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Juego doble por Marbius

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Notas del fanfic:

Obviamente hay más de un interesado en esas citas dobles... Y cuéntenme en esa lista porque a mí me encantan los clichés románticos, y la idea de salir en una falsa *cof* cita me parece de lo más tierno.

~I~

 

Hacia finales de sexto curso, James está extasiado porque Lily Evans, la Lily Evans que lo ha hecho sufrir por todos y cada uno de sus días de Hogwarts con un corazón roto a medias y siempre en peligro de una ruptura permanente, por fin ha dejado de pretender que lo odia hasta las entrañas y ahora le da la hora del día.

Literalmente, porque fue durante el desayuno que Lily le recordó a James de pasada que ya estaban a cinco minutos de Transformaciones, una de las contadas clases que compartían, y éste se apresuró a llenarse la boca con el panecillo untado en mermelada que comía y a perseguirla como un cachorrito a su dueña.

—Si alguna vez empiezo a actuar así, por favor efectúen con presteza y eficacia el Avada Kedavra sobre mí —dijo Sirius poniendo los ojos en blanco ante la actitud pasiva de su mejor amigo, pero ya que lo decía pegado al lado de Remus, y hasta hace unos minutos hacía hasta lo indecible por tener su atención, era casi un deber cívico el de Peter el alzar su varita y lanzar la maldición prohibida.

—Déjalo —dijo Remus sin apenas prestarle atención. Las mañanas eran así, su peor momento del día porque le costaba al menos una hora abandonar del todo el país de los sueños—. Quizá nunca tenga una oportunidad igual con Lily.

—Mejor para él. Esa chica no le conviene. Nadie que pueda tener ese control sobre Prongs es bueno para él.

—¿Y lo dice el que lo convenció de saltar en ropa interior desde la torre de Gryffindor para comprobar si era capaz de lanzar un hechizo accio sobre su escoba antes de alcanzar el suelo? Buena compañía eres tú, Padfoot.

—Tsk... —Masculló Sirius, que apoyó su cabeza en el hombro de Remus, y al menos ya no se lo discutió más.

—Remus tiene razón —se unió Peter, que en un punto intermedio entre la hiperactividad matutina de Sirius y la apatía total de Remus, era el único Merodeador que podía catalogarse de normal a esas horas.

—¿Soy una mala influencia para James, es eso? —Saltó Sirius a defenderse, pero Peter no mordió el anzuelo.

—Evans últimamente ha estado... No maldice a James tanto como antes, ¿no? Y ahora pertenecen al mismo grupo de estudio de pociones.

—Puede que haya sido un buen cambio para Lily separarse de Severus —comentó Remus, y Sirius movió la cabeza para verle con incredulidad.

—¿’Buen cambio’ dices? Vaya con la frasecita, Moony. Te has quedado corto. Nadie que esté al lado de Snivellus puede acabar bien...

En otros tiempos, Remus habría discutido con él al respecto, pero de Snape y el resto de la pandilla de Slytherin que iba a su curso corrían rumores bastante desagradables, como que eran ellos quienes habían tenido que ver con el accidente de una compañera en Hufflepuff que se había retirado por el resto del curso debido a las terribles secuelas que ahora sufría... Eran habladurías, por supuesto, y la alumna jamás lo había confirmado, pero había algo turbio en todo ello.

—En todo caso —dijo Remus poniendo punto final a aquel asunto—, bien por Lily y bien por James. Si eso lleva a más...

—Que no, caray —resopló Sirius, pero el tiempo y aquel par habrían de demostrarle lo contrario.

 

El verano entre sexto y séptimo año en Hogwarts fue el año de las misivas.

Como nunca volaron búhos de ida y de regreso en la casa de los Potter, y el movimiento constante de aves atrajo la atención de los vecinos muggles, que no tardaron en comentar el extraño patrón de las aves y preguntarse si no estaría por ocurrir una catástrofe. Fleamont puso fin a esa inquietud con un simple hechizo de distracción, porque pedirle a su hijo y a Sirius que detuvieran sus conversaciones epistolares era impensable.

Por un lado, James había obtenido el permiso de Lily Evans de llamarla a secas Lily, y de paso de escribirle a casa durante ese verano, seguro esperando un par de cartas en los dos meses que tenían por delante, y en cambio recibiendo correo a diario. Aunque a juzgar por sus respuestas casi con la misma regularidad, no estaba molesta de ser el foco de su atención.

Por el otro lado, eran Sirius y Remus manteniendo un acalorado debate que había comenzado con la planeación de una broma épica a su regreso de Hogwarts y se había transformado en una conversación que ya nadie más podía seguir sin entenderla más que ellos dos.

La única ocasión que James había leído por encima del hombro de Sirius la réplica que éste escribía a Remus, había mascullado entre dientes “¿qué carajos, Sirius?” y lo había dejado por la paz, convencido de que entre ellos dos era no mejor meterse.

O al menos no hacerlo si no había una razón de peso, que como vendría a demostrarse dentro de poco, existía.

