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Pasado por DanyNeko

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Notas del capitulo:

Día 20 del fictober

Pasado

 

Tenía tiempo que no escribia un lemon puzzle y me propuse hacerlo con esta palabra, espero que haya salido bien porque pasé DIAS comiendome la cabeza para terminarlo 

X-x

Para cualquier otra persona, la idea de tener un vínculo mental con alguien podría sonar extraño, incluso aterrador. 

Para Yugi, era una bendición.

 

Tener esa conexión segura con Yami era una sensación inexplicablemente agradable. Era un recordatorio constante de que él era especial para Yami, de que nadie podría tomar su lugar.

 

También era un lindo medio por el que podían expresarse afecto de forma íntima, y eso estaba muy bien para Yugi, el amor era cosa que de las dos personas que estaban en la relación, no había necesidad de ser exhibicionista.

Eso era a lo que él estaba acostumbrado. Por supuesto que sabía que Yami tenía una manera más expresiva de demostrar afecto, y aún continuaban buscando un punto medio.

 

Precisamente por ese hermoso vínculo que compartían, era muy extraño que Yugi se sintiera confundido respecto a qué pasaba por la mente de su yami. 

 

Esa noche… corrección, madrugada, después de tomar un baño caliente previo a dormir, Yugi encontró a su novio, ya empijamado sobre la cama, con la espalda recostada en la pared y la vista hacia la claraboya de su techo, viendo la luna que se colaba por ahí; el menor salió también en pijama y con una toalla alrededor del cuello.

 

— ¿Koi? —Yugi lo miró, ladeando la cabeza, pensando qué tenía distraído a su novio.

 

Yami le regresó la mirada. Yugi pasó por alto que el contrario lo miró de arriba a abajo antes de responder — ¿Sí, Aibou?

 

— ¿Sucede algo? —preguntó suavemente, dándole una sonrisa.

 

Yami ladeó la cabeza, sin entender el cuestionamiento — ¿a qué te refieres?

 

Yugi se sentó al borde de la cama, muy lejos de él en opinión del mayor —pareces estar en la luna, me preguntaba si había algo que te estaba molestando o preocupando —explicó honestamente el de ojos morados.

 

Yami le dio una pequeña sonrisa en respuesta a la dulce preocupación de su pequeño y abrió los brazos para hacerle saber que quería más cercanía en ese momento —nada que sea de cuidado, aibou, lo prometo. Solo pensaba algunas cosas.

 

Yugi se ruborizó ligeramente mientras se arrastraba por la cama hasta estar al alcance del oji-vino. Yami entonces lo abrazó, tirado de la hermosa figura de Yugi contra su cuerpo. 

¿Cómo podía el chico ser tan lindo? Cosas que Yami nunca entendería.

 

Solo sabía que sí había algo para definir la sensación de 'estar en casa' eso era estar abrazado con su amor.

 

Sintiéndose repentinamente de excelente humor, Yami ahogó un sonido complacido en el fondo de su garganta y empezó a repartir pequeños besos sobre la frente de su luz, por entre el peculiar flequillo rubio del chico.

 

Yugi volvió a ruborizarse un poco por la atención, pero no contuvo los suspiros de satisfacción que le dijeron a Yami que iba por buen camino en su demostración de afecto.

Con eso en claro, los besos gradualmente se expandieron por el rostro del oji-amatista, el egipcio adoró con sus labios, las mejillas tibias, los párpados cerrados en plena confianza, la pequeña nariz y la barbilla angulada del ser que se acomodaba entre sus brazos, el único dueño de su corazón.

 

Yugi no podía más que reír ante los tiernos picoteos de los labios de Yami sobre su rostro, la sensación tan dulce y llena de afecto colmaba su pecho de felicidad y calor. 

No supo cuándo ni cómo, pero para el momento en que pudo abrir los ojos, él y Yami estaban de perfil en la cama, con las piernas tan enredadas como sus brazos. 

Miró a los hermosos ojos vino que amaba, con una sonrisa, mientras subía sus dedos hacia la nuca de Yami, enredadolos en su cabello antes de levantar la cabeza lo suficiente para besarlo.

 

Era, sencillamente, una necesidad. La forma tan magistral en que sus bocas encajaban y danzaban una contra la otra solo se podía definir como mágica.

 

— /¿Yami?/ —el menor llamó la atención por medio de su vínculo, evitando separar sus labios, mientras sus manos otorgaban suaves rasguños entre el cabello tricolor, que enviaban escalofríos de arriba a abajo por la columna del mayor.

 

/¿Sí, aibou?/ —respondió suavemente, incluso en su mente la entonación parecía ronca y sugerente. Yami deslizó su lengua sobre los labios de Yugi, pidiendo acceso.

 

El menor cedió con gusto, separando sus labios para él — /Te amo/ —sonó como un suspiro.

 

Ambos sintieron la sonrisa de Yami en medio del apasionado beso — /Y yo a ti, mi precioso hikari. Te amo mucho/ —las manos de Yami se deslizaron lentamente por la espalda de Yugi, esperando que el menor se acostumbrara antes de intentar colar una por entre la camisa de su pijama.

 

Yugi respingó, pero la forma en que la lengua de Yami se frotaba contra la suya en un beso demasiado caliente y sexual nublaba su mente, tanto, que ni siquiera fue consciente de cómo una de sus piernas subió hasta la cadera del oji-vino, y presionó, acercándolo más a su cuerpo si podía.

 

Cuando se separaron para recuperar el aliento, ambos estaban jadeando por la intensidad del beso. 

 

Yugi soltó el cabello de Yami solo para acunar su rostro y acariciarle las mejillas con los pulgares —eres la persona más importante para mí —declaró, dulcemente —soy muy afortunado de haberte conocido.

 

Yami quiso rebatir. Él era el que había sido bendecido con un hikari único, pero prefirió abstenerse —ambos somos afortunados, habibi —le sonrió coquetamente, disfrutando de las caricias —no todos tienen la suerte de encontrar a su alma gemela, pero nosotros estábamos destinados sin ninguna duda. 

 

El oji-amatista sonrió en acuerdo, inclinando su cabeza para presionar sus frentes juntas sin dejar de acariciar el atractivo rostro de su amor. Yami rozó sus narices en un gesto tierno que se ganó otro beso de Yugi.

En medio de esa ronda, ninguno fue consciente del aumento de temperatura en sus cuerpos, pero Yami sí notó como la pierna de Yugi lo presionaba más hacia él, provocándole un jadeo ronco, y que uno de sus muslos presionara en medio de los del menor.

