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Segunda mano por Marbius

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Escrito por amor a la pareja y sin ánimo de lucro.

1.- Say nothing.

 

Can't help but wondering if this

Is the last time that I'll see your face

Wish I could say something

Something that doesn't sound insane

But lately I don't trust my brain

You tell me I won't ever change

So I just say nothing (say nothing, say nothing)

5 Seconds of Summer - Want you back

 

Sirius y Regulus participaron en dos cenas de los jueves más de los Potter antes de encontrar una residencia más permanente en el centro de Londres.

En sí, era un edificio completo que ambos hermanos habían elegido por prudente distancia con el Grimmauld Place del que querían mantenerse alejados, pero también porque había sido recientemente remodelado, y lo que ellos buscaban eran pisos cercanos el uno del otro. Al final habían conseguido tanta cercanía que ambos escogieron el pent-house doble, con Sirius a la derecha y Regulus a la izquierda.

Antes de la mudanza tendrían por delante la labor de redistribuir y amueblar sus pisos, y Regulus había mencionado una expansión hacia el piso superior, de tal manera que las recámaras y alcobas privadas estuvieran un piso abajo en lugar de arriba, a la que Sirius le había dado luz verde por la eclecticidad de la maniobra.

Distraerse con su próxima mudanza le había servido además para mantenerse ocupado en mente y espíritu, dos elementos que a su vez trabajaban a favor de su cordura y el corazón roto que no había dejado de chirriar desde la primera vez que se topó con Remus en la cena del jueves.

Que vale, podía no estar roto y sólo resquebrajado gracias a una ausencia de casi dos años en la vida uno del otro, pero a Sirius todavía le dolía verlo aparecer con Tonks al lado y actuando como pareja, y todos y cada uno de los viernes siguientes había despertado con una terrible jaqueca de resaca porque su única solución a aquellas escenas era beber alcohol hasta que las piezas afiladas en su pecho se tornaban romas y por un momento podía olvidar en su estupor lo que había perdido al marcharse.

James le llamó la atención una vez, el segundo viernes en el que en lugar de enviar a Harry a que lo despertara para desayunar con el resto de la familia subió él mismo y le tendió una aspirina y un vaso de agua.

—Ten. Tienes cara de necesitarlo con urgencia —le dijo al sentarse a su lado en la cama, y con la cabeza dando tumbos y la vaga sensación de que acababa de bajarse de un juego de feria (posiblemente una noria, aunque no dudaba que fuera un toro mecánico), Sirius agradeció el gesto y se tragó la aspirina con toda el agua.

—Lo siento, Prongs...

—¿Por emborracharte en la cena de anoche y hacerme subir con tu peso muerto hasta la cama? No hay de qué, sólo es mi espalda la que lo lamenta. Pero no olvides agradecerle a Reg también, que fue él quien te desvistió.

Sirius se cubrió el rostro con ambas manos. —Ugh... En verdad, lo siento tanto...

—Ya lo dijiste, pero... —James le dio unas palmaditas en la espalda—. Esas disculpas sólo te servirán un par de veces más hasta que te diga que lo superes y por salud mental lo dejes ir.

—Prongs...

—Hey, no uses ese tono conmigo. Yo lo sé, tú lo sabes, Reg lo sabe, Lily lo sabe... Creo que hasta Harry sospecha algo de tu extraño comportamiento cuando Moony viene de visita.

Sirius se presionó los dedos contra los ojos con más fuerza. —Mierda. Y yo que pensé que estaba siendo más discreto de lo usual.

—Mmm, no. Ciertamente no. ¿Has probado hablar con él?

—¿Y decirle qué? “Hey, Moony. ¿Recuerdas los tres maravillosos meses que pasamos juntos hace dos años? Porque no los he podido olvidar y pensaba que podríamos retomarlo donde lo dejamos, pero ahora es imposible porque has ido y te has conseguido una bella mujercita, ¡y también un hijo!” —Sirius resopló—. No podría. ¿Qué derecho tengo? Di por sentado muchas cosas antes de volver, y ahora que la realidad no es idéntica a lo que imaginé no tengo derecho a quejarme y hacer berrinche como un vil crío.

—No debería decirte esto, pero...

Retirándose primero una mano del rostro y luego la otra, Sirius miró de lleno a su amigo y descubrió en él signos de nerviosismo.

—En cierto modo, Remus también esperó por ti. Al menos el primer año. Venía sin falta a las cenas de los jueves y siempre preguntaba por ti o nos hablaba de ti.

