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Burn. Crash. Romance. por Marbius

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Escrito por amor a la pareja y sin ánimos de lucro.

1.- Won't last, I'm okay with that

 

Talk fast, romance

Won't last, I'm okay with that

Burn, crash, romance

I'll take what I can get from you

Talk fast, romance

Won't last, I'm okay with that

Burn, crash, romance

I'll take what I can get from you

5 Seconds of Summer - Talk Fast

 

En un momento que pasaría a la posteridad como crítico en su vida, Remus abrió un ojo al nuevo día que se le presentaba y descubrió que estaba en su cama, correcto, hasta ahí todo bien, pero desnudo y con la creciente sensación que sus acciones de la noche anterior habían sido catastróficas, si es que podía basarse en la espantosa resaca que sufría en esos instantes y le hacía desear casi no haber nacido.

Al rodar de espaldas en su cama sencilla, Remus descubrió el empaque de un condón (vacío) clavándosele cerca de la nuca, y otro más a la altura de la rodilla cuando rebuscó más. Eso, y que sobre su estómago tuviera semen reseco formando una asquerosa costra cerca de su ombligo, fueron señales inequívocas de que horas atrás había tenido sexo, pero la cuestión crucial era, ¿con quién?

Apenas 24 horas atrás él y Dora habían terminado. O mejor dicho, Dora había terminado con Remus, por lo que quedaba descartado que se tratara de su ex-novia, y por un instante Remus se debatió si había cometido un gran error o estaba superando su rompimiento a pasos agigantados.

En cualquier caso, con la cabeza dándole tumbos y gran sensibilidad en los ojos por la luz, Remus debía al menos estar agradecido de haber despertado solo. Peor que despertar con resaca y semen seco en el abdomen, era además hacerlo con la persona responsable a un lado, y Remus quería evitarse las reglas de etiqueta que seguro venían con casos similares.

Dispuesto a volverse a dormir, Remus recordó entonces que Lily había sido la causante de aquella salida, que si mal no recordaba era a la fiesta que el edificio Gryffindor había organizado luego de que su equipo de rugby ganara. Ya que eran equipos mixtos, y su amiga Marlene tenía uno de los puestos, Lily había insistido en presentarse a la fiesta y pasar un buen rato. Remus en cambio se había sentido listo para ahogarse de cabeza en el retrete por su patética vida amorosa, pero Lily había conseguido convencerlo de salir para despejarse, y bueno... Más que eso había ocurrido.

Para mal que Remus no recordaba salvo flashes de su noche, y entre ellos no se encontraba el dato de si Lily había vuelto con él o no a su piso.

—Más vale que Lily no esté en peor condición que yo —masculló Remus al hacer a un lado las sábanas, encontrar un tercer condón utilizado, y vestirse con las ropas de la noche anterior que encontró en el piso.

A la salida de su habitación, Remus se topó con un cuadro que ni en sus sueños más caóticos habría conjurado por sí mismo, porque frente a él estaban dos de los miembros más famosos del equipo de rugby, Sirius Black y James Potter, y Lily con ellos en su diminuta cocina, preparaban masa para lo que parecía ser una torre de Pisa hecha con hot-cakes.

—Buenos días, bello durmiente —dijo Sirius Black al reconocer su presencia, y Remus le miró como si en lugar de una cabeza sobre sus hombros tuviera dos.

—Hey, ¿Remus, correcto? —Lo saludó a su vez James Potter.

Lily en cambio se acercó a él y le preguntó por lo bajo: —¿Todo bien?

—Lily... —Aclarándose la voz que tenía ronca por falta de uso, Remus inquirió—. ¿Qué hacen ellos aquí?

—Oh, vinieron con nosotros después de que la fiesta terminó. Habían bebido demasiado y nuestro piso estaba más cerca que el suyo, así que los invitamos a pasar la noche.

—¿Los, te refieres a nosotros? —Preguntó Remus con alarma.

Lily alzó las cejas. —De hecho tú los invitaste, y en condiciones normales no habría aceptado traer a dos hombres a casa a pasar la noche, pero ya sabes lo que dicen de los miembros del equipo de Gryffindor...

