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¡Pobre! por jotaceh

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Día 85: Es una niña.

 

Me quedé en shock y no supe cómo reaccionar. Julieta había entrado en labores de parto y en lo único en lo que podía pensar es que ya se había arruinado la cita. ¿Y el helado qué, estúpida? ¿Cómo se le ocurría parir justo en ese momento?

Sin embargo, la situación fue salvada por Federico, quien en un acto heroico se dedicó a atender a la parturienta, mientras le gritaba a la gente que se había reunido a nuestro alrededor, para que avisaran al centro médico al otro lado de la plaza. Ya saben, es un pueblo tan chico que todo está cerca, por eso se grita tanto, no es necesario llamar por teléfono para hablar con la gente.

Seguí la camilla que se llevó a mi amiga y me quedé en la sala de esperas para conocer su estado. ¿Y saben lo mejor? Es que el rubio también lo hizo, ni siquiera habían platicado y, aun así, se comportó como un mejor papá que el mismo Kevin, que fue quien puso la semilla dentro de Julieta. Y por semilla me refiero a la verga.

-Ya es tarde, será mejor que te vayas a tu casa –le dije al ver el reloj y darme cuenta que eran las nueve.

-Ya no puedo, el último bus salía a las ocho, así que me tendré que quedar aquí –

-¿Cómo? ¿No viniste en auto? –digo, debe tener plata como para tener un carro.

-No, en mi casa no tenemos un auto, con suerte podemos pagar la cuenta del agua –

-¿Qué? Pero… pero… eres rubio… y tienes los ojos azules –algo no me cuadraba.

-¿Y eso qué significa? ¿Acaso pensaste que era rico? –

-¿Yo? No… ¿cómo se te ocurre? Nunca sería tan prejuicioso…-mierda, que me había equivocado.

A medianoche, los doctores recién salieron del pabellón y nos dieron la noticia que había nacido la hija de Julieta.

-¿Cuál de los dos es el padre? –preguntó el médico.

Ambos nos miramos un rato, y es que no sabíamos qué responder.

-Yo… y él es su hermano. ¿Podemos pasar a verlas los dos? –tuve que improvisar, y como ambos eran blanquitos, los hice pasar por familia.

Las niñas estaban en la sala común, junto con otras madres. Entramos sigilosamente y es que por la hora ya todas estaban dormidas. Susurramos en todo momento, intentando no causar ruidos.

-Juli, ¿cómo estás? ¿te dolió mucho? –fue la forma en que saludé.

-Te prometo que no vuelvo a tener sexo en mi vida…- sí, le había dolido.

-Analmente nunca vas a quedar embarazada –di mi respuesta, a lo que Federico me quedó mirando extraño. Maldito campesino retrógrado.

-No sé quién eres, pero me ayudaste mucho. Voy a estar eternamente agradecida contigo por esto –la rubia se hacía la coqueta con el chico de Tinder.

-No hay de qué, cualquiera hubiera hecho lo mismo en mi lugar –

En ese instante me sentí un estorbo, y es que ambos se miraban con intensidad, como si mi plan realmente hubiera funcionado.

-Sí, bueno… ¿y cómo está la niña? –interrumpí su momento romántico para acercarme al bulto que estaba en el pecho de Julieta.

-Mi hija nació fuerte y muy sana. Todo salió bien, así que en uno o dos días más nos darán el alta –

Quise verle el rostro, por lo que aparté las telas que la envolvían y me sorprendí al ver una cabecita de carne rosada.

-Ay, pero qué linda es… yo ya pensaba que iba a salir toda negrita –

-Pablo, para estar tan tostado eres bastante racista… pero sí, mi niña salió igual a su madre –solo era un comentario, tampoco era para que se enojara.

La visita no duró mucho, porque las enfermeras nos pidieron que nos retiráramos.

-Yo me voy a mi casa ahora. Ven conmigo, al final te quedaste varado en El Sauce por nuestra culpa –le dije a Federico, ofreciéndole alojamiento.