—Hablábamos casi a diario durante los primeros meses que estuve en New York.

—No lo juzgues por intentar seguir adelante. Tampoco podía esperarte para siempre.

Sirius hundió el mentón en el pecho. —No me atrevería a pedirle eso.

—Supongo que Remus te contó de algunas de sus citas.

—Sí. De Benjy y unos cuantos más que vinieron después. Pero nunca de Tonks...

—Ya, debe ser complicado explicar eso una vez que descubres el parentesco. Y fue una coincidencia...

—Vaya coincidencia... Aunque… —Sirius consiguió esbozar una mueca que asemejaba a una sonrisa—. Si tenía que ser alguien de mi familia, al menos fue ella, ¿no? Pudo haber sido alguien más de entre las Black destacables y entonces sí que me habría costado no montar una escena la primera vez que los vi juntos. Pero Tonks está bien. Dora está bien.

—No tienes que mentir. No a mí, al menos.

—No miento, no del todo... Remus merecía más de lo que yo podía darle en ese momento, y no es culpa de nadie si él decidió que no podía esperarme. Quizá si sólo estuvieran juntos unos meses me habría atrevido a hablar con Remus, pero... Ese asunto del bebé...

—Seh...

—Sólo puedo desearles lo mejor, ¿sabes?

—¿Pero eres sincero al respecto? Porque si lo haces sólo por compromiso...

Sirius suspiró. —Lo soy tanto como me es posible, dame crédito de no ser tan canalla.

—En ese caso estarás bien —dijo James con resolución—. A la larga. Y mientras tanto, puede que unos huevos con tocino te ayudan a estar bien a corto plazo. ¿Qué tal suena eso?

—Genial —respondió Sirius.

Que un paso a la vez, esperaba estar ‘bien’ hoy, mañana, y los días que le siguieran.

 

Durante sus primeros dos meses en Londres, Sirius intentó por todos los medios poner distancia entre él y Remus de una manera que no llamara la atención. Es decir, limitándose a verlo en las cenas de los jueves pero conversando sólo lo mínimo; aceptando sus salidas a beber un café, pero sin quedarse más de lo estrictamente necesario; saliendo juntos con Harry al parque, pero pasando más tiempo con su ahijado que con Remus.

De momento, parecía estar funcionando, o al menos eso creyó Sirius hasta que un sábado en que rechazó la propuesta de Remus a salir juntos al cine a ver una película francesa (era un gusto muy de ellos, los únicos dos de su grupo de amigo que disfrutaban ese tipo de género y sin subtítulos) y éste le escribió un mensaje preguntando su había algo mal entre ellos.

“No, qué va. Pero hoy estaré ocupado. Todavía no he terminado de pintar el baño”, escribió Sirius una mentira blanca, pues en efecto, el baño de su piso todavía esperaba por una buena pasada de pintura, pero él no tenía planes de dársela ese día.

“Mañana hay otra función. ¿Si paso a tu departamento y te ayudo con la brocha lo reconsiderarías? Es una película que llevo tiempo esperando ver y pronto estará fuera de cartelera”, escribió Remus de vuelta con una oferta imposible de resistir, y pese a que sus instintos le pedían negarse, Sirius acabó aceptando.

Fue así como un par de horas después se apareció Remus en su piso trayendo consigo un paquete de seis cervezas, una muda de ropa que no le importaría echar a perder con pintura, y una sonrisa trémula.

—Hey... —Lo saludó en la puerta, y Sirius le franqueó la pasada.

—Hey, entra... Perdona el desorden. Todavía no me encuentro en mi propio espacio.

—Sé a qué te refieres. Cuando me hospedé con Lily y James me pasó lo mismo al mudarme a mi piso. —Remus entró y dejó las cervezas en el interior del refrigerador, que a excepción de un empaque de comida china que Sirius había cenado la noche anterior y un cartón de leche deslactosada, no había nada más ahí adentro—. Wow, ¿viviendo a tope la vida de soltero?

—Algo así... Reg tampoco es muy bueno en la cocina, así que hemos salido a cenar fuera desde que llegamos. Nuestra salvación son las cenas de los jueves con los Potter.

—No deberías de ser tan modesto. Recuerdo un pollo con pasta que preparaste una vez… Estaba delicioso —dijo Remus, y después se mordió el labio inferior.

