Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Terminal [Puppyshiping] por Kidah

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Antes de que acabe el año quería dejaros un capítulo más porque no se cuando podré volver a actualizar ya que a la vuelta de las vacaciones de Navidad tengo que presentarme a tres examenes y entregar un prollecto final de asignatura.

 

Las advertencias normales de que Yu-Gi-Oh no me pertenece ni sus personajes sino a su legítimo propietario, nada de plagios por favor y un largo etc.

 

DISFRUTAD DEL CAPITULO Y DENME SU OPINION EN LOS REVIEWS ^^

Zona empresarial, Ciudad Domino, Domingo 01 de Septiembre de 2019.

 

-          ¿Qué se supone que es esto?

 

En una de las salas de juntas del edificio más alto de la zona empresarial de Ciudad Domino se encontraban un grupo de hombres adultos… temblando de miedo ante un joven que, sentado en el sillón que presidía la mesa, observaba con obvio rechazo los papeles que le habían sido entregados por el jefe de su departamento de Investigación y Desarrollo y por el jefe de departamento de Finanzas, en el cual podían verse desarrolladas los presupuestos otorgados y las cifras de los últimos meses hasta ahora. Todo habría estado bien si no fuese por un pequeño, diminuto e insignificante problema: las cifras no cuadraban con las que aquellos hombres le habían entregado el día anterior, como todos los meses.

 

-          S-Señor Kaiba… verá… -uno de los hombres se aventuró a dar un paso adelante e intentar solucionar aquella situación en la que se habían metido.

 

El joven levantó su mirada azul rey, la cual estaba más oscurecida debido al enojo que sentía recorrer sus venas como si fuese fuego líquido. Alzó una ceja a la espera de que el contrario continuase su patética explicación, pero nunca sucedió. Todos y cada uno de los presentes quedaron congelados ante aquella mirada de hielo que el dueño de Kaiba Corp. tenía en ese momento. Nadie se atrevió a decir una sola palabra más. Nadie se atrevió a mover un solo músculo. Y aquello no pasó desapercibido para el joven de cabellos castaños peinados con pulcritud. Dejando los papeles sobre la mesa descruzó las piernas y se levantó de su asiento. Mala señal.

 

-          Vaya, parece que aquí cualquiera se cree que puede pasar por encima de mi e intentar robarme –un escalofrío recorrió todas y cada una de las espaldas de los reunidos. La voz del CEO estaba cargada de ira contenida, dando la sensación de que en cualquier momento se pondría a gritarles, pero él, Seto Kaiba, no iba a rebajarse al nivel de semejantes cucarachas- Roland –un hombre corpulento, de pelo negro, vestido con traje y corbatas negros y gafas de sol dio un paso al frente, dejando su posición habitual tras su empleador- asegúrate de que los puestos de todos y cada uno de los aquí presentes quede impoluto en menos de diez minutos y que la basura haya sido tirada –sentenció mirando fijamente a todos y cada uno de los sujetos que habían osado intentar robar una parte de aquello por lo que él había luchado durante años por conseguir.

 

-          Sí, señor –el jefe de seguridad habló por el intercomunicador que estaba prendido en el puño de su chaqueta para dar transmitir las órdenes de su jefe a sus sub-alternos antes de dirigirse hasta la puerta y abrirla, esperando a que salieran los, actualmente, ex-trabajadores salieran por ellas.

 

En cuanto la sala de juntas quedó vacía, el dueño de K.C. recogió todos los papeles que había en la mesa frente a él y se dirigió hacia el ascensor privado, el cual ya lo esperaba con las puertas abiertas gracias a su guardaespaldas/jefe de seguridad/hombre de confianza.

 

-          Todo listo, señor Kaiba –esperó a que el castaño entrara a la cabina del ascensor- y Recursos Humanos ya ha sido avisado.

 

-          Bien. Espero que tengan a los nuevos empleados para mañana –a pesar de ser domingo Seto no les iba a dar tregua, y menos cuando le habían sacado de su casa a sabiendas de que él usaba el último día de la semana para recargar baterías y terminar las tareas impuestas en la institución pública a la que asistía simplemente porque se le imponía el tener estudios si quería mantener suya la corporación. Un regalito testamentario que le dejara su padrastro.

 

-          Sí, señor –sin nada más que decir, Roland dejó que el ascensor cerrara sus puertas, sabiendo que su jefe iría primero a su despacho, en la última planta, antes de solicitar que lo llevara de vuelta a la mansión.

