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56. Secretos Silenciados (02) por dayanstyle

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Koo Jun Hoe le gritó a Timoteo para que consiguiera mover su culo a la parrilla. Los pedidos se acumulaban, y los clientes estaban empezando a quejarse mientras estaban allí esperando su comida. Había soñado con abrir su propio restaurante de barbacoa durante años, pero ahora que su sueño se había hecho realidad, estaba empezando a ver un lado completamente diferente del negocio.

Por un lado, Jun Hoe tenía que contratar a alguien para encargarse de los libros. Con el negocio en auge, no había tenido tiempo de sentarse y equilibrar nada. La pila de recibos y documentos en el escritorio de su oficina era cada vez más y más alta. Su pesadilla secreta era que los papeles llegarían tan alto que no sería capaz de entrar a su oficina en absoluto.

Otra cosa que no había previsto del negocio era lo que se necesitaba para atender el maldito lugar. Tenía sólo dos empleados en este momento, pero sabía que iba a tener que contratar a más personas.

—¿Se me permite mover los platos? —Taeha preguntó cuando Jun Hoe pasó por delante del mostrador donde el hombre estaba tomando pedidos.

¿Hablaba en serio? Cuando Jongin había sugerido que estos dos hombres le ayudaran, él no tenía idea de que iba  a  tener  que  entrenarlos  desde  cero.  ¿En  que había estado pensando el alcalde? —Sí —dijo irritado mientras salía por la puerta lateral y miraba alrededor buscando a   Timoteo.

¿Dónde infiernos estaba ese niño? Se suponía que debía estar poniendo más carne en la parrilla, pero el chico no estaba a la vista.

Gruñendo su frustración, Jun Hoe se acercó al gran asador y comenzó a girar el rack de costillas y revisar el lomo de cerdo. ¿Iba a tener que hacer todo por sí mismo? La única razón por la que no despedía al chico era porque Jongin le había dado a Jun Hoe el préstamo. Su crédito apestaba desde su fallido matrimonio y ninguna otra persona ni siquiera miraba en su dirección para darle dinero para poner en funcionamiento el negocio.

Pero el alcalde había hecho un anuncio que quería que la Villa Kim prosperara y estaba dando préstamos a personas serias interesadas en iniciar su propio negocio.

Jun Hoe había saltado ante la oferta.

 

Ahora estaba listo para saltar sobre Timoteo por desaparecer cuando Jun Hoe lo necesitaba para encargarse de la comida. No había considerado perezosos trabajadores cuando había pensado abrir su propio negocio. —¡Timoteo!

—Aquí. —El chico se asomó, con una sonrisa tonta en la cara—. Lo siento por eso. Estaba ayudando a Taeha.

Jun Hoe podía maldecir… no importaba. —Termina de cocer esta carne y hazte cargo de las órdenes que acabo de dejar.

Timoteo lo saludó. —Lo haré, capitán.

 

Tuvo que detener el rodar los ojos y recordar que Taeha y Timoteo eran jóvenes. Ambos tenían dieciocho años y recién salidos de la preparatoria. Aunque hubiera estado bien, no esperaba que tuvieran la madurez de la edad de Jun Hoe.

 

—Simplemente no dejes que se cocinen de más. —No había nada peor que la carne dura.

—Yo me encargo —dijo Timoteo con una sonrisa mientras le daba la espalda a Jun Hoe y comenzaba a dar vuelta a la carne de nuevo.

Seguro como el infierno que esperaba que lo hiciera. La carne era costosa. No podía permitirse el lujo de reemplazar lo que el hombre quemara. Al menos aún no. Jun Hoe estaba empezando y cada centavo contaba. Viendo que Timoteo estaba cuidando la gran parrilla, se dirigió al interior. ¿Ahora dónde infiernos estaba Taeha? Jun Hoe podía ver clientes de pie en la fila, pero el cajero no estaba en ninguna parte.

Esto se estaba poniendo serio. Ahora sabía que tenía que contratar más ayuda. Y no estaba seguro de si estaba en su presupuesto. Por supuesto, si tuviera alguien para equilibrar sus libros, entonces sabría de inmediato si podía permitirse más ayuda.

