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- I Know Who You Are- por ALPHA123

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Notas del fanfic:

¡Hola chicos!

En esta ocasión quise compartirles mi secuela alternativa de este pedazo de película. Me surgió la idea principalmente por las ganas de crear a un personaje que pueda de alguna manera interactuar en el entorno de esta Gotham corrupta, un personaje que tenga una historia, un origen y un desarrollo y que además pueda acompañar a Arthur en su nueva etapa como Príncipe del caos.

 

Gracias por pasarte por aquí.

Un abrazo. 

Notas del capitulo:

"Un Payaso y un triste Mimo se cruzan, dios sabe que esto puede ser catastrófico".

     Después de todo el alboroto que ocasionó el incidente con Murray, Arthur corría lo más rápido de lo que sus cansadas piernas podrían permitirle, su corazón estaba a punto de estallar y la fatiga se hacía presente, ese fue el momento en donde se culpó así mismo por fumar como un maldito descontrolado.

Sin pensarlo dos veces giró hacia la derecha, en dirección hacia un callejón. Apresurado se escondió al costado de un contenedor rebosante de basura. Muy asustado y con la adrenalina al mil por ciento vio como los patrulleros se alejaban.

Esa noche Gotham era inusualmente hermosa, parecía que en cualquier momento comenzaría la lluvia, se podían ver los destellos de luz provenientes del centro de la ciudad producto de los disturbios y las explosiones que se escuchaban a lo lejos. El humo se esparcía por todos lados provocando incertidumbre entre los transeúntes, esto fue aprovechado por los diferentes grupos de protestantes, quienes tenían un par de cosas en común, un colosal deseo por hacer pagar a sus opresores y una máscara de payaso.

Mientras el nuevo ídolo de la ciudad trataba de recuperar el aliento, empezó a reír, reía de verdad, por segunda vez en toda la noche y como muy pocas veces en su vida.

La primera fue en frente de toda esa aglomeración, reunida para ver el nacimiento del Príncipe payaso del crimen. La sensación allí arriba, encima de esa patrulla destruida, fue caótica. Entre confusión, efusividad, con un porte elegante y con una sonrisa burlona realizó un baile digno de un hombre que se encontró a sí mismo. Pero ese momento de catarsis no podía durar para siempre, por más que lo quisiera.

La policía empezó a llegar y los gritos de la multitud y las sirenas se mezclaron gradualmente. Después de maldecir y golpear, los payasos enmascarados atacaron a la policía que intentaba acercarse a su líder. En ese momento Joker, entre empujones, abrazos y algunos golpes recibidos al azar logró escabullirse.

Sentado solitario, mientras su risa se apagaba poco a poco, descansó su cabeza en la sucia pared de ese peligroso callejón.

Perdido en sus recuerdos, reviviendo el quizás, mejor momento de toda su patética existencia, suspiró.

La sensación al jalar el gatillo, la fuerza del disparo y las gotas de sangre salpicadas en su rostro lo hacían adormecer. Por primera vez sintió que pertenecía a algo grande, que importaba.

Pasaron unos pocos minutos y un agente de policía empezó a inspeccionar la calle detenidamente. Toda la tranquilidad que sentía hace un momento se esfumó, el inspector empezó a iluminar con su linterna todo el lugar. Era un joven policía que nervioso, caminaba a pasos lentos, con arma en mano y con furia en sus ojos. Eso lo hacía potencialmente peligroso.

El ser casi descubierto por la linterna hizo que la tan insoportable risa de Arthur empezara a despertar, un dolor desgarrador ardía como lava burbujeante en su garganta. Con casi todas sus fuerzas empezó a tratar de taparse la boca con una mano mientras se estrangulaba con la otra.

– ¡Basta, por favor, basta! –se repetía mentalmente, al mismo tiempo que golpeaba su cabeza contra la pared. Las lágrimas y los hipos también aparecieron – Maldita sea – Lloraba, segundos después la risa fue imposible de controlar – ¡JAJAJAJAJAJAJAJA! – Su risa quebrantada lo delató.

El policía ni corto ni perezoso se apresuró hacia el callejón.

–¡Ahí estas maldito bastardo! – con su linterna pudo observar en una esquina a un payaso de rodillas, a punto de convulsionar y escondido entre las sombras. Se acercó lo suficiente como para pegar el cañón de su arma a la frente de Arthur. Pero no fue lo suficientemente brillante como para revisar la otra esquina del lugar y en fracción de segundos un hombre mucho más alto se lanzó encima de él.

Primero lo masacró a golpes, Arthur podía observar que su salvador lo disfrutaba por la sonrisa en su rostro pero al mismo tiempo también podía notar su odio sobrecogedor, esto lo hizo estremecerse, pero no porque le intimidara, la ambigua expresión de ese hombre le llamo inmensamente la atención.

Después de unos insoportables segundos, con un movimiento brusco le rompió el brazo derecho, el crujido del hueso al romperse y el desgarrador grito del policía provocó una sonrisa en Arthur, una tal cual a la que tuvo momentos después de matar al hijo de perra de Murray.