Oh, claro que Remus lo sabía. De hecho, todos en Hogwarts estaban al tanto de que el equipo de rugby de Gryffindor era en mayor o menor grado gay. Así tal cual, Gay con todas sus letras.

Vale, que decir que todos eran gay era una exageración, pero la gran mayoría se identificaba como todos menos heterosexual, y no tenía problema alguno en hacer alarde de ello durante los juegos. Para prueba que Marlene tuviera a su novia Dorcas en el equipo, y si mal no recordaba también los gemelos Prewett habían salido con otros compañeros de su mismo sexo. Incluso aquellos dos en su cocina tenían su reputación, en especial Sirius Black, y Remus de pronto tuvo un instante de pánico al recordar los condones que se habían utilizado en su habitación.

—¿Por qué no tomas una ducha? —Sugirió Lily, pasándole una mano por el cabello—. Tienes aspecto de necesitar una, y para entonces el desayuno estará listo.

—Uhm, ok.

Dándole la espalda a sus problemas, Remus hizo caso del consejo de Lily y se metió a bañar, utilizando abundante jabón para lavar sus pecados de horas atrás y tal vez su consciencia.

Mientras el agua caliente le aliviaba los síntomas más agudos de la resaca, Remus fue armando los fragmentos de su noche anterior hasta tener un panorama más o menos completo de sus andanzas.

Primero recordaba haber estado en un estado depresivo por lo ocurrido con Dora, y que Lily le invitara a la fiesta del equipo de rugby. Hasta ahí todo era claro. Luego había habido abundante cerveza, y otras bebidas alcohólicas de las que sólo recordaba el sabor a quemadura en los labios. Al lavarse los dientes había tenido regresiones del amargo sabor, y después había tenido regresiones de él mismo bebiendo sin parar cuanto vaso repleto hasta el borde le ponían al frente.

El resto era nebuloso, salvo por la compañía que había tenido en cama la noche anterior. Un cuerpo ágil y atlético que sabía bien lo que hacía, y unos increíbles ojos grises que no dejaban de verlo a detalle en todo momento. Una persona a todas luces del sexo masculino, y Remus apoyó la frente en los azulejos y se preguntó de quién se trataba.

A juzgar por su presencia, había sido Black o Potter, y Remus estuvo a punto de entrar en un estado de pánico por sus acciones, porque él nunca había tenido esas inclinaciones antes y...

—¿Todo bien ahí dentro, Remus? —Preguntó una voz masculina al otro lado de la puerta.

—S-Sí —alcanzó Remus a enunciar—. Salgo en un momento.

—No te demores. —Aquel era Black. Remus reconocía la voz, y no sólo por unas cuantas palabras intercambiadas minutos atrás—. El desayuno ya está listo.

—O-Ok.

Remus salió del baño en toalla, y presuroso se dirigió a su habitación, donde se cambió con ropa limpia que le devolvió el sentido de normalidad que ya creía perdido luego de la mañana tan extraña que estaba viviendo.

—¡Remus! —Gritó Lily por él—. ¡Los hot-cakes se enfrían, caray! ¡Apresúrate, por favor, o te quedarás sin desayuno!

Porque su estómago también le reclamaba alimento, Remus se unió al grupo en la diminuta mesa de la cocina que apenas era para los dos inquilinos y que ahora daba espacio a cuatro personas.

Por ser el último en llegar, a Remus le tocó el espacio en medio de Lily y Sirius, y al mirar a este último a los ojos y encontrarse con sus ojos grises idénticos a los de sus recuerdos, masculló para sí una palabrota.

—¿Uh? —Un tanto absorta por el inofensivo flirteo de James, Lily se giró hacia él—. ¿Dijiste algo?

—N-Nada —respondió Remus, que clavó la vista en su plato y se dedicó a comer con fruición porque su estómago así se lo exigía.

Contra cualquier pronóstico, los hot-cakes estaban deliciosos, y muy ufano Sirius declaró que había mejorado la receta tradicional con un plátano encontrado al fondo del refrigerador y hecho puré en la masa. Si era o no en verdad esa la causa, Remus sólo podía atestiguar que el sabor era increíble, y le sirvió para bajar la guardia y centrarse en el peculiar grupo que componían dos jugadores de rugby, Lily y él.