Parecía que sus problemas sólo estaban creciendo. Iba a tener que quedarse hasta tarde y ver si podía terminar con el papeleo. Si no lo hacía, sus problemas se acumularían. Esto era un desastre esperando suceder y Jun Hoe iba a tratar de evitar una colisión.

Llegando al mostrador, comenzó a tomar pedidos, y entregar la comida tan rápido como podía. Jun Hoe miró la línea que tenía sólo una persona para atender. Sólo era el almuerzo y ya estaba agotado.

 

—Hola —el hombre de la línea dijo mientras le sonreía a Jun Hoe.

 

—¿Qué puedo hacer por ti? —preguntó Jun Hoe y esperó a que el hombre dijera algo, pero lo único que hizo fue estar allí y sonreír como un bobo. Jun Hoe golpeó el pulgar sobre el mostrador, buscando  su  paciencia.  El  extraño  ni siquiera miraba el menú de arriba del tablero. Estaba mirando a Jun Hoe directamente a los ojos—. ¿Vas a pedir?

Un rubor se apoderó de las mejillas del chico. El color era tan brillante que se veía enrojecido. ¿Qué infiernos le pasaba a ese hombre? A pesar de que él era el único cliente en el comedor, Jun Hoe deseaba que se diera prisa. Tenía otras cosas que cuidar.

El hombre puso sus manos sobre el mostrador, entrelazando sus dedos mientras miraba a Jun Hoe y luego hacia abajo al mostrador. —Yo-yo soy Jin Hwan.

Jun Hoe pasó los ojos por Jin Hwan, preguntándose por qué el chico estaba allí de pie, como si estuviera esperando que él se presentara. Elevó una fracción su ceja izquierda mientras miraba al pequeño y delgado hombre. —Bien. Ahora, ¿qué quieres?

El hombre inclinó la cabeza hacia un lado y ¿estaba agitando sus pestañas hacia Jun Hoe? Esto se estaba poniendo demasiado extraño para él. En primer lugar, tenía que tener por lo menos diez años más que el chico.

Y en segundo lugar, ¿qué estaba mal con Jin Hwan? Había pasado demasiado tiempo desde que un hombre había coqueteado con él. Ni siquiera estaba seguro de cómo manejar esto. Jin Hwan era demasiado pequeño como para siquiera considerarlo y tenía una mirada herida pegada en la cara. «¿Qué infiernos...?»

—Tómate tu tiempo. —Inseguro de cómo manejar la situación, se giró y se dirigió a la cocina, empujando a Jin Hwan y sus grandes ojos al fondo de su mente. Encontró a Taeha ahí mezclando un lote de ensalada de papa. No era todo el asunto gay. Jun Hoe había pasado por una fase en la universidad.   Muchos   chicos   lo hacían.   Incluso   en  ese entonces tuvo un amigo gay. Pero Jin Hwan lo miraba con ojos de enamorado. El chico ni siquiera lo conocía.

—Hey, jefe.

—¿No se supone que estés en la caja?

 

La sonrisa de Taeha vaciló mientras miraba a la puerta de la cocina y luego a Jun Hoe. —Se me olvidó.

Jun Hoe tomó el tazón de las manos del chico y señaló con la cabeza hacia la puerta. —Hay un cliente. Ve a hacer por lo que te pago por hacer.

Taeha se fue.

 

Jun Hoe dejó escapar un largo suspiro. Si así es como las cosas iban a ser, entonces no estaba seguro de que ser dueño de su propio negocio hubiera sido una sabia decisión. Nada parecía ir según lo planeado. Tenía que conseguir manejar este lugar sin problemas.

—Hey, el cliente quiere verte —dijo Taeha asomando la cabeza en la cocina—. Él es realmente inflexible al respecto.

Frunciendo el ceño, Jun Hoe metió la ensalada de papa en el refrigerador y se dirigió a la zona del comedor. Mirando alrededor, no vio otros clientes más que a Jin Hwan. ¿Cuál era el problema del chico? —¿Sí?

—Hola —dijo Jin Hwan de nuevo. Si Jun Hoe no se equivocaba, Jin Hwan no sólo se veía atontado, sino que al mismo tiempo se veía listo para huir. Quizás si correspondía el coqueteó, el pequeño chico asustado se iría y dejaría a Jun Hoe en paz.

