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¡Pobre! por jotaceh

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Día 66: Ser o no ser

 

Ricardo se enteró de lo sucedido con su esposa, por lo que me pidió que nos juntáramos. Me fue a buscar a casa y es que me daba miedo toparme con esa loca. Ya no tendría la protección de Emilia y me pegaría como mamá enseñando las tablas de multiplicar.

-Qué bueno que pudiste venir por mí –es lo que le dije al subirme a su auto.

-Lo siento, no quería que Sara se enterara –el nombre de esa desquiciada.

-¿Y qué vas a hacer ahora? Parece que no le gustó mucho la idea –

-Ella desde hace mucho que sabe de mis gustos, por eso la he dejado tener todas las aventuras que ha querido. No comprendo que ahora tenga la desfachatez de hacerme una escena de celos, cuando es la primera vez que lo hago –

-¿No has tenido nunca antes una aventura?-

-No, tú serás mi primer hombre – y al escuchar esa frase me recorrió unos escalofríos por todo el cuerpo.

Aquella oración sonó como si yo fuera el empotrador, el macho que iba a quitarle la virginidad a ese caballero. ¿En qué me estoy metiendo? No, debió ser un mal entendido, no creo que se haya referido a eso.

-Yo no quiero tener problemas –

-No me dejes ahora, por favor, nunca había sido tan feliz antes –me tomó de las manos y me miró fijamente a los ojos.

-¿Y qué haremos con Sara? –

-No te preocupes, yo me encargaré de esa perra –quedé aún más impresionado con ese trato. ¿Qué le pasó al sujeto recatado?

Esa tarde paseamos por sus campos, viendo las plantaciones y sintiendo el calor del sol. La primavera estaba trayendo las flores que pronto entregarían los frutos que produce su hacienda. Le veía hablar con sus trabajadores y era todo un macho, con voz ronca y respetable, eso me estremecía, aunque no podía sacarme de la cabeza lo que me había dicho antes. Esto de ser tan inexperto en relaciones me hace romperme la cabeza con sandeces.

Cuando el sol se puso en la cordillera, me fue a dejar a mi casa. Estacionó en frente y antes de bajarme, me besó apasionadamente en la boca. No, ese beso no era de un tipo que quisiera que le folle, aunque... ¿eso estaría mal?

Entré a mi casa haciéndome una pregunta que antes no existía en mi interior. Si me gustan los hombres ¿necesariamente tengo que ser el que recibe la penetración? ¿Cómo Rafael? Aunque él es más bisexual, igual podría gustar de ser penetrado. ¿Por qué siempre he tenido tan claro mi rol si no he experimentado nada más? ¿Y si realmente Ricardo quisiera ser pasivo?

-Cuántas dudas hay en tu cabeza, niño. No arrugues tanto la frente que te quedará marcada –mi abuela me vio preocupado.

-No es nada...-

-¿Con quién andabas a estas horas? –se había demorado doña María en hacer su interrogatorio.

-Con un amigo –

-¿Y desde cuándo tienes amigos con un auto tan caro? Dime la verdad, ¿en qué estás metido? –

-¿Qué está pasando por tu cabeza? –

-Acaso... ¿eres prostituto? –

-¡¿Qué?! –grité al no dar crédito de lo que estaba pensando. ¡Que solo tengo quince!

-Déjala, también pensaba eso de mí a tu edad –apareció mi mamá a defenderme.

-Y no estaba muy lejos de la realidad – respondió ofuscada la anciana.

-Esperen, esperen. ¿Ustedes dos no se estaban llevando mejor? –durante la recuperación de Carmen ambas eran las mejores amigas y es que doña María había comprendido lo cruel que había sido.

-Sí, nos llevamos mejor. Todo lo que nos decimos es con amor –

-Vaya manera... - supongo que todo vuelve al mismo lugar siempre.

No seguí discutiendo con la anciana, por lo que me fui a mi cuarto a pensar en todo eso de los roles. Al otro día me tenía que levantar temprano para ir al colegio.

