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51. Jin (02) por dayanstyle

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Qué infiernos. Suga gruñó cuando su carro chisporroteó y luego murió. Con mucho cuidado llevó el vehículo a la orilla mientras maldecía a la tormenta, golpeando el volante en su diatriba furiosa. No podía creer lo que le estaba sucediendo . - Se  supone  que  no  debes morir. Te acabo de arreglar.-   Estaba casi lloriqueando ante el pedazo de basura como si pudiera solidarizarse con él e iniciar la marcha. No estaba conteniendo el aliento esperando ese milagro, pero habría sido agradable.

En primer lugar Suga tuvo que luchar por el dinero para las reparaciones, ¿y ahora esto? No había manera de que él trabajara otras tres semanas de tiempo extra para pagar las reparaciones. Su coche le quitaba hasta el último maldito centavo.

Frustrado, se bajó del carro y caminó hacia la parte de atrás, pateando la llanta trasera con frustración. Ahora, ¿qué se supone que debo hacer?

 

En realidad no esperaba que el carro le contestara, pero gritar le hacía sentirse mejor.

De alguna manera.

 

Se sentía irritado porque su único medio de transporte ahora era un pisapapeles de gran tamaño, Suga abrió el cofre del carro para ver cuál era el problema. Con el cofre levantado, se preguntó qué estaba haciendo. No tenía ni idea de lo que estaba buscando. ¿Qué sabía él de carros?

 

Ni una maldita cosa. Pero por alguna razón, ver bajo el cofre le hacía sentir como si una solución le fuera a saltar.

Pero no fue así. Se quedó mirando un motor sucio y no tenía ni idea de lo que era. La única cosa que le parecía familiar era el recipiente de plástico que estaba a un lado del motor en el que vertía líquido para el parabrisas de vez en cuando.

Gruñendo, dejó caer el cofre en su lugar, escuchó el golpe al cerrarse mientras caminaba hacia el lado del pasajero y tomó su mochila del asiento delantero. Faltaban sólo tres cuadras para la casa que compartía con otros dos hombres. No debería llevarle demasiado tiempo llegar a casa a pie.

Gracias a Dios que estaba de camino a casa desde el trabajo en lugar de al revés. Su jefe era un idiota, y Suga odiaba tratar con el hombre sobre cualquier cosa.

Vio su carro, Suga realmente no quería dejarlo atrás, pero estaba estacionado junto a la banqueta. No debería haber ningún problema, a menos que uno de los vecinos llamara para informar de un auto abandonado fuera de su casa.

Dioses, esperaba que no lo hicieran. No le hacía falta que fuera remolcado. Eso sólo sería otra infracción que no podría pagar, y no tenía ni un centavo más para gastar en eso. Suga contempló dejar una nota en el parabrisas para que todos supieran que regresaría por su carro, pero eso también le diría a la gente que solo era un montón de metal dejado ahí.

Quizás podría encontrar a alguien que lo arrastrara. Su compañero de cuarto probablemente ayudaría, pero, uno nunca sabía.

 

Decidiendose en contra de alertar a alguien acerca de su carro descompuesto, Suga subió la correa de su mochila al hombro y se dirigió a casa. Después de trabajar diez horas, preferiría no caminar, pero él no tenía ninguna opción en el asunto. Le dolía el cuerpo y quería desesperadamente una ducha de agua caliente, pero no había nada que pudiera hacer sobre su situación. Estaba atascado caminando, así que tenía que dejar de refunfuñar mentalmente por eso y comenzar a moverse si quería estar de regreso en casa. Sacando su iPod, colocó los auriculares en sus oídos y encendió la música.

Al doblar la esquina de la segunda cuadra, Suga vio a un hombre apoyado contra un árbol cerca de la banqueta. El hombre estaba inclinado allí. No debería ser un gran problema. Quizás el tipo estaba esperando a alguien que lo recogiera. Sin embargo, el vello de la nuca de Suga se erizó mientras se acercaba al extraño.

Trató de mantener sus ojos apartados, pero aun así podía sentir la mirada del hombre fija en él. En serio, eso era aterrador. Suga metió la mano en el bolsillo y apagó la música una vez que pasó al tipo. No estaba seguro de por qué, pero algo le decía que tenía que estar alerta y consciente de su entorno.