– ¿Eres muy valiente no? Puto pedazo de mierda­– Lo agarraba fuertemente del cabello y volvía a estrellar su rostro contra el pavimento.

–L…Lo…siento…seño…– Un golpe más, uno más como ese y era hombre muerto.

Pero no, el chico quería terminar por todo lo alto, le emocionaba tener un público al cual entretener, especialmente si su espectador principal era quién en estas últimas semanas se había convertido en su “héroe”.

Con un movimiento rápido agarró la pistola del policía, que estaba en el suelo.

Y por último y como gran acto final… Le voló los sesos.

–¡BUMMM! ¡SI! ¡JAJAJAJA! Maldito poli hijo de puta –Celebraba de manera impetuosa, una actitud no muy común en él, mientras reía de forma inquietante– Toma lo que te mereces– Miró fijamente a Arthur de manera cómplice, como si buscara su aprobación.

Y no era de extrañarse por su actitud ya que Arthur al verlo detenidamente se dio cuenta que el chico era prácticamente un niño, uno muy alto por cierto, fácilmente llegaba al metro noventa. Su cabello era negro y corto, la contextura de su cuerpo era delgada, sus ligeros rasgos asiáticos resaltaban, sus facciones suaves por su juventud eran encantadoramente masculinas pero su rostro cansado, una prominente cicatriz en su ceja derecha y su mirada opaca, casi vacía, era todo un contraste.

Este niño ha vivido más de lo que un chico de su edad debería.

Un gran charco de sangre se aproximaba al payaso y el joven de manera rápida le extendió la mano para ayudarle a levantarse.

Una sonrisa dulce apareció en el rostro del menor y de manera sorpresiva el chico se colocó una máscara de payaso, una que Arthur no había alcanzado a ver con anterioridad.

Sin soltarle la mano y apresurando el paso, el chico dijo –Hey Joker, larguémonos de aquí.

 

Derek Rogers, un niño prodigio era el orgullo de su padre.

Siempre sacaba la máxima calificación y su habilidad con los números era innegable.

Se podía comer un libro entero en todo un día, le encantaba la poesía y el rockabilly, como a su madre.

Vivía con sus padres y con su adorada hermanita menor, a quien sobreprotegía. Tenía una casa bonita y un jardín bien cuidado, el sueño americano.

Su padre era gerente de una prestigiosa empresa con sede en Nueva York y su madre, una mujer de carácter fuerte, tenía su propio restaurant en la misma ciudad.

 

Una vez al mes, sin excepción, conocían un nuevo lugar. Los primeros meses los emplearon en viajar a todos los estados de USA, después se extendieron y empezaron a conocer diferentes partes del mundo. Marshall, su padre, quería que sus hijos fueran personas con mentalidad amplia, conocedores, curiosos, personas de mundo, que sean buenos seres humanos. Viajaron de Sudamérica hasta Asia. La familia realizó obras sociales en Rumania, Guatemala, Angola y a los niños les encantaba visitar a sus abuelos en el natal Japón de su madre.

Los pétalos de los árboles de cerezo caían encima de los delgados cabellos de un pequeño Derek mientras que agarrado de la mano de su abuelita, la acompañaba a hacer las compras. Tarareaba alegremente su canción favorita, una de Elvis Presley. La mujer mayor trataba de seguirle en la canción pero su casi nulo nivel de inglés no se lo permitía, era curioso ver como el pequeño le enseñaba a su abuelita, con una paciencia poco común en un niño de su edad.

 

 

Las navidades eran asombrosas, en esas fechas era costumbre el pasar las festividades en su casa de campo en Nashville.

Le encantaba acompañar a su padre a escoger el pino perfecto y ya con sus 14 años, él se consideraba lo suficientemente fuerte para ayudarlo a cargar el pino hasta casa, pero al final siempre se cansaba y el tío Simon era el que terminaba el trabajo… aunque claro, este siempre le daba el crédito.

Después de ayudar a colocar las luces de navidad en la entrada de la casa con la ayuda de su hermana menor, quién en ese entonces era sorpresivamente más alta que él, tomaba su bicicleta y salía con sus amigos de la zona. Aprendió a fumar con ellos, recorrían la ciudad en bicicleta con algo de dificultar por la nieve, bromeaban y robaban algún que otro bocadillo en pequeñas tiendas. En ese mismo año perdió la virginidad con la única chica del grupo, Johanna. Él siempre estuvo enamorado de ella, para él ella era la niña más hermosa que podía haber pisado la tierra, siempre lo miraba con un brillo especial, Derek no podía evitar perderse en sus ojos increíblemente azules.

La cena navideña fue todo un éxito, la buena mano en la cocina de su madre nunca pasaba desapercibida, el pavo, los postres, todo, estuvo realmente exquisito. Toda la familia estaba reunida, los tíos, abuelos, bisabuelos, primos, primos lejanos, amigos…

Era divertido ver a su padre hacer el ridículo, se notaba que estaba pasado de copas, pero Marshall siempre tuvo ese espíritu, siempre fue el alma de la fiesta.