—Podría pasarte la receta, si quieres —dijo Sirius, que pudo a duras penas contener el aguijonazo en el pecho que aquel viejo recuerdo le hizo doler.

Al fin y al cabo aquel experimento suyo en la cocina había sido una especie de celebración porque Remus había conseguido que uno de sus poemas acabara en una prestigiosa revista de literatura, así que Sirius se había esforzado buscando una receta y con mucho esmero preparándola hasta que quedó en su punto. En realidad no había estado tan bueno el platillo. El pollo le había quedado un poco seco y ni la crema consiguió suavizarlo porque la pasta se le había olvidado al hervirla y estaba casi convertida en masa, pero con todo... Se habían divertido comiendo a la luz de las velas y alimentándose el uno al otro sin importarles demasiado el sabor. Después habían hecho el amor en el sofá de la sala, dormido una corta siesta, y luego llevado a cabo una repetición en la recámara.

Sirius se guardó un suspiro por aquellas memorias, y no le costó suponer que era el mismo caso para Remus, que de pronto perdió la sonrisa en el rostro y le tomó unos segundos reponerse y con fingida normalidad preguntar dónde podía cambiarse de ropa para empezar a pintar.

—¿A Tonks no le importa que vengas a ayudarme? —Preguntó Sirius una vez estuvieron los dos vestido en sus peores galas y contemplando por dónde empezar a pintar el baño.

—Nah. ¿Por qué debería? Le dije que venía contigo, y que si pasaba cualquier cosa podía enviarme un mensaje al móvil.

—Muy bien entonces.

Vaciando pintura en un recipiente y apropiándose cada quien de un rodillo y una brocha, no tardaron en ponerse manos a la obra. El trabajo lo aderezaron con una cerveza cada quien y charla amena de intereses en común para los cuales no había que tener segundos pensamientos.

Antes de una hora, ya habían terminado con la primera capa de pintura, y mientras Sirius se sentó al borde de la bañera, Remus hizo lo mismo sobre la tapa del retrete.

—Tienes una... Aquí, deja te la quito —extendió Remus su mano para limpiarle a Sirius una gota de pintura que tenía bajo el ojo—. Listo.

Sirius enrojeció por lo íntimo del contacto, así que buscó cambiar de conversación. —Debes de tener buena práctica con esto de pintar.

—No mucha —dijo Remus al rascarse la nariz—. ¿Por qué lo dices?

—Oh, pensé que tú y Tonks ya tendrían listo el cuarto del bebé. Aunque es lógico, todavía no saben el sexo, y un cuarto amarillo es demasiado soso.

—Ya, es que... —Remus fue bajando su mano hasta terminar acariciándose la nuca—. No es algo que haya hablado con Dora todavía.

—¿Es color del cuarto?

—No, me refiero al cuarto en sí. Mi piso sólo tiene dos habitaciones y una es mi estudio, no puedo prescindir de mi espacio de trabajo. Y Dora todavía vive con una amiga de la universidad. Pensé que lo sabías.

—Yo no... Nadie me dijo nada, y… Tampoco pregunté. Es que… Uhm, supuse que vivían juntos —dijo Sirius, a punto de darse en la frente con la palma de la mano—. Lo siento.

—Ya, no eres el primero que se sorprende. Ha sido complicado para ambos encontrar un punto medio en el que los dos nos sintamos cómodos. Todo esto del bebé pasó demasiado aprisa, y fue precisamente Andrómeda quien se sentó a charlar con ambos y nos sugirió no nos precipitarnos ni tomáramos ninguna decisión sin antes pensarlo bien. La renta en Londres no es ninguna broma, y aunque yo puedo sostenerme por mí mismo es gracias a que mi piso es pequeño y las facturas ya vienen incluidas en la mensualidad, pero Dora...

—Andrómeda tiene dinero de sobra, ¿es que ella no ha-...?

—Sí —le interrumpió Remus—, pero Dora se negó a aceptar cualquier ayuda. No la juzgo. Yo también quiero demostrar que podemos salir adelante juntos, aunque...

Remus se encogió de hombros.

—Moony... —Le llamó Sirius por su viejo apodo, uno que no había puesto en uso con el otro hombre a menos que se refiriera de él con un tercero de confianza.

—No me malentiendas —dijo Remus con voz apesadumbrada—. Estoy feliz porque voy a ser padre, es sólo que... Las circunstancias no son las ideales. Lily dice que nunca lo son, pero difiero con ella en esa afirmación porque sus circunstancias son diferentes.