—Deberíamos de repetir esto —dijo James a la mitad de la comida.

—¿Qué, el desayuno o la pijamada? —Preguntó Lily.

—¿Y por qué no ambos? Han sido las mejores 24 horas de nuestra vida, ¿o me equivoco?

—Ya, pero no podemos ganar un partido cada viernes para montar fiesta, Prongs —le recordó Sirius—, eso sin mencionar el asunto de Lupin y, ¿cuál era su nombre?

—Ugh... —Así como así, Remus deseó que la tierra se abriera y lo tragara. Llevándose una mano al rostro porque no podía con la humillación, Remus dejó que Lily hablara por él.

—Dora, aunque sólo Remus podía llamarla así, pero mejor ni mencionarla.

—No, de eso ya se encargó Lupin anoche —dijo Sirius, que le dio un ligero codazo—. Pero un clavo saca a otro clavo, ¿eh?

Remus decidió que ya tenía suficiente, y poniéndose de pie y llevando su plato al fregadero volvió a su dormitorio y se encerró ahí hasta asegurarse horas después de que ya no tenían más visitas.

En el ínterin durmió una larga y reparadora siesta, y a su salida en las horas de la tarde, Lily le cuestionó lo extraño de su comportamiento.

—Da la impresión de que James y Sirius no fueron de tu agrado —dijo ella cuando Remus se sentó a su lado en el sofá.

«Oh, ¿pero desde cuándo Potter y Black son James y Sirius?», pensó Remus, que no comprendía la facilidad con la que Lily había hecho migas con aquel par. Suponía él porque pertenecían al equipo de Gryffindor, famoso por sus miembros gays, y tal vez ella consideraba que el flirteo de Potter era inofensivo y había bajado sus guardias cuando con otra persona ya se había cerrado al instante como armadillo.

—No es eso —murmuró Remus, que había encogido las piernas en el sofá y tenía el mentón apoyado en sus rodillas—. Parecen... buenos tipos. Supongo.

—Bueno, para haber terminado en nuestro piso ebrios a pasar la noche, al menos no vomitaron.

—Cocinaron hot-cakes.

—Y limpiaron sin tener que pedírselo la mesa y los platos antes de marcharse —dijo Lily con una media sonrisa—. Bastante amables si me lo preguntas.

—Mmm...

Indeciso si abordar o no el tema con Lily, al final Remus optó por hacerlo. No en balde había sido su compañera de piso por casi dos años, y aunque la convivencia entre los dos podía tener sus roces y no era perfecta, la consideraba su mejor amiga y quería su consejo.

—¿Lily?

—¿Sí?

—Tú... Anoche... —Remus soltó un pesado suspiro—. ¿Dónde exactamente durmieron Sirius y James anoche?

Un leve tono sonrosado apareció en las mejillas de Lily. —Erm... Tú insististe en que Sirius durmiera contigo en tu cama, y yo llevé a James a la mía. Menos mal porque soy gays y no teníamos nada de qué preocuparnos, eh —dijo lo último en un tono diferente.

—¿No?

—¡Claro que no! James fue todo un caballero. Incluso compartimos frazadas y una almohada, y en ningún momento se comportó de manera indecente. Es decir, nos abrazamos porque la cama era demasiado estrecha, y vale, él sólo tenía puesto sus bóxers y yo bragas y mi vieja camiseta de The Beatles con agujeros y... Lo que sea. Mi punto es que en ningún momento sus manos se desviaron en otra dirección y en ningún momento me hizo temer por mi seguridad, así que sólo queda una deducción: Potter es gay. Y si mi intuición femenina para esos asuntos no me falla, Black es su novio.

Remus se abrazó las piernas y enterró el rostro en sus rodillas antes de echar tierra en la deducción de Lily.

—¿Qué? —Pidió Lily que se repitiera, porque no había escuchado nada salvo un balbuceo.

—Digo que... —Remus miró a Lily directo a los ojos—. Que Black y Potter no son novios porque Black pasó la noche conmigo.