Había algo que no estaba bien sobre el extraño apoyado contra el árbol. Tal vez era toda la ropa oscura que el extraño usaba, o, posiblemente, la mala actitud que el tipo proyectaba. Fuera lo que fuera, Suga oyó las vibraciones altas y claras.

«Aléjate».

 

Suga aceleró el paso un poco, reprimiendo las ganas de salir corriendo. Probablemente estaba reaccionando de forma exagerada, y eso era más que probable. Ya había enloquecido antes. Suga era el tipo de persona que perdía el control hasta caer en el infierno primero y luego pensaba las cosas una vez que había colapsado. Era un error suyo, uno que su mamá trató de romper durante años, pero Suga era quien era.

El hecho de que tendiera a reaccionar primero y pensar después no significaba que iba a pasar por alto la sensación de que el peligro estaba en algún lugar cercano. La sensación era como un balde de agua fría sobre él, haciéndole consciente de todo lo que le rodeaba, era como una pesada sensación, la opresión de que alguien lo seguía le pesaba.

Cuando su casa quedó a la vista, Suga dejó escapar un suspiro de alivio.

Había estado exagerando.

 

«Lo imaginé».

 

Había dejado que su imaginación tomara vuelo y se asustó pensando que alguien estaba detrás de él. El hombre no era una amenaza para él. Estaba casi en casa, y el extraño no estaba a la vista. Suga se sentía estúpido por mantenerse alerta por nada.

Sus compañeros siempre bromeaban con Suga diciéndole que tenía una imaginación hiperactiva. Decían que se asustaba fácilmente y que podía hacer de algo ordinario un gran alboroto. Suga había argumentado que ellos eran los exagerados, pero a lo mejor tenían razón. Se rio de sí mismo, sintiéndose como un completo bobo. ¿Qué pensaba que sucedería que el Servicio Secreto lo tomaría y lo secuestraría?

Muy bien, tenía  una  imaginación  hiperactiva. Así  era él. Eso  mantenía su  aburrida vida  entretenida, y  no había nada que Suga odiara más que aburrirse. Y, por desgracia, en este momento, su vida era muy aburrida. Él no era un buscador de emociones, pero un poco más de acción no estaría de más para sacudir un poco las cosas.

Cuando se dirigía por el camino, a la parte trasera de la casa, Suga sintió que su mochila era arrancada de su hombro. Se dio la vuelta para ver al extraño que había estado apoyado contra el árbol, ahí de pie, gruñéndole.

«¿Gruñendo?» ¿Quién demonios gruñía como un perro? No era normal. Ningún ser humano era capaz de hacer ese sonido. Suga sabía que esto no era su imaginación hiperactiva. Este tipo era real, y lo veía como si estuviera a punto de arrancarle un gran trozo de piel a Suga.

Los ojos de Suga se abrieron cuando el miedo oprimió su pecho mientras veía los totalmente negros ojos del hombre. Los iris se veían como orbitas insondables que podrían chuparlo al interior si los veía por demasiado tiempo. Nadie los tenía tan oscuros. Los iris se mezclaban con las pupilas, por lo que era difícil para Suga decir dónde terminaba uno y dónde comenzaba el otro.

El extraño también tenía dientes largos y afilados en su boca. A Suga le recordaban los caninos de un perro. Las puntas eran largas, casi tocando el labio inferior del hombre, diciéndole a Suga que este hombre era algo más que un simple humano. Eso no podía estar bien. Su imaginación se había desbocado en un equivocado mal momento, pero Suga no podía detener la sensación de que algo malo iba a suceder.

 

¿Qué infiernos eres?- preguntó mientras se alejaba, haciendo su mejor intento de llegar a la puerta de atrás sin correr. La puerta estaba a sólo unos metros de distancia, pero en su situación actual se sentían como kilómetros. Su corazón latía tan rápido que Suga se sentía un poco mareado.

El hombre lanzó la mochila de Suga al césped mientras se acercaba, sus labios hacia arriba en una sonrisa lasciva mientras estrechaba las manos a su espalda, ligeramente inclinado hacia adelante.

-Hueles  tan  condenadamente bien, humano. Mis dientes están hormigueando por arrancarte un pedazo.

«¿Humano?».

 

¿Hablaba el tipo en serio?

