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Sweetie por 1827kratSN

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Estaban preparados, los científicos revisaron la salud de Canadá y le hicieron todos los exámenes pertinentes, los ingenieros dieron dos revisiones al aparato de experimentación, USA se comía unas papitas mientras esperaba a que todo terminara, Japón estaba que no podía con la emoción y apretaba frenéticamente una pelotita anti estrés.

 

—No hay problema alguno —sonrió una chica quien terminaba de anotar los resultados—, es apto.

—¡Genial! —estaba emocionado, no podía vitarlo.

—Puede ir con su hermano, Canadá-san.

—Muchas gracias —le dio una leve reverencia antes de salir.

 

Apenas puso un pie fuera de la habitación, su hermano lo abrazó efusivamente y restregó sus mejillas mientras le agradecía la colaboración. Canadá rio y robó una papita de la bolsa olvidada, porque no había probado bocado en más de dos horas. Japón saltaba de aquí para allá mientras planificaba todo, y después lo vio alejarse con los médicos a disposición.

No fue la gran cosa, pensó.

Y es que solo le hicieron revisiones de rutina, le dieron algunas explicaciones de lo que podría sentir, además le inyectaron unas vitaminas como para asegurarse. Tenía media hora para descansar hasta que la máquina se cargara, así que se la pasó jugando con USA para distraerse. Nada raro. Aunque sentía que algo se le estaba olvidando. Tal vez solo era el hecho de que no durmió en la noche debido a la preparación, pero ya después descansaría.

 

—Si sientes algo raro, solo grita.

—USA-kun, nada de eso pasará —Japón rodó los ojos.

—¡Es mi hermanito y yo me alteraré tanto como pueda! —hizo una mueca antes de bufar y acomodarse las gafas de sol—, así que —tomó las mejillas de Canadá y lo miró un momento—, si te mareas incluso, solo dime y apretaré el botón de emergencia.

—Está bien —sonrió divertido por la histeria de USA.

 

Algunos se preguntaban el por qué Japón o USA no se ofrecieron como voluntarios, y la explicación era simple. En realidad, Japón sí lo hizo, quiso ser el primero en meterse a la cápsula, pero USA no lo dejó, porque tenía por interés personal cumplir un sueño de años que involucraba a Canadá. Y así llegaron a ese pacto, donde usarían al chico maple en ese día.

Le dieron un beso de buena suerte.

Le quitaron el gorrito de mapache y le acomodaron los ondulados cabellos.

Lo vieron ingresar a la cápsula.

Revisaron todo por última vez.

Acudieron al conteo regresivo.

Dejaron que todo pasara sin que pudieran detenerlo.

 

 

Mex…

 

 

Canadá era muy puntual, a diferencia de él, obvio, por eso era raro que aún no llegara al lugar pactado. El maplecito se estaba demorando mucho, porque veinte minutos ya eran algo preocupante, y a más de eso no contestaba el celular. No era por histeria, pero en verdad estaba a punto de llamar al 911.

 

—Bájale de huevos —se habló a sí mismo por medio del espejo—. Solo no contesta y ya.

 

Pero el tiempo seguía pasando, así que decidió que ir a buscarlo era la mejor opción.

Según le dijo Canadá, en esos días andaba en casa del yanqui, en una que estaba cerquita a su ubicación, así que empezaría por ahí. Aunque no le gustara la idea de ir donde la gordis, pero por su maplecito iría incluso hasta al infierno de Dante.

 

—Es que es tan… —suspiró encantado de solo pensar en Canadá.

 

Se olvidó de la prioridad por su cita —porque le costó hallar buen momento y fecha para proponerle la salida al maplecito—, y se concentró en la falta de respuesta. Volvió a llamar a Canadá, pero esta vez fue enviado directamente al buzón de voz, lo que significaba que alguien apagó el celular del canadiense. Y eso ya era grave. Porque pudo pasarle cualquier cosa.

¡Cualquier cosa!

 

—¿Buenos días?

—Soy yo —le habló al intercomunicador.

—誰?—(¿Quién?), se notó la duda en esa voz.

—Vengo por el maple —hizo una mueca—. Ándale…, ábreme, chinito.

—Yo no entender —entró en pánico.

—No te hagas.

—Ah… 私たちは —(¡No estamos!)