—Ajá, ¿y qué con eso? Tal vez consideraron grosero pedirnos dormir fuera de nuestras camas para hacerlo ellos juntos.

—No, Lily —dijo Remus con insistencia—. Escúchame bien: Black pasó la noche conmigo.

Imprimiendo un tono especial en su voz para hacerle saber a su amiga la verdadera implicación de haber tenido una noche al lado de Black, Remus de pronto tuvo un instante de pánico similar a los de esa mañana donde su mejor amiga podía disgustarse con sus acciones, ya fuera porque en su código de conducta los gays estaban bien en la periferia de su vida pero no en su mismo departamento, o porque su comportamiento no hablaba bien de alguien que apenas un par de horas atrás había sido dejado por su novia.

En cualquier caso Lily demostró su estupefacción con ojos grandes y la boca abierta en una perfecta O que perduró por largos segundos antes de procesar aquella información.

—Sé más claro, Remus —pidió Lily cuando el sentido del habla volvió a ella—. ¿Exactamente qué hicieron ustedes dos?

Remus quiso evitarle los detalles sórdidos, en gran parte porque ni él mismo recordaba gran cosa salvo destellos fugaces de memoria, pero quería ser honesto.

—Uhm... Encontré condones usados en la papelera, al menos puedo decir que fuimos cuidadosos... —Intentó bromear, pero ninguno de los dos pudo reír—. Tampoco me duele el trasero, y supongo que no te habrás fijado si Black caminaba raro... ¿O sí?

—No pasó por mi mente. Es decir... ¿Eres gay, Remus?

—¡¿Qué?! ¡No! —Exclamó éste—. ¡Qué locura!

—Porque estaría bien, ya sabes, si lo fueras —dijo Lily, rozándole el hombro, pero Remus se retrajo en sí mismo.

—Genial, pero no lo soy.

—No me importaría, te trataría igual y-...

—¡Vale, Lily! —Gruñó Remus—. Pero no lo soy.

—Quizá... ¿Bi?

—¿Bi?

—Bisexual —dijo Lily, y a Remus le resultó una palabra todavía más terrorífica.

—No lo creo.

—Entonces tal vez fue algo de una ocasión. Los dos estaban ebrios, y no es que acuse a Sirius de haber abusado de ti. Puede que sólo... Sucediera. Naturalmente, quiero decir, y que ambos se dejaran llevar. Eso no implica que seas nada más que heterosexual. Sólo curioso. Sólo por esta vez. Y no estás forzado a repetirlo una segunda vez si no es lo tuyo.

—¿No?

—Claro que no —le aseguró Lily con ligereza—. ¿O es que te sientes diferente a como normalmente eres?

—Yo... No lo creo —dijo Remus con sinceridad, pues se sentía la misma persona que ayer a la misma hora, que hacía una semana, un mes y un año atrás. Nada de eso había cambiado en él. Pero... ¿No debería de sentirse más mortificado por la noche que había pasado al lado de Sirius?

Es decir, conforme habían pasado las horas, Remus había sido capaz de recomponer sus andanzas de la noche anterior, y ahora no sólo recordaba los ojos grises de Sirius, sino también el tacto de sus manos, la presteza de su boca, el talento de su lengua...

Remus se estremeció, y para angustia suya, era la antesala de la excitación lo que de pronto invadía sus terminaciones nerviosas.

Así que tal vez no era tan heterosexual como le acababa de hacer creer a Lily, pero ni en un millón de años tenía él planes de llevar a cabo una repetición de ese tipo.

Con ningún hombre.

Mucho menos con Sirius Black.

Y era definitivo.

 

Excepto que no lo fue...

Después del crítico fin de semana por el que habían pasado y tras curarse la resaca que le palpitó en las sienes hasta el sábado en la tarde, Remus descubrió en la silla de su escritorio una chaqueta de cuero que con toda certeza no le pertenecía. Creía además recordar que Sirius Black había estado en su cocina en manga corta, y ya que no era nada difícil sumar uno más uno...

—Quedé de ver a James el martes para ir al cine —dijo Lily cuando Remus le compartió su problema—. Si quieres se la doy para que se la pase a Sirius.