Se inclinó sobre el mostrador y agitó sus pestañas de la misma manera que Jin Hwan había hecho. —Hola,    amiguito. ¿Qué puede hacer el gran Jun Hoe por ti? —Se aseguró de que su tono de voz fuera profundo y seductor, y justo con el tono correcto.

Al parecer funcionó porque Jin Hwan parecía como si fuera a desmayarse en cualquier segundo. Quizás había ido demasiado lejos. Jun Hoe no quería que el hombre se desmayara.

Una vez más, el rubor se deslizó por las mejillas del chico. —Yo-Yo sólo quería decir hola.

Jun Hoe pasó la lengua por los labios, dándole al hombre una traviesa y conocedora sonrisa. —Bueno, ahora que ya somos amigos… ¿Qué tal si vamos a mi oficina y vemos si podemos llegar a conocernos un poco mejor? —Sí, estaba siendo una mierda. Pero también estaba muerto de  miedo.

¿Qué si Jin Hwan decía que sí? ¿Qué haría? ¿Entonces qué iba a hacer Jun Hoe?

No tenía la menor idea.

 

—Yo-yo tengo que regresar al trabajo. —La mano de Jin Hwan estaba temblando mientras la pasaba por su abundante cabello marrón. Jun Hoe se sentía un poco mal por hacerle eso al chico. No era esa su intención. Pero tenía que hacer que Jin Hwan viera que su enamoramiento era una tontería.

Se acercó al mostrador, colocó su grueso y largo dedo bajo el pequeño mentón de Jin Hwan, inclinándolo hacia arriba para poder ver los ojos del chico.

—Cuando decidas lo que realmente quieres, vuelve a verme.

La cabeza de Jin Hwan comenzó a moverse de arriba abajo y una tímida sonrisa inclinó las comisuras de su boca.

¿En qué se había metido? Eso podría ser contraproducente. Pero no podía dejar que el chico viera la duda en sus ojos, así que  Jun Hoe lo sostuvo firme, sin dejar de  sonreír seductoramente.

—Lo haré —dijo Jin Hwan con un poco más de confianza. Ya no se veía tan tímido, se veía como si pudiera conquistar el mundo.

Jun Hoe estaba tan jodido. No había querido alentar el hombre. Lo único que quería hacer era desanimarlo. Este era otro problema que iba a tener que añadir a su lista de cosas que necesitaba atender.

Sólo que tenía la sensación de que este era uno que no podría resolverse con una calculadora y un lápiz.

Jin Hwan iba a regresar.

 

Jun Hoe vio cómo Jin Hwan estaba malditamente cerca de saltar de su restaurante, tenía una pequeña sonrisa de felicidad en su rostro. Jun Hoe se sentía como una mierda. Realmente lo hacía. Animar al hombre no había sido su intención.

Ahora, ¿qué iba a hacer?

 

Rascándose el mentón, se giró, gritándole a Taeha para que trajera su culo aquí. Jun Hoe tenía otras cosas de qué preocuparse. No tenía tiempo para hacerlo de un pequeño hombre que estaba perdidamente enamorado de él.

Jin Hwan era una pequeña mierda. Jun Hoe no tenía nada de qué preocuparse. Estaba bastante seguro de que si él decía boo el chico correría hacia otro lado.

Lo hecho, hecho estaba. Tenía otras cosas de qué preocuparse —como conseguir tener sus malditos recibos en orden.

 

 

 

Jin Hwan entró en la florería, lleno de alegría. Había encontrado a su pareja. Este era el día más feliz de su vida. Y él había invitado a Jin Hwan a su oficina ¿Qué emocionante era eso?

—¿Dónde están nuestros almuerzos? —preguntó HeeChul, sus cejas oscuras en lo alto de su frente—. ¿Te has perdido otra vez?

—No, no, no —dijo Jin Hwan con euforia apenas contenida—. ¡Encontré a mi pareja!

Odiaba que HeeChul trajera a colación el hecho de que él se perdía fácilmente en la Villa Kim. No era una gran ciudad. Eran solo algunas cuadras. Pero por alguna extraña razón, cuando Jin Hwan se aventuraba a ir demasiado lejos, no podía encontrar su camino de regreso. Eso era malo para un werelobo. Debería de tener un mejor sentido de la orientación.