 

Suga vio hacia la puerta de atrás, preguntándose si podría atravesarla antes de que el hombre pudiera llegar a él. El tipo era jodidamente grande, y Suga rezaba porque el peso hiciera al hombre lento. No es que el hombre fuera gordo, sólo estaba bien construido, grande. Sabía que aun estaba lejos, pero tenía que intentarlo. ¿Qué otra opción tenía? Suga no era un luchador. Él podía defenderse si tenía que hacerlo, pero tenía la sensación de que ninguna cantidad de voluntad le iba a ayudar en esta situación. Dando un paso en la dirección que él quería ir, Suga salió disparado, rogando porque la maldita puerta trasera estuviera abierta.

Gritó cuando un agudo dolor le atravesó el brazo y se irradió hacia arriba por el hombro y bajó por su cuerpo, explotando en fragmentos de dolor a lo largo de su lado izquierdo. Bajó la vista y vio que su camisa estaba desgarrada y tenía un gran corte en el brazo. La herida estaba sangrando profusamente, haciendo que Suga sintiera nauseas sólo de ver la herida abierta que mostraba tejido y hueso.

Su visión era ligeramente borrosa y Suga sólo sabía que se iba a desmayar. Odiaba ver sangre. Tejido y hueso era aún peor. No ayudaba que fuera su propia sangre y tejidos los que se derramaban de su cuerpo.

Suga corrió hacia la puerta en un segundo intento de escapar. Este tipo estaba intentando detenerlo, y Suga no estaba seguro de que fuera a sobrevivir si no encontraba una manera de escapar. Gritó con rabia y miedo cuando la puerta no se abrió. ¡La puerta estaba cerrada con llave! Él metió la mano en el bolsillo delantero y entonces se acordó que su llave estaba en su mochila... al otro lado del patio.

«¡Joder!»

 

-No sirve de nada huir de mí-   dijo el hombre mientras se acercaba, una mirada de triunfo mostrándose en su rostro.

Suga sentía como si su vida hubiera terminado, como si no hubiera ninguna esperanza más en el mundo. Miseria como nada que hubiera experimentado antes se apoderó de él, por lo que Suga quería renunciar y ceder y dejar que el hombre hiciera lo que quisiera. El miedo y la duda se deslizaban en su mente, Suga cediendo a sólo entregarse a ese hombre. Era inútil luchar una batalla que no podía ganar.

Suga sacudió la cabeza para disipar esos lúgubres pensamientos. Sabía que no eran correctos. Sabía que no podía tirar la toalla. Él no se daría por vencido y no era un cobarde. Entonces, ¿por qué sentía como si toda esperanza se hubiera perdido?

Sus ojos se fijaron en las uñas largas que sobresalían de los dedos del hombre y supo cómo había sido cortado. Eran negras, se veían agudas y letales en todo el sentido de la palabra y la sangre de Suga escurría de estas. Levantó la mano y cubrió su brazo sangrante, alejándose de la puerta de atrás, tratando desesperadamente de llegar a sus llaves. Podía sentir el calor de su sangre filtrarse a través de sus dedos y bajar por su mano, pero no había nada que pudiera hacer hasta que escapara.

Había estado buscando un poco más de acción en su vida, pero maldición, esto era una exageración.

Suga estaba mareado. Manchas grises se extendían por su visión, teniendo Suga que parpadear varias veces para mantenerse alerta mientras veía a dos hombres aún más grandes subir por su camino de entrada.

Esto era todo.

 

Estaba a punto de morir.

 

El extraño tenía refuerzos, y si no había manera de que Suga pudiera luchar contra un solo hombre, mucho menos contra tres.

Suga sintió un gemido escapar de su boca mientras sus rodillas comenzaban a temblar. Iba hacia abajo y no había forma de detenerse. Estaba perdiendo demasiada sangre. La única queja que tenía en ese momento era no poder averiguar quién era ese hombre y por qué lo había atacado. Nunca le había hecho nada a nadie para justificar su propia muerte. Bueno, él mintió acerca de estar enfermo la semana pasada para faltar al trabajo, pero eso no ameritaba una maldita sentencia de muerte.