Y en efecto, lo eran.

James y Lily habían pasado por un bache en su relación en el que ambos se tomaron un par de semanas para decidir si lo más prudente para ellos dos era separarse o luchar. Para entonces Lily ya se había percatado de tener un retraso, y había querido la suerte que en un ataque de ansiedad fuera a Sirius a quien se lo confesara primero. Lily había llorado, pero también le había hecho prometerle que no le diría nada a James hasta que éste tomara su decisión y no quería poner en él esa presión, y aunque Sirius había cumplido en un 90% su promesa (no le había dicho del bebé, per se, aunque sí había ido a su piso y le había sacudido para hacer su elección lo antes posible), en realidad su intervención no había cambiado nada en el amor que sus amigos sentían el uno por el otro.

Harry había nacido entonces como un hijo no planeado, aunque no por ello menos esperado y querido por su madre y padre, y aunque no era la típica historia de final feliz que se podía leer en un cuento de hadas, seguía siendo la favorita de su ahijado.

Era una lástima que entre Remus y Tonks no pareciera existir esa misma posibilidad. Casi. Porque dentro de sí, envuelto en mezquindad, estaban los sentimientos que Sirius abrigaba todavía por Remus y que le impedían desearle lo mejor al lado de Tonks. Al menos sinceramente.

—No puedes comparar tu relación con la de nadie más —dijo Sirius en un vano intento de anteponer su preocupación por Remus antes que su propio corazón roto—. ¿Y qué si para James y Lily la noticia de que iban a ser padres los unió más que nunca? Lo importante es que si tú y Tonks están dispuestos a intentarlo, entonces hagan su mejor esfuerzo. El resto no está en tus manos. Llámalo destino o azar, pero no le des todo el poder para decidir en tu vida.

—Eso es... extrañamente tranquilizador. Gracias, Padfoot. No lo esperaba de ti.

—¿Por... nuestra vieja historia?

—Algo así —admitió Remus encogiendo un hombro—, pero supongo que podemos volver a ser amigos, ¿no?

«No», pensó Sirius con rotundidad, para quien la amistad con Remus había sido desde siempre una colección de eslabones donde la atracción y el deseo siempre habían sido parte central de su relación. A la par que amigos, habían sido amantes, y en honor a esas emociones era que a Sirius todavía la costaba discernir dónde estaban los límites.

Pero claro, la verdad no era un lujo que podía permitirse en esos instantes, así que se forzó a sonreír.

—Sí, seguro.

Y tras entrechocar los botellines de sus cervezas ya tibias, procedieron a seguir pintando el baño.

 

La Navidad de ese año tuvo como cede la casa de Andrómeda y Ted Tonks, donde Sirius y Regulus, los Potter, y Remus y Tonks se presentaron para pasar la velada.

A esas alturas del año, la barriga de Tonks ya era más prominente que antes, y fue durante la cena que ésta hizo el anuncio de revelar el sexo del bebé como un niño y provocar con ello la algarabía generalizada en la mesa. Sirius se sumó a los festejos, alzó su copa con champagne y brindó por el próximo nacimiento de aquella criatura, pero no tardó en excusarse para salir a tomar aire fresco.

—¿Aire fresco, en serio? —Se burló Regulus de él unos minutos después cuando se le unió en el porche trasero y lo encontró fumando—. Además, pensé que ya lo habías dejado.

—Y lo hice —masculló Sirius tras una profunda bocanada—. Esto es una excepción.

Aunque claro, no podía llamársele excepción si tomaba en consideración que fumaba sin falta cada vez que se encontraba con Remus o que por azares del destino llegaran a sus oídos las últimas noticias de la feliz pareja.

En sí, lo que lo había obligado a salir de la casa no fue la noticia del sexo del bebé, eso le daba exactamente lo mismo, sino la novedad de que planeaban buscar un piso juntos en enero y mudarse en la brevedad posible.

Las reacciones habían estado bastante dispares al respecto, pues ahí donde Remus se había mostrado tenso y acartonado, Tonks en cambio había relucido bajo un brillo de exaltación imposible de disimular. Incluso entre Andrómeda y Ted los ánimos habían estado contrastados, porque ahí donde su prima se mostraba cautelosa al expresar su felicidad, su esposo en cambio no había podido disimular su descontento.