 

Cuando las puertas volvieron a abrirse, el joven de ojos azules salió directo a su oficina, pasando por delante de la mesa que normalmente ocupaba su secretaria personal, la cual en estos momentos estaría con toda seguridad descansando en su casa, mientras que él había tenido que ir a la compañía a solucionar los problemas que los incompetentes de Finanzas no habían sido capaces de solucionar por sí mismos algo que se podía resolver en cinco minutos. Una vez ya dentro de su oficina y sentado en su cómodo sillón ortopédico de cuero negro exhaló un suspiro de cansancio que le salió de lo más profundo de su alma.

 

Cuando hubo descansado un rato, y sintió que sus ganas asesinas disminuían hasta límites fácilmente controlables, se puso a ordenar los papeles que había recibido esta mañana y había expuesto durante la reunión para que los encargados de la tesorería se encargaran, junto con Recursos Humanos, de terminar con el papeleo mañana a primera hora. Aquello no le tomó más de media hora, por lo que en cuanto pudo salió de su oficina para abordar nuevamente el ascensor que lo llevaría al aparcamiento. Allí le esperaba ya Roland con su chofer en la limusina. Siempre eficiente. Ni siquiera había tenido que llamarle o avisarle de que estaba en camino. Después de tantos años pareciera que era capaz de leerle la mente o que estaban conectados.

 

-          Señor –le abrió la puerta del asiento trasero para que pudiera ingresar en el vehículo- su hermano ha llamado –dejó a un lado su lado más formal a sabiendas de que estaban en confianza- ha dicho que como no aparezca para la cena él mismo se encargará de que no pueda acceder a los servidores por una semana.

 

El CEO sonrío con un atisbo de cariño en cuanto estuvo en la intimidad de la cabina trasera de la limusina, con el cristal polarizado que lo separaba del conductor y de su guardaespaldas subido. Su hermano siempre velando por su salud y tratando de pasar el mayor tiempo posible con él a sabiendas de que solo tenía los domingos para pasar el rato los dos juntos. Durante el trayecto se dedicó a mirar por la ventanilla del coche, siendo consciente de que nadie podía ver a través de los cristales tintados. Dejó que su mente divagara mientras ante sus ojos pasaban las casas y negocios, las personas en grupos, en pareja o en solitario paseando por las concurridas calles. La mayoría eran jóvenes que celebraban el último día de vacaciones o que realizaban las compras de última hora para tenerlo todo preparado para cuando dieran inicio las clases al día siguiente.

 

Las clases. Poco le importaba realmente, pero le gustaría saber con quién no compartiría salón de clases durante el último curso de preparatoria. Estaba deseando que le dieran la buena noticia de que a cierta pandilla la pondrían muy lejos de él. No creía poder soportar un año más soportando las risas y cursilerías del grupo “sonrisas”, aunque él preferiría llamarlos…. No, definitivamente prefería directamente no llamarlos, pero es que a veces resultaban completamente insoportables incluso para alguien con tanta paciencia como el castaño tenía.

 

<<Mejor dejo de pensar en cosas desagradables antes de que me empiece a doler la cabeza>>

 

Poco después la limusina aparcaba frente a la puerta principal de la mansión Kaiba, donde un niño de apenas 12 años bajaba las escaleras que daban a la calle de un salto, apenas dejando tiempo para que el guardaespaldas abriera la puerta por la que salía el joven empresario, apresando a este en un abrazo por la cintura.

 

-          Ya era hora Seto –un muy sonriente Mokuba alzaba la vista para ver como su hermano le devolvía esta aunque un poco más pequeña, solo un poco- Por favor, dime que aún queda alguien vivo en la empresa.

 

Kaiba rodó los ojos ante aquella exageración. Aunque, pensándolo bien, había estado a punto de despedir también a todo el departamento de Finanzas y al resto de la plantilla de Investigación y Desarrollo. Si no lo había hecho había sido porque habría sido el triple de difícil el cubrir esa cantidad de puestos en un solo día.

 

-          SI, creo que alguien queda –le revolvió los ya de por si revueltos cabellos al menor de los Kaiba antes de entrar en la enorme casa de su familia- Voy a darme una ducha. Necesito relajarme un poco.

 

-          Oye, Seto, ¿qué te parece si salimos a comer? Ya sabes –el pequeño moreno se retorcía los dedos con nerviosismo mientras su hermano mayor le miraba desde los primeros escalones que llevaban a la primera planta de la mansión- Para celebrar el inicio del curso… si te parece bien, claro…

 

Dándose la vuelta, el castaño siguió subiendo las escaleras, no siendo consciente de la carita de decepción del pequeño cuyos ojos eran tan parecidos a los suyos y que se habían cristalizado ligeramente al no recibir una afirmación por parte de aquel al que quería tanto.

 

-          Estate preparado a la una y media. –la voz del mayor llegó desde el final de la escalera antes de que desapareciera por el pasillo de la derecha, donde se encontraban las habitaciones principales.

