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¡Pobre! por jotaceh

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Día 72: La reacción de los padres

 

-Necesito que estés a mi lado cuando les cuente a mis papás –me dijo Julieta el otro día mientras hablábamos en la plaza.

La rubia tuvo antojo de helado, así que fuimos al centro del pueblo para comprar unas paletas. Las saboreábamos sentados en una banca, rodeado de toda esa gente que ha salido de sus casas gracias al buen tiempo. De pronto, regresó el tema central que nos ha preocupado estos últimos días. Pronto el embarazado comenzará a notarse y sus papás tienen que enterarse por su boca, no por la barriga. Que no va a poder fingir estreñimiento por tanto tiempo.

-¿Estás segura? No creo que sea una buena idea –

-No voy a poder sola, contigo a mi lado me sentiré más segura –

-Claro, porque no te tomarán en cuenta. Si van a estar interesados solo en descuartizarme. ¿Se te olvida que ambos me odian después de lo que sucedió? –

-Pablo, porfa. ¿Me harías ese favor? – puso su cara de cachorro apaleado y no pude decirle que no.

Así terminamos nuestras paletas y nos dirigimos hasta la casa de los de la Sotta.

-¿Y tiene que ser ahora? – se arrepintió al estar justo a punto de entrar.

-No quiero estar días imaginando lo mucho que me odiarán de verme allí de nuevo. Quiero pasar por este momento tan dramático lo antes posible, ¿entendido? –

Ella abrió la puerta, ambos tragamos saliva y nos preparamos para la que sería una batalla de tintes históricos. Estábamos seguros que correría sangre, miembros serían cortados y pinturas serían elaboradas para retratar la masacre.

Para nuestra suerte, sus papás estaban sentados en la sala. Él leyendo un periódico, sentado y en posición masculina, mientras que ella bordaba una rosa sin una verga en su boca. Si parecían la pareja perfecta, tan solo que yo conocía cómo eran ambos realmente y distaba mucho de esa imagen de revista de socialité que proyectaban.

-Padres, necesito hablar con ustedes –la rubia fue muy educada, tan solo la reacción de ambos adultos no fue del mismo modo.

-¿Por qué trajiste a ese hijo de puta? No es bien recibido en nuestra casa –Sara fue la primera en estallar.

-Ese demonio que intentó engañarme para llevarme al infierno. Quiso convertirme en homosexual, que táctica más despreciable –hablaba la Ricarda, muy cínica la yegua, como si no recordara que se quería sentar sobre mi pito.

-Primero que todo, lo que quiere decir su hija no tiene nada que ver conmigo, yo solo vengo para darle apoyo, porque ustedes son tan malos padres que no la han cuidado ni mucho menos educado como corresponde –

-¿Cómo que no hemos sabido educarla? La hemos criado como una señorita de bien, piadosa y devota, todo lo que un hombre busca en una esposa –la vieja parecía sacada del siglo pasado.

-Si fueran buenos padres le hubieran hablado de sexo y que es importante la utilización de métodos anticonceptivos, para que no sucediera lo que pasó. Si fueran mejor ella ahora no estaría…-pero me detuve, les prometo que casi cuento toda la verdad.

Mi amiga me observó extrañada, creo que me había equivocado bien feo.

- ¡No, esto no puede ser verdad! ¡A esta edad no! –Ricardito el machito gritó como vieja en concierto de Julio Iglesias.

-Papá, yo te puedo explicar –

-¿Perdiste la virginidad? – creo que alguien es un poco lento.

-¡Que está embarazada, pedazo de travesti mal hecho! –creo que Sara no le tiene buena a su esposo. Y la entiendo.

-Fue un accidente, pensé que no me ocurriría, pero… -

-Tienes que abortar, no vamos a manchar tu reputación. Así no vas a conseguir esposo jamás –la madre era tan cruel, que hasta me dejó sorprendido.