—Ted no está muy contento con todo esto, ¿sabías? —Dijo Regulus, adivinando la línea de pensamiento que seguía Sirius en esos momentos—. Al parecer no cree que Remus sea el indicado para Tonks, y está convencido que lo suyo no va a durar porque ninguno de los dos tiene planes de formalizar nada.

—Acaban de anunciar que planean buscarse un piso, ¿qué más quiere?

—Tonks ya está por entrar al sexto mes de embarazo, a estas alturas ya deberían de al menos vivir bajo el mismo techo y tener algunas cosas para el bebé, ¿no? Y en su lugar...

—No es asunto nuestro, Reg —le cortó Sirius de tajo—. Remus y Tonks lo van a ser todo a su ritmo, le pese a quien le pese.

«Yo incluido», pensó con desagrado, y después, se negó a tocar más el tema.

 

Enero llegó con Sirius asumiendo control absoluto en sus emociones sobre Remus. Al menos durante los primeros tres días del nuevo año, hasta que Remus se presentó a su puerta, y con el cabello en punta, reveló por primera vez tener dudas respecto a lo que él y Tonks estaban a punto de hacer al traer un bebé al mundo.

—Remus —dijo Sirius poniéndole las manos sobre los hombros—. Pasa. Estás temblando.

Repitiendo una escena de años atrás con el paralelismo de atender a James una vez que Lily le notificó estar embarazada de Harry, Sirius se esmeró en atender a Remus con té, whisky, y un par de galletas de mantequilla que le habían sobrado de semanas atrás.

—Pensé que tú y Tonks verían pisos hoy —dijo Sirius como frase de apertura, sentándose frente a Remus con una taza de té pero prescindiendo del whisky—. ¿Qué pasó?

Remus respiró encima de la superficie humeante de su taza, y apenas movió los labios al hablar. —Todo iba justo como cabía esperarse. Un par de pisos feos, otros con serias reparaciones, otros tantos excelentes pero fuera de nuestro rango de precios; lo usual para tratarse de Londres... Luego encontramos un piso decente cerca de la universidad, tampoco demasiado lejos de la casa de los Tonks... Dora dijo que era perfecto, que un poco de pintura en las paredes le daría el toque final, pero entonces...

Sirius aguardó paciente a que Remus prosiguiera, pero éste bajó la vista.

—Moony...

—A mí no me gustó el piso —dijo Remus con una voz carente de emociones—. No sabía por qué. Lo encontré claustrofóbico a pesar de que he vivido en sitios mucho más pequeños y miserables que ese. Pero Dora tenía razón; por el precio y las características, estaba dentro de nuestro rango y preferencias, sólo que... Apenas tiene dos recámaras.

—¿Uh?

—Y en ningún momento consciente había aceptado que sólo necesitábamos dos. Una para el bebé, y otra para... Nosotros.

—Oh...

—Dora no se lo ha tomado nada bien —dijo Remus, bebiendo después un sorbo de su té y esbozando una mueca porque más de la mitad era whisky—. Me acusó de no ir en serio con ella y con el bebé si es que planeo tener mi propia habitación y... No sé, creo que tiene razón. Mi mayor preocupación estos últimos meses ha sido conseguir para Dora y el bebé un piso propio lejos de esa compañera que ella tiene, pero en ningún momento me tomé muy en serio que también estaría obligado a dejar mi piso y mudarme a tiempo completo con ellos dos. Es decir... Me veo ahí, cambiando pañales y haciendo rondas de madrugada, pero no vivo ahí, ¿sabes a qué me refiero? Ese no es mi hogar...

—¿Has hablado de esto con Tonks?

Remus encogió un hombro. —No exactamente... Hablamos mucho entre los dos, ese no es el problema. De algún modo tenemos bien claro qué requiere el bebé de cada uno de nosotros y hemos hecho planes al respecto, pero... Sobre nosotros mismos...

Preparándose para lo que podía ser una noticia devastadora o abrirse un agujero de esperanza donde tiempo atrás ya no era su sitio, Sirius preguntó: —Tú y Tonks... ¿Ustedes están juntos?

—Seremos padres. Eso debe contar, ¿o no?

—Mis padres también lo han sido, conviviendo bajo el mismo techo por los últimos treinta años, pero nadie en su sano juicio se atrevería a decir que están juntos, sólo que tienen bien en claro los beneficios de la compañía del otro en su vida. Hay una diferencia clara en estar o no juntos, ya sea por uno mismo o por los hijos...