Su jefe era un imbécil, pero ni siquiera Herbert gastaría dinero para contratar a un asesino a sueldo por una llamada para faltar. Oh infierno, él estaba balbuceando en su mente. Eso no podía ser una buena señal. Suga parpadeó un par de veces más, haciendo su mejor esfuerzo para mantenerse de pie. Su plan no estaba funcionando bien cuando una visión inundó su mirada.

 

Los recién llegados entraron a su patio y uno de ellos comenzó a luchar con el extraño que había atacado a Suga mientras que el otro se dirigía hacia Suga. Él no tenía la energía para luchar contra el hombre. Suga estaba débil y a cada segundo aún más débil. Lo único que podía hacer era rezar para que su muerte fuera rápida y sin dolor. Un buen corte en el cuello debería remediar cualquier tortura, pero el hombre al frente de su camino era tan grande que Suga dudaba que le fuera a gustar esto.

Cuando la oscuridad empezó a nublar su visión, los ojos de Suga rodaron hasta la parte posterior de la cabeza, su cuerpo se puso frío como el hielo y comenzó a caer hacia el suelo.

 

 

 

Jin atrapó al humano antes de que cayera al suelo, jalándolo más cerca mientras trataba de examinar la lesión en el brazo izquierdo del hombre. Pero Jin no llegó demasiado lejos en su análisis, su cuerpo comenzó a zumbar, sus alas comenzaron a revolotear cuando bajó la mirada y vio al hombre inconsciente en sus brazos.

Jin no podía creer que estaba sosteniendo a su pareja tan cerca, alguien que creía que nunca encontraría.

Después de tantos siglos de estar solo, de desear tener a alguien con quien compartir su solitaria vida, finalmente tenía a su pareja a su lado. Jin tenía a alguien con quien compartir su vida, y a alguien para mantener caliente su cama. Era como un sueño hecho realidad. ¿Entonces por qué sentía miedo al ver al hombre? Esto debería ser un motivo de alegría, pero lo único que podía sentir en ese momento era aprensión y miedo.

 

La cabeza del humano colgaba a un lado mientras Jin tomaba al extraño en sus brazos, abrazándolo contra su pecho. Podía ver la sangre empapando la camisa del hombre, goteando del brazo del humano. Saliéndose de su cuerpo rápidamente, y Jin sintió pánico de no poder salvar a su zaterio en ese momento.

Por el aspecto de la herida, Jin no podía decir si su pareja había sido mordido o arañado. Podrían ser ambas cosas, pero Jin estaba rezando por que la lesión fuera causada por la garra del perro y no por los dientes. La mordida de un perro del infierno era venenosa y letal para los humanos. Jin sintió que un agujero se formaba en su pecho y una sensación de pesadez lo abrumaba ante la idea de perder a su pareja antes de saber quién era el hombre.

 

¿Qué estás haciendo? son, otra de las bestias aladas y el hombre que estaba patrullando con él las calles del Valle Pride, le preguntó después de que finalmente apuñaló la marca del perro.

Un perro podía morir. No era imposible. Tenían una marca oscura detrás de su oreja izquierda. Se les apuñalaba allí, y luego se les quemaba, el perro moría y regresaría al infierno. El truco era lograr ser más inteligente que el perro y apuñalar la marca. Los perros conocían su debilidad y protegían la zona alrededor de la oreja con todas sus fuerzas.

 

¿Ahora llevas recuerdos a casa? - dijo  Red bromeando mientras limpiaba la desagradable sangre negra del perro de su espada sobre la hierba y luego guardando la afilada arma.

 

Toma al perro. No queremos que Jungkook tenga un ataque si lo quemamos aquí dijo Jin,- ignorando la pregunta de Red  y  el  comentario.  Jungkook  era  el  compañero  de   su comandante.  Jungkook había argumentado  que quemar un cuerpo en el pueblo era algo malo.

Jin no entendía por qué era algo malo, pero no estaba dispuesto a discutir con la pareja de Nam Joon sobre algo que encontraba trivial.

Si un perro era apuñalado solamente, y no se le quemaba después, la criatura podría regresar de nuevo. Eso era una atemorizante mierda. Sólo hacía que deseara quemar el cuerpo al verlo, pero sabía que no podía.   Te veré en casa.

 

Gracias por dejarme con el muerto  - quejó Red.