 

 

-Miren, es el amante de Ricardo –

-Qué vergüenza que siendo tan joven ande rompiendo matrimonios –

-¿Qué más esperabas? Si es el hijo de Carmen –

Son algunas de las conversaciones que pude escuchar de las personas que me veían de pies a cabeza mientras caminaba rumbo al colegio. Cuando pasé por la plaza, todo empeoró y en un punto sentí que todo ser vivo allí me observaba enjuiciándome, hasta los perros y los pájaros.

-Parece que te volviste famoso –fue la forma en que Emilia me saludó. Nos encontramos a una cuadra de la escuela.

-Le he robado el puesto a mi mamá, ella ha vivido esto por muchos años –

-Lo que se hereda no se hurta –típica frase de campo.

-Pero no me duele. Digo, siempre he caminado con mi mamá y he sentido este tipo de miradas. Antes me daba miedo que me enjuiciaran por creer que era gay, pero como ahora ya es sabido, no me afecta en lo más mínimo. He aprendido que la gente siempre querrá hablar de algo y si no les das tema, lo van a inventar de todos modos –

-Entonces, ¿por qué te ves tan complicado? –

Me quedé en silencio un momento y es que dudé si debía confiar en ella, más que mal apenas hemos vuelto a ser amigos y no sé si puedo fiarme de su fidelidad.

-Lo que sucede es que...-

-¿Por qué todos te están mirando? –de pronto apareció en nuestro camino Julieta, quien iba rumbo a su colegio privado.

-¿Tú por qué crees? ¿No has hablado con tu mamá? –le pregunté sorprendido.

-Lo sé, todos están hablando de la pelea del otro día. ¿Te hizo algo? –

-Yo lo defendí –Emilia se sentía orgullosa.

-Ah, ¿entonces eras tú la niña mono? Mi mamá te odia, le arrancaste todo un mechón de pelo en frente –

-¿Y a ti eso no te afecta? ¿No la apoyas? –interrumpí y es que me llamaba mucho la atención.

-A ver, hice un trato con mi papá y lo respeto, pero, además, desde niña he visto sus romances y no entiendo por qué ahora se altera tanto con lo suyo. Prefiero ser imparcial y no involucrarme, ambos son importantes para mí –

-Bueno, tampoco es que tenga algo serio con Ricardo... y eso, es de lo que iba a hablar con Emilia –

Nos detuvimos. Ellas dos se colocaron en frente interesadas en lo que les iba a decir. Al parecer estaban sedientas del chisme.

-Lo que sucede es que ayer él me dijo algo que me dejó pensando. Mencionó que quiere que sea su primer hombre, y está bien, no me molesta el hecho de ser el primero –

-Te molesta el hecho de ser hombre –la castaña intervino.

-¿A qué te refieres? ¿Quieres ser mujer? –la rubia no comprendió.

-Es que con Rafael siempre supe que sería pasivo, y bueno... ahora no sé qué es lo que quiere Ricardo –

-Ay, no me imagino a mi papá en cuatro con una verga en su....- Julieta tiritaba al imaginarlo.

-Tiene su morbo, yo si hubiera tenido pene hubiera penetrado a Carmen –

Los tres nos quedamos mirando en ese instante.

¡Mierda! ¿Qué manía tenemos en el pueblo con los padres de nuestros amigos? Emilia con mi mamá, yo con el papá de Julieta, Cristián con mi mamá también. ¿Qué viene ahora? ¿Joaquín con la mamá de Julieta? ¿Qué será de él? Hace tiempo que no le veo.

-En fin... el punto es que no sé si quisiera hacerlo de ese modo. Digo, tengo un pene y supongo que podría penetrar a otro hombre, pero... ¿eso me gustaría? –

-Ay lo siento, creo que no puedo darte consejos respecto a eso. Estamos hablando de mi papá –Julieta seguía traumatizada con la idea.

-Cógetelo. Ponlo en cuatro, ábrele las nalgas y fóllalo, solo así podrás saber si te gusta o no –Emilia fue tan explícita que casi logra que Julieta se desmaye.

-Como que sí ¿no? – me quedé igual de perdido que la rubia.

Supongo que es lo mejor, voy a tener que experimentar para saber la verdad. Aunque, ¿qué es lo que quiere Ricardo?

 


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