 

Debido a la sorpresa, Mokuba tardó un par de segundos en reaccionar, pero en cuanto su cerebro hubo interpretado la información, dio un salto junto con una exclamación de alegría, tomando desprevenido al guarda que aún se encontraba en ese lugar y dando una vuelta a su alrededor, no queriendo contener su emoción y mareando en el proceso al pobre de Roland, que casi pierde las gafas.

 

-          Será mejor que vaya a prepararme también –subió a la carrera las escaleras, saltando de dos en dos los escalones y desapareciendo por el mismo pasillo que su hermano y entrando en su cuarto, tardando nada o menos en despojarse de toda su ropa, dejándola desperdigada por el piso antes de entrar en el cuarto de baño, saliendo al rato ya bien aseado y dispuesto a terminar de arreglarse para la comida con su hermano.

 

Mientras tanto, en el dormitorio principal de la mansión, un chico de 17 años por fin conseguía relajarse, sumergido hasta los hombros en una bañera llena de agua caliente y sales de baño con propiedades relajantes para los músculos que solo usaba cuando de verdad creía que las necesitaba. Se dejó llevar por un momento, dejando que la mente se le quedara en blanco. Adoraba esos pequeños momentos. Sus pequeños momento de felicidad. No los cambiaría por nada del mundo.

 

Todo el mundo se pensaba que ser el gran CEO de Kaiba Corp. debía de ser algo fácil de sobrellevar puesto que un simple muchacho que aún no es ni mayor de edad podía hacerlo… Estúpidos hipócritas. No aguantarían ni una hora al frente de su corporación sin provocar que fuese a la ruina. Ya había conseguido echar a los antiguos socios de su padrastro, también había conseguido demostrarle a toda Ciudad Domino que con él no podía nadie en cuestión de negocios. Todo Japón era conocedor de su poder, de sus influencias. Y el mundo entero adoraba sus inventos y era conocedor del juego que lo había llevado a la cima: Duelo de Monstruos. Ahora solo faltaba que también conocieran el resto de las áreas en las que tanto tiempo y dinero había invertido. Ya habían comenzado, por fin, los de Marketing a anunciar sus nuevos productos y a atraer a algunos laboratorios interesados en usar sus nuevas tecnologías para el uso médico. Incluso el Hospital General de Tokio había estado negociando con ellos para invertir en un nuevo sistema de recreación holográfica para el estudio de enfermedades raras.

 

Si, por fin todo rastro de la empresa armamentística que había erigido Gozaburo había desaparecido, y lo había hecho él solo. Sin ayuda. Ahora solo queda el pequeño y diminuto detalle que le estaba impidiendo hacer todo lo que querría sin impedimentos: su mayoría de edad no sería hasta dentro de un año. Los imbéciles de los abogados que aún quedaban en la empresa de cuando era su padrastro el que estaba al mando no podían ser despedidos hasta que tuviese dieciocho años por órdenes del mismísimo difunto en su testamento, y mientras estarían como halcones, o mejor dicho buitres a la espera de que cometiese algún error. A la más mínima indiscreción le saltarían a la yugular. Lo que no sabían es qué él mismo también estaba esperando. Tenía a un par de investigadores privados, ajenos a la empresa, buscando los esqueletos en los armarios de ese buffet de abogados. Si se pensaban que estaban protegidos por una clausula creada por un muerto estaban muy equivocados.

 

Terminó su baño y se arregló para salir con su hermano. Hacía mucho tiempo que no salían los dos solos, incluso durante el verano no habían podido darle toda la atención que le habría gustado, pero el trabajo es el trabajo, y si quería que su hermano tuviera todo lo que merecían tenía que hacer ciertos sacrificios, pero no se arrepentía, todo era por el bienestar de su hermano.

 

-          Seto, ¿estás listo? –oyó unos golpes en su puerta y le dio permiso para entrar- vaya, como siempre, muy elegante.

 

-          No exageres, solo es un traje –no era modestia, simplemente ya estaba tan acostumbrado a los trajes que ya ni se inmutaba al ponérselos.

 

-          Si, si, como digas. ¿Nos vamos ya? Me muero de haaaambre.

 

-          Pequeño tragoncete –se acercó a su hermano pequeño y le revolvió el pelo antes de cerrar la puerta y dirigirse escaleras abajo hasta la puerta de la mansión.

 

Roland, el guardaespaldas personal de los dos hermanos, ya los esperaba fuera con la limusina. Abrió las puertas a su patrón y al hermano de este, cerrándola en cuanto estuvieron dentro y se sentó en el asiento del copiloto, dándole instrucciones al conductor del sitio que le había dicho el castaño. No tardaron mucho, el tráfico estaba bastante tranquilo. Nuevamente, el moreno guardaespaldas bajó primero del vehículo para abrirles la puerta a los hermanos Kaiba, estando atento a todo lo que le rodeaba.

