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¡Pobre! por jotaceh

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Día 45: Nuestra primera vez

 

Recuerdo cuando era pequeño, mi mamá tenía que hacer su trabajo en la casa de los Eguiguren, mientras intentaba cuidarme y a la vez ver la novela en la televisión. Desde esa edad supe que debía sacrificarse mucho para cuidar de ambos, porque siempre fuimos los dos juntos contra el mundo. Por eso, siempre intenté ayudarla, cooperaba en las labores de la casa, la cubría las veces que salía de parranda o le recordaba los mandados que le daba doña Cecilia. 

Y ahora que la veo tan cansada, intento que su estadía en la casa de mi abuela sea lo más amena posible. La pobre tiene que levantarse a las seis de la mañana para irse a trabajar, así que me levanto un poco antes para prepararle el desayuno.

-Aquí tienes un vaso con jugo de naranja, unas tostadas y un durazno en trozos -le ofrezco lo que tenía en la mesa.

-Si eres un sol, no sé qué haría sin ti -mencionó mientras se terminaba de abotonar la blusa, y a la vez, trataba de darme un beso en la frente.

-Siempre me ha llamado la atención lo atento que es Pablo contigo. ¿Cómo conseguiste que fuera tan maduro a su edad? -mencionó la mamá de Rafael, quien también se preparaba para salir.

-En realidad he tenido suerte, porque no he hecho nada especial con él -

-A mí me gustaría que mis hijos fueran así-

-Para eso, quizás, tuviste que haberlos criado tú y no haber relegado esa función en las empleadas -Carmen se quería vengar desde hace tiempo.

-Tome, también le preparé desayuno a usted. Sé que se está esforzando mucho -le mostré su comida a quien debería ser mi suegra, ¿no debería llamarla así? ¡Me sonrojo!

Pude ver un atisbo de pena en los ojos de la señora, antes de sentarse a la mesa y comer. 

-Creo que es la primera vez que agradezco tanto que alguien se preocupe por mí. Muchas gracias -mencionó la mujer cuando terminó, justo antes de marcharse a la faena y sin poder mirarme a los ojos debido a la conmoción.

Esa fue la primera vez que doña Cecilia me trató bien, y es que siempre había sido la jefa de mi mamá, la mujer que no quería que jugara con sus hijos, que siempre hizo una distinción entre los niños de la casa y el niño de la sirvienta.

 

Tras ellas, se levantó mi abuela, quien al parecer tenía que hacer un trámite en la plaza del pueblo.

-Me sorprende que hoy sí esté mi flancito. Me alegro que se hayan puesto la mano en el corazón y hayan pensado en esta vieja con hambre -

-Son tiempos difíciles. Recuerda que ellos no están acostumbrados a la pobreza, tener que controlar el hambre les es nuevo -

-Entonces que vayan aprendiendo rápido, porque se acerca el invierno y siempre golpea peor a los de abajo -

Luego de platicar, tomó su cartera y su sombrero para irse caminando. Era hora de prepararme para la escuela y despertar a los muchachos.

 

Íbamos caminando a estudiar, cuando Rafael me apartó un momento. Con voz baja me habló al oído.

-Dile a Olivia que vaya sola a clases, que después la encontramos en el recreo. Te espero en la casa...- no permitió que le respondiera, y es que se fue corriendo.

¿Qué estaba planeando?

-¿Por qué tengo que irme sola? No entiendo, si vamos al mismo lugar -Olivia insistía.

-Es que... bueno... Si esto fuera un fanfic de NCT.  Este es el momento en que Jisung y Chenle van a... bueno... jugar debajo de las sábanas -

-En la historia que leí el otro día, se lamían los penes y después Jisung le introducía la polla a Chenle. ¿Quién serás tú? -

-Ay Dios mío, espero que Chenle... no me gustaría.... am.... -y así me llenó de dudas, porque solo en ese momento me percaté que nunca habíamos hablado de nuestros roles sexuales. ¿Eran obvio o no?

Lo bueno es que la muchacha comprendió la situación, me deseó que tuviera suerte como uke y se marchó tranquila a clases, si al final quien se fue preocupado fui yo. No podía dejar de pensar que sería terrible llegar a casa y encontrar al rubio en cuatro patas sobre la cama, esperando a que llegara y lo penetrara. ¡Ah! ¡Qué terrible! Me acuerdo de esa imagen y me dan escalofríos.

Fui despacio, llegué frente a la puerta de la casa, respiré profundo e ingresé. Que sea lo que tenga que suceder, total, más se perdió en la guerra. 

Caminé hasta nuestro cuarto, estaba cerrado, por lo que giré la manilla e ingresé, y quedé impactado porque todo el cuarto estaba repleto de velas, las cortinas estaban cerradas y con la luz tenue sólo podía distinguir el cuerpo escultural de Rafael, con sus músculos trabajados, su porte de dios vikingo, y el bóxer que le cubría esa entrepierna que deseaba fuera de seme.