 

En ese instante, Yugi cortó el beso, dejando un pequeño hilo de saliva entre sus lenguas que se rompió en segundos; de repente era consciente de la mano de Yami directamente sobre su espalda, así como de su pierna envuelta sobre la cadera ajena y se ruborizó con fuerza —l-lo siento… —susurró casi sin voz, a punto de retirar su pierna, hasta que Yami lo detuvo, agarrándolo por el muslo con suavidad.

 

—No hay razón —negó, mirándolo a los ojos —está bien, Yugi —le sonrió dulcemente mientras acariciaba su muslo con la mano, deseando averiguar qué tan suave sería la delicada piel bajo la tela. Yugi se estremeció al sentir el calor de la palma de Yami a través de su pijama — ¿acaso te incomoda? ¿no se siente bien para ti cuando estamos tan cerca?

 

Yugi jadeó, pues Yami no detuvo sus caricias —claro que se siente bien —admitió, sonrojado —no hay mejor sentimiento que el de tenerte en mis brazos y estar entre los tuyos, Koi —Yami sonrió de lado, orgulloso, sin poder evitarlo —solo que… es un poco vergonzoso a veces —intentó explicar, deseando poder esconder la cara en el pecho ajeno, pero estaban cara a cara por el momento.

 

— ¿Vergonzoso? Mi brillante luz, conozco cada rincón de tu alma, así como tú me conoces a mí ¿de qué hay que avergonzarse? —expusó, presionando besos en una de sus mejillas.

 

Yugi se mordió el labio inferior, sintiendo el rostro arder, y comprendiendo las palabras de su novio —bien… quizá el asunto es que no estoy acostumbrado a este tipo de cosas —su voz fue mermando con ligera vergüenza.

 

Yami suspiró —está bien, mi amor. No es mi intención presionarte de ninguna manera —declaró suavemente, aflojando su agarre en el muslo de Yugi para que este pudiera retirar la pierna.

 

Pero Yugi no lo hizo, y de repente se sentía mal por hacer pensar a Yami que no deseaba tener ese tipo de intimidad con él, cuando la realidad era que el mero pensamiento de más entre ellos hacía burbujear su vientre de anticipación, pero también de nerviosismo.

 

—Yami… —Yugi tragó duro, animándose internamente para decir lo siguiente, cuando el mayor respondió con un murmullo​ interrogante —realmente me gusta cuando me acaricias… Se siente bien —confesó, con las mejillas quemando y sin poder mirarlo a los ojos. 

 

Esta vez sí que se encogió para poder ocultar el rostro en el pecho de Yami.

El mayor sonrió con ternura ante eso, y retomó sus caricias en el muslo del menor.

 

—Me encanta oír eso, habibi —respondió con voz suave y afectuosa, hociqueando su rostro contra el perfumado cabello ajeno.

 

—Te amo, mi Faraón… —susurró de vuelta, presionando algunos besos sobre la playera para dormir que el mayor ocupaba.

 

Y esas palabras hicieron que el corazón de Yami se acelerará un poco más, trayendo a su mente lo que lo había tenido pensativo hacía un rato. Concretamente, unas palabras que su amigo Joey le había dicho hace poco tanto a Yugi como a Ryou.

 

"Ustedes dos lo que tienen es una debilidad por las cosas egipcias" se había burlado Joey, haciendo que ambos hikaris se sonrojaran y apenaran.

Ignoraba -y realmente no le importaba- si a Bakura también le había interesado esa declaración, pero él no pudo evitar recordar algunos halagos que Yugi le había proferido después de su última batalla contra Zorc, sobre lo genial e impresionante que lució en sus días de faraón.

 

Se preguntaba qué tan atinadas habían sido las palabras de Joey, y si un cambio de ambiente ayudaría a su luz a relajarse un poco más con el tema.

 

— ¿Aibou? —lo llamó suavemente, después de unos minutos de cómodo silencio.

 

— ¿Sí, Koi? —respondió en tono similar, sin mover mucho la cabeza del pecho de Yami.

 

— ¿Ya quieres irte a dormir? —preguntó antes que nada, a fin de cuentas, ya era algo tarde y no quería desvelar más a su luz si ya estaba cansado.

 

—Mmm ¿por qué? ¿tienes sueño?

 

Yami negó con la cabeza cuando Yugi no le respondió directamente —no es eso, hay algo que quiero mostrarte, pero si estás cansado puede esperar a otro momento.

 

El oji-amatista levantó la cabeza, encendido por la chispa de curiosidad — ¿Qué es? 

 

Yami sonrió ante su reacción —algo que he querido enseñarte casi desde que recuperarnos el rompecabezas ¿quieres…?

 

Yugi asintió con entusiasmo —Sí, seguro.

 

Le dio un pequeño beso a su luz y deshicieron el abrazo para volver a sentarse correctamente, luego Yami tomó la cadena del rompecabezas que reposaba en la mesita de noche, a un lado de la cama, y tiró para colocarlo en manos de Yugi. Se le escapó una sonrisa cuando el menor acunó la pirámide de oro antes de terminar de cubrirlo con sus propias manos.

 

Luego de un momento de meditación y respiraciones controladas, destellos ámbar los envolvieron como un delicado remolino de polvo de oro —cierra los ojos, Yugi —pidió suavemente — ¿puedes sentir mi energía?

 

—Por supuesto —obedeció y ambos cerraron los ojos a la vez.

 

—Pon atención, esto es un poco difícil —comentó con voz cada vez más baja, demostrando que estaba concentrándose en lo que hacía.

 

Yugi hizo un seguimiento detallado de cada sutil cambio en la magia de Yami, puedo notar la forma en que se entrelazaba con la del rompecabezas, como si de nuevo estuviese dejando una parte de su alma dentro, pero no exactamente eso, era difícil de explicar; pero también podía notar como el remolino dorado los envolvía cada vez más y lentamente dejaba de percibir la sensación familiar de su dormitorio, para ser trasladados a otra zona.

 

Hubo una sensación de mareo muy leve, y agradeció para sus adentros que Yami le hubiera pedido cerrar los ojos, seguramente para evitar una reacción más fuerte. Paciente, espero su indicación para abrir los ojos.

 

—Ya puedes mirar, Aibou —aseguró, mientras se levantaba.

 

Yugi descubrió sus preciosas orbes violetas, encontrando un suelo familiar y una mano tendida frente a él. La tomó con gusto y permitió que su pareja lo levantase mientras observaba el pasillo en el que se encontraban.

El pequeño lo reconoció, hacía mucho que no había estado ahí más que en sus sueños.

 

—El pasillo entre nuestras habitaciones del alma —murmuró en reconocimiento. Yami asintió, colocando casualmente su mano libre sobre la curva en la espalda baja de Yugi —no me traías aquí desde que estabas en el rompecabezas.

 

Yami sonrió —es dónde estamos ahora.

 

— ¿Eh?