-Mamá, quiero tener este hijo. Dios lo querría –

-Me importa un carajo que la virgen de mierda le haya puesto los cuernos a su esposo y con eso haya creado toda una religión de mierda. Mañana vamos a la clínica de la ciudad para que te traten eso y punto, eres mi única hija y vas a tener un marido decente. No como yo, que tuve que conformarme con éste –

-A ver señora. Primero, con la virgencita María no se meta. Y segundo, usted no puede decidir por Julieta. Ella sabe perfectamente que todo será muy difícil, en especial porque este pueblo es un infierno con los chismes, pero aun así quiere seguir con su embarazo y usted no puede decidir sobre su cuerpo –me dio tanta rabia lo que dijo, que tuve que defender a mi amiga.

-Tú no te metas, que no has hecho otra cosa que pervertirla. Antes era una señorita, pero llegaste tú a quitarle el novio y meterla en ese mundo de delincuentes. Si no fuera por tu influencia, nada de esto hubiese ocurrido –

-¿Yo una mala influencia? ¿Y usted qué? Si no hay pico que deje parado, es una obsesa sexual y ni hablar de su esposo, que es un marica reprimido que anda buscando jovencitos para experimentar –no me iba a quedar callado.

-Mientras Julieta viva en esta casa, hará lo que yo le diga –

-Muy bien, entonces me iré, porque este niño que llevo dentro será mi hijo. Te guste o no, no voy a abortarlo – por fin mi amiga alzó la voz y le respondió a su pésima madre.

-Pues muy bien, vete y haz lo que quieras. Algún día volverás arrepentida, cuando estés cansada de la miseria. Tener un hijo es complicado, imagínate ahora que no tendrás nuestro dinero –

Subimos al segundo piso para recoger sus cosas e irnos. Escuchábamos desde lejos los gritos coléricos de su madre que señalando que le deseaba lo peor, que estaba cometiendo un error y que se reiría en su cara si la ve mendigando en las calles.

Cerramos la puerta de su habitación para poder empacar la ropa, pero Juli comenzó a llorar de inmediato. La consolé con el calor de mis brazos.

-¿Qué voy a hacer ahora?-

-Irte a mi casa, supuse que era obvio –

Tenía que ayudarla, no tiene más amigos y no puede confiar en su familia. Estoy seguro que mi mamá estará de acuerdo, porque ella pasó por lo mismo. Aunque la que me da miedo es mi abuela, no sé cómo reaccionará.

Salimos de la mansión escuchando todavía los gritos de Sara, pero al recibir el viento del atardecer, pudimos sentirnos un poco más libres, lejos de aquella amenaza que parecía se había convertido la madre de mi amiga.

Llamé a Roberto para que nos ayudara con las maletas.

-¿Qué pasó? –fue lo primero que me preguntó el muchacho tras darme un beso en la boca.

-Juli está embarazada y prefiere irse de la casa, porque su mamá quiere que lo aborte –le susurré.

-Mierda, justo ahora –

-¿Por qué reaccionas así? –me sorprendió.

-Es que me acabo de enterar que el Kevin se fue del pueblo. Sus papás lo andan buscando –

-Genial, el padre de mi hijo es un puto cobarde que huyó. El muy desgraciado – Julieta no podía sentirse peor.

-Ánimo, lo bueno de tocar fondo, es que sabes que no puede caer más abajo – y no debí decir eso, porque en ese preciso momento pasó un camión a toda velocidad y no llenó con el polvo de la calle. Quedamos como monstruos de arenas.

El resto del camino nos fuimos callados, con las maletas en las manos, sucios y con esa sensación en el pecho que te alerta que debes buscar un poquito de felicidad, porque tus niveles de alegría están muy bajitos.

El sol se escondía entre las colinas, tiñendo las nubes de un tenue rosado. A lo lejos las vacas mugían y las cigarras salían a trabajar, chirriando alborotadas. Creo que esa caminata es lo que más recuerdo de esa tarde, como esas postales que guardas en tu cabeza para rememorar los momentos importantes de tu vida.

 

 


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