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¡Pobre! por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!

 

Espero que estén muy bien y que su salud también lo esté. Cuídense mucho por favor!!!

 

Los quiero!

Día 62: Su decisión

 

-¿Estás bien? –

-¿Te acuerdas del moreno que llegó hace un año a trabajar al pueblo? –

-¿De qué estás hablando? –

-Que me siento mejor que cuando me acosté con él. ¡Por dios que dolor de piernas! –

-Mamá, que te encontré sangrando en el baño… el doctor ya me dijo todo, ¿por qué lo hiciste? –

Después de un par de horas Carmen despertó, por suerte no fue nada grave y se quedó en observaciones luego de la intervención médica. Sé que quería hacerme creer que nada había ocurrido contando esa anécdota, pero yo no había olvidado lo que había ocurrido, seguía preocupado por la decisión que había tomado.

-No tenía otra opción. Cuando me enteré se me vino el mundo encima. ¿Te imaginas tener un hijo en estas circunstancias? Apenas podemos comer nosotros y, además yo estoy muy vieja, tendría que dejar de trabajar ¿y qué haríamos? ¿De dónde sacaríamos dinero? –

-¿Por eso lo abortaste? –

-Me conseguí las pastillas con una amiga del trabajo y pensaba que nadie se enteraría, pero… mi cuerpo ya no es como el de antes –

-¿Qué me quieres decir?... ¿Ya lo habías hecho antes? –

-Pablo… quizás eres muy joven aún, pero la vida es muy difícil y nosotros… somos muy pobres, apenas y tenemos para comer ¿me entiendes? Por favor hijo, no quiero que me veas como un monstruo… No me juzgues por favor. Tú no, que estoy segura que todo el mundo lo hará –

La vi llorar, y me partió el alma comprender que todo este tiempo siempre estuvo sola, tanto que se acostumbró a tomar este tipo de decisiones sin decirle a nadie, sin pedir ayuda ni apoyo. Quizás cuánto dolor llevaba acumulado, callando y llorando a escondidas para no preocupar al único hijo que decidió tener.

-¿Y por qué no hiciste lo mismo cuando quedaste embarazada de mí? –

-Porque él me amaba, o eso pensé. Era adolescente, iba al colegio todavía y creía en las mentiras de los hombres. Imaginaba que se quedaría a mi lado, que formaríamos una familia y que todo sería como en los cuentos de hadas –

-¿Mi papá? Creo que es la primera vez que me hablas de él –

No es que nunca haya tenido curiosidad, tan solo que después de años preguntándole por el hombre que ayudó a procrearme y recibir siempre la misma respuesta “yo soy tu papá y tu mamá”, perdí la paciencia y entendí que nunca me lo revelaría.

Hubiésemos seguido conversando, sino fuese porque en ese instante ingresó Cristián, quien, con el cabello bien peinado, usando un traje que le quedaba grande, una corbata anticuada y un ramo de flores en la mano, se acercó a Carmen para demostrarle lo mucho que se había preocupado.

-Amor, pensé no volvería a verte nunca más –se enteró hace media hora y supongo que fueron los treinta peores minutos de su vida.

-Pequeño, creo que no es el momento para que hablemos –

-¿Qué? ¿Por qué? ¿No entiendes que te amo? En realidad, quiero vivir contigo, eres el amor de mi vida… Averigüé y si tengo la aprobación de mis papás, nos podemos casar. ¿Qué piensas? –se arrodilló quedando a la altura de la camilla, para ofrecerle las flores y pedirle matrimonio. El pobre ni siquiera se podía imaginar que ella estaba ahí porque ha abortado al hijo que él ayudó a fecundar.

-No te amo –fue directa, tanto que hasta a mí me dolió.

-Eso es mentira –

-¿No te has visto al espejo? Tienes la misma edad que mi hijo… ¿Cómo podría enamorarme de ti? Solo fuiste un juego, como todos los hombres con quienes me acuesto. Espero que hayas aprendido bastante de una mujer mayor como yo, pero… ¡por dios! Búscate a una chica de tu edad –

La conozco, y sé perfectamente que Carmen no es cruel y no diría ese tipo de palabras por cualquier razón. Quería alejarlo, que no esté cerca de ella. Podía contemplar en su mirada la vergüenza que sentía por haber hecho lo que acababa de cometer.