Pero no lo tenía.

Dios se había olvidado de darle un GPS cuando nació.

 

—Entonces, háblame de él —dijo HeeChul mientras se inclinaba sobre el mostrador, con la barbilla apoyada en las manos—. ¿Cómo es?

Tanto vino a su mente que Jin Hwan tuvo un duro momento para poner sus pensamientos con palabras. —Es grande, fuerte y guapo, y…

 

—Toma un respiro antes de que te desmayes —HeeChul dijo mientras sonreía—. ¿Quién es, o se te olvido preguntarle su nombre?

—Jun Hoe —dijo alegremente, una burbujeante sensación inundando a Jin Hwan cuando dijo el nombre del hombre por primera vez.

—Ese es un nombre raro.

 

—No, no lo es —defendió a su pareja con vehemencia—. Es un muy lindo nombre. —Le gustaba. Era diferente, no era común. Como su pareja—. Trabaja en el The Pit.

—Oh —dijo HeeChul mientras entrecerraba los ojos ante Jin Hwan—. Ahora sé por qué de nuevo no trajiste nuestros almuerzos.

—Me olvidé —dijo tímidamente—. Él me hizo temblar.

 

HeeChul le dio una mirada de complicidad. —Las parejas pueden hacer eso. Cada vez que Siwon entra en una habitación, cremo mis pantalones.

Jin Hwan arrugó la nariz ante la imagen gráfica que HeeChul acababa de darle. No quería imaginar a su compañero de trabajo cremando nada. HeeChul era agradable, incluso lindo, pero no era nada en comparación con la pareja de   Jin Hwan.

—¿Debo regresar y conseguir nuestros almuerzos?

 

—Si puedes lograr traerlos esta vez —dijo HeeChul en broma—. Quizás debería llamar y hacer el pedidos. De esta manera tu mente no la joderá cuando lo veas de nuevo.

—Tal vez deberías —dijo. Sabía a ciencia cierta que su cerebro se moriría tan pronto como pusiera los ojos en Jun Hoe. El hombre era todo y una bolsa de papitas. Jin Hwan no estaba seguro de lo que eso significaba, pero lo había oído antes en alguna parte. Tenía que ajustarse a esta situación, ¿verdad?

HeeChul sacudió la cabeza mientras se dirigía hacia el teléfono. Jin Hwan se quedó detrás del mostrador, dando un suspiro mientras las imágenes del hombre de ensueño llenaban su cabeza. El destino había sido bueno con él. El hombre era grande y corpulento y tan malditamente caliente. Sólo esperaba que Jun Hoe fuera un buen tipo.

Jin Hwan había tenido suficiente de los malos tipos para el resto de su vida.

—Llamé e hice nuestros pedidos —HeeChul anunció mientras colgaba el teléfono—. También pagué un extra para que nos traigan nuestra comida. No necesito que dejes nuestro almuerzo de nuevo. —HeeChul se frotó el plano vientre—. Me muero de hambre.

Jin Hwan se sintió decepcionado. Había querido ver a Jun Hoe de nuevo. Era imposible que el gran hombre fuera un repartidor. Quizás podría almorzar en el Pit el resto de la semana para poder ver al hombre. Tenía que encontrar alguna manera de ver a Jun Hoe de nuevo sin parecer un acosador.

Jun Hoe era humano. No sabía nada acerca de que ellos eran las parejas. Jin Hwan no estaba seguro de cómo hacer para decírselo. Nunca antes había tenido que decirle a alguien que él era un lobo.

—Voy atrás a arreglar el inventario —anunció  HeeChul—. Llámame cuando la comida llegue.

 

Jin Hwan asintió, medio escuchando al chico mientras pensaba en su pareja. Tenía que haber una manera de romper el hielo. Tener sexo en la oficina del hombre no era la idea de Jin Hwan de conocer a su pareja. A pesar de que no estaba en contra de tener sexo con Jun Hoe, no pensaba que sería una buena cosa cuando acaban de  conocerse.

Al oír el timbre de la pequeña puerta, Jin Hwan levantó la mirada para ver a su tío entrar con grandes zancadas en la tienda. Seung Chul miraba a su alrededor, sus dedos tocando unas flores aquí y allá, con una expresión de desaprobación, como siempre. —¿Estás seguro de que este era el único lugar que contrataban?