—Sí, será lo mejor.

Así que Remus dobló la prenda y la guardó en una bolsa antes de tener un acceso de remordimiento por tratarla con semejante descortesía. Después de todo era una chaqueta de cuero, de marca además, con un delicioso aroma a perfume en el cuello (y Remus negaría haberse pegado la prenda a la nariz para olisquear a sus anchas), y no merecía un trato tan rudo sólo porque su dueño tuviera el encanto suficiente para seducir a cuanto heterosexual se le cruzara por el camino. Así que la sacó de la bolsa, la desdobló, y la colgó de su única percha de terciopelo. Con la bolsa hizo una funda, y más contento con el resultado, la colgó del perchero que tenía en la cara interna de su puerta.

Con aquel recordatorio de su única noche de bisexualidad (porque Remus se resistía a llamarse a sí mismo gay ni por un instante), se pasó el domingo fuera de su recámara haciendo tarea en la mesita de la cocina y tratando de apartar su mente de los problemas personales que lo acosaban.

Siendo el primero de ellos el asunto con Sirius Black, pero en un segundo puesto nada desdeñable, su rompimiento con Dora, de quien todavía no tenía noticia alguna y ya se había resignado a creer que su separación era en verdad permanente.

Costaba creerlo porque antes del viernes ellos dos habían sido el uno para el otro. Sin conflictos en ningún área de su relación, ya habían hablado de matrimonio un par de veces en el pasado, como un plan para después de la graduación, y en algunas ocasiones hasta se habían adentrado en el tema de un hogar, futuras mascotas, posibles hijos... Todo el paquete de la familia feliz.

Hasta que Dora lo había citado de la nada, y sin importarle que estuvieran en una cafetería atestada de alumnos, le había dicho que lo suyo se terminaba y que no quería que la contactara más.

Ante lo abrupto de su rompimiento, Lily la había llamado ‘una perra sin corazón, pero para Remus los sentimientos por Dora corrían en lo más profundo, y el dolor de su separación todavía era una herida abierta.

O lo había sido hasta la aparición de Sirius Black.

—Oh, mierda —masculló Remus para sí frente al libro del que tenía que leer tres capítulos para su siguiente clase—. Estoy jodido...

El término de ‘jodido’ se extendió desde la partida de Sirius y James de su piso por todo el sábado y domingo, atormentando a Remus con cada minuto despierto y robándole preciosas horas de descanso, de tal modo que su lunes se convirtió en una pesadilla cuando se quedó dormido porque había olvidado poner su alarma, llegó tarde a su primera clase, y básicamente continuó cometiendo un error tras otro durante el resto de la mañana.

Su tarde no fue mejor cuando a la hora del almuerzo recordó que había olvidado empacarse comida, y para colmo de males no traía consigo su billetera, así que la opción de comprar un té estaba descartada.

Remus soportó sus últimas clases de la tarde con estoicismo, forzándose a prestar atención cuando lo único que su cerebro podía conjurar eran escenas de los momentos que había pasado con Sirius Black en la cama, y con mal humor creciente aguantó hasta el final.

Su caminata de regreso al piso le ayudó un poco a expulsar el vapor acumulado, pero sus niveles de tensión se multiplicaron por diez cuando la figura que estaba esperando por él en el portal resultó ser la última persona en el mundo con la que le apetecía toparse. Y ya que estaba, también aquella que no había abandonado su mente en las últimas cuarenta y ocho horas.

—Hey, Lupin —lo saludó Sirius Black con una sonrisa afable.

—Hola —fue la escueta respuesta de Remus, que no encontraba de buenas a primeras una explicación plausible de su presencia hasta que recordó la chaqueta—. Ah, vienes por tu chaqueta.

—En parte —dijo Sirius—. También a devolverte esto —y levantó una bolsa de compra con el nombre de una exclusiva tienda departamental escrito al costado.

Remus no recordaba jamás haber puesto un pie en esa tienda, mucho menos comprado nada, pero Sirius aclaró la confusión.

—No encontraba mi chaqueta, así que me llevé un suéter que encontré en el respaldo del sofá.