 

—No nos retiramos a los rincones de nuestras mentes, estamos dentro del rompecabezas, físicamente —explicó —ahora mismo en tú… nuestra habitación —se corrigió, como Yugi había insistido en varias ocasiones —no hay nada más que el rompecabezas sobre tu cama.

 

Los ojos de Yugi brillaron en sorpresa e incredulidad —imposible… —musitó, casi sin aliento.

 

Yami le dio unos toquecitos suaves en la punta de la nariz con el índice de la mano libre —muy pocas cosas son 'imposibles' habibi —corrigió con una sonrisa — ¿Gustas pasar? No es solo esto lo que pretendo mostrarte —señaló a la puerta de acero con el ojo de Horus tallado.

 

—Sí, claro —Yugi apenas colocó la mano sobre la puerta y esta se abrió dócilmente para él. Entonces​, Yugi se quedó sin aliento, Yami solo pudo reírse ante su reacción, el pequeño incluso estaba boquiabierto — ¡Ya no es un laberinto! —atinó a exclamar y Yami solo se rió más. 

 

Yugi infló las mejillas e hizo un puchero hacia él —perdón aibou —se disculpó, aún con una risilla entre dientes.

 

El menor frunció los labios, pero lo dejó pasar —adivinaré, esto cambió porque ahora sabes quién eres —teorizó el oji-amatista, mirando a su alrededor, el salón seguía siendo amplio y vacío, pero ahora las paredes estaban decoradas con jeroglíficos e imágenes de monstruos de duelo, también había un camino de columnas que creaban un pasillo desde donde se veían varias escaleras de diferentes tamaños y formas, que conducían a diferentes puertas.

 

Si bien no era un laberinto, parecía aún muy austero y protegido. Yugi supo relacionarlo a la actitud que Yami tenía hacia el resto del mundo, fuera de las personas que le importaban. El oji-vino podía ser amable pero ahora que no tenía por qué estar al frente de su reino simplemente vivía para él y aquellos que quería.

 

—Así es aibou, cientos de preguntas están resueltas. No más misterios, no más ir a ciegas, no más enredos —explicó, con una pequeña sonrisa de alivio que no pudo evitar. Yugi le regresó la mirada, feliz de haberlo ayudado en lo que pudo, y se acercó para abrazarlo —todo gracias a ti —añadió, rodeándolo afectuosamente entre sus brazos.

 

Yugi se sonrojó muy sutilmente por la adoración en sus palabras. Le dio un suave beso en la barbilla y le acarició la mejilla con una mano — ¿era esto lo que querías mostrarme?

 

Yami le sonrió mientras tomaba la mano en su rostro para depositar un beso en el dorso de la misma —es sólo el comienzo —aclaró — ¡Ven conmigo, Yugi! —si había un tono infantil en su entusiasmo, cuando jaló de la mano al menor por el pasillo hacia las escaleras, a ninguno de los dos le importó.

 

Yugi se dejó llevar, corriendo tras él con una sonrisa, contento de ver feliz a su amor.

 

Yami subió por una de tantas escaleras doradas y abrió la puerta cuando ambos llegaron a ella, la cual prácticamente se desvaneció bajo su mano, cegando a Yugi un momento, cuando la brillante luz del sol les llenó la vista.

Le tomó un momento acostumbrarse al oji-amatista, pero cuando pudo volver a abrir los ojos, recibió un suave apretón de la mano de Yami, a la vez que lo saludaba la impresionante vista de una ciudad a los pies de un palacio.

 

—Wow…Esto es… —se volvió hacia Yami por una confirmación.

 

—Es uno de los balcones de mi viejo hogar —asintió Yami, quien solo le dedicó unos segundos de su mirada al paisaje, antes de volverse hacia su luz —padre me traía aquí por las mañanas, cada tres días, desde que era un niño.

 

Yugi no supo qué responder a eso último —es una vista preciosa.

 

El mayor se acercó, apoyando su cabeza sobre la de Yugi; en ese instante percibió algo en él — ¿Qué es, aibou? 

 

El de ojos violetas simplemente se movió para que pudieran estar frente con frente, y le dejó ver a Yami el recuerdo que había ocupado su mente en ese momento. Aquella vez que él había entrado con sus amigos en el mundo de sus memorias para ayudarlo en su batalla, el momento justo en las afueras de su palacio, cuando había colocado una mano en el muro exterior, rogando por sentir de algún modo su presencia, sabiéndolo tan cerca y tan lejos a la vez.

 

Yami simplemente tuvo que besarlo en ese momento.

Yugi se rió suavemente cuando se separaron para respirar.

 

— ¿Siguiente parada? —ofreció Yami.

 

Su hikari asintió —iré contigo dónde quieras, mi faraón —susurró con tono coqueto.

 

En respuesta, Yami le mordió suavemente el labio inferior, consiguiendo un quejido avergonzado de Yugi.

 

Yami llevó a Yugi por algunas puertas más, enseñándole sus lugares favoritos del Palacio, e incluso llevándolo a la orilla del Nilo.

Finalmente, Yugi distinguió una puerta más grande y de un diseño diferente. Detrás de esta, encontró un dormitorio.

 

Las paredes eran de color bronce, tenían una textura irregular y eran altas, se curvaban hacia arriba para formar el techo como si fuera el de una cueva, también había un balcón que, de nuevo, daba paso a una vista magnífica, ahora al atardecer. 

Yugi sospechaba que Yami era capaz de manipular la hora del día que se presentaba las habitaciones.

 

Había un tocador de madera pulida con gran cantidad de accesorios antiguos y joyas, además de pergaminos y alguna que otra daga. En la pared contraria había uno de madera pintada, color negro, con fotografías​ enmarcadas, accesorios más modernos, juegos e incluso algún peluche; al lado un espejo de cuerpo completo.

La cama en medio de la habitación, con la cabecera pegada a otra pared, era enorme; con una primera mirada, Yugi podría decir que cabrían fácilmente mínimo seis personas. Los cuatro postes eran altos y sostenían un dosel de sedas transparentes de colores azul, violeta y negro.

 

Después de unos instantes, Yugi notó que había un sutil aroma pululando en la habitación —huele muy bien.

 

—Es el aroma de los lotos de agua —explicó Yami, soltando la mano de Yugi, después de todo el recorrido, para ponerla en la parte baja de su espalda —siempre me gustó, me resulta relajante.

 

—Estoy de acuerdo —Yugi cerró los ojos y suspiró suavemente, para apreciar más el olor.

 

— ¿Qué opinas? —quiso saber el oji-vino, acariciando su espalda.

 

Yugi se estremeció bajo su toque, inclinándose hacia su pecho —me gusta, armoniza distintos aspectos de tí, se siente… agradable, cómodo… —trató de encontrar la palabra correcta.

