Cuando la abuela Chiyo le pidió que colocara sus manos sobre las suyas para aumentar la potencia del jutsu de reanimación que estaba haciéndole a Gaara, Naruto no se imaginó ni por un segundo que ocurriría algo más que infundirle vida al inerte cuerpo del kazekage; y es que la anciana lo supo desde el primer instante: si existía un corazón adecuado para el jinchuriki de una cola, ese era justamente el de Naruto Uzumaki. La mujer supo que no hacía nada malo, únicamente estaba encargándose de que el destino se cumpliera, total... lo único que tenía que hacer era abrir la puerta de ese lugar en sus corazones en donde se hallaban encerrados los sentimientos que ya habían florecido de Gaara para Naruto y viceversa.
Lo único que lamentaba es que ya no estaría en el mundo para ver con sus propios ojos lo felices que esos dos chicos serían amándose el uno al otro, pero eso era la de menos, se sentía plena porque su última acción en la vida sería un regalo de amor para dos personas que ya habían sufrido mucho en el pasado.
Con su último aliento, la abuela Chiyo entrelazó sus corazones con un fuerte hilo como el que usaba con sus marionetas, tan fuerte e indestructible que estaba totalmente segura de que jamás se rompería.
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Llegó el momento de la despedida, los ninjas de Konoha debían regresar a su aldea, pero dos personas en particular se sentían tremendamente tristes debido a eso. Gaara sentía que entre más se acercaba la hora, respirar se le hacía más difícil, pero atribuía su malestar al hecho de que aún estaba recuperándose después de haber estado muerto, pero era tan angustiante sentirse así y no poder decirlo, después de todo, él tenía el puesto de kazege y no podía mostrar debilidad por ningún motivo.
Por otro lado, Naruto no se sentía mejor, cada vez que recordaba que debía marcharse tan pronto a pesar de que Kankuro y Temari los invitaban a quedarse unos cuantos días más, su cabeza daba vueltas tratando de hacerse entrar en razón y entender que su misión había terminado y, debido a todo lo acontecido, era imperativo que volvieron en el menor tiempo posible a su hogar. Su corazón dolía como si millones de agujas se clavaran en el, pero pensaba que era debido a la muerte de la anciana.
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El espantoso momento había llegado, la hora de decir adiós se había presentado puntual y se burlaba de ambos por lo afectados que estaban y lo tontos que eran para reconocer el motivo que los tenía así.
Naruto balbuceó algunas cosas sobre las despedidas y lo malo que era para ellas, Gaara le tendió la mano en una despedida muda y al no ver reacción por parte del rubio, con su arena hizo que se concretara el apretón de manos. No existían palabras para describir lo que sintió cuando sus pieles entraron en contacto en ese pequeño roce, solo sabía que no quería soltar jamás esa cálida mano que de solo sostenerla lo hacía ver el mundo más brillante y lleno de color.
El Uzumaki se quedó perplejo, todas esas cosas que sentía desde el momento en que entraron en contacto su mano y la de Gaara, jamás las habìan experimentado, pero eran tan agradables que, de serle permitido, se hubiera quedado ahí, así, la vida entera.
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