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¡Pobre! por jotaceh

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Día 41: Se acabó 

 

Aunque uno trate de eludir las responsabilidades, éstas terminan acechándote sin compasión. Eso me sucedió con Joaquín. Le mentí varios días, diciéndole que estaba enfermo, que no podía ir a su casa para que nos juntáramos como novios. Y como ya eran varias veces, el chico pensó que era algo grave y no tuvo nada mejor que hacer que visitarme a la casa de mi abuela.

 

-¡Pablo! ¡Aquí hay un muchacho que dice que estás enfermo! ¡Ven a decirle que por marica no te vas a morir! –gritó mi abuela cuando abrió la puerta y se encontró con el castaño.

 

Mierda, que se daría cuenta que le estaba mintiendo y que estuve sano todo ese tiempo en que no quería verle.

 

Salí con mucho miedo de mi cuarto y caminé hasta la entrada. Mi corazón palpitaba sin parar, estaba tan asustado como si fuera a hacerle frente a la misma muerte.

 

-Hola...-dije tímido.

 

-¿Quieres que hablemos?- parecía apenado.

 

Asentí con la cabeza y salimos a caminar por el terreno de doña María, ahí donde corrían las gallinas y se mecían las plantas que tanto cuidaba por las mañanas.

 

-Sé que me has estado evitando...- pronunció de pronto, mientras recorríamos el lugar.

 

-Es verdad, no he estado enfermo... Tan solo que yo...-

 

-Quieres terminar conmigo, pero te da miedo porque piensas que voy a sufrir mucho y que voy a terminar con mi vida –no me miraba a los ojos.

 

-Tú me lo dijiste...-

 

-Lo sé, y me arrepiento, porque no te mereces eso...-

 

Me detuve en seco y es que nunca pensé que diría aquello. Lo miré fijamente a los ojos, mientras él hacía lo mismo. Había cierto dejo de tristeza en sus pupilas, aunque intentaba sonreír.

 

-No he estado bien y me he comportado como un imbécil. Quería retenerte porque pensaba que eras lo único que podría hacerme feliz, pero... fui muy egoísta y no me centré nunca en ti. Puedo seguir adelante, soy fuerte, no te preocupes por mí. Solo quiero que me perdones por todo el daño que te he hecho –

 

-¡No! Nunca me has hecho daño –me espanté con sus palabras.

 

-Sí, lo he hecho. No trates de ser buena persona. –tomó mis manos y me habló desde el corazón –Quiero que seas feliz, sé que eso no lo conseguirás a mi lado, y está bien, no puedo obligarte. Solo deseo que entiendas que no te retendré más y que eres libre para hacer lo que quieras... como siempre tuvo que haber sido –

 

-No quiero que estés triste...-es todo lo que pude decir antes de comenzar a llorar como un bebé.

 

-Yo me preocuparé de eso desde ahora, ¿ok? Si te hace sentir mejor, te prometo que me esforzaré por ser feliz –

 

Y le abracé con mucha fuerza. Sé que no era una despedida, pero sí el final de nuestra relación. Me encontraba desconcertado. Por una parte, estaba triste por lo sucedido, aunque me había deshecho de un gran peso que afligía mi alma desde hace un tiempo. 

 

El chico se marchó y me dejó solo en el patio. Me quedé contemplando el cielo y el destino que me deparaba ahora, que ya había dado un gran paso. Hubiera seguido con ello, sino fuera porque sentí un estruendo desde adentro de la casa. Entré para averiguar de qué se trataba.

 

-No estábamos viendo cómo cortabas con Joaquín –dijo mi mamá como si pudiera creerle.

 

-¿Y quién era ese? Yo pensaba que andabas con el rubio – mi abuela era más directa.

 

-Yo solo vine a la cocina por un poco de té –hasta doña Cecilia estaba allí. 

 

-Son un grupo de entrometidas – es todo lo que dije antes de meterme a mi cuarto.

 

-¿Entonces ya estás soltero? –Rafael estaba acostado en la cama.

 

-Eso creo... -

 

-Perfecto, entonces ahora sí podemos ser novios –

 

-¿Qué? Creo que necesito un tiempo para estar a solas y recapacitar todo lo que he vivido...-

 

-¿Quieres conocer otras personas? –

 

-Quizás...- en realidad bromeaba. Como si hubiese tanta gente en el pueblo.

 

-¿Y dónde vas a encontrar a alguien mejor que yo? –al parecer se había enojado.

 

-En todos lados...- quería molestarlo.

 

-No hablas en serio... Ahora ven y deja que te bese... Eres mío -¿cómo se le ocurre tratarme así? Como si fuera de su propiedad.

 

-Claro, mi rey...- y salté sobre sus piernas para que me besara.

 

Y esos fueron los besos más apasionados que nos hemos dado. Me abrazaba por la cintura con sus manos grandes y calientes, mientras jugueteaba con mi lengua y mordía mis labios a ratos. De vez en cuando podía sentir su erección debajo de mis piernas y eso me hacía encender como chispa en pasto seco. Ay mi Dios, ¿por qué somos tan ardientes cuando estamos solteros?

 

-Y tu primera vez... ¿dónde te gustaría que fuera? –

 

Me sorprendí ante su pregunta y es que nunca habíamos hablado claramente de tener sexo. Solo en bromas, y eso no cuenta.

 

-En realidad nunca me he imaginado dónde... Solo he querido que suceda...-

 

-O sea que si nos toca en el gallinero... ¿lo hacemos ahí? –

 

-¿Tienes un fetiche raro con las gallinas?- no entendía nada.

 

-Nunca entiendes... Sólo déjalo en mis manos ¿ok? –

 

-¿Dejar qué cosa? ¿Las gallinas? –ya me había enredado.

 

-Que no, encontrar el lugar indicado para que tengamos nuestra primera vez...-oh por Dios, oh por dios, que el rubio quería remojar su cochayuyo en serio.

 

Quise responder algo, tan solo que la garganta se me contrajo y nadie salió de allí. 

 

-¿Te colocaste nervioso? –

 

-¿Tú qué crees? Es obvio, es un paso muy importante...-

 

-Lo sé, para mí también... Estaba esperando a la persona indicada. Y te he encontrado... y tú a mí ¿verdad? – había entrado la duda en su cabecita.

 

-Siempre había esperado un moreno de dos metros con un pollón descomunal, pero tú también estás bien -¿Les pasa que al estar nerviosos, dicen la primera estupidez que se les cruza?

 

-Haré como si no hubiese escuchado nada y te preguntaré de nuevo... ¿tú quieres que yo sea tu primer hombre? –

 

-¡Es lo que siempre he querido! Si siempre he estado enamorado de ti- tuve que controlarme para decir la verdad.

 

-Genial... Entonces solo espera a que prepare todo –y me besó con pasión.

 

Ay chicos, que voy a perder la virginidad. ¿Pueden creerlo? Y no va a ser con cualquiera, sino que con el chico de quien estoy enamorado que, por mera casualidad, está bien sabroso. 

 

 


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