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UN CAMINO SIN RETORNO por paulapain

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Me encontraba en un pasillo blanco, donde esperaba para ser atendida, aquella puerta que miraba desde hacía un rato fue abierta, de allí salió un chico con cabello negro, tal vez de un metro con ochenta.

-          Takashima Kouyou, puedes seguir.

Se hizo a un lado y me dejó entrar, observé el interior de la habitación con detalle, solo había una mesa en la cual había un folder gris junto a una pluma, dos sillas y dos puertas una blanca y una negra, tomé asiento, lo miré a los ojos y él habló con una extraña calma a pesar de la situación.

-          Sabes por qué estás aquí, ¿No?

-          Sí.

Dije cortante.

-          Me gustaría escuchar un poco de tu historia antes de decirte cuales son las consecuencias de tus actos.

-          ¿Es necesario?

Bajé la mirada y la llevé a mis manos.

-          No, siendo honesto es más por curiosidad que por tener que hacerlo, pero si lo que quieres es que vaya directo al grano, no hay ningún problema.

-          Creo que… Tal vez necesito decirle a alguien lo que pasó.

-          Muy bien, entonces adelante.

Llevé la mirada a su delicado pero masculino rostro para detallarlo, unos segundos después inicié mi relato.

Todo ocurrió en una fría mañana de octubre, en aquel momento pensé que sería un día como cualquier otro, solo ir a la escuela, pero no fue así, aquel día llego un estudiante quien cambió mi vida. Empezamos a tener algunos encuentros fuera la escuela, en un comienzo por temas de estudio, después la relación se hizo cada vez más personal.

Cuando nos conocimos yo tenía 15 años, pasado un año nos volvimos pareja y unos meses más tarde, tuvimos nuestra primera relación sexual, para mí no fue tan doloroso como lo decían mis amigas en aquellos cotilleos que solíamos tener en los recesos y que continuaban por medio de notas en las clases.

Pasó un año más y con ello la noticia que me generó la más grande alegría que pude haber experimentado en mis diecisiete años de vida, los sentimientos fueron tan sobrecogedores que me llevaron al punto de las lágrimas y esta alegría fue mayor al recordar aquella promesa que nos hicimos sobre una boda en un futuro próximo.

Unos días después de haberle dicho que seríamos padres tuve una sensación de lejanía por su parte, no entendía la razón de su actuar aun cuando desapareció unas semanas más tarde, a pesar de ello guardé la esperanza de que volvería.

Cuando le comenté a mis padres, del niño que guardaba en mi interior, aquel que había sido creado por el amor que él y yo decíamos tener, decidieron dejarme atrás. Sin embargo, conseguí una forma de poder seguir adelante, a pesar de mi estado, ese niño nunca fue un impedimento para mí.

Lo lloré a él muchas noches, en las que me decía que guardaba una parte suya en mi interior y que pronto volvería, las cosas iban a mejorar, todo estaría bien y regresaría para cumplir aquella promesa de unión eterna, hablar de él a nuestro hijo nunca falto en el día a día, de cierta forma, me hacía creer que él estaba allí conmigo, que no se había ido.

Pero a medida que pasaron los meses la soledad me consumió y me di cuenta de que él se había escapado de mi vida, que por más de que lo esperara las cosas no iban a cambiar. El dolor que había escondido y que había intentado encubrir con tontas excusas salió a flote con tal fuerza que consumó mi corazón.

A pesar de que intentaba no pensar en él para evitar transmitir aquel doloroso sentimiento al bebé que mantenía en mi interior, este me hacía recordarlo día tras día, puesto que cargaba con él como si fuera su sombra. Me prometí a mí misma que el día que tuviera a ese niño en mis brazos no iba a dejar que pasara por ninguno de los obstáculos que estuvieron presentes en mi vida, mucho menos que sufriera por el vacío que ese hombre había dejado en nuestras vidas.

Con el pensamiento de tener a mi lado a ese niño, seguí adelante a través de la senda oscura que se me presentaba. En las noches contemplaba la luna que era mi única luz y fuente de esperanza, imaginaba un hermoso futuro en el que pudiera enseñar, corregir y guiar a mí hijo por el buen camino.

Pero al final nada fue como lo planeé, mis ilusiones y fantasías fueron arrebatadas de un momento a otro, con la despedida de aquel ser que me mantenía cuerda y me daba un motivo para vivir. Por lo que me prometí a mí misma olvidar el día en que lo había visto por primera vez y con ello los días que siguieron a ese, pero algo en mi interior me recordaba a gritos lo que había ocurrido, que no podía darle la espalda al bello fruto que había sido creado de nuestro encuentro, aquel que no vería nunca.

Días más tarde, en un momento en el que me encontraba contemplando una vez más la luna rememorando un inexistente futuro, miré la pantalla de mi teléfono al escuchar aquel tono distintivo suyo, mi corazón empezó a gritar desesperado puesto que se hacía realidad aquello que esperaba con ansias. Al responder, pude notar en su voz un leve remordimiento, pero preferí pensar que era mi imaginación. Sus preguntas fueron más por cortesía que por genuino interés, seguidas de un “¿Dónde estás?”, “¿Eres feliz?” y “¿Todo está yendo bien? Esto último haciendo referencia al motivo por el cual me había abandonado y al llegar al final de aquella llamada se despidió diciendo “Has cambiado”.

A pesar de mentir no sentí remordimiento alguno puesto que el bebé que había dejado atrás por fin lo sentí sólo mío y no nuestro. La monotonía siguió unos días más, hasta que harta de ello me fui a la estación del metro, donde con el reproductor a todo volumen di fin a mi vida.

-          Ya veo, es una historia bastante desafortunada, pero creo que fuiste algo ingenua.

-          Lo sé, pero me di cuenta tarde de ello. Me deje llevar por las palabras vacías que Tanabe me dijo, desde un comienzo.

-          Aun así, creo que no era motivo suficiente para terminar con todo, ¿No crees?

-          Perdí mi razón de vivir.

-          Ya veo. Bueno, creo que llegó la hora.

Dijo mirando el folder, en el cual escribió algunas cosas que no pude entender.

-          Tu castigo por haber acabado con tu vida es volver al mundo y corregir tus errores.

-          Pensé que…

Me interrumpió.

-          No hay mejor infierno que el mundo.

-          Entiendo.

Él se puso de pie y se acercó a la puerta de color negro.

-          Dicen que la tercera es la vencida, ¿No?

-          ¿A qué te refieres?

Dije mirándole con curiosidad mientras me acercaba a él.

-          Éste no fue tu primer intento, pero puedo decir que al menos soportaste más que la última vez.

Abrió la puerta, pero dentro no había más que oscuridad.

-          ¿Qué?

-          Nos veremos pronto.

Respondió sonriente antes de empujarme a aquel vacío.

 

-Fin-


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