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Terminal [Puppyshiping] por Kidah

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Notas del capitulo:

Buenas noches damas y caballeros.

 

Siento la tardanza, pero es que cuando terminé de escribir el cap, la semana pasada, no me gustó como me quedó... así que quité una parte, dejando una parte y aumentándola y dejando el resto para un nuevo cap... el cual espero terminar antes de fin de año XD

 

Dicho lo cual, espero que lo disfruteis.

 

Disclaimer: Los personajes de YuGiOh no me pertenecen y escribo este FIC por pura diversión y para entretener al público.

Barrios bajos, Ciudad Domino, Domingo 01 de Septiembre de 2019.

 

La mañana despuntaba haciendo que los rayos de sol despertaran a un joven de rubia cabellera porque las cortinas que cubrían la ventana de su cuarto estaban tan desgastadas que ya ni protegían de la luz matutina. Con un quejido empezó a abrir los ojos, frotándose estos con la mano en la que hasta hace unas horas mantenía sujeto el bolígrafo, notándose aquello en que ahora tenía marcas de tinta de haberlo sujetado por la punta en algún momento de la noche. Con un nuevo quejido se incorporó de la incómoda posición en la que había dormido, siendo que aún mantenía las piernas cruzadas. Al incorporarse notó una punzada de dolor en la zona de la cadera por aquello y por el peso extra del libro de historia. Miro este último con pereza antes de mirar la hora de su reloj de sobremesa.

 

-          Ya es tarde… -apenas daban las diez de la mañana, pero para el rubio aquella hora ya era tarde a pesar de que no le tocaba turno en la imprenta para la que repartía los periódicos. No, era tarde porque sabía que en un rato cierta persona se despertaría como habituaba con una resaca del tamaño del monte Fuji.

 

Se levantó, acomodando todo su material escolar en la mesa que usaba como escritorio, la cual se había encontrado cerca de su casa, en un pequeño descampado y que él mismo había conseguido arreglar, retirándole las patas que ya estaban rotas y colocándole unos maderos de forma ingeniosa para que sujetase y no se moviera de forma alguna. Echó un vistazo alrededor, observando con desgana su habitación. Contaba con lo básico: la mesa escritorio, una silla, una mesita de noche que contaba con un cajón donde guardaba su mazo de cartas de Duelo de Monstruos, un par de postales de cuando sus amigos se habían ido de vacaciones con sus respectivas familias y un par de caramelos que tomaba por las noches cuando le dolía la cabeza. Un poco de azúcar siempre conseguía ayudarle, eso y el mantenerse entretenido chupándolo durante un rato. También contaba con un perchero, como esos que hay en las tiendas donde se cuelgan los abrigos, salido del mismo descampado de donde salió su escritorio. La poca ropa que tenía cabía en ese perchero lateral, y debajo se encontraban unas deportivas que tenía de repuesto para cuando las que usaba de forma habitual se le terminaran de romper. Además de que son las que utilizaba para la preparatoria, para que nadie se diera cuenta de la verdadera naturaleza de su realidad.

 

Una sonrisa triste se dibujó en sus labios al clavar la vista en un dibujo que había clavado en la pared detrás de la ropa, oculto a los ojos curiosos. Apartó una chaqueta para dejarlo al descubierto. Se trataba de un boceto en el que aparecía un estudiante sentado en un pupitre de su clase, dándole la espalda. Tenía el cabello corto, la chaqueta del uniforme se notaba que estaba bien abrochada porque el cuello estaba perfectamente elevado, rodeando el cuello sin apretarlo. En lo poco que se veía de mesa se podía ver la pantalla de un ordenador portátil, y sobre la mesa unos finos y largos dedos en los que se podía percibir el movimiento de estos. Joey se mordió el labio al recordar cuando hizo aquel dibujo, logrando que su sonrisa dejase atrás ese deje de tristeza para ser sustituido por una genuina sonrisa marca Wheeler.

 

Aún podía recordar el momento en el que lo hizo. Lo más gracioso es que no se dio cuenta en el momento que lo hizo hasta que lo vio terminado en su pupitre al terminar el primer periodo de clases unos días antes de que finalizara el curso. Ya habían terminado todas sus aventuras. Menuda locura de año. Después de todo lo vivido notó que había algo distinto, que miraba demasiado a ese engreído, y aquel dibujo fue la gota que  colmó el vaso de lo extraño, incluso después de todo lo vivido nada le había preparado para aceptar lo que creía que estaba pasando por su mente. Irónico, si se paraba a pensar en esa frase.