-¡Yo también te amo y he sufrido mucho! –Lo que faltaba, Emilia también entró gritando.

-Ninguno de ustedes es familiar y entra como si nada –la señora María llegó alegando como suele hacer.

La pieza era pequeña y se estaba llenando de gente con distintas intenciones, aunque el último visitante fue el peor, porque sus razones eran malévolas.

-Señora Soto, vengo a presentar constancias del delito que cometió – un policía mayor, con bigote y panza de alcohólico entró mirándonos a todos en menos, y a mi madre peor.

-¿Delito? ¿Qué hizo mi hija? –

-El aborto es un delito según nuestras leyes actuales, solo puede efectuarse en circunstancias especiales. Y me temo que la señora no estaba en alguna de ellas, por lo que cometió una trasgresión y tendrá que pagar por eso –

-¿Aborto?... ¿De qué está hablando este caballero? ¿Carmen? ¿Estabas embarazada? –Cristián no podía creerlo, se había enterado de la verdad de la peor forma posible.

-Ella está muy débil, ¿no puede venir más tarde? –tuve que intervenir y es que la situación se había puesto aún peor.

¿Qué hubiera ocurrido si el policía se entera que tanto mi amigo como Emilia han mantenido relaciones con Carmen? Ambos tienen quince y eso significa que no tienen edad para consentir el sexo con un mayor de edad. No quería que mi mamá tuviera más problemas, además del aborto, por pedofilia.

-Yo la veo despierta –

-¿No puede tener un poco de respeto? El pueblo es pequeño, creo que no le será difícil encontrarla después – me puse en frente del hombre, quien a regañadientes decidió irse para volver luego.

Cerré la puerta y es que ya habíamos muchos en el cuarto, no quería que siguiera entrando más personas con sus problemas.

-¿Era mi hijo? ¿Por qué no me contaste? Yo hubiera querido tenerlo – Cristián seguía con su indagatorio.

-Es un pecado, mataste a un inocente. ¡Arderás en el infierno! –gritaba mi abuela.

-No puede ser mío ¿verdad? –Emilia, bueno… siempre le fue mal en biología.

-Será mejor que se vayan, ¿sí? –miré a los tres.

-¿Por qué lo hiciste? ¡Yo te amaba! ¡Qué egoísta eres! –el moreno comenzó a gritar y enjuiciar a mi mamá.

Al escuchar sus palabras y ver el rostro de esos tres, me enfadé como hace mucho no me ocurría. ¿Quién se creía ese imbécil? No aguanté más, me paré en frente de Cristián y le pequé en toda su cara de idiota.

-¿Acaso lo ibas a parir tú? ¿Lo ibas a tener adentro nueve meses? ¿Tú lo ibas a alimentar? ¿Ibas a comenzar a trabajar para mantener a tu nueva familia? ¿Acaso no te importa en nada la decisión de mi mamá? ¿Acaso crees que lo hizo riéndose, por gusto? ¿No ves lo mal que está? Ya tiene suficiente de todos ustedes, así que ahora dan media vuelta y se largan de aquí. ¡Y ni se les ocurra volver a tratarla mal! Porque soy capaz de cerrarles la boca, sin importarme si son mis amigos o mi propia abuela. ¡No se vuelvan a meter con ella! –

Y con la sangre hirviendo los empujé para sacarlos del cuarto y dejar por fin descansar a Carmen. Respiré hondo y me volví a sentar a su lado. Tomé su mano y le besé en la frente.

-Todo va a estar bien, yo te voy a ayudar. Solo… no vuelvas a quedarte callada si tienes un problema. Yo siempre te voy a apoyar, sea lo que sea no te voy a dejar sola –

Lloró mucho rato, mientras la abrazaba e intentaba que se calmara. No estaba bien, era obvio y es que lo que hizo no era sencillo, supongo que para ninguna mujer lo es. Fue su decisión y no la juzgo, ya bastante tiene con sus propios pesares.

 

 


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