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SEGUNDO OMEGA por sombra_larga

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Notas del capitulo:

Holaaaaaaa, bueno en realidad hace tiempo que lo he pensado y pues me di cuenta que tengo un montón de historias acumuladas que en realidad solo están asentadas, asi que poco a poco voy a ir sacandolas, en su mayoría serán historias cortitas y no creo que tengan segunda teporada, espero disfruten :)

*Naruto*

Naruto hipaba cada vez más profundo, intentando contener los sollozos que luchaban fuertemente para escapar de su boca, con el ceño fruncido apretuja el pantalón entre sus manos mirando fijamente las pulcras baldosas blancas.

Inhala nuevamente aire, se restriega los ojos para terminar de ahuyentar las lágrimas. Se levanta del excusado en el que ha estado sentado los últimos quince minutos para ir al amplio espejo que cuelga en medio de un cuarto aún más amplio. Casi puede jurar que la mitad de su antigua casa cabe en ese baño.

Para su alivio sus ojos siguen perfectamente normales, no se han hinchado ni puestos rojos. Sabe que es caso perdido arreglar su cabello, por más que lo peine siempre quedara en puntas. Con determinación se examina en el espejo, pantalones azul oscuro, camisa blanca con corbata negra y saco beige. La ropa resguarda con seguridad la marca ya cicatrizada en su cuello. Tiene que estar perfecto porque tras solo pisar el suelo fuera de ese cuarto quedara bajo el escrutinio y maliciosas miradas de la familia se su futuro marido.

Uchiha Madara, empresario multimillonario, alguien que te hará gritar en la cama, un amante atento y cariñoso, un alfa del más alto rango, todo eso cubierto con la piel del hombre más guapo, sexy, hermoso y viril que he conocido en la vida, solamente tiene...podría decirse...algunos pequeños defectos, tiene cuarenta y cinco años, y un esposo, además de cuatro hijos que aman mucho a su madre, y jamás dejaran y cito "que un niñato fácil se convierta en la sanguijuela personal de su padre".

Así es yo con mis veinte y cinco acepto casarse, pero sin haberlo previsto algunos problemas, mejor dicho, algunas personas harán todo lo posible por evitar a cualquier costa esta boda, esta es la noche número uno con la familia Uchiha y nada ha salido bien.

Bueno, nada ha salido bien al menos para mí. Y lo peor de todo, apenas vamos por la entrada, aún queda una muy, pero muy larga cena.

Ah, sí, además de que aún no hemos dejado caer la "bomba".

***

Naruto sale lo más silenciosamente posible del baño, sus zapatos rechinan en el carísimo suelo de baldosas negras que cubren la mayor parte del suelo de la enorme, gigante, inmensa, mansión Senju, oh si, por si no fuera poco, toda la familia vive junta. Y cuando dice toda, es toda.

En opinión de Naruto la familia está a un paso de convertirse en una secta.

Después de pasar un pasillo, lleno de jarrones que le hacen temblar el cuerpo por la carísima apariencia, entra, una vez más, al comedor.

Todas las miradas se giran hacia su persona. Con lentitud camina hacia la silla que le espera vacía, justo al lado izquierdo de Madara que lo recibe con su habitual cara de indiferencia.

Pero él lo nota, sus ojos azules captan el pequeño, pero presente brillo en los profundos ojos negros de su prometido, además del ligerísimo cambio en el aroma del alfa, que sabe, busca reconfortarlo, Una vez toma asiento, las pláticas retoman su curso habitual, o si, esta es una guerra fría.

-¡tu casa es tan grande tteba, casi me pierdo!- comenta Naruto al mayor.

-nuestra, nuestra casa Naruto- le contesta en un murmullo Madara tomando su mano discretamente bajo el mantel de algodón lavanda.

El rubio se sonroja ante el comentario, no importa cuánto se lo digan, esa casona jamás la podrá sentir como un verdadero hogar. De reojo ve al hombre que ama, como siempre va impecable en su traje gris, el cabello largo le cae por la espalda y una copa de vino descansa en su mano.

Revisa nuevamente su lista de enemigos, enfrente suyo está el hijo mayor de Madara, Uchiha Fugaku, alfa, un hombre que me lleva dos años, mi futuro hijastro y por sus miradas en toda la velada no está nada feliz por mi nuevo título de madrastra. A su lado, su linda esposa omega Mikoto alimenta a su hijo menor, Sasuke, mientras tanto el mayor, Itachi, esconde los guisantes bajo la servilleta.

Madara platica por medio de susurros con sus demás hijos, Izuna y Obito, el primero un omega tan solo un año menor que Naruto, el esposo de Obito, Hatake Kakashi discute animadamente con su hija, Rin, una pequeña de tres, la cual ha sido la única en aceptarme abiertamente además de Tsunade, la sobrina alfa de "esa" persona.

