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¡Pobre! por jotaceh

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Día 35: ¿Y ahora qué? 

 

Fui finalmente a la casa de Joaquín y nos reconciliamos. Se portó muy tierno y me hizo comprender que estaba muy avergonzado por su actuar, que no volvería a ocurrir y que yo era lo más importante que le había sucedido en el último tiempo.

 

-No sabría qué hacer sin ti, alegras mis días, despierto pensando en ti y no quiero perderte. Te prometo que te trataré bien, que no volveré a hacerte sentir mal nunca más. Te quiero mucho y te lo voy a demostrar –

 

-Está bien, confío en ti –

 

-Gracias por darme una segunda oportunidad, sé que no me la merezco y te demostraré que has tomado la mejor decisión –

 

Mi ánimo era más parecido al de una cajera de supermercado, más que la de un amante que recibe alegre a su amado después de una discusión. En realidad, mi cabeza estaba en otro lugar, recordando a Rafael y lo guapo que es, lo mucho que me gusta su voz y la forma en que me mira, incluso adoro las bromas que suele hacerme.

 

-Podríamos ir a acampar el fin de semana. Creo que hemos caído en la rutina y que necesitamos avivar el amor, ¿te parece? – Sonrió ampliamente, alegre porque había conseguido mi perdón y soñaba con que seguiríamos viviendo "nuestro romance".

 

-Sí, claro. Me parece una buena idea-

 

No había caso, no podía concentrarme en mi reconciliación, y así fue toda esa hora que estuve junto a mi novio, sentados debajo del viejo sauce de su patio. 

 

Camino a mi casa me sentí peor, como un mentiroso que está cansado de sus fechorías, por estar ilusionando a alguien, y peor aún, sintiéndose miserable de su propia suerte. Así me percibía, como un estúpido que, en vez de buscar su felicidad, estaba perdiendo el tiempo en un error sin sentido, en una cooperación que más parecía un sacrificio. 

 

Me costó dormir esa noche, por lo que a las dos de la madrugada seguía despierto, mientras mi mamá roncaba como un oso en hibernación. A esa hora pude quedarme dormido unos minutos. 

 

El rostro de Joaquín vino a mi mente, desesperado en lo más profundo de un pozo, triste y solo, llorando por no poder conseguir mi amor. Le veía desde arriba, desde la luz que me entregaba el sol y el valle que hermosamente me rodeaba. Era libre, estaba afuera de aquel abismo y aun cuando nunca lo había imaginado, aun cuando ya poseía la belleza de mi entorno y el calor del sol sobre mí, fui bendecido con la presencia de otro ser, que etéreo me llamaba a sus brazos, para compartir las dichas del universo. Era Rafael, quien me sonreía con un brillo mágico en sus pupilas. No lo pensaba y corría a su encuentro, mi pecho me guiaba hacia él, tan solo que en medio del camino me tropecé con la cadena que estaba enredada en mis pies. Esa estructura de acero oxidado no me dejaba avanzar y cuando buscaba su origen, me percaté que provenía del foso donde estaba atrapado mi novio. Intentaba escapar de su agarre, tan solo que comenzó a acortarse con mis intentos, hasta que fue tanta la desesperación que me terminó arrastrando hasta aquella oscuridad, acercándome a Joaquín y alejándome de mi verdadero amor.

 

Desperté sudado y jadeando por el miedo. Aquella pesadilla resumía la situación en la cual me encontraba. Tenía sed, así que me levanté para buscar un vaso de agua en la cocina. La oscuridad me invadió, hasta que el miedo volvió a mi piel. Sentí un fuerte estruendo en la sala. ¿Qué había sido eso? ¿Acaso habían entrado a robar?

 

Temeroso me asomé por la puerta de la cocina y pude respirar tranquilo. Se trataba de don José Miguel, quien bajaba las escaleras con dos maletas grandes. Supuse que debía viajar a la capital y que su vuelo sería muy temprano. Suele viajar así que no me llamó demasiado la atención. Tomé el vaso con agua y me fui a dormir. A la mañana siguiente desperté por el grito despavorido de doña Cecilia.

 

-¡Desgraciado! ¡Hijo de puta! –gritaba la mujer, mientras rompía todo lo que encontraba en su cuarto.

 

Subí las escaleras impresionado por el arrebato de la mujer, quien siempre se había comportado educada. 

 

Como era de esperar, mi mamá estaba ya en el lugar, enterándose de todo el chisme.

 

-¿Qué pasó? ¿Se le partió una uña? -pregunté.

 

-Con todo lo que ha roto, yo creo que ya ni tiene... pero ese no es el asunto. Al parecer, su esposo se fue de la casa. Que la ha abandonado –

 

Ése si era un notición de verdad, la familia católica ejemplar al parecer no lo era tanto. 

 

-¿La habrá dejado por otra? –estoy seguro que le susurré a doña Carmen.

 

-¡Que no es por otra! ¡Es porque estamos en la bancarrota! –doña Cecilia salió de su habitación, y es que al parecer había escuchado todo lo que habíamos platicado.

 

-¿Cómo que en bancarrota? ¿Ya no tienen plata? ¿Por eso no me han pagado el sueldo? ¿Ya no me podrán pagar más? –mi mamá solo estaba interesada en el dinero.

 

-No tenemos nada, ya nos llegó la carta del banco para el desalojo de la casa. Nos van a quitar todo, no tenemos plata en las cuentas bancarias, ni otras propiedades, la firma de José Miguel está arruinada, no tiene clientes ni activos. No tenemos nada, si hasta mis joyas se las van a llevar los del banco –

 

La mujer gritaba desesperada y es que su vida estaba a punto de dar un vuelco estrepitoso, dejaría de ser rica, y justo en el momento en que debería tener el apoyo de su esposo, éste la abandona.

 

-¿Qué estás diciendo? ¿Todo eso es verdad, mamá? –Rafael apareció en al pasillo al escuchar los alaridos.

 

-Hijo, nos hemos quedado en la calle –abrazó a su hijo mayor para tener algo de consuelo. Por lo menos tenía a su familia.

 

-¿Esto es mi culpa? ¿Es porque terminé con Julieta y mi papá perdió como cliente a los De la Sotta? –el rubio se sentía culpable.

 

-No, hijo. Tu papá estaba haciendo malos negocios desde antes, los De la Sotta solo fueron los últimos clientes en dejar de contratarnos, la verdad es que todo el pueblo ya nos había abandonado desde antes. –

 

-¿Nos vamos a tener que ir de la casa? –apareció Olivia, ya estábamos todos en el segundo piso tratando de comprender lo que sucedía.

 

-Eso parece –fui yo quien tuve que responderle, y es que doña Cecilia solo tenía tiempo para Rafael. Como siempre ha sido.

 

Todos nos quedamos perplejos y es que nadie podía comprender a ciencia cierta qué nos deparaba el futuro. ¿Cómo íbamos a salir de esta situación? ¿Acaso este sería en el momento en que dejaría de vivir con los Eguiguren? ¿Me separaría para siempre de Olivia? ¿Y de Rafael? ¿Ya nunca más le veré?

 

 


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