 

Jin vio a su alrededor para asegurarse de que nadie estaba viéndolo antes de tomar el vuelo. Los humanos no podían ver las alas de metro y medio de una bestia alada. Así que sólo verían a un hombre volando en el aire. Eso causaría una difícil conversación en el sofá de un terapeuta para cualquier persona que los viera.

Jin aferró a su compañero con fuerza, mientras volaba hacia el castillo construido en la ladera de una montaña. Tenía que llevar a su zaterio de regreso a casa, donde Jin podría atender la herida del hombre, y mantener un ojo en él para detectar cualquier signo de fiebre.

Si desarrollaba fiebre, Jin sabría que su pareja había sido mordido.

Dioses, rezó para que no se formara fiebre.

 

Él sabía que Jungkook había sido mordido y le había tomado horas a la fiebre aparecer. Pero, Jungkook era un shifter. Era diferente para todos. Su pareja era un humano, por lo que Jin no tenía ni idea de qué esperar.

Sólo podía mantener la esperanza de que su pareja no hubiera  sido  mordido,  solo  rasguñado,  porque  si  no  se aferraba a ese hilo de esperanza, Jin no tendría a nada más que aferrarse. Un zaterio era el elegido para una bestia alada. La única pareja que recibiría. Elegidos especialmente para ellos. Si su pareja no sobrevivía a esto, tampoco lo haría Jin.

Jin sabía que las posibilidades de un humano de sobrevivir a una mordedura de un perro del infierno eran pocas o casi nulas.

Las mordeduras eran venenosas y desagradables como el infierno. Había sido testigo de lo que Jungkook había pasado. Espuma negra había exudado de los poros del shifter, quemando todo a su paso. Y el olor a azufre y sulfuro había sido nocivo. El veneno había hecho a Jungkook gritar y retorcerse tanto que Nam Joon tuvo que sostenerlo. Eso era lo que su comandante les había dicho y Jin sabía que su zaterio no sobreviviría a eso. Jungkook era un shifter.

Su pareja no lo era.

 

Aterrizando suave y fácilmente en el balcón del castillo, Jin entró en el palacio y se dirigió directamente a su dormitorio. Vio a las otras bestias aladas viéndolo, expresiones curiosas en sus rostros. No iba a detenerse a contestar preguntas. Necesitaba acostar a su pareja, y Jin necesitaba pasearse de un lado a otro.

Pasearse de un lado a otro nunca ayudó a Jin a resolver nada pero era una distracción que ahora necesitaba desesperadamente.

Colocando al frágil humano en su cama, Jin apartó el negro cabello de la cara de su pareja, notando por primera vez que el hombre tenía una barba de candado. Él también tenía una boca llena, nariz aguileña, y el  partido  mentón hablaba de su obstinación. Sus dedos recorrieron el rostro de su pareja, recorriendo su frente recta y gruesas cejas.

Jin estudió a su pareja un momento más y luego se dirigió al cuarto de baño para tomar un poco de gasa. Se tomó un momento para controlarse. Ahora Jin se sentía totalmente débil. Su interior estaba tensándose con tanta fuerza que sabía que iba a desmoronarse en cualquier momento. El hecho de que fuera una bestia alada no quería decir que tuviera una fuente inagotable de fuerza. Incluso los más fuertes colapsaban bajo tales presiones y preocupaciones.

Dejando escapar un profundo suspiro, Jin regresó a su habitación y cuidadosamente arrancó el resto de la manga de la camisa y revisó la herida en el brazo del hombre, vio que era un largo corte desde el hombro hasta el codo. No estaba seguro de si se trataba de un simple corte o si la mordida se escondía en algún lugar de la abierta herida. Tenía un aspecto horrible, y Jin tuvo que tragar el nudo en la garganta cuando vio tejidos desgarrados y el hueso. El perro del infierno había hecho una desagradable herida en su pareja. Si el bastardo no estuviera ya muerto, habría perseguido y torturado al perro muy lentamente.

Envolviendo la gasa alrededor de la lesión de su pareja, Jin se comprometió a encontrar y eliminar a cuantos perros del infierno pudiera encontrar. Pagarían por lo que le pasó a su pareja, y a cualquier otro inocente que tuviera la mala suerte de cruzarse en el camino de un perro del infierno.

Jin agarró una silla del otro lado de la habitación, colocándola justo al lado de la cama y se sentó, apoyando el mentón en sus puños, mientras esperaba para ver si su zaterio desarrollaba fiebre.

