No había justificante para su reunión de ese día, aunque alguien gritó que beberían en nombre del nuevo cóndor de la zona, y eso, señores, tenían que celebrarlo ¡a lo grande! Porque todos amaban a los cóndores, y si no les gustaban, se merecían un buen golpe para arreglarle el cerebro. Fue así que gritaron vítores antes de hacer un círculo de compañerismo y jugar a “piedra, papel, tijera” para decidir el bar al que entrarían.
Como diría México: eran unos desmadrosos.
O algo así.
Todos bebían tranquilamente, sentados alrededor de una mesa lo suficiente grande, tenían sus vasos, las botellas acumulándose, un par hasta le coqueteó a la camarera quien solo reía ante las miradas y seguía con su trabajo. Todo tranquis. Todo fresco. Todo piola. Al menos los primeros quince minutos antes de que alguien agarrara una botella para adueñársela y que los otros lo siguieran. Se descontrolaron un poco cuando todos iban por su quinta ronda.
—A mí nadie me gana, pendejos —México se puso competitivo.
—Flojo te veo —rio Venezuela, quien hizo volar la tapita de su botella.
—Bebe, bebe, ¡bebe! —empezaron a corear los demás.
—Qué maricada —reían divertidos.
Estaban en las nubes, divirtiéndose a loco, retándose a beber directo de la botella y sin respirar, jugando hasta que a alguien se le ocurrió poner las cosas más interesantes. En esa ocasión el juego de “verdad o reto” quedó en segundo plano, porque se dieron cuenta que jotear un rato sería más interesante. No estaban seguros de cómo o por qué fue, pero empezaron a rememorar sus mejores frases para coquetear.
—No hay ave más hermosa que tú con un par de alas grandotas —era una competencia de piropos y fue Ecuador quien empezó con algo sin malicia.
—¿Llevas puesto un sujetador espacial?... Porque tienes unos senos del otro mundo —Colombia se reía ante las burlas o el leve sonrojo de algunos.
—Si cocinas como caminas, me como hasta el pegao —Venezuela no se quería quedar atrás.
—A ese keke le falta huevo —y Perú fue el que trazó una delgada línea en ese juego.
—Quisiera ser refri para ponerte duro el gancito —México le guiñó a Chile y todos empezaron a reírse.
—Quién fuera semáforo para darte la pasá —se respondieron lo mejor que pudieron.
Todo era risas y diversión, todos seguían intentando ser el mejor. Sin embargo, con el pasar de los minutos, hubo dos countries que se quedaron callados, susurrándose entre sí, haciendo uso de la amistad que reforzaron últimamente por casualidades del destino, para planear una treta que les daría extra diversión. Se pactó el pago y se ejecutó el acuerdo.
—Le toca al más chiquito —se burló el mexicano, ganándose una mala mirada.
—No te metái con el hermanito de estos weones.
—Habla pe —Perú quería escuchar, porque no creía que el menor de los tricolores pudiera soltar algo indecente.
—Tú, el que sostiene el jarrito —la sonrisa de Ecuador tenía un toque de inocencia mientras miraba a Chile quien elevó una ceja—. Yo si te chupo el pajarito —hasta hizo una seña un tanto obscena con la boca.
El mencionado Chile escupió la cerveza que consumía, a la par que Colombia y Venezuela se atragantaban con su propia saliva. Ecuador sonrió orgulloso ante la estupefacción de todos y miró al mexicano que casi se caía de su silla por reírse tanto. Muchos no se creían lo que acababan de escuchar, y es que toda la imagen puritana que tenían del pequeño se fue a la basura. Lo bueno era que podían justificarse en el alcohol.
—Lo... Lo hiciste, pinche... pendejo —se carcajeó México, golpeando suavemente la mesa y tratando de respirar.
—No me retes, guambra carcoso —reía mientras estiraba su mano—. Yo no me ando con huevadas, mi pana.
México le pagó a Ecuador porque cumplió el reto —lo hizo en dólares—, todo ante la mirada de los demás, quienes entendieron el juego de ese par que hasta hace poco se andaba secreteando. Los hermanos mayores recuperaron un poco de aire, aceptando que su hermanito podía ser muy arrecho de vez en cuando. Ecuador besó los billetes después de contarlos, feliz mientras daba un sorbo a su bebida.
—Ya está para el encebollado de mañana —comentó—, porque de que amanezco chuchaqui, lo hago.
Todos recuperaron su estabilidad y hasta se pidieron otra ronda, riéndose bajito, sin apartar su mirada del ecuatoriano. Lo vieron jugar un par de veces con los billetes, exigiéndole que los guardara para continuar con la farra, pero sin esperarse que Ecuador se guardara el dinero en la camiseta justo en el pecho, como si…
—¿Dónde guardas la plata, causita?
—Pues —Ecuador ahogó una pequeña sonrisa y se puso serio—, en el sostén, ¿dónde más?
México ya no podía reírse mientras buscaba más billetes. Todos los demás casi se ahogaban mientras Ecuador mostraba el tirante de un sostén real en su hombro. Admiraron la piel del chiquillo, parte de la clavícula cuando este se jaló un poco la camiseta que llevaba encima para demostrar la veracidad de sus palabras, hasta jaló el tirante y lo hizo resonar cuando golpeó su piel.
—Te los ganaste —el mexicano se limpiaba las lágrimas—. Qué buen pedo.
—Ya me lo voy a quitar —Ecuador se quejó entre muecas—, porque sí molesta.
—Este chaparro es la verga —respiró profundo.
—Weón, ¿Llevaste el sostén en la reunión? —Chile miró al Ecuador quien sonrió.
—Pues…
—Era el trato —México le despeinó los cabellos amarillentos al ecuatoriano—, y este pendejo cumplió…
—Creo que ONU se dio cuenta —se encogió de brazos.
—¡Por eso quería hablarte! —Venezuela se enfadó.
—Sí —el tricolor menor sonrió—, gracias ñaño por zafarme de eso —elevó su botella en honor a Vene.
En ese día entendieron que el pequeño Ecuador era cosa seria cuando se trataba de retos y plata. Y que México era más cercano al ecuatoriano de lo que creían.
Además, Venezuela indagó si Colombia sabía de dónde carajos su hermanito sacó un sostén, pero ambos se quedaron con la duda, aunque sí se guardaron la prenda antes de que alguno de los otros se atreviera a guardársela como recuerdo. Primero muertos que dejar que su hermanito fuera objetivo de obscenidades o sepa dios qué otras cosas.