-¿Sí? ¿No te incomodaría? –era guapo y bastante educado.

-Claro que no, es lo mínimo que puedo hacer. Además, así también conoces la casa de Julieta –

-¿Ustedes viven juntos? ¿Qué relación tienen ustedes dos? –luego de saber que la chica estaba bien, recién en el momento de irnos, el muchacho decidió preguntar sobre mí.

Me quedé callado un momento y es que no sabía si contarle la verdad. Prometo que al principio quise ser escueto, tan solo que el camino hasta mi casa es muy largo y para rellenar, tuve que contarle toda la historia.

-…por eso, Julieta se vino a vivir a mi casa. No se ha vuelto a hablar con sus padres, ni con el novio, que es el padre de su hija – estuve veinte minutos contándole sobre su vida de rica, su relación con Rafael, nuestra enemistad, lo puta que es su mamá, lo maricón que es su papá, y cada detalle que me haya acordado. Creo que con sueño me vuelvo más parlanchín.

-Entiendo. Supongo que se sentía sola y por eso se metió a Tinder –comentó tiernamente. Si es tan ingenuo.

-No, ese fui yo. Es que la vi muy sola y quise conseguirle un novio. De hecho, hablaste todo este tiempo conmigo –

Al escuchar mis palabras, Federico se detuvo en seco. Ya estábamos cerca de mi casa, a lo lejos se escuchaban los grillos y la luz de la luna era todo lo que nos alumbraba. Me quedó mirando un tanto enfadado.

-¿Qué es esto? Yo no soy gay, que te quede claro –

-¿Qué? ¿De qué mierda hablas? Llevé a Julieta a la plaza para que la conocieras. Nunca lo hice con la intención que me conocieras a mí. No eres mi tipo… -eso último era mentira, porque para ser sinceros, está bastante ricolino.

-Ok, espero que haya sido así –seguimos el rumbo.

-¿Entonces no te molesta? –

-Creo que he tenido el día más extraño de mi vida, pero… si lo pienso mejor, es una linda forma de conocer a una chica. Sería divertido contarles a nuestros nietos la forma en que conocí a su abuela –oh por Dios, ¿de qué siglo viene este chico? En fin, es romántico y es lo único que me importa.

Parece que mi plan había salido extrañamente bien, Federico sí estaba interesado en Julieta, aún después de saber que yo estaba detrás de todo, y especialmente, después de haberla visto toda mojada, tirada en el suelo, gritando como loca. Si esto no es amor a primera vista, no sé qué será.

-¡Hola! ¡Ya llegué! –grité al entrar a casa.

Llamé a mi mamá cuando ingresaron a Julieta a pabellón, así es que ambas mujeres sabían lo ocurrido. Y supongo que, por eso, estaban despiertas tan entrada la noche.

-¿Cómo está Julieta? ¿Y su niña? –preguntó mi abuela.

-Bien, quizás mañana o pasado les den el alta, porque todo salió bien –dije antes de cerrar la puerta y quedar frente a ambas junto con el rubio.

Un silencio incómodo se generó en ese momento.

-¿Y este qué? ¿Te conseguiste un doble de Rafael? –preguntó Carmen. A sí, se me había olvidado presentarles a la visita.

-Lo siento, es que tengo mucho sueño. Él es Federico, un amigo… sí, un amigo de Julieta, que nos ayudó mucho. Vive en el pueblo de al lado y por estar con nosotros perdió el último bus. ¿Puede pasar la noche aquí? –

-Sí, claro… aunque te recomiendo que duermas en el sillón. Ni se te ocurra dormir en la misma cama con Pablo, puede que te corra mano –sí, no sé qué imagen tiene mi abuela de mí.

-¡Abuela!- grité avergonzado.

Al final le hizo caso y durmió incómodo en el sofá. En fin, no me interesa Federico porque es el indicado para Julieta. No será rico, pero es buen muchacho.

Bien, ahora solo me falta conseguirle pareja a las demás. Mañana me juntaré con Cristián para continuar con nuestra búsqueda en Tinder.

 


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