Jin Hwan endureció sus nervios, pero no le sirvió de nada. Aún podía sentir sus entrañas anudarse cuando el hombre se acercaba a él. Detuvo un estremecimiento que instantáneamente se formó en su cuerpo. —Estoy seguro, tío Seung Chul.

—Parece un lugar marica para que trabaje un chico — dijo el tío Seung Chul curvando un labio ante los coloridos arreglos en los que Jin Hwan había estado trabajando—. Cuando pedí permiso para que nos mudáramos a la Villa Kim, no tenía ni idea de que tomarías un trabajo en un lugar como este.

Quería desesperadamente cambiar de tema. Había hablado de esto durante la semana pasada con su tío y tenía miedo de que Seung Chul le dijera que buscara trabajo en otro lugar. A Jin Hwan le gusta trabajar aquí. No sólo permitía que su lado artístico brillara, sino que le encantaba el olor de las flores. Su trabajo consistía en pedidos especiales, y Jin Hwan se emocionaba cada vez que se le permitían crear un nuevo  arreglo.

—Nadie más está contratando —dijo, una vez más, tratando de convencer a su tío de que dejar su trabajo fuera de toda discusión.

 

Aún estaba aprendiendo sobre los diferentes tipos de plantas y flores y los cuidados que necesitaban, pero Jin Hwan llevaba sus clases como un pez en el agua. Ahora estaba preparando un jarrón amarillo de snapdragons. Las flores eran hermosas y olía muy bien.

—¿Por qué no trabajas en el bar o en la oficina de correos? —Seung Chul señaló con su mano alrededor de la tienda—. ¿Por qué tienes que trabajar con  flores?

 

Jin Hwan se estremeció interiormente, el pecho se le oprimió cuando Seung Chul golpeó sus snapdragons. —Si tu padre te viera lo haría darse la vuelta en su tumba. —Los ojos de color marrón oscuro de Seung Chul recorrieron a Jin Hwan—. ¿Y por qué aún no has ido a conseguir un corte de cabello? ¿Estás tratando de encajar aquí con todas estas flores?

Su cabello estaba bien. A Jin Hwan le gustaba ese largo. Si fuera por Seung Chul, tendría el cabello afeitado hasta su cuero cabelludo. —No he tenido tiempo —mintió. Estaba tratando de prolongarlo tanto tiempo como pudiera, con la esperanza  de que Seung Chul lo olvidara.

—Ve a la peluquería de camino a casa y arréglalo. —El tono era autoritario, diciéndole a Jin Hwan que su tío esperaba ser obedecido al instante, sin discutir el tema.

¿Y quién iba a pagar por el corte de cabello? Su tío siempre estaba haciendo demandas —comprar alimentos, mantener su desagradable hábito de fumar, pagar las cuentas, cortarse el cabello—, pero el hombre nunca le daba a Jin Hwan dinero para esas cosas. Seung Chul se quedó sin trabajo, por lo que parecía que su pasatiempo era antagonizar a Jin Hwan.

 

Si le preguntaban, Seung Chul estaba un poco demasiado cómodo con Jin Hwan cuidando de todo. —¿Has encontrado algún trabajo? —Jin Hwan sabía que no debería haber preguntado. Sólo enojaría a su tío el que le recordara que era un desempleado. Pero no pudo evitar que las palabras salieran de sus labios.

Seung Chul golpeó el arreglo sobre el que Jin Hwan estaba trabajaba, haciendo que Jin Hwan saltara hacía atrás, temiendo que el hombre fuera a hacer algo peor. —Métete en tus propios asuntos.

Temía al hombre, así de simple. Jin Hwan podía permitirse el lujo de tener su propio apartamento, pero sabía que Seung Chul lo seguiría. El hombre no tenía el dinero para vivir solo, y se había convertido en una carga de la que Jin Hwan deseaba poder deshacerse. Pero Seung Chul tenía una manera de hacer que Jin Hwan hiciera lo que quisiera.

Principalmente usando sus puños.

 

Seung Chul giró y salió por la puerta, dejando a Jin Hwan de pie allí con un pulso acelerado y un lío que limpiar. Algunas de las flores se arruinaron. Iba a tener que empezar todo de nuevo.