 

Yami sonrió, invitándolo con un gesto a curiosear cuanto quisiera por la habitación —solo espero que te haga sentir tan bien como lo hace para mí tú habitación —apenado, Yugi soltó una risilla, mientras se acercaba al tocador de madera pulida para observar las cosas que se exhibían allí —puedes mirar y tocar todo lo que quieras, mi precioso hikari —el mayor volvió a cerrar la distancia para decirle eso al oído, sonriendo al notar la piel erizada.

 

Yugi asintió, mordiéndose el labio inferior mientras su mirada resbalaba por el tocador. Ignoró las armas y curioseó por las joyas — ¡Ah! Esta era tu corona ¿no es cierto? —tomó dicho accesorio en las manos y se volteó para que levantarla hacia su pareja.

 

El mayor asintió, enternecido, y se inclinó para que su luz pudiera colocarle la corona. Yugi no pudo no sonreír al ver como los mechones rubios se levantaban de su posición habitual para que el accesorio de oro cubriera parcialmente la frente del oji-vino, pero sí tuvo que ahogar una risa cuando Yami dio un par de pasos atrás y la corona contrastó enormemente con su pijama.

 

Yami ladeó un poco la cabeza, conociendo el pensamiento de su luz, pero decidiendo alargar el juego un poco más. Sonrió de lado e hizo un movimiento de su muñeca izquierda, el cual levantó su trono en medio de la habitación, varios pasos en frente de la cama.

 

El oji-vino caminó hasta allí y se sentó en su trono con familiaridad, dándole una sonrisa a Yugi, esperando que hiciera un comentario.

Yugi se rió esta vez, sin contenerse, y mantuvo en privado su siguiente pensamiento ¿Cómo demonios Yami era capaz de verse real y elegante en un trono, en PIJAMA y DESCALZO? 

 

—Vamos, di algo —pidió el mayor, con tono claramente divertido.

 

Yugi se rió, caminando hacia él —No sé… trato de averiguar qué está mal con esta imagen —bromeó de regreso, haciendo un movimiento de su mano para abarcarlo a él en el trono.

 

Yami se rió entre dientes. Su codo derecho estaba apoyado en el brazo de su trono, y su rostro se ladeaba hacia ese lado para apoyarse en su puño — ¿Puedes darme alguna sugerencia? 

 

Yugi lo evaluó con la mirada, preguntándose qué era lo que esperaba oír Yami de él, a la vez qué pensaban cómo responder —bueno, sé que ese pijama es cómodo, pero creo que choca solo un poco con tu corona y trono.

 

Al oír eso para Yami fue: no era lo que esperaba, pero estoy satisfecho puede que tengas razón, Yugi —chasqueó los dedos, y su confortable pijama de invierno fue reemplazado por su antiguo atuendo de faraón. Su piel, si bien no regresó a su antiguo tono canela, era evidentemente más trigueño, y todo combinaba muy bien — ¿Así está mejor?

 

Yugi sonrió, un poco sonrojado, y se hincó en una rodilla frente a él, para una juguetona pero real reverencia —mi faraón… —entonó, con voz suave y la cabeza gacha.

 

Dedos con anillos tocaron su mentón para levantarlo suavemente —de pie, mi amor —ronroneó —no debes presentarte ante mi, tu lugar es a mi lado.

 

Yugi trató de distraerse -para no convertirse en un tomate- con una risita y bromas —mientras no me llames reina, está bien —se levantó y fue a sentarse sobre el brazo izquierdo del trono.

 

Yami negó, colocando ambas manos en las caderas de su luz —la palabra, habibi, es consorte.

 

El oji-amatista ladeó la cabeza, repitiendo la palabra desconocida — ¿qué significa?

 

—Hmm, bien, se usa para una reina, rey, princesa o príncipe que ostenta el título por matrimonio, no por nacimiento —explicó, acariciando por encima de la tela.

 

—Oh, entiendo… —Yugi asintió un tanto apenado —ahora soy yo el que desentona.

 

Y eso era lo que Yami había estado esperando —por favor ¿me permites corregir eso? 

 

Yugi vio a través de esas palabras, sabiendo que estaba cayendo en el juego de Yami, cualquiera que fuese. Solo pudo pedir —no exageres…

 

—Sabes que puedes negarte a cualquier cosa, Yugi —respondió, meneando la cabeza —pero ten en mente, aibou, que estamos solo tú y yo —se inclinó hacia arriba y presionó pequeños besos en la base de su cuello.

 

—Está bien, adelante —accedió Yugi, cerrando los ojos.

 

Yami deslizó sus dedos por sobre el pijama de Yugi, cambiando las telas que cubrían la bonita figura delgada y armoniosa del oji-amatista. 

Yugi sintió los remolinos de magia trabajando en su ropa; se mordió los labios para tomar​ valor antes de mirarse, más animado al oír el jadeo sin aliento de su pareja.

 

Yugi tragó en seco. Sus piernas estaban descubiertas hasta las rodillas, en sus caderas comenzaba un shendyt de color violeta suave, adornado con sedas azul cielo, y ajustado con un cinto de oro en forma de V.

Bandas del mismo material fungían de tobilleras en ambos pies y como brazaletes en la parte alta de sus brazos. En su mano izquierda había un brazalete delgado con cadenas que iban hacia delicados anillos en sus dedos índice, medio y anular; el del medio ostentaba un rubí, y los otros dos, amatistas.

 

El atuendo era, en una palabra, exquisito.

 

Sin embargo…

 

— ¡Yami! —chilló de repente, tirando de la capa color índigo del mayor, para cubrirse el torso desnudo.

 

Eso sacó al egipcio de su admiración —perdona, me distraje. Aún no terminaba.

 

Unos segundos después, un espejo de plata con perlas y cuarzos incrustado, levitó frente a él.

Yugi observó unas gargantillas doradas, muy similares a las de Malik, desde las cuales salían telas semi-transparentes, en diversos tonos azules y violetas, que cubrían la mayor parte de su pecho, un par incluso se cerraban en sus muñecas. También halló dos prendedores en su pelo, a lado y lado, que imitaba los laterales de la corona, también con rubíes y amatistas incrustados.

 

"Dioses…" gimió internamente "¿realmente parezco de la realeza?" 

 

—Hermoso —declaró Yami, completamente cautivado con la visión de Yugi en ese atuendo.

 

Yugi estaba sonrojado y apenado. Aunque había algo de orgullo ahí al ser tan apreciado y halagado por alguien que seguramente había sido atendido y entretenido por cientos de doncellas.

Se levantó de un salto del brazo del trono y se quedó de pie a unos pocos pasos de su pareja; volvió a apreciar el atuendo que ostentaba -lo que podía ver por sí mismo, al menos- sintiéndose más como una bailarina árabe que como la pareja de un rey.