-¿Qué significa esto? Pensé que querías que fuera algo especial... Solo veo velas -

- Lo importante de hoy, no es el lugar, sino que la fecha. Hoy se conmemora un día muy especial -

Intenté hacer memoria, pero no podía encontrar ningún suceso relevante. ¿A qué se refería?

-Hoy, hace seis años, me hice mi primera paja - lo decía tan normal, sin inmutarse.

-¿Recuerdas esa fecha? ¿Es algo especial? -

-Claro que sí, porque mi primera masturbación fue pensando en ti, una vez que salí del baño y te vi limpiando la mesa. Te habías agachado y tu traserito estaba levantado. Tuve una erección tan dura, que tuve que entrar de nuevo al baño para poder jalármelo -

-Espera... si fue hace seis años, ¿eso significa que te calentaste con un niño de nueve? ¡Qué pedófilo! -bromeé, aunque estaba alegre, quería mi trasero, ¡era seme!

-Solo cállate y celebremos como se debe mi aniversario de paja -

Me tomó por la cintura y me besó tan apasionadamente, que sentí de inmediato cómo su pene se erectó con fuerza. ¡Qué cosa más grande estaba ahí abajo! Sus manos jugueteaban en mi espalda, hasta que en un momento se acomodó sobre la cama y al llevarme consigo, tomó mis glúteos de tal manera que con sus dedos poderosos podía tomar toda mi carne. 

Le besé con pasión, solo deseaba que me hiciera suyo, que me introdujera su carne caliente y me hiciera sentir tanto placer que jadeara anhelando que nunca acabara. Me sentía tan extasiado, que le mordí el labio inferior, para luego bajar por su piel hasta aquellos pectorales duros y grandes que coronaban una areola rosada, jugosa y ardiente. Al lamerla produje un gran estremecimiento en Rafael, tanto que sentí cómo su bóxer se mojaba.

-Espera... ¿Ya terminaste? - pronuncié sorprendido.

-Claro que no menso, solo que me tienes muy caliente-y debo reconocer que el que hablara de esa manera de su pene me ponía aún más ardiente.

Era el momento del premio gordo. Le bajé la prenda impregnada en líquido preseminal, y dejé en libertad al animal que tanto quería cazar. Este era el momento que había esperado con tantas ansías, me convertiría en un homosexual consumado, ya nunca más el niño marica, ahora sería el gran maricón.

Me relamí antes de llevar el glande a mis labios, le besé antes de abrir la boca e introducirlo a mi cavidad, succionándole con vehemencia. Estaba caliente y húmedo, aunque lo que más me gustó fue el hecho que con cada movimiento, Rafael se moría de placer. Era la primera vez de ambos y cada nuevo acto nos sorprendía y extasiaba.

Seguí con mis movimientos bucales, engulléndolo cada vez más profundo, aprisionándolo con mi garganta, sintiendo su sabor y deleitándome con su envergadura. Su cuerpo trabajado estaba sudado, sus músculos se contraían ante mi trabajo oral, y mientras tenía su miembro en mi boca, con mis manos acariciaba sus piernas gruesas, esas que parecían de piedra y que ansiaban menearse para embestirme. 

-Ya es suficiente...-mencionó, antes de tomarme por la cintura y levantarme. -Ahora comencemos con la parte de verdad -

Me abrazó por la espalda, mientras lentamente me quitaba cada prenda que llevaba puesta. Me besó el cuello, justo antes de juguetear con el lóbulo de mi oreja izquierda, para cuando estaba desnudo, su pene ya estaba preparado para penetrar mi carne virgen.

Al principio sentí dolor, y es que era demasiado gruesa aquella carne erecta que ingresaba en mí. Rafael era consciente de mi sufrimiento, por lo que se tomó con paciencia el momento para dilatarme. Poco a poco se abría camino, hasta que en un momento ya había logrado meterlo por completo. Jadeé de pronto tan fuerte ante sus intentos por embestirme.

-Tranquilo... Te va gustar -susurró en mi oreja, mientras ansiaba con todas sus fuerzas el poder hacerlo más duro.

Me mordí el labio inferior intentando soportar el dolor inicial, el que se fue disipando con el paso del tiempo y de las embestidas. Su falo entraba y salía de mí produciendo que un rayo transitara por toado mi ser, brindándome placer. Me sentía húmedo y un tanto débil, mis piernas apenas las podía sentir, aunque en cambio, sólo era capaz de centrarme en la carne ardiente que me invadía. 

Pronto, mi ser fue invadido por la esencia caliente con la cual terminó Rafael de penetrarme. Su semen se impregnó en mis carnes, mientras él cerraba los ojos y jadeaba exhausto, aunque con una hermosa sonrisa en su rostro. Había sido suyo, y él mío, nos habíamos unido como nunca antes, en un acto que fue hermoso para ambos. Así había sido nuestra primera vez.

 

 

 

 

 


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