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¡Pobre! por jotaceh

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Día 48: El viaje por el firmamento

 

-Tienes que apoyar a tu mamá, no se siente para nada bien -

Le comenté a Rafael sobre la conversación que mantuve con doña Cecilia. Quedé muy preocupado, por lo que preferí ser sincero con mi novio, y es que él como su hijo, puede ayudarla en este proceso tan difícil.

-¿Y qué puedo hacer? -

-Ser más amoroso con ella. Nunca te he visto diciéndole que la amas, o abrazándola. No sé, darle cariño... porque lo necesita más que nunca -

-Ella nunca ha sido amorosa con nosotros. De hecho, siempre nos ha dejado con las niñeras o con ustedes mismos. Siempre he sentido que no quiso tenernos, que se arrepiente de haber sido madre, aún más con Olivia -

-Deja eso en el pasado, ya no te sirve guardad rencor... Piensa que es la única madre que tendrás y ahora es cuando más te necesita. No la dejes sola -

-Intentaré acercarme... pero me va a costar mucho -fue sensato.

Estando todo el día en casa, pude meditar más profundamente todo lo que nos había sucedido desde que nos desalojaron de la casona Eguiguren. Pareciera como si todos, de una manera u otra, hubieran asimilado sus nuevas vidas. Rafael ya hasta ha hecho amigos en la escuela y llega tarde todos los días por jugar con ellos. Olivia intenta adaptarse a la enseñanza pública, donde no le dan prioridad por ser ásperguer, pero tiene algo con lo que luchar y la he visto concentrada en ello. Carmen está de poliamorosa y hasta mi abuela se ha encariñado con los recién llegados, como si ahora tuviera una familia numerosa.

Sin embargo, es Cecilia quien no ha podido asumir su nueva vida, y supongo que es porque nunca ha podido comprender ninguna de sus antiguas posiciones. Por lo que me dijo el otro día, jamás se ha sentido cómoda con las decisiones que ha tomado, y me hace sentido las palabras de mi novio, que quizás es verdad que ella no quería ser madre. ¿Acaso alguna vez estuvo enamorada de su esposo?

Me da pena que alguien como ella se haya conformado con una existencia miserable y que ahora, al perder lo único que le daba brillo: el dinero, se sienta completamente acabada, sin rumbo y perdida.

-No puedes ayudar a alguien que no desea ser ayudada... Imagínate que ni siquiera Rafa quiere acercarse. Creo que es un caso perdido, amigo -

Me junté con Julieta dentro de mi suspención, y es que hace tiempo que no nos reuníamos. Como suele hacer, me sorprendió con lo profundo de sus pensamientos, aunque no podía quedarme tranquilo sabiendo que no podía hacer nada.

-Ella tomó sus propias decisiones, y si no le gusta la vida que logró... es problema de ella. Solo Cecilia es capaz de revertirlo, y aunque tú le prepares un millón de desayunos con todo tu amor, si ella no se atreve a ser feliz... no lograrás cambiarle de parecer -

-Pero es que pareciera como si nadie quisiera tenderle una mano, y yo... yo quiero ser esa mano. Quiero sacarla de ese foso de tristeza, quiero verla feliz...-

-¿Por qué? Si siempre te vio como el hijo de la empleada, como el pobre muchachito pobre que debía estar alejado de sus hijos ricos -

Y eso me dolió, porque era verdad. Desde que tengo uso de razón, la señora hizo distinciones conmigo, unas tan notorias como que no podía usar la misma cuchillería que sus hijos, como si yo tuviera alguna enfermedad que pudiera contagiarles.

-Lo sé, y siempre me hizo sentir inferior, pero... tal vez no era con ganas. Quizás era su forma de llamar la atención, tal vez su alma pedía a gritos que la ayudaran, que estaba mal y que necesitaba que la socorrieran porque se estaba perdiendo, porque estaba cayendo día tras día a una oscuridad que le devoraba sin compasión -

-¿Y su esposo la escuchó? ¿Su hijos? ¿Sus padres? ¿Por qué tienes que escucharla tú? -

-Porque soy quien se dio cuenta... porque da lo mismo quién sea, porque podría haber sido una extraña, pero si tengo la posibilidad de ayudar a alguien que lo necesita... lo haré -

Y sin darme cuenta lloré en frente de mi amiga. No sé por qué, no entiendo por qué ocurrió aquello en ese momento, tan solo... me emocioné.

-Está bien, Pablo... solo quería entender cómo piensa una persona buena -

-¿Crees que soy alguien bueno? -

-La mejor persona que haya conocido... Míranos, yo también te hice mucho daño, y aún así vienes a visitarme a mi casa, a hacerme compañía, cuando ni siquiera las chicas que se hacen decir mis amigas son capaces de hacerlo. Eres alguien de corazón puro, y espero que nunca cambies eso -

-Wow, creo que nunca antes me habían dicho algo tan bonito -y abracé a la rubia, agradecido por ver en mí tanta luz.

