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Rutina por Andy Riddle

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Notas del fanfic:

Avisos: Este fic es Yaoi/Slash. OoC en algunos personajes. Severus!uke. Relación entre Mayores/Menores de edad (Chan).

 AU, Voldemort si existió pero fue derrotado por James Potter. Los Potter y los Longbottom están muertos; Severus nunca fue mortífago.

Si no te gusta, te invito a darte la media vuelta.

Avisos: Este oneshot pertenece al universo de The Pieces of Our Lifes, conjunto de fics que seguirán la vida de los personajes de Harry Potter tras la guerra.

 

En sus diecisiete años como profesor de Pociones, Severus Snape nunca había visto a alguien tan extraño e irritante como Neville Longbottom.

Aquel muchacho rubio, le había hecho entender que siempre existía un límite en cuanto a la paciencia, y ese propio límite tenía también su límite.

Todos creían que él odiaba intensamente a Harry Potter, concentrándose únicamente en él.

Pero no.

Potter quizá fuera un desastre y un chico que creía que podía él y sus camaradas podían conseguir todo lo que quisieran gracias a alguna extraña ley invisible que rompía la física y el tiempo a su favor, pero Longbottom... Longbottom era otro cantar.

Desde aquella primera clase en la que lo vio lleno de la poción de furunculos, supo que su paciencia iba a sufrir bastante durante aquellos siete tortuosos años.

Y no se había equivocado, en lo absoluto.

Cada día que pasaba, el Gryffindor buscaba una manera de cagarla a lo grande en sus clases. Y cada día, Severus rezaba a los dioses que aquel chico se graduase lo más pronto posible

Al pasar de los años, se le volvió rutinaria aquella cantaleta.

Entrar a clases, dictar las pociones que iban a trabajar, sentarse en su escritorio, cerrar los ojos y contar hasta seis, y luego escuchar la explosión por todo el salón. Luego abriría los ojos, y vería aquel joven ruborizado por la vergüenza; Severus tragaría aire antes de regañarle bestialmente, antes de obligarlo a quedarse hasta tarde para limpiar el desastre, el joven limpiaría con un paño todas las mesas y el pizarrón bajo la atenta mirada del maestro.

Todo era común.

Hasta que llegó aquel día, antes de las vacaciones de invierno.

Al principio todo había ocurrido como siempre. Pero fue Severus el que sin darse cuenta, cambió las cosas.

–Puedes irte, Longbottom –dijo el maestro con un asentimiento en la cabeza.

El joven había volteado un caldero completo de puré de ranas en el piso y una casi un litro de poción limpiadora.

No basta decir que la reprimenda del mayor fue bastante grande.

"Se que no debería sorprenderme, pero..." Se dijo el maestro" esto debe detenerse".

 Longbottom tenía ya diecisiete años, es decir, era un mayor de edad; era el heredero de la familia Longbottom, sin contar que algún día tendría que abrirse paso en la sociedad.

Frunció el ceño, levemente.

Eso no debía preocuparle, al fin y al cabo.

Él no era familiar ni allegado de aquel joven, ni tampoco era alumno de su casa, para estar preocupandose por un muchacho ajeno a él. Demasiado tenía con Draco, que ahora estaba cambiado desde que inició a salir en el sexto año con Potter.

Entrecerró los ojos, pensando en planes de venganza contra aquel que había osado tocar a su pseudo hijo.

Tan ensismado estaba en sus pensamientos, que se sorprendió cuando escuchó la voz de Longbottom:

–Profesor.

Alzó la mirada, para mirar al joven.

Se veía bastante serio, y nervioso, muy nervioso.

Severus arqueó una ceja.

–¿Qué pasa, Longbottom?

Neville dudó por unos segundos pero cogió fuerzas:

–Profesor ¿usted cree que... Alguien... Qué puedo a gustarle a alguien?

El Snape lo miró incrédulo.

¿Que Longbottom  lo consideraba? ¿Un experto en parejas?

¿Qué sabía él de amor? Y sobretodo, ¿Por qué le preguntaba justamente a él?

