizo su aparición acompañada de un coro de estrellas que embellecían aún más la celebración. Los mayores comenzamos a irse, dejando a sus hijos más jóvenes divertirse.

No me importaba lo que el resto pensara de mí, por lo que en un momento, le ofrecí a mi novio que bailáramos, quería pasarlo bien, disfrutar aunque sea una noche sin preocupaciones ni culpas.

-No, estás muy borracho... Deberías comportarte mejor... -

-Estás triste o enojado toda la semana... Es momento de alegrarse. Ven, y menea ese culito -bromeé y es que solo quería que el muchacho se alegrara.

-No pensé que fueras así, siempre creí que eras más tranquilo... y no un... -

-¿Un qué? ¿Qué intentas decirme? -

-Es que mira cómo estás moviéndote... No me gusta que te comportes así... Así tan...-

-¿Tan qué? Atrévete a decirlo... ¿tan efeminado? ¿tan maricón? -

-No quería decir eso... -

-Eso estabas pensando... ¿Sabes qué? ¡Vete a la mierda! Ya no quiero estar contigo... ¡Imbécil! Si estás tan triste, no deberías desquitarte conmigo, que lo único que siempre he hecho es pensar en ti... -

Estaba tan mareado, que le empujé con fuerza, me había enojado por su trato. Nunca antes se había comportado de esa manera, y no podía soportar su rechazo. Tomé mi vaso y me fui de allí, necesitaba hablar con mi mamá, o con Cristián, o tal vez con Julieta. Sí, eso, necesitaba los consejos de la rubia.

-Juli... ¿ésta es tu pieza? - pregunté al entrar a un cuarto, y es que según una muchacha, la rubia se había ido a acostar temprano. ¿Por qué? No tenía ni idea.

Como nadie respondió, tuve que ir a la pieza de al lado.

-¿Juli? ¿Eres tú? - susurré.

Sabía que alguien estaba en ese cuarto, así es que encendí las luces para corroborar que se tratara de mi amiga.

-¡¿Qué están haciendo ustedes dos?! - grité espantado al darme cuenta de la aberración que mis ojos contemplaban.

Creo que hasta el mareo se me quitó del susto, no podía dar crédito a tremenda escena de terror. ¿Cómo se había gestado aquel vínculo? ¿Por qué esos dos se estaban besando?

-Pablo... yo puedo explicarte todo... -Cristián se subía los pantalones, dejando su pecho al descubierto. Se veía asustado.

-¿Qué me vas a explicar? ¿Acaso no tienes decencia? -

-Ay querido, él sí tiene, soy yo la que no... Pero ve el lado amable, ahora será tu amigo y padrastro... -

Porque sí, con quien estaba el moreno era ni más ni menos que Carmen, mi mamá.

 

 


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