Sentado con toda la elegancia y porte que concede generaciones de sangre noble y por sobre todo la educación y crianza seguramente recibida por tutores e instituciones privadas, estaba el señor Senju Hashirama, esposo de Madara, reprendiendo al menor de todos sus hijos, Sai que sin importarle decía palabrotas dignas de un camionero, le contaba a su madre sobre Gaara, un omega de alta sociedad, próximamente su novio, presumía Sai.

Por un momento el señor Hashirama me devuelve la mirada, yo la aparto enseguida, se ve tan hermoso con el largo pelo castaño cayéndole tras la espalda y el kimono azul.

-¿...Naruto?- la voz de mi prometido me trajo de vuelta, el bochorno cubrió mi cara al percatarme ser el centro de miradas-¿te sientes bien?- sabia el doble significado en la pregunta de Madara, no queriendo preocuparlo asentí energéticamente a la vez que me acercaba a darle un suave beso en los labios.

El carraspeo de Fugaku hizo alejarme asustado, su mirada destilaba enojo.

-no se las costumbres que tengan en bares de segunda, pero en esta mesa no mostramos conductas promiscuas y menos delante de los niños- apenado baje la mirada.

-por dios Fugaku, estoy harto de tu actitud- temblé, Madara estaba enojado, su olor, una mezcla entre cítricos se hizo presente destilando agresividad, cole una mano bajo la mesa para acariciar la suya.

-bueno padre, estoy harto de ver a este muchachito como sanguijuela sobre ti- todos en la mesa habían callado, las lágrimas ardieron amenazantes, ¿era una sanguijuela? Madara se paró azotando los puños en la mesa.

Toda la mesa había callado, menos Sasuke que encontraba divertido golpear con fuerza las cucharas.

-cálmate hermano, no inicies una pelea, mamá se siente mal- Obito suplico a su hermano, por supuesto no en defensa mía, pero al menos era algo.

 

-perdonen- corriendo me disculpe entre balbuceos antes de salir corriendo nuevamente al baño

 

*Madara*

Siguió la figura de su prometido hasta que desapareció tras las puertas del comedor.

-Iré a ver a Naruto, espero que a nuestro regreso te comportes como un adulto Fugaku- me obligue a hablar en un rápido susurro, sentía la ira como un amargo nudo en mi garganta. Mi hijo se estremeció mas no hizo ademan de contestar.

Preocupado siguió el dulce olor a canela que dejaba Naruto tras de sí, apresure mis pasos cuando al fin acabe tras la puerta de un baño, lo primero que percibió fue el sonido de violentas arcadas. Sin pensarlo se situó tras la pequeña figura que se aferraba al inodoro.

-¿debería llamar a un médico?- pregunte intentando de guardar la calma, cuando en realidad quería entrar en pánico. El rubio omega por fin pudo contestarle después de vomitar una especie de líquido amarillento.

-no tebba, solo, solo tengo que respirar y tomar agua- Naruto dejo caer su cuerpo contra mi pecho- recuerda que el doctor dijo que esto podría pasar- beso la frente sudorosa sin importarme el salado sabor que quedo entre sus labios- además tal vez no fue buena idea comer pescado-

-no intentes culpar al pescado Naruto, sé que estuviste comiendo papitas fritas toda la tarde- reprocho ganándome una enorme mirada azulina llena de confusión, los rosados labios del omega se abrieron de tal forma que incluso el no pudo retener una pequeña carcajada.

-malditos sirvientes chismosos- murmuro el rubio haciendo adorables pucheros- ya nunca voy a volver a comer en esta casa-

-no importa donde estés siempre te voy a mantener vigilado- estreche el cuerpo tembloroso y sudoroso de mi pequeña pareja, haciendo todo lo posible por convencer a mi alfa que nuestro compañero estaba bien y que no era necesario matar a todos sus amados y desesperantes hijos.

Ver a en ese estado a mi omega hace a mi alfa rabiar, tal vez porque es tan joven, pero siento que en cualquier momento ese pequeño cuerpo se puede desmoronar y que la carga que el mismo puso en ese bello ser va a ser demasiada. Suspiro intentando alejar esas ideas, además hace demasiados años que no paso por este complicado proceso, solamente de pensar todos los años que han pasado hace que me sienta el doble de viejo.

-...Madara- bajo la mirada encontrándome con la cara un poco más recompuesta de mi prometido- sé que estas muy cómodo así, pero creo que mi trasero se está empezando a entumir- resoplo ante las palabras de Naruto, a veces tiende a enojarme su manera tan suelta de hablar, pero otras veces recuerdo que esa es una de las razones por las que me enamore de él.