Iba a responder con su veneno habitual, cuando de repente una idea le llegó.

Una idea que si funcionaba, podría vivir en paz el resto del año lectivo sin que Longbottom lo terminara de volver loco.

"¿Qué puede salir mal?"  Se dijo el mago.

–Quitando el hecho de que no me siento halagado por su elección, y que no me interesa en lo más mínimo su vida personal, Longbottom –Inició, y el rubio lo vio – Déjeme decirle que en mi caso particular no me interesaría en usted.

–¿Por qué? –Preguntó el joven, con ojos brillantes, cosa que el maestro no notó enseguida.

–Sus notas son muy malas en mi materia, demuestra que siempre tiene miedo a la hora de lanzarse a los proyectos, no sabe prestar atención, no se ve particularmente interesante... Entre pocas palabras, –tampoco es que iba a romper la autoestima del chico, por lo menos no tanto– Sería usted un fracasado soltero.

Neville lo observó, y el maestro le mantuvo la mirada. No parecía muy afectado por sus palabras, sino que parecía estar analizandolas.

–Gracias, profesor –Dijo, siendo el primero en desviar la mirada– Eso era todo.

Dio media vuelta antes de salir del aula, no sin antes decirle un "Feliz navidad, Profesor".

Dumbledore le miró con ambas cejas alzadas, con interés.

–¿Ajá? –Severus lo vió impasible, sintiéndose observado como un animal de circo– ¿Vas a decirme por qué me estás mirando, o vas a seguir callado, Albus?

El director sonrió, con esa sonrisa paternal que a veces le sacaba de quicio.

–Nada, nada, Severus, solo pienso en cierto tema. ¿Podrías pasarme otro trago de whisky de fuego, mi muchacho?

Severus se recostó contra la silla, mientras se llevaba su vaso a los labios.

–¿No que preferías los dulces, Albus?

Albus se encogió levemente de hombros.

–Es navidad, hay que hacer algún cambio en estas fechas.

El profesor le dio la razón en cuanto a eso, llenándole un vaso con hielo de la bebida antes de tendersela.

–Adelante. Cuéntame.

El anciano dio un sorbo al whisky.

–Estaba pensando en lo que le dijiste al joven Neville Longbottom.

Severus arqueó una ceja, sin sorprenderse.

"¿Ahora que me lo dice?"

Habían pasado tres días desde que le contó a Albus acerca de su conversación con Longbottom. Había estado esperando el sermón de aquel que consideraba un padre (aunque ni borracho lo diría en voz alta) pero los días transcurrieron y Albus no rozó el tema hasta ahora.

–Antes de que me digas que está mal haber roto su autoestima y blablabla, déjame decirte algo. Soy su profesor, y ya me tiene harto. He gastado más de cinco mil galeones en estos siete años, comprando los calderos, ingredientes y demás, que Longbottom se ha encargado de hacer mierda. Ni siquiera Potter o Weasley son tan malo, Albus, y eso es mucho que decir. –Dió un sorbo a su vaso– cuando me dijo que si podía gustarle a alguien siendo como era, tuve que aguijonearlo. Total, ese tipo de idiotas nunca aprenden.

Albus no dijo nada, sino que se limitó a sonreír. Una sonrisa que irritó al Snape.

–¿Qué?

–Solo me divierte todo el asunto. Y más tu respuesta.

El Snape dió otro trago al whisky. No entendía porque era tan divertido aquello para Albus.

Si bien le daba vueltas todavía al porqué Longbottom lo había elegido justamente a él para preguntarle, tampoco es que le quitase el sueño.

"¿Qué chica será?" Razonó el profesor" Podría ser Hannah Abbot o Susan Bones, incluso Lunática Lovegood. O... ¿Sería un chico? He visto como Nott y Zabini lo miran, sin apartar de que he cachado a Weasley darle un par de miradas durante mis clases".

Antes de darse cuenta, tenía el ceño fruncido al pensar en eso. Negó con la cabeza, ¿que carajos le pasaba?

Bufó.

Se dio otro trago.