Remus balanceó su taza de té en una mano y posó sus ojos cansados en el vacío. De perfil, Sirius casi creyó poder escuchar los engranajes de su cerebro trabajar al doble de su velocidad antes de que su dueño diera con una respuesta satisfactoria.

—Supongo que Dora y yo no estamos juntos... Dejamos de acostarnos juntos después de que el embarazo se confirmó, ¿sabes? De pronto a ninguno de los dos le apeteció estar con el otro... Ni siquiera intentarlo y... —Remus resopló, y de sus labios emanó una risa amarga—. No sé ni por qué te cuento esto, mierda... De entre todas las personas a las que debería confesarme, tú eres la última.

—No digas eso, Moony. También soy tu amigo, tanto como James o Lily, y mis intenciones son tan desinteresadas como las suyas —dijo Sirius, que se propuso poner una barrera a sus sentimientos por Remus si con ello conseguía servirle de ayuda.

Pero al parecer, él no era el único con resabios de su relación que nunca había tenido ni un comienzo ni un final apropiado, porque Remus dejó la taza sobre la mesa con un sonoro golpe que derramó un poco de líquido, y después sus dedos se aferraron al brazo de Sirius.

—Dejemos sólo esto claro —dijo Remus mirándolo directo a los ojos y sin hesitaciones de su parte—. Que de no existir este bebé... No Dora, porque le habría puesto final a nuestras citas en el instante en que decidiste volver a Londres... Iría por ti como si no existiera un mañana...

—Remus... —Replicó Sirius anonadado, y al instante la mano de éste lo dejó ir.

—Lo siento —excusó Remus su comportamiento, que poniéndose en pie y sin ofrecerse a limpiar el desastre de su taza, salió del piso de Sirius como un torbellino.

Y antes del fin de esa semana, Sirius se enteró por James que Remus y Tonks habían firmado contrato de arrendamiento por un piso al que se mudarían en la brevedad posible.

 

Pese a que la noticia de ser padres de un niño en fechas de abril fue motivo para celebrar a Remus a y a Tonks con los Potter, ni Andrómeda ni Ted Tonks se mostraron tan felices al respecto como cabría de esperar, y no fue otro sino Regulus quien se lo notificó a su hermano a mitad de la velada.

—Francamente, ya tiene todo lo que Remus puede ofrecerle de manera sincera a su hija —dijo Regulus con una copa de vino en una mano y un canapé de queso en la otra—. Incluso le pondrán Edward al niño como a él.

—Tal vez no es todo lo que Ted quiere.

—Ya, pero pide demasiado de alguien que embarazó a su hija por accidente y desde entonces ha hecho hasta lo indecible para hacer lo correcto anteponiendo a ese bebé que a sí mismo —masculló Regulus, a quien todo ese asunto le fastidiaba por la simple razón que atormentaba a Sirius, y por lo tanto de manera indirecta a él cuando éste se confesaba—. Remus haría bien en firmar por la pensión alimenticia y desligarse de la familia. O al menos de ese lado de la familia...

—Reg.

—Buscarse un Black con todas sus letras. —Una pausa—. ¿Qué, no lo intentarás negar?

—Detesto cuando te pones así de imposible.

—Lo mismo podría decir de ti —replicó Regulus, metiéndose el canapé a la boca y masticándolo con lentitud antes de retirarse—. Como sea, eres el único que todavía no ha felicitado a la pareja por la elección del nombre, así que si vas a ser un falso de primera, al menos lúcete.

Observando a su hermano retirarse al otro extremo de la habitación donde James y Tonks charlaban animadamente mientras ésta se acariciaba el prominente estómago, Sirius buscó a Remus y descubrió que no se encontraba entre los presentes. Si mal no recordaba se había excusado al sanitario, pero de eso hacían ya quince minutos, y desde entonces no había vuelto, así que se tomó como tarea propia el salir a buscarlo.

Como era de esperarse, Remus no estaba en el baño de la planta baja ni tampoco en el segundo piso, así como tampoco en la alacena de cocina, en el estudio de James, o incluso escondido en la habitación de Harry fingiendo que le leía un cuento. Sirius casi había agotado su repertorio de escondites cuando recordó que al llegar Remus traía consigo un leve perfume a tabaco, así que sin molestarse en corroborar su teoría, Sirius se echó encima una chaqueta de James sobre los hombros y salió por la cocina al porche trasero, donde acurrucado en los escalones que conducían al jardín, encontró a Remus fumando.