 

En cuanto entraron al restaurante fueron atendidos como si se tratasen de reyes, nadie quería provocar la ira del dueño de los tres dragones de ojos azules, siendo que él mismo podía parecer uno para con sus enemigos. Había reservado una mesa privada para disfrutar de una cena tranquila con Mokuba, el cual ya se había sentado y estaba mirando la carta, preguntándose qué platos de carne tendrían y cuál sería el que más le podría gustar. Seto sonrió como solo hacía en privado, sabiendo lo que su hermano estaría pensando.

 

-          No te acostumbres, sabes que en casa seguirás comiendo con la dieta establecida –el oji-azul se sentó frente al peli-negro, evitando reír ante el puchero que este le mandó, pero sin protestarle.

 

El camarero asignado a su mesa apareció para tomar nota de las bebidas de los hermanos antes de desaparecer por donde vino y solicitar lo pedido. No tardó en volver con el refresco del menor y la botella de vino tinto de Kaiba. En teoría, al tener aún dieciséis años no debería probar gota de alcohol, pero de vez en cuando le gustaba disfrutar de un buen vino, siendo, según él, lo único bueno que le enseñó Gozaburo Kaiba. EN cuanto le sirvió la copa de vino le dio un par de vueltas en esta, lo olió y lo cató, dando su aprobación al mesero, que dejó la botella en una mesita auxiliar de uso exclusivo de los camareros y les tomó nota de los alimentos.

 

Una vez el camarero volvió a irse, Mokuba inició un brindis, celebrando un año más juntos, y Seto celebró que la empresa fuese tan bien.

 

-          Oye, hermano –cuando trajeron la comida, Mokuba aprovechó para llamar la atención del mayor- Me preguntaba… verás…

 

-          Moky, sabes que no me gusta que se vayan por las ramas –empezó a comer lo de su plato, echándole una mirada con una ceja alzada al pequeño.

 

-          Está bien –tomó aire, sabiendo que muy posiblemente le diría que no- Yugi me ha invitado mañana a una reunión con el resto del grupo, para celebrar el inicio del curso… ¿puedo ir? –agachó la cabeza pero sin dejar de mirar al castaño, que ahora le miraba con el ceño fruncido.

 

-          ¿Por qué quieres ir con esa pandilla de idiotas?

 

-          No son idiotas, y reconoce que nos han ayudado en varias ocasiones –se pudo escuchar un gruñido, resultado de no poder refutar aquel argumento- además… de que con ellos me lo paso bien. Sabes que no dejarán que me pase nada malo, si eso es lo que te preocupa.

 

Ciertamente esa era una de las mayores preocupaciones del CEO. De todos era sabido que el talón de Aquiles del dragón era su hermano pequeño, no por nada ya lo habían secuestrado en varias ocasiones para tratar de obtener algo por su parte. Con un suspiro, y sabiendo que era verdad que la pandilla “sonrisas” no dejaría que nada le pasara al menor, se resignó.

 

-          Está bien –pudo ver como Mokuba daba un salto de alegría en su asiento, haciéndole rodar los ojos, sin poder entender aquel entusiasmo- Pero te quiero en casa temprano, no olvides que tienes clases, y no voy a permitir que influyan negativamente en tu educación.

 

-          ¡Hecho! No te preocupes Seto, no llegaré tarde. Incluso les pediré que me acompañen si así te sientes más seguro.

 

-          No será necesario. Solo llama a Roland cuando vayas a volver y él irá a recogerte, solo pídele a alguno de ellos que se quede a esperar el coche.

 

-          Okey –y sin decir más, sobre todo porque no quería que cambiase de opinión, se centró en la comida de su plato.

 

A eso de las diez de la noche estaban de vuelta en la mansión. El mayor se despidió de su hermanito deseándole buenas noches y recordándole que pusiera el despertador. En cuanto el menor desapareció por las escaleras él fue directamente a su estudio, el que anteriormente había sido el despacho de Gozaburo y que ahora se había convertido en su pequeño refugio. Revisó su agenda para el día siguiente, comprobó que tuviese todo listo y se fue a su cuarto. En poco rato se había puesto el pijama y metido en la cama, tratando de no pensar en que en unas horas tendría que volver a aquella preparatoria a dar inicio a su último curso. Solo esperaba no estar en la misma clase que aquella pandilla de incompetentes.

Notas finales:

¡¡¡FELIZ SALIDA Y ENTRADA DE AÑO A TOOOOODOOOOOOS!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).