 

Con el ánimo algo mejor, y dándole un último vistazo a aquel dibujo antes de taparlo nuevamente con su ropa, salió de su habitación, escuchando atentamente por si lograba distinguir algún ruido que le pusiera alerta. No debía confiarse. Bajó con tranquilidad hasta la cocina y se puso a rebuscar en la nevera, sacando lo poco que había comestible en su interior para poder preparar el desayuno tanto para él como para su padre. Una vez terminado, dejó una generosa cantidad apartada para aquél que aún dormía en su habitación. El rubio pensó que seguramente seguiría durmiendo otro rato, pues anoche llegó muy tarde a casa, lo que se podía traducir por una noche desenfrenada y llena de vicios. Con un suspiro quedo se sentó a la mesa y comió tranquilamente su desayuno: huevos revueltos, un poco de arroz cocido y un zumo de naranja de bote.

 

-          Supongo que podría ir a comprar antes de ir a trabajar… Apenas queda comida para preparar la cena de esta noche… Mmmmmmm –se llevó los palillos a los labios, pensando en que podría comprar que fuese barato y que no recibiera las quejas de su “querido” progenitor- quizás un poco de miso… Sí, eso estaría bien, hace tiempo que no preparo sopa de miso. Y creo recordar que en el mercado que hay cerca del trabajo los domingos hacían ofertas en la carnicería. Espero que haya suerte

 

Con un plan en mente ya formado terminó su desayuno, limpió todo lo utilizado para prepararlo y subió nuevamente a su cuarto para prepararse. Dejó su ropa dentro, cogió ropa limpia y fue hasta el baño, dándose una ducha rápida sin dirigir ni una sola mirada al espejo en el tiempo en que estuvo desnudo. Solo cuando estaba vestido se permitió observarse un momento en este para asegurarse de que la ropa elegida no dejase ver ninguna marca. A pesar de saber la reputación que tenía de callejero, no le gustaba dejar ver las marcas que adornaban su blanca piel, las cuales le causaban vergüenza solo de pensar quien había sido el causante, y el hecho de saber que no podía defenderse.

 

Cogió la poca ropa sucia que había en su cuarto y la llevó al cesto de la colada, recogió un poco su cuarto y volvió a cerrar con pestillo su habitación antes de mover a un lado y sin hacer ruido la mesita de noche, dejando a la vista una tabla con un agujero en el que solo cabía un dedo. Metiendo el índice en dicho orificio, tiró de la tabla hasta que esta se despegó del suelo, dejando ver una caja en su interior. Su escondite secreto. Él mismo había soltado la tabla en cuanto se vio en la necesidad de ocultar sus objetos de valor y una parte del dinero que ganaba si no quería morir de hambre o ser desahuciado por culpa de su negligente y alcohólico padre. Dentro de la caja se podían ver una lata de galletas algo abollada, un par de cartas escritas por su hermana y una bolsita de terciopelo negro y algo abultada. Sacó de la lata el dinero justo y necesario para poder hacer unas compras y luego acarició la bolsita, delineando su contenido con sumo cariño. Volvió a poner todo en su lugar, cerciorándose de que su escondite secreto quedaba tapado a la vista de ojos curiosos, cogió su chaqueta verde y salió de casa en dirección a la tienda más cercana a comprar los alimentos.

 

No tardó mucho en hacer la compra, tampoco es que hubiese comprado mucho, solo lo suficiente para poder comer dos o tres días sin tener que visitar la tienda de conveniencia más cercana a su casa… que pensándolo bien tampoco es que estuviese muy cerca. A nadie en su sano juicio se le ocurriría poner una tienda en semejante barrio si no quería tener que cerrar a las dos semanas.

 

Viendo que tampoco tenía el tiempo suficiente para volver a casa, colocarlo todo e ir al trabajo, decidió ir directamente a este y pedirle a su jefe que le dejara guardar las bolsas en alguno de los refrigeradores. Se puso de camino, acelerando el paso todo lo que podía. Sintiendo que tenía la hora encima al final se puso a correr cual gacela, llegando a la puerta de empleados del pub jadeando y casi atropellando a su compañera.

 

-          Para el carro, hermano –la pelirroja se hizo a un lado justo a tiempo para evitar que ambos cayeran al piso, agarrando a su rubio compañero por un brazo para evitar el beso con el suelo.