Remus se sobresaltó cuando al abrirse la puerta un halo de luz delató su presencia ahí, pero al instante se tranquilizó cuando sus ojos reconocieron a Sirius, así como a la trémula sonrisa con la que éste anunció que pretendía hacerle compañía.

—Creí que eras Dora —masculló Remus cuando Sirius se sentó a su lado en los estrechos peldaños de la escalera. Con un golpe de su pulgar en lo boquilla, hizo caer la ceniza a sus pies—. Aunque supongo que antes me habría gritado al instante por encontrarme afuera con uno de estos....

—Pensaba que no fumabas.

—Y no lo hago. Lo dejé hace años. Ahora es sólo... uno o dos de vez en cuando.

—Ya.

Sirius no comentó nada. Él también había pasado por ese ‘uno o dos’ sin especificar que en sus mejores momentos como ahora podían ser anuales, aunque si el temblor de los hombros de Remus era una señal, más bien debía estar pasando por un periodo diario en el que no fumarse una cajetilla era por sí solo todo un logro digno de admiración.

—Este es mi quinto —murmuró Remus, que con todo se llevó el cigarrillo a los labios y succionó hasta que la punta se convirtió en una brasa ardiente en la oscuridad del patio de los Potter.

—Vale, deja entonces que también sea mi primero —propuso Sirius al retirárselo de los labios y probar él una profunda calada.

Si tenía que haber daño, que al menos fuera repartido.

—No sabía que también fumabas —dijo Remus.

—No lo hago —respondió Sirius, lanzando el humo a la noche—, sólo uno o dos de vez en cuando.

—Ya, esa historia la conozco bien.

—Lo dejé por la época en la que Lily se embarazó de Harry —suplió Sirius la información que Remus no le había preguntado—. James me lo pidió, pero para entonces ya tenía tres días sin fumar y los dedos me temblaban por la abstinencia. Empecé a fumar desde muy joven, ya casi tenía diez años con el vicio cuando tomé esa decisión, pero... No se puede decir que sea un logro si cada tantos meses tengo el desliz de un par de cigarrillos antes de la próxima vez.

—Mejor eso que diario, y si en verdad sólo son un par de cigarrillos...

—¿Pero lo son, Moony? —Le retó Sirius a afirmarlo—. La última vez que fumé fue dos horas antes de enfrentarme a Madre y a mis primas con la venta de las acciones Black. Fumé tres cigarros, uno por cada una de ellas.

—No tengo autoridad para juzgarte —dijo Remus, sacando del bolsillo de su chaqueta un paquete de cigarrillos al que sólo le quedaban unos cuantos—. Lo compré ayer, y si Dora se entera que no es la misma cajetilla que le he querido hacer creer desde la semana pasada... Ya tenemos bastantes problemas como para agregar uno más a nuestra lista de razones por las que somos incompatibles.

En opinión de Sirius, el que Remus fumara a escondidas de Tonks por razones que ni ella misma admitiría atribuirse (incluso si a su veredicto estaban claras como el agua) ocupaba uno de los primeros sitios en esa lista imaginaria de razones por las cuales estar juntos debido a un hijo («A Teddy, ahora tiene nombre; Edward Remus Lupin», se forzó a repetir el nombre memorizado) era una pésima idea, pero ya que se colocaba a sí mismo en el primer lugar y lo hacía porque prefería pensar que sus sentimientos eran correspondidos antes que rechazados...

«Ah, así que esto es llegar a un tope de patetismo...»

—Tal vez sólo debería dejarlo por Teddy, no porque Dora sea quien me lo pida —dijo Remus, estrujando el paquete de cigarros y doliéndose con él y por él—. Funciona como una mejor motivación al menos.

—Por Teddy entonces —dijo Sirius, que dejó caer el cigarro entre sus pies y lo apagó con la punta de su zapato.

—Por Teddy —repitió Remus.

Sin saber todavía a qué se enfrentaba.

 

/*/*/*/* Próximo capítulo: Con comentarios (12-Jun)/Sin comentarios (26-Jun).

Notas finales:

Ah, mi intención no era escribir esta historia en dos partes, pero habrán notado que se trata de sonfgics, y que ambos cuentan historias separadas. Una de separación, y la otra de anhelo, así que quería esas dos porciones diferenciadas. A diferencia de "Primera mano" esta vez les prometo un final feliz~


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