 

Ahora que su pareja estaba aquí, el calor del apareamiento se iniciaba. Eso era lo último que Jin quería que sucediera en estos momentos.

No ahora, no cuando su zaterio estaba herido.

 

Ni siquiera podía pensar en su pareja de una manera sexual mientras yacía ahí, posiblemente, luchando por su vida. Jin sólo deseaba saber qué tipo de lesión había sufrido su zaterio. Eso haría la espera un infierno más fácil si supiera qué resultado buscar. Quizás no, especialmente si el hombre había sido mordido. Dioses, él ya se estaba volviendo loco, y el reloj acababa de empezar a marcar.

 

¿Jin?

 

Oyó al comandante entrar a su dormitorio, pero a Jin no se le ocurría nada que decir. Sabía que estaba prohibido traer un  humano al castillo, pero el hombre era su  zaterio.

¿Qué otra cosa se supone que debía de hacer? estaba sangrando. Fue la única  excusa plausible que pudo darle a su comandante acerca de por qué había traído a un humano a su casa. No podía pensar con claridad en este momento, no cuando estaba tan lleno de preocupación que creía que iba a enfermar. No quería hablar con nadie. Lo único que quería era estar con su pareja. Los ojos del Jin estaban fijos en la herida y la sangre que se filtraba a través de la venda, extendiéndose sobre la blanca gasa como una mano de la muerte, haciendo todo lo posible para reclamar lo que por derecho le correspondía a Jin. Le preocupaba ver que la herida no sanaba.

 

¿Quién estaba sangrando, Jin?  -   Nam Joon preguntó.

 

Jin contuvo el sollozo mientras sus ojos recorrían el perfecto perfil de su pareja. Sus pensamientos estaban dispersos, y no estaba seguro de que incluso pudiera formar una  respuesta   inteligente. -No  estoy  seguro de  si fue mordido, así que tengo que observarlo.

 

¿Quién es él, Jin?- La voz del comandante estaba sondeando, pero a Jin honestamente no le importaba. Lo único que le importaba era lograr que su pareja mejorara y rezar para que no muriera.

 

¿Por qué has traído a un humano? -  Nam Joon preguntó.

 

Jin contuvo el aliento cuando vio que más sangre se filtraba hacia el vendaje. «Eso no puede ser bueno».

 

Dime quién es.-

 

Jin parpadeó las lágrimas mientras veía al hombre más hermoso que hubiera visto. ¿Lo perdería antes de llegar a Conocerlo?

-es mi zaterio.-     Sintió la mano de Nam Joon en el hombro, pero no lo consolaba en lo más mínimo. Jin estaba viendo a su pareja, esperando a ver si iba a morir. Una abrumadora sensación de pérdida lo llenaba al pensar que ni siquiera conocía el nombre de su pareja, ni oído su voz, ni visto su sonrisa.

 

¿Has revisado su herida?-

 

Jin asintió.  una larga herida en su brazo, que    va desde el hombro hasta el codo, pero no estoy seguro si también fue mordido, pero  tengo  que   observarlo.  su pareja fue mordida, la fiebre iniciaría en cualquier momento. Jin tenía que estar preparado para ayudar a su pareja en lo posible, a pesar de que sabía que la fiebre significaba que iba a perder al precioso hombre. Él no quería que su zaterio sufriera de ninguna manera.

 

Tenemos que limpiar la herida, Jin.-

 

Jin    lo  sabía,   pero  temía  dejar  al humano. ¿Y si  su compañero  se moría mientras  él  estaba consiguiendo que atendieran su herida? No se arriesgaría a eso. Su pareja era humano. Y ese pensamiento aterraba como el infierno a Jin. Los humanos eran tan delicados.

 

Voy  por  un  poco  de  gasa  y  agua   limpia  -   dijo el comandante antes de salir de la habitación de Jin.

Jin asintió, los ojos fijos en el hermoso rostro de su pareja. Quería ver sus hermosos ojos de nuevo, no sólo llenos de temor como en ese momento. Jin quería ver la sonrisa de su pareja. Apostaba que el hombre era impresionante cuando sonreía.

Oyó a Nam Joon salir de su dormitorio. Una vez que supo que estaba solo, Jin se inclinó y rozó sus dedos sobre la frente de su zaterio, deseando cualquier tipo de contacto que pudiera obtener. El hombre no se movió.

