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Fiesta de Navidad por Sh1m1

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Ministerio de Magia, Londres: 5 días para la fiesta de Navidad.


 


—No hay dinero, señor, ya se lo dije hace dos meses cuando solicitó el presupuesto.


—Eso es imposible, señor Malfoy.—Draco rodó los ojos, tenía serias dudas sobre la capacidad de su jefe para llevar el cargo como se debía.


Cinco años después de la guerra, el Ministerio se había fundido casi todas sus reservas. Entre la reconstrucción de los edificios afectados, Hogwarts el primero; la cantidad de heridos que sufragaba el Ministerio en San Mungo; el número de presos en Azkaban; y el correspondiente pago, que finalmente había sido lo más costoso, a los muggles, las cuentas del Ministerio estaban tiritando.


El trabajo de Draco era hacer malabares con ellos, a su cargo estaban todos esos extras que el Ministerio había tenido que ir recortado. Por lo que Draco se había convertido, de nuevo, en un personaje muy odiado.


Exculpado de los cargos que lo hubieran llevado a Azkaban porque finalmente él no había cometido ningún crimen. Fue unido a que la marca la tomó bajo lo que fue una clara coacción, además, lo que jamás nadie le iba a dejar olvidar, la ayuda del dichoso Potter que relató las bondades de su persona en el juicio.


Su padre no había corrido la misma suerte, él sí cumplía condena en Azkaban y no había nada que su madre y él pudieran hacer. Se habían despedido una triste mañana de verano, el sol parecía reírse de ellos. Al menos el nuevo Ministro había empezado a tratar a los presos con mayor dignidad. Los dementores habían sido relegados a los límites de la prisión y no tenían permitido alimentarse de los presos.


Las celdas no eran tumbas abiertas donde el que no moría de locura lo hacía por enfermedad, y las visitas habían sido permitidas.


Eso no le devolvía a su padre, pero menos daba una piedra, como solía decirse.


Lo que su padre le había pedido, casi rogado, fue que se integrara, que no fuera tan estúpido como para estar resentido y apartado de una sociedad que lo había podido exculpar. Al principio no lo entendió ni tampoco lo aceptó, había cometido errores, graves, sí. Pero era su padre.


Para facilitar la vida a su mujer y su hijo, les pidió que hicieran una generosa donación al Ministerio, para la reconstrucción.


Su patrimonio mermó considerablemente, ya muy debilitado por los locos usos que el Señor Oscuro tomó de él.


Pero su padre había tenido razón, y sí, que aquella donación había contribuido sustancialmente a que el Misterio hubiera podido salir a flote esos cinco años.


Quizás por ello, Draco casi consideraba que estaba gestionando su propio dinero.


Durante cinco años se había apartado una partida presupuestaria para la dichosa Cena de Navidad, cena de empresa la hacían llamarse los nacidos muggles del Ministerio.


Pero si querían seguir llevando una economía saneada tenían que prescindir de ciertas cosas, esa fiesta, fastuosa incluso para él, tenía que acabarse.


Su jefe había hecho oídos sordos cuando le había dicho que no había dinero para la fiesta. Y ahora a cinco días se hacía el sorprendido.


—Hay que decírselo cuanto antes al Ministro, señor.


El pequeño hombre con largos bigotes que nunca dejaba de atusar hasta hacer que sus puntas siempre se vieran puntiagudas bajó de su silla, que le alzaba sobre sus empleados; su rostro parecía devastado.


No era un mal hombre, pero quizás fuera hora de pasar el relevo a alguien más joven.


—No puede ser—dijo mientras él mismo consultaba las cuentas, Draco estaba orgullo de la pulcritud de sus registros. Por lo que su jefe no necesitó mucho tiempo para comprobar por sí mismo que Draco tenía razón.


—Van a matarnos.


—Es solo una fiesta, ya hemos tenido que hacer recortes, el dinero puede estirarse hasta donde se puede—justificó Draco.


—No lo entiendes, hijo.


Draco odiaba cuando le llamaban así, pero no dijo nada.


—Iré a hablar con el Ministro—volvió a proponer Draco, sabiendo incapaz a su jefe de llevar tan malas noticias.


El viejo solo asentía mirando las cuentas, ¿en qué diantres pasaba los días ese hombre para no haberse dado cuenta?


Draco llevaba una carpeta con todas las cuentas, el Ministerio era ya su segundo hogar, realmente pasaba más horas allí que en la mansión. Aquel lugar había dejado de gustarle, y dudaba que alguna vez pudiera volver a sentirlo como el hogar de su niñez después de los horrores que tuvo que presenciar.


Cuando entró en la oficina del Ministro no le sorprendió no encontrarle allí, no diría que Shacklebolt fuera un mal Ministro, porque no pensaba que lo fuera, pero no era un burócrata sentado en su despacho. El exauror era un hombre de acción, le gustaba estar en la calle, con la gente. Y buena cuenta de ello lo habían sufrido las arcas del Ministerio.