 

Distraídamente, apoyó su peso en el pie izquierdo, ladeando la cadera, y sacudió su mano para que las cadenas sueltas del brazalete tintinearan; el sonido ligero rebotó en el silencio de la habitación y a Yugi le gustó, dio un par de giros sobre sí mismo, silenciosamente fascinado con la forma en que los velos alrededor de sus brazos danzaban con su movimiento.

 

Yami lucía complacido de verlo — ¿Te agrada?

 

—Se siente… extraño —expresó el oji-amatista, antes de mirarlo. Iba a añadir algo más, pero el cambio en el semblante de su pareja lo detuvo.

 

El mayor parecía… decepcionado, tras esa respuesta. Cerró los ojos y suspiró — ¿quieres que te cambie de vuelta? —se preparó para chasquear los dedos mientras preguntaba.

 

— ¡No! —lo interrumpió su luz, sorprendiéndolo —es bonito, Yami —aseguró —se siente extraño sobre mi piel porque no estoy acostumbrado a telas tan finas, es todo, pero, de algún modo, me gusta —le obsequió una brillante sonrisa —gracias —Yami correspondió su sonrisa, simplemente asintiendo con la cabeza — ¿así me habrías vestido si hubiera estado a tú lado entonces? —bromeó, tratando de volver a aligerar el ambiente.

 

Por lo que se sorprendió cuando su pareja pareció pensarlo seriamente —probablemente con más diversidad de joyas, pero sí.

 

Yugi parpadeó hacia él —tenía entendido que solo el rey podía ostentar tantas joyas.

 

El mayor asintió, con una sonrisa —él, y su pareja, desde luego.

 

Hubo un resoplido y una pequeña risa —sabes mejor que yo que no habríamos podido estar juntos —regresó sus pasos hacia él, e inclinó el cuerpo hacia adelante para acunar su rostro —entre tus deberes estaba dar un heredero al trono, y para eso se necesita una reina.

 

El oji-vino bufó, llevando ambas manos a la cintura semidesnuda, rozando parcialmente la tela y sintiendo la tibieza de la suave piel —habría dejado que Seth diese el heredero, también era parte de la familia real —espetó —mi aibou, no me habría importado lo más mínimo abdicar temprano mi trono si con eso te hubiese tenido a mi lado por el resto de mis días… y en mi lecho cada noche —añadió en un susurro más grave, sin importarle disimular el doble sentido en sus palabras.

 

Sonrojado, Yugi se movió para sentarse a horcajadas de él, sus rodillas reposando sobre el frío material del trono a cada lado de las caderas ajenas. 

Honestamente, Yami se sorprendió con la iniciativa del menor, no se lo esperaba y eso le arrancó un pequeño sonrojo que Yugi disfrutó con orgullo.

El oji-amatista recostó libremente su cuerpo en el regazo de su novio y acariciando su rostro con sus manos, atrapó sus labios en un beso dulce y amoroso, en silenciosa aceptación.

 

Ya había entendido cuál era el juego de Yami al traerlo aquí, vistiéndolos a ambos de esa manera… y no podía negar que lo estaba emocionado… o la palabra sería excitando. 

Y lo dejó claro en su beso, la forma hambrienta en que sus labios bailaron contra los ajenos, sin perder nunca la suave delicadeza que lo caracterizaba, pero derrochando necesidad y deseo en cada movimiento. Después de unos segundos de recuperar oxígeno, abrió ligeramente la boca y lamió el labio superior de Yami para invitarlo a un beso más profundo, que el mayor contestó gustoso.

 

/Yugi… / —lo llamó suavemente, como si fuera una oración o un ruego.

 

Y Yugi sabía lo que estaba pidiendo, así que, tragándose su vergüenza, asintió ligeramente, separando sus labios cuando se quedaron sin aire — /tócame/ —concedió, mirándolo a los ojos y sintiendo las mejillas encendidas.

 

Las manos de Yami, que a pura fuerza de voluntad se habían​ mantenido solamente en la cintura de Yugi, comenzaron a bailar por la piel clara, adorando cada centímetro de ella, palpando su suavidad y su calor.

Yugi se estremeció bajo el delicado toque de sus dedos, sintiendo como curioseaban en su espalda, se volvían al frente para deslizarse por sus brazos y finalmente bajaban por sus piernas.

 

— /Eres tan suave, tan cálido, amor/ —jadeó por medio de su enlace, mientras sus labios se entretenían hallando lugares para besar en medio de las telas que cubrían su pecho. Sonrío al sentir las manos de Yugi bajar y aferrarse a sus hombros —eres perfecto, pequeño.

 

Yugi se sonrojó, apretando sus pequeñas uñas en reprimenda, contra la piel dorada —eso no es cierto…

 

—Lo eres para mí —lo interrumpió, con voz más seria.

 

Ojos en blanco y una risita tuvo por respuesta esa declaración —bien, tu opinión es la que realmente me importa —subió una mano para acariciarle el cabello mientras con la otra se abrazaba más a su cuello.

 

—Sin embargo —Yami empezó a hablar entre beso y beso —a mi lado, habrías sido admirado por los demás. Habrías sido considerado mi tesoro, un obsequio de los dioses. Nadie más que yo habría tenido el privilegio de tocarte.

 

—Eso suena un poco extremista —bromeó el menor, disfrutando​ de los escalofríos que recorrían su cuerpo por cada beso.

 

—Habrías sido mío para amarte, cuidarte, protegerte y reinar a mi lado, amor —continuó Yami, sintiendo internamente el efecto que tenía en Yugi cada una de sus palabras. La mente del menor no tardaría en nublarse, simplemente imaginando cada escenario que su yami le describía; como podría haber sido una vida juntos en el pasado. Así que continuó besando cada parte que podía de su pecho, casi maldiciendo haber cubierto su cuello con el grueso collar de oro, pero confiando en que no duraría mucho más allí; mientras, sus manos recorrían a placer las piernas del menor, las cuales sentía temblar muy sutilmente, se preguntó, distraído, si se debía a sus besos o a mantener la posición.

 

El primer gemido dejó la boca de Yugi cuando los dientes de Yami resbalaron cuidadosamente sobre su clavícula, antes de ser delineaba por su lengua —A-Atem… 

 

El mayor abrió los ojos en sorpresa y levantó el rostro inmediatamente para mirar a su compañero, en muy contadas ocasiones Yugi lo había llamado por su nombre, que todos los demás lo hicieran estaba bien, pero 'Yami' era especial e importante para él, para ellos.

Halló ojos violetas relucientes y un sonrojo sutil que se esparcía por sus mejillas, el borde de sus orejas y parecía bajar hacia su cuello como una dulce neblina.

 

—Usaste mi nombre… —mencionó, en un tono casi casual, en medio de la sorpresa por ese hecho y la admiración de la bella imagen frente a él.