–¿Desde cuando crees que Neville está enamorado de ti, Severus?

El profesor escupió su bebida de la impresión, antes de echarse a toser.

–¿Te volviste más loco que antes, Albus? –Gruñó el maestro.

Albus le observó.

–Vamos, Severus, pensé que lo sabías –Dumbledore dejó escapar una risa.

Severus lo fulminó con la mirada.

–Es imposible, Albus. Imposible.

Y así sería su postura, la mantendría por siempre.

–Severus –El hombre dejó de reírse para mirarle serio– ¿Por qué de entre todas las personas, te preguntó a ti, justamente eso?

El pelinegro se sintió turbado, pero intentó no demostrarlo. No iba a tener a Albus burlándose de él el resto de su vida si lo veía en su modo "no lo sé todo".

–Imposible –.

El Dumbledore se levantó de su asiento.

–Lo que digas. Fue buena esta conversación –Dijo– pero debo irme.

–¿Debo recordarte de que pasas las vacaciones aquí porque no tienes ningún sitio al que ir?

El anciano le sonrió, misterioso.

–Vuelvo al rato –al ver la ceja alzada, interrogante, de Severus, añadió– un viejo a veces necesita compañía de otro tipo que te traumaría.

Severus hizo una mueca, asqueado.

–En fin... Sneville

–¿Disculpa?

–Sneville. Es un buen nombre de pareja. Severus Snape por Neville Longbottom.

 

Cuando se reabrieron las clases, Snape pronto no tardó en darse cuenta de que, sin darse cuenta, sus palabras tuvieron un gran peso.

El joven había cambiado bastante cuando entró en el aula.

Se veía un par de centímetros más alto, y parecía haberse ejercitado en vacaciones o lo que sea, porque se veía más fornido que antes; su rostro era más varonil, con rasgos de madurez.

Y sus ojos, azules como el mar, lo primero que hicieron fue posarse en el Profesor.

–Buenos días, Profesor –le saludó amablemente el adolescente.

Sintió como los pelos de la nuca se erizaban ante esa sonrisa.

A lo largo del día, no ocurrió ningún desastre como antes ni la sesión de gritos rutinaria.

El muchacho pareció haber estudiado pociones durante las vacaciones, puesto que manejaba con un poco más de confianza los ingredientes y los instrumentos.

Por lo menos, en eso tuvo razón. La rutina se había acabado.

Lo que no supo, hasta el día siguiente, era que otra rutina se iba a instalar en su vida, una rutina que tumbaría la poca paz que tenía hasta el momento.

En recesos, Longbottom inició a venir a las mazmorras.

Los primeros días fue con un libro a leer, con el alegato de que la mazmorra era un remanso de paz para él poder pasar el rato tranquilo. Leía callado, sin perturbar al profesor, y el profesor no lo perturbaba.

A las dos semanas, inició a entablar conversaciones con el maestro. Al principio los intentos fueron fallidos, pero no tardó en conseguir respuestas monosílabas del maestro y, finalmente, conversaciones acerca de pociones.

Al mes, le pidió al profesor que le convirtiera en su discípulo.

 Extrañamente, movido por quien sabe qué, Severus Snape aceptó.

Todos los días, de las cuatro de la tarde hasta las seis, Neville entraba en el aula y saludaba con una sonrisa y un "Buenos días, Severus" (sí, el chico había llegado tan lejos); Severus le miraría fingiendo aburrimiento, evitando demostrar cualquier sentimiento, antes de decirle que debían empezar con una poción.

Los meses pronto pasaron sin que se diera cuenta, y cuando se dio cuenta ya era junio.

Ya se había acostumbrado a la presencia de Neville, incluso llegó a apreciarla.

Entonces, como por arte de magia, el joven no fue un día a clases, y tampoco fue a las mazmorras en el receso.

Se había quedado, como si fuera un estúpido enamorado (cosa que obviamente no era), esperando a que el Longbottom viniera, seguro de que no podía faltar.

Al día siguiente tampoco asistió. Ni al otro.

