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Espera por ReveursAiles

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-          Sakura, ¿sucede algo? – Keiichi me preguntó antes de grabar con su celular – Se supone que esto es para animar a los fans a comprar entradas, no para que hagan una colecta para pagarte un psicólogo.

 

-          ¿Ah? Si… estoy bien…  - puso mala cara. Lo ignoré y me concentré en tocar la batería con energía para que grabara unos momentos.

 

Luego del ensayo con la banda nos sentamos a almorzar. La verdad era que no tenía hambre.

 

-          Sakura – dijo Yuki, lo miré – Haz estado muy callado hoy, ¿estás enfermo?

 

-          Me duele un poco la cabeza – mentí – Y eso me tiene de mal humor, pero estoy bien. – mi voz no sonó como yo quería, es más, sonaba deprimida.

 

-          ¿Quieres que compre medicina para ti? – preguntó Tazawa.

 

-          No se preocupen, creo que hoy me iré más temprano…

 

-          Ah, está bien – pareció desilusionado pero nadie se quejó. Yo sí me quejaría de que alguno se fuera temprano por un simple molestar, aunque usualmente era el único que expresaba directamente su molestia, ellos eran más considerados. El resto de la mañana avanzó lentamente, aunque intentaba concentrarme en el ensayo, no lograba hacerlo del todo, me molestaba pensar en que solo faltaban horas para que se fuera otra vez… con lo que había disfrutado los últimos días. Simplemente no quería que acabaran.

 

Miré la hora, ya serían las tres de la tarde, por lo que concluí que sería mejor irme de inmediato si quería pasar más tiempo con él antes de la partida. Me fui sin despedirme, y a pesar de que me vieron salir del lugar con la mochila puesta, nadie me habló y agradecí el espacio. Usualmente los músicos tenían mal genio, o al menos esa siempre fue mi excusa para actuar de aquella manera de vez en cuando.

 

Llegué a la casa y noté que estaba todo exactamente tal y como lo dejé antes de irme, ni siquiera estaban las cortinas abiertas.

 

Suspiré de camino a la habitación.

 

Allí estaba, durmiendo con el brazo estirado y su rostro sobre él. Tenía las sabanas enredadas en los pies y roncaba levemente. Me lavé las manos y me quité el abrigo antes de rodear la cama y acostarme por el otro extremo a su lado. Él no despertó. Miré el tejado unos momentos preguntándome por qué, por qué siempre tenía que esperar para tenerlo solo un par de días y luego  volver a estar solo. La vida en soledad no me gustaba. De pronto se volteó y se acomodó inconscientemente sobre mi cuerpo, luego de unos minutos se removió escondiendo el rostro en mi cuello. Había despertado.

 

-          Mm… ¿llegaste temprano o es muy tarde? – su voz ronca me alarmó.

 

-          Aunque llegué antes, no deja de ser muy tarde para que te levantes.

 

-          Mm.

 

-          Hide, tu voz no suena bien – le susurré mientras enredaba mis dedos en su cabellera ahora rubia.

 

-          Mmm… - el sonido de placer me hizo sonreír.

 

-          No sé cómo no te levantaste a comer.

 

-          Lo hice… pero volví a dormirme. – me reí – Suenas triste, Yaa-chan…

 

-          Y tú un poco afónico – le cambié el tema.

 

-          Es solo el sueño…

 

-          Mm…  

 

-          Yaa-chan.

 

-          Dime

 

-          Solo serán dos semanas, luego me tendrás meses para ti.

 

-          Lo sé.

 

-          ¿Entonces por qué suenas molesto?

 

-          No estoy molesto, Hide. – levantó el rostro y miró mis cejas, levantó un dedo tocando entre ellas.

 

-          ¿Entonces por qué esto se arruga? – señaló mi entrecejo con su dedo.

 

-          Porque estoy viejo. – soltó una carcajada haciéndome reír también.

 

-          No sé si estas explicando que eres un viejo gruñón o que tienes arrugas… o las dos. – bajó su dedo lentamente por mi nariz hasta depositarlo sobre mi labio, lo mordí. Volvió a reír y a esconder su rostro en mi cuello. – Han pasado muchos años de esta dinámica, y sigues comportándote de la misma manera un día antes de que me vaya.

 

-          Qué bueno que no estás aquí para ver lo insoportable que soy el primer día en que no estás.

 

-          Eso es lo más dulce que me has dicho en mucho tiempo… - metió su mano por debajo de mi playera y acarició con suavidad alrededor de mi ombligo.

 

-          No te quejes si después soy un viejo amargado por tu culpa.

 

-          No me quejo, te conocí amargado. – bufé. – Yaa-chan…

 

-          ¿Mm?

 

-          ¿Nunca te has arrepentido de esto? – su voz sonó bajita, suspiré. Ya me lo había preguntado antes – Sé que no disfrutas la mayoría del tiempo…

 

-          Lo vale – respondí cortante. Él se quedó callado y yo también, el clima se tornó tenso. En un impulso me moví para acomodarme sobre él, sujetando el peso de mi cuerpo sobre mis brazos. Colocó sus manos en mi cintura y lo besé. – Mmm… estuviste comiendo chocolate… - se rió culpable, luego cambió el semblante algo apenado.

 

-          Lo lamento – me miró con ojos culpables.

 

-          No tienes que hacerlo… No te niego que me pregunto cuándo llegará el día en que te canses de tanto viaje, o porqué insistes tanto en ir tan lejos. A  pesar de que sé tú respuesta… no termina de tener sentido para mí, pero así como eres de necio y todo lo demás, elijo estar contigo. – se abrazó a mí, también lo abracé. No era bueno con las palabras, y las pocas veces en que las expresaba con claridad era para evitarle culpa.

 

-          Te quiero. – susurró aún abrazándome con fuerza.

 

-          Sabes que yo también.


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