Me fui tarde de su casa, ya había oscurecido y tuve que caminar entre las tinieblas por el camino de tierra hasta la casa de mi abuela. De pronto, sonó mi teléfono.

-¿Vas a llegar tarde de nuevo? -le pregunté a Rafael al otro lado del celular.

-Es que los chicos quieren ir a beber unas cervezas -

-¿Vas a beber? Pero si eres menor de edad...-

-No seas aguafiestas, Pablo... si me quedan días para ser mayor de edad... No me voy a demorar nada... -

-No te has acercado a tu mamá, ya habíamos hablado sobre eso y no me has hecho caso -

-Te prometo que hoy antes de acostarme le diré que la amo, ¿de acuerdo? -

-¿Me lo prometes? -

-Que sí, tontito... te lo prometo -

Seguí mi camino más aliviado, estaba seguro que la ayuda de mi novio iba a ser de gran provecho para sacar a su madre de aquella tristeza tan grande que la cegaba.

Cuando finalmente llegué a casa me encontré con las luces apagadas. Recordé que esa noche mi abuela iría a rezar el rosario a la iglesia y supuse que el resto la había acompañado, porque es muy buena para obligar a las personas a hacer lo que quiere.

Cerré la puerta de entrada y caminé hasta la cocina para presionar el interruptor. Las luces se encendieron y me dejaron a solas en la antigua casa de adobe. Miré a través de las ventanas, el campo se veía oscuro, como una gran extensión de un azul ennegrecido, y allá al fondo la luna comenzaba a surcar el cielo lentamente, entregando algo de plateado al cuadro lejano.

Suspiré antes de recordar que no había planchado la ropa de mi mamá, por lo que fui hasta su cuarto para buscar las prendas. Abrí la puerta y no tuve necesidad de encender las ampolletas, porque simplemente no quería ver aquella silueta.

No debía ser un genio para comprender que la sombra que se extendía desde el techo y que se mecía lentamente se trataba de Cecilia, que había tomado la peor de las decisiones y que yacía muerta con una soga en el cuello, muerta por sus propias acciones.

Caí al suelo descompuesto, mi estómago se revolvió y mi cabeza se sentía pesada, las manos me tiritaban y un fuerte sabor metálico invadía mi boca. Quería encontrar una explicación, una razón que me hiciera entender por qué fue tan cobarde, por qué no había seguido luchando y prefirió acabar con su vida. Sin embargo, no soy quién para juzgarle, no podía ser otro detractor más aun cuando ya no estaba en este mundo. No, ya no cabía la posibilidad de seguir maltratándola, ahora solo debía compartirle tranquilidad, amor infinito y la seguridad que cuidaré de todos aquellos a quienes amó.

-Mamá...-llamé a Carmen, solo que mi garganta no me dejó continuar.

-¿Qué sucede, hijo?... ¿Estás llorando? Papito, ¿qué pasó? -

...

-Ok, iré de inmediato - es todo lo que respondió después de haberle contado lo sucedido entre sollozos.

Tuve que salir de la casa y esperarlos sentado en el patio. Miraba fijamente el cielo, como si quisiera buscar su camino, como si lograra identificar el rumbo que estaría dando su alma hasta el más allá. Quizás quería despedirme, verla una última vez y disculparme por haberme dado cuenta de su tristeza demasiado tarde.

-Le prometo que no volverá a suceder... que para la próxima vez, me daré cuenta antes que alguien está sufriendo -le hablé a Cecilia a través del firmamento.

Para mi desgracia, el primero en llegar fue Rafael. Supuse que mi mamá se demoró en el pueblo hablando con la policía y con el hospital.

-No tomé tanta cerveza, te lo prometo- llegó riendo el muchacho, todavía no se había enterado. -¿Por qué estás afuera? ¿Me estabas esperando para regañarme? -

Me dio un beso en la boca mientras bromeaba como era costumbre. Estaba feliz y es que al parecer el alcohol se le había subido a la cabeza.

No quería dañarle, era lo último que quería, pero no podía ocultarle la verdad. Lloré, me deshice en llanto justo cuando el rubio quiso abrir la puerta para ingresar.

-No entres.... Por favor, no entres... No te mereces verla así -

-Pablo, me asustas... ¿qué sucedió? ¿por qué estás llorando? -su semblante cambió de inmediato -¿Qué le sucedió a mi mamá? -y por instinto, supo la verdad.

No pude pronunciar palabra alguna, solo le abracé con fuerza mientras mi amado caía rendido al suelo. Su madre se había quitado la vida, su cuerpo seguía colgado en su cuarto. Y la crueldad se apoderó de aquella casa, de aquel monstruo que quería devorar la pobre alma de mis niños. ¿Cómo se lo iba a explicar a Olivia?

Abracé con todas mis fuerzas a Rafael, lo invadí con mis brazos y lo refugié con mi pecho. Hubiera dado mi vida sin pensarlo en ese instante para evitar que sufriera de esa manera. 

 


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