Era como si se hubiese esfumado.

"La graduación de los alumnos de séptimo año está ya a la vuelta de la esquina" se decía para calmar sus nervios "Es un adolescente, aunque te olvides a veces de eso, Snape. Debe estar nervioso por ello. Quizá consiguió la chica a la que quería, finalmente. Debo alegrarme por él".

Pero la noticia no le agradaba, en lo más mínimo.

Antes, hubiese dado hasta su alma solo para no ver a  Longbottom en su clase. Pero ahora, ahora que lo conocía a fondo, ya no estaba seguro.

–¿Además... Qué demonios estabas pensando, Snape? –Se reclinó en su asiento mientras observaba un libro de pócimas– Es joven. Le llevas veinte años, y encima eres su profesor.

Gruñó, al darse cuenta de que estaba deprimido.

Cerró los ojos, antes de suspirar, cansado.

A sus oídos llegó la música de la graduación, y los festejos.

Menuda mierda, se había dicho.

Era una suerte que Slughorn estuvo dispuesto a intercambiar ocupar su sitio como Jefe de Casa por el día de hoy, para así poder estar tranquilo por esa noche.

En paz.

Puta paz.

Un rechinido, como el de una puerta, le llegó al oído.

–¿Que deseas, Albus? –Dijo, sin abrir los ojos, casi gruñendo.

Puesto que, sabía que algunos estudiantes sufrían por ser bromistas (los Weasley por ejemplo), había puesto un hechizo para que solo los que él permitiera entrar pudiesen abrir la puerta.

Solo había dos personas con tal permiso.

Severus.

El Snape dió un salto de su silla, exaltado.

¿Era...?

Se topó con el rostro semi sonriente de Neville Longbottom a un par de pasos de él.

Su rostro pétreo se ruborizó al ser encontrado con la guardia baja.

"Genial, y ahora te sonrojas, Snape"

–No era mi intención haberlo asustado –Dijo el alumno, llevándose una mano a la nuca, en actitud nerviosa.

–¿Qué haces aquí? Deberías estar en la graduación.  –Le inquirió, intentando parecer enojado. Debía estar enojado.

Aquel joven era el culpable de sus actuales problemas, y desesperación, ese hijo de puta le había perturbado.

Neville bajó la cabeza, suspirando.

–Me da igual la graduación, Severus– dijo con aquel tono que Severus había aprendido a querer– vine aquí porque necesito ser sincero. Aunque sea una vez, antes de que no nos volvamos a ver–. El joven inició a caminar hacia él.

El pocionista lo miró, de repente serio. La distancia se había acortado entre ambos, pronto estando a unos centímetros del profesor. Éste retrocedió, casi sin darse cuenta.

–¿Que tratas de...?

No pudo terminar de hablar, porque en ese momento el más joven -aunque fueran de la misma estatura- unió sus labios contra los del maestro, callándolo.

Solo duró unos segundos, pero para él fueron horas y horas. Para cuándo se separaron, ambos estaban sonrojados y con la respiración agitada.

–Me gustas, Severus Snape– dijo en un susurro, contra él.

Severus le miró brevemente, cavilando. Observó el rostro del estudiante, y luego sus labios.

–No está bien que un maestro salga con un alumno –Dijo el maestro en un susurro.

La sonrisa de Neville casi le quitó el aliento.

–Eso es bueno –Dijo el joven, sus brazos rodeando la cintura del mayor– porque ahora soy legalmente un graduado de Hogwarts.

El Snape chasqueó la lengua, mirándole, sonrojado.

Lentamente, inseguro, enrolló el cuello del menor con sus brazos.

– Entonces, cállate, y bésame, Longbottom –Gruñó.

–Sí, maestro.

Definitivamente aquello, los besos, si seguía repitiéndose, podría volverse una rutina.

Notas finales:

¿Quieren otro oneshot de esta pareja, o quieren otraen especial?

También podéis elegir una situación que se les ocurra con dicha pareja, para yo escribirlas xd.

Espero recibir vuestros comentarios y opiniones.

 

Besos.


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