 

El rubor en la piel clara se hizo un poco más intenso cuando notó que lo estaba mirando fijamente, y tan embelesado que era realmente halagador. Sonrió tímidamente —perdón... ¿no debí hacerlo, mi Faraón?

 

Yami resopló una risita ¿Su Yugi quería jugar así? Perfecto.

 

Negó con la cabeza —no, está bien. Y estoy seguro que se escuchará mucho mejor cuando estés gimiendo y gritando para mí, mi precioso hikari —pudo sentir las manos del menor tensarse, mientras este lanzaba la cabeza contra la tela índigo de su capa para ocultarse, sobrecogido por la forma cruda y directa de hablar de su pareja ¿Su yami había sido siempre tan descarado? 

 

Sonriendo, Yami inclinó la nariz para rozar el cabello del menor, llenándose los pulmones de su dulce aroma natural en combinación con los suaves lotos de agua, era delicioso.

Alcanzó a besar suavemente el arco de su oreja en esa posición, solo para recibir una mordida en la parte alta de su cuello en respuesta.

 

Jadeó por lo bajo —mi luz… —deslizó lentamente sus manos por debajo del shendyt violeta, ansioso por descubrir que tan suaves eran sus muslos.

 

—Mi amada oscuridad… —suspiró de la misma forma plena y plagada de amor, solo para ahogar otro jadeo en la tela, antes de morderla —por favor… —ni siquiera sabía que era lo que quería, solo salió.

 

— ¿Por favor me detengo o por favor continuo? —consultó el oji-vino con una pequeña sonrisa. Sin importar lo que su luz pidiera él se lo daría, aún si le doliera físicamente dejar de acariciar su bella figura.

 

— ¡No te detengas! —le faltó un poco para gritarlo, y volvió a morder la parte alta de su cuello, maldiciendo las gargantillas de oro que, sabía, estaban ahí bajo la capa —solo…

 

— ¿Qué es, habibi? —volvió a preguntar suavemente —sabes que cumpliré cualquier cosa que pidas —presionó suavemente sus pulgares en la cara interna de sus muslos, abiertos sobre él, sintiendo el calor que irradiaba la piel delgada, y solo podía imaginar el tono rojizo que seguramente tendrían, y cuan bien se verían sus mordidas allí.

 

Yugi también quería tocarlo directamente, quería sacarle los collares, la capa y la camisa; descubrir, tocar y besar cada centímetro de su pecho, pero se le enredaba la lengua de solo pensarlo, la vergüenza le impedía decírselo incluso por su vínculo así que, algo frustrado, mordió parte de la capa y tiró hacia arriba, intentando que su novio comprendiese lo que pedía.

Para su fortuna, Yami lo entendió. Tomó sus manos entre las de él, guiándolo para que el mismo Yugi retirara la capa y luego se deshizo de su collar con el más simple toque de sus dedos.

 

Yugi se lanzó al cuello descubierto, besando y dejando pequeñas mordidas suaves en la piel, tratando de hacer lo mismo que Yami había hecho con él. Obtuvo en recompensa jadeos ahogados y arrulos de placer, además de toque más osado en sus muslos, las manos de Yami subieron por los laterales de sus piernas hasta donde se lo permitía el cinturón de oro y luego sus pulgares barrieron la piel en un semicírculo para volver a la parte alta de sus muslos, ignorando a propósito la zona más privada del menor.

 

El oji-amatista descubrió que le gustaba oír a Yami. Sentirlo y escucharlo completamente en sus manos, por pequeñas acciones en un campo en el que era bastante inexperto acariciaba su orgullo, aunque no de un modo vanidoso, no, el orgullo de saberte capaz de complacer a tu pareja.

Acarició, con cierta curiosidad, los brazos del mayor. Respondería sin dudar que amaba cuando Yami lo abrazaba, estar entre sus brazos era el lugar más seguro y cómodo del mundo, y algunas noches, entre apapachos y arrumacos previos a dormir, deslizaba sus dedos sobre los brazos del oji-vino, por los músculos tenues. 

Rozó los fríos brazaletes mientras subía y bajaba antes de tomar la parte baja de su camisa color hueso para subirla.

 

Yami simplemente lo dejó desnudarle el torso, separando sus labios los escasos segundos que necesitaron para sacarle la prenda por la cabeza, y dándole una sonrisa seductora a Yugi mientras tanto.

Una vez el pecho descubierto, los pequeños dedos pálidos bailaron por la piel dorada sin recato, igual que sus labios.

 

El oji-vino no pudo contener un jadeo al sentir como el cuerpo de Yugi se deslizaba sobre el suyo al bajar.

 

El movimiento provocó también un roce en sus caderas que los hizo a ambos temblar. Yamis sintió un pequeño mordisco de sorpresa bajo la clavícula hacia el lado izquierdo, mientras sus manos se dirigieron en automático al pequeño y bonito trasero redondeado de su luz, presionándolo para repetir el roce.

Sus entrepiernas estaban erguidas, exponiendo sin vergüenza se deseaban mutuamente, y los efectos de su sesión de caricias.

 

Yugi gimió contra los labios de Yami, quien bebió feliz del sonido ahogado, ambos perdiendo momentáneamente la cabeza mientras sus cuerpos proseguían con los roces cada vez más fuertes y erráticos, moviendo las caderas de forma instintiva.

La sensación era deliciosa, incluso si solo se estaban frotando por encima de la ropa, el placer escalaba a través de ellos mientras que apenas eran capaces de mantener sus bocas unidas entre jadeos y gemidos.

 

Los dedos de Yami apretaron las nalgas de Yugi, ayudándolo a ir más rápido en su vaivén mientras que los de Yugi se apretaban en los hombros ajenos, el menor trataba de decir algo entre jadeos —mghh… ahhh… Atem —consiguió llamarlo —es demasiado, no puedo… —un pequeño gruñido frustrado por su falta de comunicación coherente —voy a…

 

Pero su pareja lo entendió de todos modos —un poco más, habibi, te mueves tan bien sobre mí —lo arrulló, amasando ambos cachetes en sus manos, sin dejar de moverse contra él —también estoy cerca, amor.

 

Los ojos violetas de Yugi se engancharon a los de color vino de Yami justo antes de estamparle un beso profundo, caliente y sensual, que sirvió para ahogar el grifo de placer cuando su cuerpo no pudo retener más su necesaria liberación.

Yami lo siguió en cuestión de segundos, ambos derramándose en sus ropas y haciendo un buen lío de sí mismos.

 

Yugi se recostó completamente contra Yami, acurrucándose mimosamente en el cálido cuerpo de su pareja mientras recuperaba el aliento, zumbando suavemente de placer. El mayor acarició sus cabellos con una mano mientras la otra frotaba círculos en su espalda baja.