—Oh, es mi suéter —murmuró Remus, pues recordaba la prenda aunque no la había echado de menos.

—Lo supuse. Es demasiado grande para Lily, y además dudo que ella decida vestir de rojo quemado con un cabello como el suyo.

—Sí, eh, ella dice que el rojo no es su color. —Remus sacó las llaves de su bolsillo y Sirius se apartó para dejarlo acercarse a la cerradura—. Pasa. Tengo tu chaqueta en mi habitación.

Sirius entró después de Remus al piso, y cerró la puerta tras de sí.

Indeciso entre ofrecerle algo de beber o limitarse a hacer el cambio de ropas sin más, Remus entró a su habitación a buscar la chaqueta d Sirius, y éste le siguió de cerca, acompañándole hasta su dormitorio.

—Aquí tienes —le entregó Remus la prenda, y a cambio recibió la bolsa.

El intercambio había ocurrido, y sólo restaba tomar caminos separados, pero Sirius no dio muestras de marcharse y Remus descubrió que tampoco deseaba que así fuera.

—Y... —Sirius se humedeció el labio inferior—. ¿Qué tal el asunto con Dora?

Remus correspondió su pregunta con una expresión de desconcierto absoluto. —¿Pero cómo...?

—¿Sé de ella? Bueno, no querías hablar de nada más durante la fiesta, y en vista de que parecías necesitarlo, seguí trayéndote tragos. Nada como el alcohol para olvidar un corazón roto, ¿no?

—No todo —masculló Remus, presionándose un par de dedos en el punto en medio de sus cejas.

—Ah, ya veo —dijo Sirius de pronto—. ¿Hablas por lo que pasó entre nosotros, correcto?

—Black, no-...

—Sirius —pidió éste, interrumpiéndolo—. Soy de la creencia que si hemos tenido sexo, al menos tienes el derecho de llamarme por mi primer nombre.

Dejando caer la bolsa que contenía su suéter al piso, Remus se cubrió el rostro con ambas manos.

—Oh Diox, oh Diox... —Masculló Remus con angustia, y al instante un par de brazos le rodearon con fuerza y calor.

Remus deseó poder apartarlos, poner distancia entre ambos porque después de todo era culpa de Sirius la situación en la que se encontraba, pero al mismo tiempo... Incluso si su mente le gritaba que se alejara lo antes posible y pusiera cuanta distancia estuviera a su disposición, su cuerpo reaccionó permitiendo el abrazo y buscando en el cuello de Sirius la fragancia de su colonia a la que se había habituado los últimos días a encontrar en su almohada y sábanas.

—Respira, Lupin. Adentro y afuera, no hay prisas —le aconsejó Sirius, pasándole las manos por la espalda.

Remus se retiró las manos del rostro y dijo: —Remus.

—¿Uh?

—Tú lo dijiste antes: Tuvimos sexo, llámame por mi nombre.

—Ok, Remus. Es un buen nombre, ¿sabes? Te va bien —dijo Sirius, y sus movimientos en la espalda de éste se tornaron más largos y sensuales.

De haber querido que se detuviera, Remus le habría puesto un alto, pero en su lugar giró el rostro que tenía oculto en el cuello de Sirius, y le besó en la mandíbula.

Sirius reaccionó con una profunda exhalación, y ya sin inseguridad, sujetando fuerte uno de sus glúteos y haciéndole saber que si Remus quería, él también.

No hubo espacio a la indecisión.

Ahí donde Remus después se preguntaría por qué no había estado frente a una bifurcación entre sus dos opciones, en su lugar fue él quien empujó a Sirius hasta dar con la cama, y juntos cayeron en el estrecho colchón buscando a tientas cómo deshacerse de la estorbosa ropa.

Al final optaron por eficiencia y rapidez, así que Sirius deshizo el botón y la cremallera de sus jeans y se sacó el pene erecto con una sonrisa de satisfacción por su forma y tamaño.