-bien, creo que es hora de regresar a nuestra habitación- a mi prometido no parce gustarle la idea porque frunce el ceño.

-¿regresar a la cama?- mi omega solo se aferra un poco más a mi cuando me alzo con él en brazos, a pesar de la ligera protesta en mi espalda- pero la cena no ha terminado, además tus hijos se van a enojar y también el señor Hashirama se sentía mal, sería mejor que...- callo el bombardeo de palabras con un ligero beso, ganándome un estridente chillido que seguramente la difunta señora Uchiha, mi madre, no aprobaría en lo absoluto- ¡no tebba, tengo vomito! –

-no importa, y ahora solo calla y déjame llevarte a nuestro cuarto- callo otra futura protesta con un nuevo beso- le diré a los sirvientes que te lleven ramen al cuarto y luego iré a ver a Hashirama - los zafiros azules brillaron con intensidad luego de escuchar la palabra ramen, el cuerpo del omega termino de relajarse entre los fuertes brazos.

-bueno supongo que esos sirvientes tienen otra utilidad además de chismosear-

-no te acostumbres Naruto, mañana mismo regresaremos a la dieta que te receto el doctor, no es bueno para los bebés que estés comiendo esa bazofia que tú llamas ramen-

 

El alfa solo pudo rodar los ojos ante la nueva serie de interminables protestas.

 

* Hashirama *

Suspiro cerrando los ojos y colocándome la compresa fría, los suaves dedos de Izuna me remueven los calcetines y le escucho cerrar las cortinas.

Algunas nauseas se resisten a irse y la cabeza me palpita con mayor fuerza por cada segundo que pasa. Aprieto los labios recordándome que yo estuve de acuerdo con esto, recordándome que en verdad no es culpa de ese chico y que la próxima vez debería de regañar a sus hijos por como lo trataban.

El crujido de la puerta hace que una nueva aguja de dolor se clave en mi cerebro.

-¿Qué haces aquí padre?- Izuna suena enojado, de todos mis hijos se que él es el más afectado con todo lo que ha pasado, Izuna idolatra a su padre, para el Madara era sin lugar a dudas era el ejemplo del alfa perfecto, antes de toda esta situación era impensable que Izuna se enfadara con su padre, pero bueno, ahora todo es diferente.

-vine a ver a tu madre- la voz de Madara suena demasiada seria para estar hablando con el niño de sus ojos.

-por favor padre, no seas hipócrita, ni siquiera volteaste a ver a mamá cuando ese niño salió corriendo-

-Izuna...-

Decido detener esa futura pelea levantándome a pesar de todas las protestas que invaden mi cuerpo, ambos se giran verme, sonrió un poco ante el parecido, Madara es tan estúpidamente territorial que incluso logro acaparar todos los genes de nuestros hijos, ni uno solo heredo la piel tostada o el cabello castaño de los Senju.

-ya puedes retirarte cariño- mi pequeño hace ademan de reclamar, pero enseguida asiente repetidamente aun con el ceño fruncido.

Aprieto los labios viendo ese pequeño brillo de tristeza en los ojos azabaches de mi esposo, al ver como su pequeño retoño salía por la puerta sin siquiera dirigirle una mirada. Para muchos su esposo podrá ser un ser sin sentimientos, ruin y de carácter duro. Pero para Hashirama, Madara siempre sería el niño con el que creció, ese niño con el pelo siempre alborotado y las rodillas llenas de rapaduras.

El pequeño alfa que siempre se escabullía por la reja que conectaban sus casa solo para ir a verlo cuando caía enfermo y su madre no le dejaba salir, el niño que siempre le sonreía a pesar de sus interminables quejas y que siempre le levantaba los ánimos ya que el solía deprimirse muy rápido.

Madara era el hombre que lloro cuando tuvo al pequeño Fugaku por primera vez en sus brazos, el niño de doce años que le robo su primer beso, el adolescente de diecisiete que maduro demasiado rápido con la muerte de sus padres.

Hashirama conocía hasta el mas profundo detalle de Madara, después de todo había pasado más de veinte años casado junto a él, sabía que prefería el té al café, que amaba dormir a abrazado a la persona junto a él, que, aunque no lo admitiera roncaba muy fuerte, que amaba tener entre sus brazos a sus nietos, que su comida favorita era la sopa de tomate que hacia su madre.

Y así como el sabía todo de Madara, Madara sabía todo de él.

Por lo tanto, aunque Hashirama veía la perfecta lógica de como habían llegado hasta esta situación, aun no le cabía en la situación en la que se encontraban hoy en día.