Sabía cuánto había costado suplir a los dementores por aurores cualificados; la nueva planta para heridos en San Mungo; hacerse cargo de huérfanos y de que las familias de mortífagos no fueran saqueadas o tratas injustamente. En eso le estaba profundamente agradecido a Ministro, del que sabía que partían aquellas medidas.


Pero también gastaba más de lo que había, y esa era la realidad.


La secretaría del Ministro le miró con cara de espanto, nadie, en los últimos tiempos quería ver aparecer a Draco, era portador de malas noticias, o lo que era peor, recortes presupuestarios.


—No está.


—¿Sabe cuándo va a volver?


—Está visitando las nuevas instalaciones del cuartel de aurores.—Draco apretó los dientes con fuerza, ya había hablado con su jefe sobre eso, no había dinero. ¿Qué parte de contención no entendían esos dos cabeza de chorlitos?


Había hecho un planning de los presupuestos máximos a corto, medio y largo plazo, estaba todo por escrito, si tan solo se ciñeran a los presupuestos...


Draco agarró con fuerza la carpeta, bajó a uno de los departamentos que más odiaba visitar. Hacía años que habían dejado de mirar mal a Draco por ser un exmortífago, ahora era el malvado recortardor de prepuestos, lo que ninguno se daba cuenta era que no habían eliminado ningún puesto de trabajo y hacía malabares con lo que tenía.


Cuando llegó al cuartel, sabía que saldría de allí mucho peor de lo que había entrado, era el efecto Potter, como Blaise lo llamaba.


Cuando entró, la escena le hizo rodar los ojos por enésima vez en el día, iba a acabar con una lesión ocular a ese ritmo.


Potter y Shacklebolt estaban subidos a sus escobas en un amplificado escenario que recreaba un campo de competición, en este caso era una réplica de un campo de Quidditch. Eso costaba miles de galeones, no dudaba de su eficacia para nuevos reclutas, pero estaba claro que en ese mismo momento solo lo estaban usando por pura diversión.


Entre el jaleo del resto, su voz no se hizo sonar, se coló entre los cuerpos de los fornidos aurores, hasta llegar a primera fila.


El efecto Potter, iba mucho más allá de cambiarle el humor para todo el día, Draco odiaba como este le afectaba no solo al humor. Sobre la escoba, con el pelo moviéndose a su alrededor, aquel gesto que tan bien conocía, decidido, divertido, condenadamente atractivo, a Draco le hacía temblar las piernas.


Por un momento, como si Potter emulara a uno de sus muchos partidos en Hogwarts, le miró, como si él fuera la snitch, y giró bruscamente lanzándose hacia él. No tuvo tiempo de salir corriendo cuando Potter se lo llevó por delante entre vítores de sus compañeros.


La situación era vergonzosa, siempre tenía que hacer que Draco se sintiera ridículo, parecía ser su meta en la vida. Lo había agarrado de la cintura evitando que cayera, y estaba a medio camino de estar montado sobre la escoba de Potter y el suelo.


La carpeta había caído de sus manos, y el rostro exultante de Potter lo tenía a escasos centímetros del suyo.


Odiaba las situaciones con Potter, más si estás se daban en escobas, más si al final acababa agarrado a él de cualquier manera, y más si este no le besaba.


—Parece que le gustas a esta pequeña.—El rostro de Draco enrojeció completamente, hasta que se dio cuenta de que se refería a la snitch que había cazado cuando fue hacia él, debía estar justo detrás y por eso Draco no la había visto.


Salió de aquel enredo como pudo, serio, enfadado y muy muy abochornado, el puto efecto Potter.


—Señor Malfoy, ¿qué le trae por aquí?—ese era Shacklebolt que había bajado de la escoba y palmeaba el hombro de Potter, dándole la enhorabuena por la victoria.


Draco agarró su pobre carpeta pisoteada, y se aclaró la voz lo más dignamente posible.


—He ido a buscarle para decirle que este año no hay dinero para la fiesta de Navidad, sería conveniente que fuera informando a todos de que se cancela.


El ambiente distendido, las risas, se marchitaron rápidamente. Draco que de eso de sobrevivir tenía experiencia, le largó la carpeta al Ministro y salió velozmente de entre esos hombres, la bomba había sido lanzada.


 


 


 

Notas finales:

Nuevo fic, os cuento.


Esta idea la tuve viendo la televisión, estaba aburrida y no echaban nada, y de pronto veo una película ya medio empezada que se llama "Cena de empresa". No está mal, la verdad, al final me divertí viéndola y me dio una idea.


 


Eso unido a mis ganas de hacer un fic navideño, un fic de agradecimiento, un drarry/harco, y simplemente a mis ganas de escribir, todo eso hizo click y me puse manos a la obra. 


 


Así que aquí está, no es la gran cosa, voy avisando que el que avisa no es traidor.


Son siete capítulos y acabaremos el día de Navidad.


¿Qué os parece, me acompañáis?


 


Shimi.


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