Observándolo fijamente, Remus coincidió con que era una pieza agradable a la vista, y si debía de juzgarse a sí mismo por el modo en que su boca se llenó de saliva, también digna de una probada. Pero Sirius no le dio tiempo, y en su lugar los hizo rodar hasta dejar a Remus de espaldas con él encima y tanteando al frente de su pantalón para dejarlo en su mismo estado.

El primer roce de sus erecciones les arrancó a ambos un sentido gemido, y Sirius aprovechó la oportunidad para besar a Remus de lleno en la boca y éste le correspondió dándole acceso a su lengua para explorar.

El encuentro fue sórdido para los estándares de Remus. Acostumbrado como estaba a Dora, a poner velas aromáticas para darle ambiente a la habitación y a practicar sólo la posición del misionero, Remus encontró estar debajo del musculoso cuerpo de Sirius y luchando contra la inminencia de su orgasmo como un cambio refrescante del que no se sentía con ánimos de renegar.

No con Sirius plantándole besos por el cuello, sujetándole con una de sus manos la cadera con tal fuerza que creía imaginarse la forma del moratón similar a dedos que ahí tendría, y con la otra tanteando debajo de su camiseta a la altura de las costillas, un toque cálido y también íntimo.

—Mmm, Remus —gimió Sirius cerca de su manzana de Adán, y Remus le correspondió con jadeos.

—Sirius, oh, Sirius... —Abrazándolo contra su cuerpo porque la idea de perder el roce de su pelvis contra la suya le resultaba insoportable, Remus apretó de pronto los dientes cuando el orgasmo lo golpeó como un puñetazo en la base del estómago.

Sirius no tardó en unírsele, y en el vientre de ambos y sobre sus pantalones apareció la prueba física de lo que habían hecho.

—Uf, eso fue... —Dijo Sirius contra el cuello de Remus, y éste parpadeó un par de veces para eliminar la humedad excesiva de sus ojos—. Sé que debimos de haber utilizado condones, pero...

—¿Condones? —Rememorando su despertar del sábado, Remus volvió a la carga—. ¿Eso fue lo que hicimos el viernes?

Sirius removió su peso sobre Remus, y al moverse la humedad entre sus cuerpos se tornó fría, de pronto desagradable sobre su piel.

—Erm, ¿no lo recuerdas?

—Honestamente... no. Tengo flashazos. Pero no es como si quisiera todos los sórdidos detalles.

Sirius rió. —¿A eso llamas sórdido? Incluso me detuviste cuando quise darte una mamada. Creí que temías que te vomitara encima, pero ya veo que no...

Remus se cubrió los ojos con un brazo, e intentó no adentrarse en terreno pantanoso mientras Sirius se retiraba de su cuerpo y rodaba hasta quedar acostado de lado en la estrecha cama.

—Mírame, Remus —pidió Sirius, y éste se mordió el labio inferior—. El viernes... ¿Fue tu primera vez? Con un hombre, quiero decir...

Un extraño sentimiento que tenía bullendo en su pecho desde esa fatídica mañana de sábado que despertó en cama con varios empaques de condones vacíos de pronto amenazó con desbordarse, y Remus se cuestionó cuán patético resultaría si de pronto se soltaba llorando por su misma incapacidad para aceptar que lo ocurrido con Sirius no había sido asunto de una sola vez.

Sirius mismo pareció comprender por lo que Remus estaba pasando, así que lo abrazó con una mano alrededor del pecho, y con los dedos le jugó un rizo de su cabello color miel.

—Respira... No hemos hecho nada ilegal o de lo que tengas qué avergonzarte. Tu novia ha terminado contigo, así que tampoco es como que la hayas engañado. Y lo que pasó aquí entre tú y yo es asunto de nosotros dos y nadie más, ¿ok?

—¿Lo juras? —Disgustado por su voz de niño asustado y su necesidad de saber que aquello no saldría de esa habitación, Remus tenía que estar seguro de que Sirius no lo divulgaría por el campus.

—Por lo más sagrado —prometió Sirius—, aunque... No me odies, pero se lo conté a James.

El rostro de Remus se contrajo, y Sirius se apresuró a tranquilizarlo.

—Pero él no se lo contará a nadie. Es mi mejor amigo, y confío en él. Sabe ser discreto, y no se lo diría a nadie, mucho menos a Lily si es lo que te preocupa.