El oji-amatista presionó suaves besos en el pecho ajeno, sintiendo los latidos de su corazón, mientras trataba de entender lo que su propio cuerpo quería. Se sentía sensible por el orgasmo reciente, pero deseaba y necesitaba más de su pareja.

 

/¿Cómo te sientes, pequeño?/ 

 

— /Mghhh~ de maravilla —suspiró en respuesta —aunque la ropa empieza a incomodar/ 

 

/Eso se puede arreglar/ —y, moviendo lo menos posible a su luz cómodamente acurrucado, empezó a retirar algunas de las telas, aunque a la final simplemente hizo desaparecer la ropa, en particular sus shendyts.

 

Ambos gimieron cuando sus cuerpos calientes y húmedos estuvieron plenamente en contacto.

 

—Atem… —lo llamó en gemido.

 

El mayor disfrutó el pequeño placer de escucharlo de ese modo — ¿Qué deseas, mi amor? —le levantó suavemente la cabeza para repartir besos en sus mejillas coloradas.

 

Yugi se mordió los labios, notando como la vergüenza se había ido por la puerta en algún momento —más —pidió, directo y sincero, ganándose una sonrisa ladina y una ceja elevada —quiero más… más de estas sensaciones, más de ti, mi faraón —continuó —quiero que mi cuerpo te pertenezca tanto como lo hace mi corazón, mi alma y mi mente, Koi.

 

Yami ahogó un gemido y lo atrajo en un beso apenas procesó sus palabras — /será el mayor placer y honor conceder tu petición, mi brillante y hermosa luz/ —lo sostuvo en sus brazos para levantarse de su trono — /Te amo tanto, Yugi/ 

 

El menor se dejó hacer, sabiendo que sus piernas podrían fallarle si intentaba ponerse en pie por su cuenta — /yo también, te amo demasiado/ —el oji-vino rompió el beso para acomodar a su pequeño en su trono. Le dejó de rodillas, mirando hacia el espaldar y él se quedó justo detrás mientras le indicaba a su luz que apoyara las manos en el trono — ¿Yami? —preguntó, sin entender.

 

—Déjame encargarme de todo, habibi —le susurró al oído, besando la caracola de su oreja —te haré sentir muy bien, lo prometo —mordió el lóbulo de su oreja con suavidad antes de deslizar sus besos por la nuca y espalda del menor, en lo que separaba sus manos del tentador cuerpo más pequeño para tomar, con un suave pulso de magia, una botellita del tocador de madera pulida.

 

Yami se inclinó lentamente, dejando un camino de besos por la columna de Yugi y sonriendo al notar cada pequeño escalofrío que eso le provocaba. Añadió pequeñas mordidas entre más se acerca a la parte baja de la espalda, y sus manos encontraron la parte posterior de las rodillas para ascender por los muslos suaves y húmedos.

Yugi chilló, como un ratoncito, cuando las manos de su pareja lo tomaron de las caderas y tiraron hacia atrás, de modo que arquease la espalda y quedara más expuesto al ex-espíritu. 

 

Con algo de timidez, Yugi miró por sobre su hombro, solo para sentir como su miembro palpitaba de pura excitación al ver a su pareja, de rodillas detrás de él, besando, mordisqueando y acariciando su cuerpo, como si fuera el ser más hermoso y deseable del mundo. Yugi pensaba que su cuerpo no tenía nada en especial que pudiera llamar la atención, pero podía sentir a través de su vínculo cuánto lo deseaba Yami y eso era más que suficiente para él.

 

Distraído en eso pensamientos, no notó el suave chasquido de un corcho al salir de una botella, ni el movimiento de las manos ajenas verter parte del contenido de dicha botella en una de sus palmas para luego frotarlas, pero lo que definitivamente sí notó fue roce de unos dedos húmedos y tibios deslizándose entre sus glúteos.

 

—Ahhh~ qué… —Yugi jadeó sin aliento cuando los dedos de Yami rozaron su entrada. La sensación era tibia y resbalosa — ¿q-qué es… —intentó decir entre jadeos, pues el dedo índice presionaba en suaves círculos por su entrada.

 

—Aceite para masajes —suplió el oji-vino —necesitas relajar el cuerpo, amor, voy a prepararte, así no te dolerá.

 

Yugi tembló. No era un ignorante, sabía lo que seguía, y que probablemente le dolería, así que intentó hacer lo que su pareja le decía —ven, bésame —pidió, casi en un lamento.

 

Yami cumplió de inmediato, mantuvo su mano derecha tanteando cuidadosa y tiernamente la zona privada de su hikari mientras se erguía lo suficiente para alcanzar sus dulces labios.

Una vez que sus bocas se juntaban, separarlas era complicado incluso cuando sabían que necesitaban respirar. El sabor, el calor y la miel en los labios del otro era adictivo, y sus lenguas rozándose provocaba el calor se dirigiera a sus partes privadas.

 

Yugi lamió y mordió juguetonamente el labio inferior de Yami, y en repuesta, el mayor atrapó y chupó lentamente su lengua. El oji-amatista gimió contra su boca y ondeó sus caderas hacia atrás, permitiendo que el dedo de su pareja se deslizara hasta el nudillo en su interior, además de que el miembro despierto del oji-vino se frotara contra la suave curva de su espalda baja.

 

—Eso es, pequeño —jadeó Yami, lamiéndole el labio inferior antes de bajar un camino de besos por su cuello —avísame si te incomoda ¿sí, aibou?

 

El menor asintió, incapaz de hablar, pero empezando a moverse suavemente para continuar sintiendo la dureza de su pareja contra su piel. Yami zumbó de placer, besando los pequeños hombros.

Lentamente, Yami consiguió dos dedos girando y expandiendo cuidadosamente los músculos internos de su luz y le estaba costando mantenerse así; Yugi estaba tan cálido y ajustado, suave y palpitante. El pequeño prácticamente gimoteaba, meciendo sus caderas en espasmos de placer.

 

Yami curvó suavemente sus dedos y Yugi gimió alto, un sonido necesitado y provocativo, mientras se arqueaba casi con violencia hacia su pareja — ¡Atem

 

Sin que su compañero pudiera verlo, sonrió de lado — ¿te lastime, aibou? —consultó, aunque claramente sabía que no era el caso.

 

— ¡No! —se apresuró a aclarar. Yami volvió a curvar y mover sus dedos, y Yugi chilló — ¡Atem, por favor! —se llevó el dorso de la mano a la boca, intentando ahogar sus quejidos.