 

Ah sí. Era obvio que el japonés hizo algo, peor que eso, que la gordis también hizo algo. Esos dos hicieron algo. Y se lo hicieron a Canadá. ¡Los iba a matar! Porque nadie le ponía las manos encima al angelito que era aquel güero de ojo azul que tenía un lunar en el cuello, cerca de la clavícula.

Tan bello.

Tenía que salvarlo.

Por eso tuvo que acudir a medidas drásticas, una que usaba solo en las emergencias, y esa era la madre de las emergencias. Rodeó con prisa la mansión de USA, buscando algún punto débil, vigilando que no hubiera alguna vieja chismosa que armara escándalo, y se trepó la pared posterior para colarse en la mansión de la gordis, misma donde actualmente vivía también Japón.

 

—Chido —se sacudió el polvo y analizó las cosas—. Bueno…, a darle.

 

Seguramente ya fue detectado por los sistemas de seguridad, pero se la pelan, porque tenía una misión y la iba a cumplir. Se escabulló entre arbustos, rodeó la que parecía la entrada y se coló por una de las ventanas que daban a una sala enorme. Obvió las extravagancias de USA, buscó con esmero, y en menos de lo pensado se guio por unas voces en pánico que provenían de un estudio o algo parecido.

 

—A ver, hijos de la chingada. ¿Qué hicieron? —los miró furioso—. Y dónde está mi maplecito.

 

Porque ¡era su día con Canadá! ¡Su día! Se peleó con Chile por esa oportunidad, ¡y esos pendejos lo arruinaron todo!

Tensión y silencio.

Japón sujetaba firmemente unos lentes, estaba tenso y apretaba los labios. USA en cambio parecía más centrado en defenderse que en alterarse por la invasión a su casa, es más, hasta estaba más callado de lo normal. Eran un par de culpables descubiertos y México estaba a punto de tirarles la chancla.

 

—En mi defensa —Japón rio nervioso—, Canadá-chan aceptó, y al menos logramos modificar todo a un rango adecuado.

—¡Me los voy a madrear si no me dicen qué verga...!

—Ame —fue un susurro—, Ame... —insistió.

 

México guardó silencio al diferenciar una vocecita infantil, porque frente a los escuincles no decía groserías —no muchas—, pero poco después le entró una duda. ¿Desde cuándo la gordis cuidaba de un niño? Que supiera, el yanqui ni siquiera les ponía demasiada atención a sus propios mocosos, así que no tendría por qué cuidar de uno ajeno, a menos que fuera extremadamente importante.

 

—¡Ame!

—Sweetie, shhh —susurró sin girarse, sosteniendo al pequeño escondido detrás de él.

—Ame… —se quejó tirando del suéter de su hermano—, quiedo id al baño —susurró.

 

Fue entonces que México captó a la pequeña figura que estaba detrás del gringo, y poco esperó para intentar mirarlo. Aunque claro, Japón intentó impedirlo y empezó a murmurar cosas que poco entendió mientras le cortaba la visión. Pero México ya vio una manita que le pareció familiar, porque la mayor parte de esos dedos eran de un color rojizo, y una marca blanca los adornaba. Era obvio que el pequeño era un country.

 

—Ah, chingado.

 

Era pequeño, de mejillas regordetas, tenía un gorrito de mapache que le quedaba algo grande, un par de mechones rizaditos se escapaban por el frente y el costado. Era un niño que usaba pantalones cortos y su carita estaba adornada por la hojita de Maple, de ojitos azules grandes y brillantes, con las mejillas rosaditas y contextura delicada. Un niño muy bonito aferrado a las piernas del estadounidense.

 

—Ame... necesito id —el pequeño daba saltitos mientras seguía tirando del suéter de USA.

—Cannie —el estadounidense suspiró antes de agacharse, cargar a su hermanito y volver a erguirse—, no te asustes, pero creo que no sé cuidar niños.

—¡Ame! —protestó con sus mejillas rojizas y una mueca.

—Ya, ya.

 

Sin mirar atrás, USA salió corriendo en busca de un baño y fue Japón quien intentó que México saliera del shock. Sí. Eso iba a ponerse feo.

 

 

 

Notas finales:

 

Otro cap porque ya estaba, solo lo adorné un poquis.

Jajajaja

Los ama: Krat~


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