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Misconceptions por JjongesMVP

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Hangyul llevaba varios meses observando al par de chicos desde la entrada de la universidad. Era una escena que se repetía varias veces por semana; un automóvil negro se detendría en la vereda de enfrente y un chico alto -de cabellos negros que a veces llegaban a ocultar su ojos, unos ojos negros y profundos en su opinión, su cuerpo fibroso y tonificado que aceleraba el latir de la sangre en sus venas- se bajaría por la puerta del conductor apoyándose en la carrocería y tan sólo unos cuántos minutos después otro chico un par de centímetros más bajo pero similar en construcción física se le uniría. Se darían un saludo simple, de amigos, pero sus miradas delatarían su verdadera relación, o al menos Hangyul lo notaba, la profundidad, el deseo y el cariño en sus ojos. Ambos subirían y se marcharían perdiéndose en una esquina, yendo a un lugar desconocido, un lugar en el que había imaginado estar entre suspiros.

 

La primera vez que había visto a Seungyoun, fue en el concierto de primavera. El chico pertenecía a la facultad de artes por lo que fue parte del espectáculo y Hangyul no pudo apartar la mirada, no solo era atractivo sino que estaba totalmente consciente de ello, la sonrisa seductora en su rostro era la mejor prueba y a pesar de que iba dirigida a la audiencia femenina él mismo había caído en un pozo tan profundo que había buscado encontrarlo en los pasillos casi con desesperación. Anhelaba un segundo encuentro con la esperanza de poder verle de cerca y tocar su cabello que estaba a punto de alcanzar sus hombros. 

 

Como si el chico no fuera arte en sí, su voz era hipnotizante -aunque fina-, y sus movimientos casi rompían con toda lógica. La canción escogida había comenzado lento y la sola interpretación a través de sus facciones había sido perfecta, pero cuando la música sufrió un quiebre en el tempo cada parte de su anatomía se había movido de forma irracional, entrando en perfecta sincronización al ritmo musical y con tal sentimiento que no era necesario que la canción fuese cantada, era su propio cuerpo contando la historia. Hangyul había reprimido el impulso de buscarle tras el escenario porque no habían justificaciones que pudiese usar para explicarlo. Se mantuvo rígido en su asiento mientras el embrujo del enamoramiento caía sobre él, aturdiéndolo. Con solo tres minutos y cuarenta y cinco segundos había sido suficiente para que cupido clavara su flecha en el corazón del chico.

 

La segunda vez que vió a Seungyoun fue en el patio de la facultad, estaba sentado en el pasto, lejos de la multitud tarareando una melodía mientras sus dedos rasgaban las cuerdas de la guitarra apoyada en su regazo. El gentío que marchaba hacia la salida enmascaraba cualquier otro sonido que no fuesen sus voces fundiéndose en alegres conversaciones que daban inicio a un fin de semana libre de clases. Permaneció a una distancia que consideró prudente, pero desde donde pudiese apreciar con claridad cada uno de sus rasgos, imaginando en su mente qué clase de canción estaría tocando, cuál sería su artista favorito o si sería de su propia autoría. Sentado en una banca a varios metros con la mochila entre las piernas y los codos sobre las rodillas intentó que su interés no pareciese obvio. Ese día vió a Seungwoo por primera vez.

 

Los dedos del chico se detuvieron y rebuscaron en el bolsillo para revisar su teléfono, sonrió a la pantalla y tomo sus cosas rápidamente para unirse al gentío. Hangyul se quedó viéndole sin saber muy bien qué hacer y siguiendo todos los concejos racionales que se daba a sí mismo en su mente decidió seguirlo a paso ligero, justo a tiempo para ver cómo se detenía  junto a un automóvil negro. En ese momento no comprendió lo que sus sentimientos habían significado; un poco de celos por el cálido recibimiento y la forma en que sus manos se habían rozado casualmente al saludarse; un agrado ante la aparición del nuevo personaje en escena. Se había sentido complacido por su apariencia, sin embargo se encontraba en una completa confusión porque de pronto no solo quería ver a Seungyoun, sino también al extraño, convirtiéndose ambos en el blanco de lo que autodenominaba una obsesión enfermiza, pero que el resto podría denominar como un enamoramiento repentino.

 


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