-¿Qué se te ofrece Madara?- decidió comenzar con lo que sabía terminaría siendo una discusión. Suspiro cuando vio la mirada dolida del alfa, el aroma de cítricos se torno picante por la tristeza del hombre.

-venía a ver cómo te encontrabas- el alfa se acercó vacilante -¿son muy fuertes los síntomas?- como si se tratara de un animal salvaje, Madara se fue sentando muy lentamente en la cama de su primer omega, esperando ser rechazado.

Me acomode mejor contra el respaldo de la cama, dejando que la mano de mi marido se uniera con la mía, un agarre temeroso y frágil, igual que nuestra actual relación.

-no tanto- intento sonreír pero me temo que no ha sido un buen intento por como Madara me mira, doy unas palmadas a mi lado aventando algunos almohadones a la orilla de la cama, mi esposo no pierde el tiempo y se recuesta a mi lado, me dejo caer contra él, aspirando el olor cítrico, pero al percibir el ligero olor a canela en el cuerpo del alfa no pudo evitar soltar un sollozo -¿Cómo llegamos a esto Madara?-

Solté a llorar libremente cuando mi esposo no me respondió, porque ambos sabíamos la respuesta, yo mismo le puse fin a nuestra hermosa relación pasada cuando cometí la mayor estupidez de mi vida, cuando caí en aquel hoyo de perdición.

 

Cuando caí en los brazos de Uchiha Shisui. Fue el día que marque mi propio sufrimiento.

 

*Naruto*

Me despierto confundido, bostezando hasta que mi quijada dolió, checo mi celular, son apenas las cinco y media, pero un montón de mensajes, correos y llamadas se acumulan, después de todo fue mala idea apagarlo para la cena, ser el secretario del CEO de empresas Uchiha no es cosa fácil.

Suspiro cuando veo el lado de la cama de Madara perfectamente tendido, sabía que en algún momento esto pasaría, las suaves ondas de tranquilidad que llegan por el lazo me hacen saber la ubicación mi futuro marido y extrañamente me ayudan a mantener la calma y suavizar las náuseas matutinas.

Decidido a que este será un buen día me levanto de la cama aun viendo algo difuso mi entorno, me quito la ropa por el camino hasta entrar a la ducha donde abro el agua caliente, dejando que recorra todo mi cuerpo.

Acaricio mi vientre aun plano, sonriendo al imaginar como hubieran reaccionado mis padres al saber mi situación actual, mi madre seguramente hubiera amenazado de muerte a Madara y mi padre me gritaría hasta quedar afónico.

Aun en este punto me pregunto si estoy haciendo las cosas bien, y no hay nada que anhele más que la compañía de mis padres en este momento.

Cierro la llave cuando escucho la puerta del cuarto crujir, me apresuro a envolver mi cuerpo en la bata naranja, la cual elegí a pesar del disgusto de Madara por el color, encontré a mi alfa quitándose el mismo que traía puesto la noche anterior y por supuesto rodeado de ese suave olor a madera dulce.

El hombre me miro alarmado y un poco culpable, quedándose quieto, tal vez intentando adivinar mi reacción, pero estaba decidió a hacer que esta situación funcionara.

Por lo que inhalando profundamente le sonreí a mi alfa.

-bueno días tebba- me acerque al ropero junto al hombre dejando un beso en la blanca mejilla -hoy te gane- presumí tomando el traje que llevaría hoy al trabajo -recuerda que a primera hora tienes una junta con Hyuga-sama, quiere hablar de las empresas suizas, luego tienes que ir al almuerzo con posibles inversionistas del nuevo proyecto y después...- me detengo cuando al girarme mis labios son atacados, siento mis piernas temblar cuando el hombre aprieta mi cintura mientras esa lengua se escurre por mis labios.

-te amo Naruto- sonrió hasta sentir las mejillas tensas, sintiendo las mejillas rojas por el aroma de mi alfa envolviéndome, muy rara vez Madara dice sus sentimientos en voz alta, pero cuando la hace juro que mi corazón podría salirse de mi pecho.

-lo se tebba- me recargo en su pecho -también nosotros te amamos- mi alfa solo aprieta esos fuertes brazos alrededor mío, enterrando su nariz en mi cabellera, causándome cosquillas.

No sé si elegí bien, si estuve en lo correcto al aceptar semejante relación, tal vez me apresuré. Pero por momentos como este lo vale. Se que ese suave aroma a lavanda puede volverse algo de lo que yo mismo disfrute.

Acepto ser el segundo omega de Uchiha Madara. Y sé que si nos esforzamos podemos hacer que esta relación funcione, Senju Hashirama, Uchiha Madara y yo, Uzumaki Naruto.

 


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