Jin se acercó, sentándose en el borde de la cama, viendo al único hombre que fue escogido para él y con quien pasaría toda la eternidad. La tristeza lo inundaba ante la sola idea de pasar el resto de su tiempo solo. Sabía que no sería capaz de manejar esa soledad que rodeaba a una bestia alada. Sería demasiado difícil de soportarla después de saber que había perdido a su pareja. Se volvería loco y tendría que ser asesinado. Una vez que la bestia se volvía loca, no había vuelta atrás. Pero a Jin no le importaba. Quería estar con su zaterioen esta vida o en la siguiente.

Gruñó bajo cuando vio el vendaje empapado en el brazo de su pareja. Jin no iba a esperar a su comandante. Su compañero necesitaba su herida limpia ahora.

Sabía que tenía que limpiarla. Jin corrió rápidamente al baño y tomó un tazón de debajo del lavabo, lo llenó de agua y agarró una toalla, y luego corrió de nuevo a la habitación.

 

No quería pasar un segundo lejos del hombre. Jin quería memorizar todos los rasgos de su pareja si lo iba a dejar.

Jin se inclinó y rozo sus labios sobre la frente de su pareja. -Quédate conmigo, mi zaterio. Prometo hacerte el hombre más feliz el mundo. Pero tienes que prometerme que no me dejaras solo -   murmuró y luego se enderezó.

 

Empezó a limpiar el brazo de su humano, tan suave como pudo. Oyó a Nam Joon entrar en su dormitorio, pero Jin se concentró en limpiar la sangre del brazo de su pareja. Había tanta. Su garganta estaba cerrada al retener las lágrimas cuando su comandante se acercó con Jungkook a su lado.

 

-Traje una cataplasma.

 

Jin se hizo a un lado, tragó repetidamente mientras Nam Joon le mostraba a Jungkook cómo aplicar las plantas medicinales en el brazo del zaterio de Jin. Una vez que Jungkook terminó, Jin envolvió la herida de su pareja.

 

¿Algún signo? -  Nam Joon preguntó. Jin sabía que  su comandante estaba hablando de la fiebre.

 

-No. No ha tenido fiebre. Al menos aun no. Jin pasó la mano sobre la cabeza de su pareja, rezando a los dioses que se despertara pronto. Oyó a los dos hombres irse en silencio. Jin se quedó sentado y jugó el juego de la espera.

 

 

 

Suga inhaló profundamente mientras abría los ojos y entonces gimió. Sentía como si en su hombro un hierro candente estuviera siendo empujado en la carne. Mientras su visión se aclaraba del sueño, Suga notó un alto techo abovedado.   Su   dormitorio   no   tenía   un   techo alto abovedado. Tenía azulejo, y algunos de los azulejos estaban manchados de marrón debido a una gotera.

Cerró los ojos, con miedo de moverse. No estaba seguro en dónde estaba, pero sentía la suavidad del  colchón debajo de él, ya no estaba en su patio trasero. Tampoco en su cama. Su cama no era tan malditamente suave. Maldición, se sentía como si estuviera acostado en una nube. Quizás había muerto por el ataque. Quizás realmente estaba acostado en una nube. Pero si había pasado las puertas del cielo, ¿por qué infiernos su brazo le dolía tanto? ¿No se supone que el dolor sería un recuerdo lejano ahora?

Había sido estafado.

 

¿Cómo te sientes, zaterio?

 

«Oh, mierda» ¿Dónde infiernos estaba? La voz que oyó tenía un fuerte acento, pero Suga habría jurado que el hombre le llamó Cheerio. Al menos así se había oído. Suga entreabrió un ojo, y luego el otro, preguntándose si estaba muerto.

El hombre que se acercó a él ¡era un dios! Tenía que serlo. Nadie se veía tan malditamente bien y vivía aquí en la tierra. Nadie que Suga hubiera visto en su vida.   ¿Dónde estoy? preguntó, su voz se oía un poco áspera. Se limpió la garganta  y trató de  enderezarse,  pero  hizo  una mueca cuando el dolor se disparó por su hombro.

 

-Estás en un lugar que te mantendrá a salvo.