 

—Hey —el oji-vino detuvo esa mano, con la suya libre, y entrelazó sus dedos —no, déjame escucharte, pequeño —arrulló cariñosamente justo en su oído —lo haces muy bien, mi precioso hikari. Tan cálido, y aprietas mis dedos que muero por sentirte más —Yami lo sintió palpitar alrededor de sus dedos mientras se mecía hacia atrás, provocándolo, tentándolo — ¿me lo permitirás, mi pequeño? ¿me dejarás tomarte y enseñarte todo el placer que podemos compartir?

 

— ¡Sí! —Yugi sollozó, sintiendo que estaba bailando al borde de un abismo con los dedos de su pareja tanteando su punto dulce. Apretó la mano del oji-vino para que lo mirara a los ojos —mi faraón, por favor… te necesito, te quiero dentro de mí —ronroneó para el mayor, buscándolo para un beso —Atem~ Mi amado yami~ —suspiró entre besos —quiero que hagamos el amor.

 

Yami asintió, rozando sus labios dulcemente antes de sacar con cuidado sus dedos del menor para tomarlo en brazos al estilo nupcial, sonriendo ante el gimoteo necesitado de su hikari. Lo llevó a su cama, queriendo que estuviese lo más cómodo posible.

Lo acomodó entre mullidos almohadones y se posicionó encima, en medio de sus piernas, las cuales se enrollaron de inmediato en sus caderas para presionarlo cerca.

 

Sus cuerpos ardían el uno por el otro.

 

Yami acarició el perfil de su rostro suavemente —mantente así, relajado, confía en que no te lastimaré.

 

Yugi lo interrumpió con una pequeña risilla —koi, sabes que yo confío en ti con mi vida. Siempre —lo miró con infinito amor en sus ojos violetas.

 

El mayor empezó a besar suavemente su frente mientras hablaba —mi pequeño, mi luz ¿sabes que eres mi vida entera, verdad? Significas todo para mí —lo arrulló dulcemente, mientras alineaba las caderas de ambos.

 

Para gusto de Yami, obtuvo una respuesta segura —Lo sé, Anata —y acto seguido, el oji-vino se ruborizó con fuerza, sabiendo que esa palabra los japoneses lo usaban cuando ya había matrimonio de por medio —lo sé… por significas lo mismo para mi. Eres todo lo que quiero y necesito en la vida… y solo puedo agradecer a los dioses por permitirnos estar juntos —lo besó con dulzura —te amo.

 

—Te amo —contestó de vuelta Yami, con el corazón aleteando en el pecho a velocidad vertiginosa.

 

Una mirada.

 

Un beso lento.

 

Un desliz suave y cuidadoso.

 

Yugi jadeó sin aire, separándose de los labios de su pareja cuando no pudo contener la necesidad de arquear la espalda, sintiendo centímetro a centímetros el caliente recorrido del miembro de su pareja dentro de su cuerpo.

Yami gruñó por lo bajo también, perdido en la sensación de ser recibido en el cálido y ajustado interior de su luz hikari.

 

Era un momento único, sublime. Ambos entregándose en carne, dando un paso más en una relación concertada y llena de amor y comprensión. 

Ambos sabían que se pertenecían, lo que estaban haciendo no era reclamarse el uno al otro, sino, descubrir una nueva forma de expresarse todo el amor que se tenían.

 

—Atem… Amor, por favor —suplicó el menor, tratando de ondular las caderas, luego de un minuto entero de sentir a Yami enterrado hasta la empuñadura en él, sin moverse en lo más mínimo.

 

Obtuvo una presión húmeda en su cuello, un chupón, seguido de una mordida, que seguramente dejaría marca durante más que un par de días —Joder... Aibou —Yugi solo pudo reírse. NUNCA había oído a su pareja maldecir así — ¿te parece divertido? —eso salió en un gruñido, y lo próximo que Yugi supo fue que le había levantado la cadera lo suficiente para darle una nalgada. Eso lo hija jadear de sorpresa —estás tan caliente y me aprietas tan bien… 

 

Yugi apenado tuvo tiempo de ruborizarse, mucho menos de pensar en 'regresar el cumplido' sobre cuán lleno y satisfecho se sentía, cuando Yami se arrodilló en la cama y lo tomó fuertemente de las caderas para empezar a embestir contra él.

 

Le robó el aliento en el primer vaivén de su miembro, aun así, su boca parecía renuente a callarse.

 

Oh~ Dioses… —gimió en alto, aferrándose a las sábanas sin saber qué otra cosa hacer más que tratar de seguir el ritmo de su pareja. Yami era rápido y certero moviéndose contra su piel. El sonido de ambos cuerpos, calientes y húmedos de sudor al chocar, era simplemente erótico.

 

—Dime cómo te sientes, aibou —gruñó su orden.

 

— ¿Cómo…? Ahh~ —apretó los dientes un momento —tan… intenso —gimió, apretando más sus piernas alrededor de las caderas descontroladas —estás tan dentro… ohh~ Yami… ¡Atem! 

 

Yugi parecía haber perdido la facultad de Hikari más de cuatro o cinco palabras en una frase, y no parecía decidirse sobre cómo llamar a su pareja, especialmente cuando esté dio con su punto sensible una vez más.

 

El mayor se inclinó un poco de vuelta sobre él, apoyándose en la cama con una mano, y sonrió de lado —sabía que amaría escucharte gritar así mi nombre —bajó la cabeza y beso a Yugi justo para tratarse un grito de placer, a la vez que lo sentía ajustarse más y más entorno a su miembro —maldición, Yugi, me tienes al límite.

 

Lo sorprendió que el menor lo abrazara por el cuello —No puedo más… ¡Mgh! —Yami observó como Yugi hacía la cabeza para atrás, exponiendo su cuello hacia él, a la vez que le clavaba las pequeñas uñas en la espalda y dibujaba superficiales rasguños en medio de su éxtasis — ¡Atem!

 

El aludido lo sintió tanto como lo escuchó atravesar su orgasmo. Yugi se veía precioso, con las mejillas rojas, la piel tibia perlada de sudor y llamándolo en medio del placer, que Yami simplemente lo siguió en cuenta de segundos, derramándose en el interior palpitante y ajustado de Yugi, quien gritó una vez más al recibir la carga cálida de su pareja.

 

~∆~

 

Simplemente se acurrucaron, desnudos y satisfechos, en medio de la enorme cama, dándose besos y suaves caricias mientras sus cuerpos se enfriaban.

 

—Fue maravilloso, Yami —susurró el menor, adormilado, acariciando el cabello de su pareja, quien se frotaba a contra su hombro y cuello de tanto en tanto, como una mascota mimada.

 

—Definitivamente lo fue, mi amado aibou —contestó con voz somnolienta, abrazándolo contra su cuerpo —te amo, Yugi —logró decir antes de un bostezo.


Y antes de sucumbir al sueño, Yugi respondió —Te amo, mi yami, mi dulce faraón...


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