Remus se ahorró explicarle que Lily ya estaba al tanto, y que igual que él apenas media hora atrás, creí que era un asunto pasajero de una sola ocasión. En cambio ahora que había hecho una repetición, Remus no estaba tan seguro de haber cedido sólo porque había alcohol presente.

Retirando lentamente su brazo de su rostro, Remus se giró a ver a Sirius, y con congoja concluyó que era atractivo. Demasiado para ser sólo admiración platónica de un hombre heterosexual, y los ojos le picaron con exceso de humedad.

—En verdad estás pasando por tu crisis de la primera vez con un hombre, ¿eh? —Adivinó Sirius sin problemas por lo que pasaba, y tras cerciorarse de que Remus estaba asustado pero poco a poco haciendo las paces con sus sentimientos, redujo la distancia entre ambos y lo besó en los labios—. No te preocupes, pasa rápido.

—¿Y después? —Preguntó Remus con la voz gruesa—. ¿Qué pasa después?

—Oh, cada caso es particular.

—¿Qué pasó contigo? —Insistió Remus saber, pues aquella experiencia le resultaba tan extraña que sólo quería cerciorarse de que lo que le ocurría a él era normal.

—Bueno... —Las cejas de Sirius se contrajeron en un medio fruncimiento, y el gris claro de sus ojos de pronto se tornó tormentoso—. Fue con mi tutor de química, ¿sabes? Y era un tanto mayor que yo. Yo estaba por cumplir catorce, y él tenía diecinueve...

Remus dio una boqueada. —¿Diecinueve? Pero...

—Lo sé, era apenas un crío, pero quería cerciorarme de la manera en que me sentía, de quién era yo, y... Acabé con el corazón roto, pero no por mucho tiempo. Al menos saqué en claro que era gay, y no hubo marcha atrás con ese asunto desde entonces.

—Vaya...

—¿Crees que también eres gay? ¿O algo intermedio? Mencionaste tanto a tu novia la noche del viernes...

—La amaba —dijo Remus—, creí que la amaba al menos... Ya no estoy tan seguro.

—Suele pasar. Mi amigo Benjy pasó por algo similar. Él también es del equipo de rugby.

—Fenwick, lo sé —dijo Remus, pues aunque no era fanático del equipo de Gryffindor, había visto sus nombres por doquier en el campus.

—Precisamente él. Pues Benjy tenía una chica, pero luego tuvo un chico. Benjy tiene una suerte terrible en el amor, y a esas dos parejas le han seguido al menos media docena en el último año, pero él dice que no piensa rendirse, y está agradecido de su bisexualidad, porque así al menos multiplica sus oportunidades para encontrar a su otra mitad. Tal vez sea lo mismo contigo.

—¿Qué mi vida amorosa se vaya al carajo?

Sirius se rió. —No, que seas bisexual. Un encuentro gay no te vuelve gay, sólo expande tus horizontes hacia un campo nuevo.

—Ya, pero esto no ha sido sólo una vez —masculló Remus, que todavía tenía los pantalones abiertos y semen en el estómago.

—Y podrían no ser sólo dos veces si me dejas —propuso Sirius con ligereza, pero Remus vio a través de la picardía en sus ojos y encontró deseo.

Idéntico deseo al que sentía él en su estómago, y que era más fuerte que el arrepentimiento. Después de dos veces en cama con Sirius, ¿qué era hacerlo una tercera?

—¿Lo dices en serio? —Preguntó con la boca seca, deseoso de una respuesta afirmativa.

—Con un nombre como el mío, sí. Siempre soy serio —declaró Sirius, que fue en pos de la boca de Remus y le demostró con más paciencia y menos ropa por qué actuar bajo los preceptos de su recién descubierta sexualidad no era ninguna catástrofe como se había temido hasta ese entonces.

Todo lo contrario, decidió Remus, que absorto en el placer que Sirius le proporcionaba, se descubrió deseando una cuarta, quinta y sexta vez más a su lado.

En realidad, todas las que Sirius estuviera dispuesto a darle.


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