 

-          Lo siento Ai… es que no quiero llegar tarde… otra vez –Yusei le había dado varias oportunidades cuando había llegado retrasado por culpa de las clases o de los problemas en su casa- Además, quiero pedirle un favor –esto último lo dijo señalando la bolsa que portaba.

 

-          Joel, sabes de sobra que no te lo va a negar aunque llegases una hora tarde. Nunca nos lo ha negado a nadie.

 

-          Ya, bueno, por si acaso –abrió la puerta y dejó que fuese Himura la que entrase primero, como todo buen caballero.

 

-          Míralo, que galante –pasó por su lado y le revolvió cariñosamente el pelo con una sonrisa.

 

-          ¡Oye! ¿Qué os ha dado a todos con mi pelo? Ya bastante me cuesta peinármelo sin que vosotros influyáis en los enredos.

 

-          Es que eres adorable.

 

Con esas palabras dejó a un sonrojado rubio medio perplejo mientras se metía en el vestuario para cambiarse y ponerse a trabajar. En cuanto ella terminó, y tras saludar al resto, fueron los chicos los que entraron a cambiarse. Al poco tiempo Yusei llegó, dando por iniciada la jornada laboral.

 

La tarde transcurrió de forma normal, siendo domingo tampoco es que hubiese mucha gente queriendo salir de copas sabiendo que al día siguiente tenía que levantarse temprano. Además, la mayoría de los jóvenes de Domino ya habían salido el día anterior para celebrar el final de las vacaciones de verano.

 

Joey dispuso su zona lo mejor que pudo sin que el local estuviese cerrado, despidiéndose de sus compañeros antes de entrar a cambiarse. Su horario ya era el reducido, por lo que ahora salía a las diez de la noche, bajo amenaza de su jefe de que si salía más tarde él mismo se encargaría de echarlo de una patada en el trasero.

 

En cuanto empezó a cambiarse, el joven trabajador notó una serie de punzadas en la cabeza, haciendo que el pobre terminara sentándose como pudo en el banco, notando un fuerte marea que por poco hace que se callera al suelo. Cerró los ojos y se llevó las manos a la cabeza, haciendo lo que el doctor le había recomendado para esos casos: darse un suave masaje en las sienes.

 

Lo que no se esperaba es que el señor Fudo, al ver que tardaba en salir, entrase a comprobar que de verdad se estuviese cambiando en vez de estar en el almacén, haciendo otra vez horas extras para luego salir argumentando que no podía irse dejando las cosas a medias.

 

-          ¿Todo bien Joel? –Fudo se acercó a su empleado cuando vio que este se frotaba las sienes mientras estaba sentado en el banco que había frente a las taquillas aún sin terminar de cambiarse. Todavía tenía puestos los pantalones y la camisa del pub mientras que el chaleco se le había caído a los pies cuando iba a colgarlo, siendo sacudido por un punzante dolor de cabeza.

 

-          Si… Tranquilo… solo me duele un poco la cabeza –alzó la mirada para dedicarle una sonrisa a su jefe, esperando así tranquilizarlo para no preocuparlo.

 

-          ¿Seguro? –el mayor se cruzó de brazos, echándole una mirada de sospecha, entrecerrando los ojos. Aunque El rubio no lo supiera, no era la primera vez que el moreno era testigo de esos dolores de cabeza. En el tiempo que Joey llevaba trabajando para él, nunca se había enfermado, así que era raro verle con algún tipo de dolencia, y desde hacía un par de meses que había empezado a ver aquellas reacciones en su joven empleado.

 

-          Si, tranquilo jefe. Es solo por los nervios. –trató de buscar una buena excusa, recurriendo a lo que tenía más a mano- Ya sabe, por el inicio de curso. Aún no sé si me tocará con mis amigos.

 

A pesar de notar que le estaba ocultando algo, el jefe del local decidió dejarlo estar por el momento. Le dio un par de palmadas en el hombro a modo de despedida y le deseó buenas noches. Al ser domingo el horario del de ojos melados terminaba antes, sobre todo ahora que empezaban las clases. Yusei siempre había sido muy comprensivo con respecto a su horario laboral en época de clases.

 

En cuanto terminó de cambiarse se despidió de sus compañeros y se encaminó a su casa. Había aprovechado el poco trabajo que hubo para hablar con su jefe sobre su nuevo horario a partir de la semana entrante. A partir de mañana libraría los miércoles y los domingos y su turno comenzaría a las cinco todos los días, saliendo a las once lunes, martes y jueves, y viernes y sábado saldría a la una de la madrugada, a no ser que el local se llenase hasta los topes, en cuyo caso su hora de salida la dictarían los clientes.