El ambiente era conmovedor, nostálgico. Los adultos conversaban y reían y los niños corrían por todos lados.

 

Esos momentos valían oro, Derek los atesoraba, su corazón se apretaba y lloraba en silencio contra la almohada, se hundía tanto a ella, como queriendo asfixiarse, pero después lo dejaba de intentar por la desesperación de sentir la falta de oxígeno. Siempre se recriminaba por su ineficiencia y el poco valor  que tenía para acabar con su vida.

Ya lo había intentado un par de veces, la primera vez intentó tomar un puñado entero de Valium pero esto solo le provocó mucho sueño, durmió por casi tres días y como su jefe era un malnacido fue despedido de su interesantísimo trabajo como repartidor de comida china por inasistencia.

La segunda vez fue aún más patética. Después de un día de mierda, quiso ahorcarse con las cortinas de su habitación. Ya estaba todo listo. La silla, un buen nudo y armado de valor. Simplemente saltó.

Gotham es una ciudad húmeda y muchos de los edificios tienen problemas por eso, las goteras y los techos descascarándose eran quejas de todos los días.

El riel de las cortinas y el techo desgastado no pudo soportar el peso de un hombre de casi 80 kilos. Un estruendoso ruido se hizo presente y un ardor se hizo notar, se había cortado la cabeza con el metal del riel, pensó en solo dejarse llevar y desangrarse, pero para su buena o mala suerte un vecino alarmando por el escándalo llamó a emergencias.

Cinco puntos en la cabeza y una temporada en el asilo de Arkham fueron suficientes para que cesaran sus intentos de suicido pero no su apatía por la vida, ni su resentimiento por la sociedad.

Se había acostumbrado a solo vivir de recuerdos y únicamente salía de su pequeño y desordenado apartamento para asistir a su porquería de nuevo trabajo y lidiar con su asqueroso jefe, que por cierto lo acosaba sexualmente. Así que entre recibir mamadas y repartir volantes disfrazado de cualquier animal u objeto que se le ocurriera al dueño de la tienda, podía costearse un lugar en dónde vivir y algo de comida. Claro hasta que en un día soleado en donde sudaba como un cerdo por el disfraz, no pudo evitar el  patear y amenazar a un chico que le estaba hinchando los huevos.

Tras ser despedido por segunda vez y a punto de ser desalojado, una noche antes de tener que mudarse a cualquier lugar, guardó todo lo que pudo en una pequeña y desgastada maleta y se fue de ahí, esto para evitar el pago obligatorio al dueño del recinto.

Caminando solo, de madrugada en las hostiles y frías calles de Gotham, el joven de mirada vacía arrastraba los pies y reflexionaba sobre su vida, de lo diferente que pudo haber sido su futuro, de las posibilidades que algún momento tuvo para gozar de una vida exitosa, de las cosas que hizo y que dejó de hacer, del tipo de persona en el que estaba encaminado a convertirse, del extraño momento en donde la vida decidió ser una hija de perra con él.

Ahora odiaba todo, a todos y a si mismo.

Sin darse cuenta y caminando hasta casi el amanecer, sus piernas lo llevaron a un rio ubicado a las afueras de la ciudad.

Al llegar y contemplar el imponente rio, salió del trance y tomó conciencia, se sorprendió de no haber sido asaltado o violado por cualquier pandilla que pudo pasar por su lado. Gotham era una jungla llena de ratas y no eran precisamente los roedores.

Con un suspiro y muy cansado, se las arregló para saltar la valla que delimitaba el pase peatonal con las afueras del río. Sentándose en el seco césped, casi amarillento, lanzó su maleta a donde callera y sacó un empaque de galletas trituradas del bolsillo de sus jeans viejos.

Se había convertido en un hombre amargado y solitario. Nunca volvió a tener amigos, ni volvió a hacer el amor con alguien más, se había olvidado de disfrutar de las pequeñas cosas que ofrece la vida, de los momentos cotidianos, del reír sin que nada importe, del dormir bien después de un largo día de trabajo.

Eran contadas las ocasiones en las que él iniciaba una conversación, básicamente solo se comunicaba para tener que pagar un servicio, cobrar cheques o algo por el estilo. Y es que ya no podía confiar en nadie, su instinto era el siempre estar a la defensiva. Alguien lo traicionó, alguien que fue realmente importante en su vida.

Poco a poco el sol se adueñó del cielo.

Entonces se dio cuenta que odiaba el sol, sus pensamientos autodestructivos regresaron, odiaba la idea de ver un nuevo amanecer.

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado.

Esta es la primera vez que escribo algo relacionado al universo DC, de los comics en realidad, así que me emociona mucho el empezar con esta idea.

Muchas gracias por pasar por aquí. 

Hasta el próximo capítulo.

Adriana.


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