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¡Pobre! por jotaceh

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Día 34: Perdón 

 

No me junté con Joaquín un par de días, después de lo que había sucedido en la fiesta de Julieta no tenía ganas de verle. Tuve pena y me puse reflexivo, medité sobre esa relación que estaba llevando, sobre lo mucho que recuerdo el momento en que supe que Rafael también estaba interesado en mí, sobre sus besos y caricias que duraron tan poco, aunque se han quedado tatuadas en mi piel. ¿Qué debería hacer? Tal vez era el momento de terminar, de asumir que aquello que deseo es estar con el rubio y que nadie se merece estar por compasión. Sin embargo, también rememoraba lo tierno que siempre ha sido el castaño conmigo, me ayudó a asumir mi homosexualidad frente a mis compañeros, aunque fue él mismo el que ahora me había tratado con desdén. ¿Qué había sucedido?

 

Una tarde, mientras estaba recostado en mi cama, escuché que alguien llamaba a la puerta de la cocina. Salí para atender a quién nos había visitado, y al abrir la estructura de madera me encontré de frente con Joaquín.

 

-¿Podemos hablar? - es lo primero que me dijo.

 

Se veía arrepentido, su mirada estaba un tanto perdida y no parecía tener ánimos. Estaba mal, no lo había pasado bien durante estos días y finalmente había decidido acercarse a mí. Supuse que estaba en lo correcto y es que había sido él quien me había tratado mal. Él debía disculparse ¿o no?

 

-Está bien, pasa -

 

Me dio pena, lo reconozco. Y no debía hacerlo, no era yo quién había cometido un error, quien había tratado mal al otro.

 

El muchacho se sentó en una de las sillas de la cocina y después de un silencio incómodo, decidió hablar.

 

-No he estado bien el último tiempo, y supongo que por eso me desquité contigo el otro día en la fiesta. Los hombres en el campo son muy rudos y creo que algo de ellos se quedó en mi cabeza... Te prometo que no hay nada mala contigo, no tienes que hacerle caso a mi estupidez -

 

Me tomó las manos para mirarme directamente a los ojos, parecía realmente afligido.

 

-Son excusas baratas, cuando amas a alguien no lo tratas mal -

 

De pronto la puerta del refrigerador se cerró con fuerza, generando un gran estruendo y dándonos a entender que no estábamos solos.

 

-¿Qué haces aquí? - le pregunté a Rafael, y es que era él quien nos había espiado.

 

-Vine a buscar algo de comer y de pronto ustedes comenzaron a hablar, pensé que me habían visto -

 

-Sí, como no, lo único a lo que has venido es a espiar, porque no soportas que Pablo me haya elegido a mí -

 

-Lo que no puedo creer es que después de todo lo que ha hecho por ti, tú le discrimines como un vil cretino -

 

-¿Qué cosas he hecho? - me sorprendieron sus palabras y es que se supone que estaba enojado conmigo.

 

-Olivia me contó todo - dijo el rubio.

 

Claro, se me había olvidado que ella no puede guardar un secreto y le dijo a su hermano todo lo que conversamos el otro día.

 

-¿De qué están hablando? - Joaquín no entendía.

 

-No le hagas caso, solo está molestando -

 

-Ay par de pequeños, no creo que esto termine bien, pero recuerden que les advertí, cuando estén llorando y se den cuenta que han sido unos imbéciles, entenderán que yo soy más sabio que ustedes -

 

El rubio se fue riendo de la cocina, como si le hiciera mucha gracia nuestra discusión.

 

-Está celoso - es todo lo que dijo mi novio.

 

Tras la intervención del sujeto, volvimos a quedarnos en silencio y es que el ambiente se había roto por completo.

 

-Bueno, como te estaba diciendo... - intentó seguir.

 

-Está bien, te perdono y todo estará bien desde ahora. No volverás a cometer los mismos errores. Nos juntamos a la tarde y nos damos un par de besos, quizás te deje que me toques una nalga. Ahora estoy muy ocupado, nos vemos en el sauce -

 

Lo empujé por la espalda para que se marchara pronto.

 

-¿Estás seguro? ¿Todo está bien? -

 

-Claro, ya ni me acuerdo de lo que me dijiste. Hablamos a la noche - y cerré la puerta.

 

¿Qué iba a hacer? Todos cometemos errores y es cierto que él ha estado muy presionado últimamente, puedo comprender que se haya sentido mal y que, sin querer, se haya desquitado conmigo. Sin embargo, lo que en realidad me preocupaba en ese momento era la reacción de Rafael. Sabía la verdad y eso era peligroso.

 

Tras cerrar la puerta corrí hasta el segundo piso, necesitaba interrogarlo.

 

-¿Qué vas a hacer? -

 

Es lo primero que dije al entrar a su pieza, sin siquiera percatarme de lo que hacía.

 

-Bueno... Hay una porno en mi computador, y tengo los pantalones abajo. ¿Tú qué crees? -

 

¡Mierda! Que estaba a punto de.... Uuuh, qué grande la tiene, siempre me impresiono de eso.

 

-No me refería a eso... Yo... Bueno... ¿Puedes dejar de tocártela? -

 

-¿Puedes dejar de mirarla? Eso más me excita -

 

Tuve que darme la vuelta para no contemplar semejante obra de arte. Supuse que el chico se estaba subiendo los pantalones porque escuché el sonido metálico de su cinturón, tan solo que me equivoqué como un tonto. Al instante sentí cómo cerraba la puerta, sus brazos me rodearon y es que lo hizo estando detrás mientras yo estaba estorbando en el umbral. Me volteé asustado al tenerle tan cerca, al sentir su torso caliente.

 

-No te has subido el pantalón ¿verdad? - es lo que le dije mirándole a los ojos, tras sentir cómo su erección caía en mi abdomen.

 

-Podrías aprovechar -

 

-¿Para hacer qué? -

 

-No sé, tú eres el de la imaginación. Podrías lamerlo... O chuparlo... O sentarte sobre él -

 

Estaba obnubilado, acababa de ver una película erótica y por esa razón era capaz de ofrecerme sexo de esa manera.

 

-Está bien... - dije humilde, antes de intentar sentarme en el suelo para quedar frente a su pene.

 

-¿Qué haces? - gritó espantado.

 

-Dijiste que lo lamiera -

 

-¡Era broma! - gritó antes de subirse de un solo jale su prenda.

 

-Ay, tontito... Si yo también estaba bromeando... - mierda, que soy más pervertido que él.

 

-¿Y por qué le relamías los labios? -

 

-He tomado muy poca agua -

 

-No te creo... Pero da igual, ¿de qué querías hablar? -

 

-¿Yo? No sé, ya sé me olvidó... Mejor me voy -

 

Me dio tanta vergüenza mi osadía, que olvidé a lo que iba, así es que mejor escapé lo más veloz que pude.

 

Ay diosito, ¿por qué me hiciste tan ardiente? 

 

 


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