Cuando la campana sonó unos minutos más tarde, el intestino de Jin Hwan se retorcido hasta el punto de dolor, pensando que Seung Chul había regresado. El tipo en serio necesitaba encontrar trabajo en vez de hacer la vida de Jin Hwan un infierno.

Tomando una respiración constante, Jin Hwan miró hacia la puerta. Su corazón comenzó a latir más rápido cuando vio a Jun Hoe entrar a la tienda con una bolsa de plástico en la mano y el aroma de la carne asada flotando a su alrededor.

Pero Jin Hwan no estaba de humor para tratar de coaccionar a Jun Hoe a una conversación. Sus nervios estaban aún temblando por lo de su tío. Todo lo que quería hacer era ir a la parte de atrás y olvidar lo mucho que apestaba su vida.

—¿Eres tú el que ordenó la comida? —Jun Hoe preguntó, sus cejas ligeramente levantadas diciéndole a Jin Hwan que su pareja se sorprendió al verlo de nuevo.

—No —dijo mientras negaba con la cabeza—. HeeChul ordenó. —El hombre no sabía quién era HeeChul. Jun Hoe era aún más nuevo en el pueblo que Jin Hwan.

El hombre no parecía muy convencido, mientras caminaba hacia adelante, listo para dejar la bolsa sobre el mostrador cuando vio todo lo que estaba extendido por el suelo. A pesar de que Jin Hwan estaba de mal humor, su estómago dio una voltereta cuando sus dedos tocaron a Jun Hoe. Tomó la bolsa del hombre y la dejó en un taburete detrás de él.

—¿Cuánto te debo? —Jin Hwan amaba derrochar un poco almorzando con HeeChul. Era un lujo que no podía tener a menudo, pero lo hacía sentir como si fuera una parte real de esta tienda, compartir un almuerzo con su compañero de trabajo.

—Quince.

 

«Maldición». The Pit era caro. Por mucho que Jin Hwan amaría pedir la comida de allí todo el tiempo sólo para poder ver a su pareja, su cartera no le permitiría hacerlo. Rezó por tener lo suficiente para cubrir su mitad de la factura. —Espera aquí mientras voy por el dinero de HeeChul.

Jun Hoe asintió, mirando las flores del rededor de la tienda mientras Jin Hwan se dirigió hacia el fondo. —Hey, HeeChul, nuestra comida está aquí. La mitad son siete quinientos. —Jin Hwan sacó  la  cartera  del  bolsillo  trasero  y  contó  esa   misma cantidad para su parte. Demonios, eso le dejaba menos billetes hasta el día de pago. A su tío no le iba a gustar esto.

Jin Hwan tomó el dinero que HeeChul le ofreció y añadió lo de su cuenta, llevando la pequeña pila de billetes de regreso a la habitación principal. Su aliento se quedó atrapado en su garganta cuando una vez más consiguió ver a su pareja.

¿Incluso había alguien tan perfecto?

 

Jin Hwan se quedó allí mirándolo. Podría haber sacado la lengua, pero toda su concentración en ese momento estaba en evitar que hasta la última gota de sangre de su cuerpo se reuniera en su ingle. Probablemente podría correrse con sólo mirar a Jun Hoe.

—¿Es mi dinero? —Jun Hoe preguntó, haciendo un gesto hacia el efectivo en la mano de Jin Hwan.

—Oh. —Jin Hwan sintió el calor en su cara—. Oh, sí. Ten. — Le dio el dinero a Jun Hoe, dejando que una vez más sus ojos recorrieran los gruesos músculos bronceados del hombre. Oh hombre, había un montón de ellos, miles de ellos. Jin Hwan quería lamer todos y cada uno.

Lentamente.

 

—Me diste demasiado.

 

—Quédate con el cambio —dijo Jin Hwan soñadoramente. Tal vez traería a Jun Hoe de regreso. Su tío podía hacer frente a un paquete menos de cigarrillos.

—¿Tuviste un buen día?

 

Jin Hwan apoyó el codo sobre la mesa y acomodó la barbilla en la palma de su mano mientras observaba a Jun Hoe ahí de pie, que era un espectáculo. «Maldición».

Su día había mejorado mucho.

 

 

continuará.....

 

 


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