 

En eso iba pensando cuando llegó a su casa, dejando en la cocina la bolsa con la compra que había realizado antes de ir a trabajar. Se dedicó a colocar los alimentos en sus respectivos sitios, pensando en lo que podría hacer para acompañar a la sopa. En eso estaba cuando un olor a alcohol le llegó de repente desde su espalda, haciéndole tragar saliva mientras trataba de seguir haciendo la cena, tratando de controlar el temblor que se quería adueñar de sus manos.

 

-          ¿Qué mierda es esa? –la voz grave consiguió sobresaltarlo incluso a sabiendas de que estaba ahí.

 

-          Sopa de miso… -no sabía cómo, pero había conseguido que no le fallara la voz, aunque le había salido apenas en un hilo.

 

-          ¿Piensas que voy a comer esa miseria? –con un manotazo le arrebató a su hijo el cucharón con el que hasta hace un momento estaba removiendo el caldo, logrando que este callera al suelo con un ruido seco- ¿Tengo pinta de pordiosero?

 

Joey prefirió morderse la lengua ante aquella pregunta. Ladeo un poco la cabeza para poder mirar a su padre de reojo. Aquel hombre que en un pasado había sido apuesto, en la actualidad se veía terrible. Su pelo, también rubio, caía lacio y sin vida sobre unos ojos de color avellana opacados por la sombra del alcohol que ahogaba sus venas. También por ello se podía apreciar la enorme barriga que temblaba con cada una de sus roncas respiraciones, fuertes por culpa del tabaco.

 

De repente, y sin haberlo previsto, un fuerte golpe acabó tirando al suelo al joven rubio, haciendo que en el proceso se diera un golpe en el hombro con la mesa encimera al no poder protegerse. Su padre le había dado en la cara con el puño cerrado muy cerca del labio, ocasionándole un pequeño corte en la comisura de este. El melado, sabiendo lo que le convenía, se incorporó lo suficiente para quedar sentado pero no se levantó, quedándose quieto y callado.

 

-          ¡Respóndeme maldito niñato! –el hombre se plantó frente al chico, tambaleante mientras acercaba a sus labios una botella que llevaba en la otra mano para echarle un trago- Vaya mierda de hijo que tengo, que no es capaz ni de prepararme una cena decente –dijo esto último escupiendo sus palabras antes de darse la vuelta y volver por donde había venido, seguramente al salón. Esa sala se había convertido en el “refugio” de aquel hombre, donde pasaba las tardes bebiendo y fumando, y donde alguna vez había llevado a sus “invitados” para hacer sus reuniones, momentos en los cuales el rubio desaparecía por completo… solo por si acaso.

 

Humillado y adolorido, Joseph se levantó al verse completamente solo nuevamente, recogiendo el cucharón y lavándolo antes de continuar con la tarea de preparar la cena en completo silencio, sacando del refrigerador unos filetes de cerdo que había comprado también pero que reservaba para la comida del día siguiente. En cuanto la comida estuvo hecha llevó una bandeja con los platos servidos hasta el salón, dejándola en la mesa de café que había frente al sofá en el que se encontraba su padre mientras veía algún programa en la televisión. Por suerte no le prestó la más mínima atención. Ya debía de estar completamente borracho.

 

Por su parte, él apenas sí probó bocado. La carne se la había dejado entera a su progenitor, por lo que él se tendría que conformar con la sopa. No tardó mucho en cenar y limpiar, así que al poco rato se encontraba en su cuarto, terminando las tareas impuestas para el verano y preparando su uniforme. Solo cuando comprobó que el adulto se había quedado dormido en una postura muy poco cómoda, bajó con toda la ropa sucia que había encontrado tanto suya como la de él y puso la lavadora. En lo que la ponía, esta se lavaba y la tendía pasaron un par de horas, y cuando se quiso meter en la cama ya eran las dos de la madrugada. Sin olvidarse de curar el golpe recibido en su cara y el provocado en su hombro. Mañana le dolería de verdad. Miró el reloj, pensando que en apenas cuatro horas se tendría que levantar para preparar el desayuno que él no comería e irse a su trabajo en la imprenta. Con un pesado suspiro se acomodó bajo la sábana y se quedó dormido.

Notas finales:

Espero que os haya gustado. Espero vuestros comentarios y opiniones.

 

FELICES FIESTAS NAVIDEÑAS


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