 

¿Qué infiernos de respuesta era esa? Suga miró alrededor de la habitación. Maldición, ¿podría haber algo más elegante? Le recordaba a un castillo de la época medieval. Había  ricas  telas que colgaban de las   paredes, estantes con abundantes libros y la cama en la que estaba acostado no era nada despreciable. Tenía que haber costado una fortuna. La cama tenía cuatro postes de algún tipo de mármol blanco con vetas de color gris que lo atravesaban, y había incluso cortinas que colgaban del dosel que se fijaban a ambos lados.

Él no podría haber muerto, pero dado el aspecto de este elegante lugar, ya no estaba en el Valle Pride. Su pueblo no tenía castillos.

 

-¿Dónde estoy exactamente?

 

El hombre se acercó, sentándose en el borde de  la cama. Suga se deslizó unos centímetros. Ahora recordaba al hombre. Un lunático con garras afiladas había atacado a Suga en su propio patio trasero, y este hombre había venido corriendo por el camino de entrada justo cuando Suga  se  había  desmayado  por  la  pérdida  de   sangre.

¿Estaba en la casa del hombre demente? ¿Este era uno de los matones del hombre demente? Suga sabía que tenía que salir de aquí. El tipo que lo había atacado no estaba bien de la cabeza. El tipo era un maldito loco. Suga también recordó aquellos ojos extraños. Él no quería volver a ver esos ojos de nuevo. El hombre que lo atacó causó que Suga sintiera frío hasta los huesos.

El hombre se deslizó un poco, como si supiera que Suga tenía miedo y le ofreció una sonrisa amistosa. No me temas, zaterioNunca te haría daño.

Suga curvó los dedos en la manta y se preguntó qué tan rápido podía ir de la cama a la puerta antes de que Hércules lo detuviera.  - ¿Por qué sigues llamándome Cheerio?

 

 

 

La risa profunda y rica del hombre resonó en el cuarto mientras los ojos verdes esmeralda brillaban de alegría. Bueno, al menos este loco era precioso.

Espera, no debería estar pensando en eso ahora mismo. Él debería estar pensando en la manera de salir con un infierno de aquí. Pero Suga no podía negar que el tipo era caliente, y la sonrisa sólo hacía al hombre aún más atractivo.

Cuando la risa se calmó, el hombre sacudía la cabeza, viéndose como si fuera el hombre más feliz de la tierra. Suga no podía entender ese aspecto. No es que tuviera ninguna experiencia con hombres que se vieran como él. Suga había sabido que era gay desde una edad muy temprana, pero ningún hombre había mostrado ningún interés en él, y Suga se había acostumbrado a ser ignorado.

Viviendo en un pequeño pueblo en el que realmente no había muchos residentes, la cosecha era escasa. Había vivido aquí toda su vida, pero no había hecho muchos amigos. Conocía a algunas personas que trabajaban con él y sus compañeros, pero sobre todo era reservado.

Pero este hombre no lo estaba ignorando.

 

El calor en sus ojos mientras veía a Suga le decía exactamente  lo  que  el  tipo  estaba  pensando.    Te estoy llamando   zaterio.- el hombre   dijo   la   última palabra lentamente, poniendo énfasis en cada sílaba y enunciando lentamente.

 

Suga mientras veía el ancho pecho del hombre. Eso era mejor que ser llamado cereal. Quizás, todo dependía de lo que zah-tear-e-oh significaba. Suga ni siquiera estaba seguro de que le importara en estos momentos. Él sólo quería volver a su casa, con sus locos compañeros de habitación para sentirse normal otra vez. Se sentía como si debería hacerle una reverencia o algo así al hombre que estaba sentado en la cama. ¿Sería una especie de rey? Por cómo lucía la habitación, seguro como la mierda que el hombre debería de serlo.

 

Mira, gracias por la curita y tu hospitalidad, pero tengo que irme. Sonrió tensamente al bien-musculoso hombre antes de lentamente moverse en la cama. No quería poner alguna innecesaria presión en su herida. Ya estaba palpitando de dolor.

 

-Lo siento de verdad, pero no puedes irte.

 

Suga se dio la vuelta ante las palabras del hombre, tragando saliva cuando vio la punta de los colmillos justo bajo los labios del hombre. «¡Oh, mierda!».

 

 

 Continuara...

 

 

 


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