Y era válida.

 

El primero de septiembre de su último año en Hogwarts, Lily no pasó de largo de los Merodeadores luego de saludar a Remus e ignorar al resto, sino que hizo un alto total y por turnos le preguntó a Remus por su verano, a Peter si planeaba volverse a unir al club de Gobstones, a Sirius le aconsejó esconder esa cajetilla de cigarrillos en el bolsillo de sus jeans antes de que tuviera que ponerse su insignia de prefecta, y a James... Le dedicó una sonrisa tímida, la primera de su vida, y con un tenue tono sonrosado en sus mejillas lo llamó por su nombre y no ‘Potter’ con el desprecio de otros años.

James casi se elevó un par de centímetros del suelo, y a sus flancos Peter y Remus se alegraron por él. Sirius en cambio fingió una arcada, y tirando del brazo de Remus le instó a seguirlo dentro del tren para buscar un compartimento vacío para ellos y su equipaje.

—Los celos no te sientan bien —dijo Remus apenas estuvieron a unos metros de sus amigos, y Sirius se frenó en seco.

—¿Celos yo? ¡Bah!

—Si James juega bien sus cartas con Lily...

—James apenas puede controlarse. Consiguió engañarla por medio del correo y sus cartas, pero pondrá su pie en la boca apenas tenga oportunidad —vaticinó Sirius, que sin soltar el brazo de Remus lo guió dentro del tren y pasillo adentro hasta uno de los últimos vagones, lo más lejos posible del área de prefectos. Su equipaje iba detrás de ellos hechizado para ello, y con deliberada intención buscó Sirius privacidad al cerrar la puerta corrediza detrás de los dos e irse a sentar enfurruñado en uno de los asientos dobles.

El efecto habría sido el adecuado de no ser porque tiró de Remus para que éste se le uniera a su lado, y en un gesto muy suyo, se pegó a su costado y apoyó la cabeza en su hombro.

—Lily es agradable —dijo Remus luego de un silencio tenso que se alargó por varios minutos—. ¿No considerarías darle una oportunidad? Para conocerla antes de odiarla.

—¿Por James?

—Por James, supongo, pero... También es mi amiga. Y pronto lo será de Peter si ella y James-...

—No lo digas —le interrumpió Sirius con un puchero—. Será el fin de los Merodeadores tal y como Hogwarts los conoce.

—No estés tan seguro. Lily también sabe gastar bromas.

—Jamás será una de nosotros.

—Y no tiene por qué serlo —le tranquilizó Remus, apoyando su cabeza contra la de Sirius—, pero es probable que se convierta en la novia de James, y debemos apoyarlos. Es lo que hacen los amigos, ¿no?

—Supongo...

—Y nosotros somos los mejores amigos, ¿correcto?

Sirius resopló pero no lo corrigió.

—Exacto. —Una pausa—. Al menos prométeme que lo intentarás.

—Por ti —se comprometió Sirius a ello—. Y sólo por ti, Moony. Pero no prometo nada.

—Que lo intentes me basta, Padfoot.

 

A una semana de su vuelta a Hogwarts y ya tenían todos los alumnos de quinto y séptimo montañas impresionantes de deberes, material para estudiar y libros pendientes por revisar en sus mochilas. “Sobre todo los de séptimo”, se quejaba Peter sin parar, escogiendo un lugar apartado en la sala común de Gryffindor para recluirse tras la montaña de libros que había sacado de la biblioteca, y distraerse jugando solitario con una baraja explosiva que lo delataba cada tanto.

Con James en la biblioteca presidiendo uno de tantos grupos de estudio a los que se había unido o fundado por cuenta propia, los únicos que se veían casi exentos de la locura de su curso eran Remus y Sirius, que acurrucados frente al fuego simplemente leían sin tomar notas. En el caso de Sirius, era por causa de su brillantez nata. Como él mismo explicaba a quien quisiera escucharlo, el incesto en su familia le había otorgado al menos el boleto ganador en la lotería genética, con una buena apariencia coronada con su melena negra azabache y ojos grisáceos, pero también buen cerebro, porque le bastaba repasar el material antes de los exámenes para tener excelentes resultados. Para Remus el asunto era completamente diferente. Él ya había asumido que sus años después de Hogwarts estarían plagados de las dificultades propias de un hombre lobo, y que daban lo mismo las calificaciones que obtuviera de sus EXTASIS porque de poco le servirían en el mundo real cuando sus empleadores descubrieran que la causa de sus ausencias mensuales coincidía con el ciclo de la luna.

En esa aparente indiferencia, los dos habían reclamado esa noche de viernes un sofá de dos plazas frente al fuego y se habían acomodado en el reducido espacio de tal manera que Remus tenía sus doloridos pies sobre el regazo de Sirius y éste le acariciaba distraído los dedos mientras continuaba con su lectura. No era un cuadro fuera de lo habitual en la sala de Gryffindor, y ya nadie arqueaba una ceja al pasar por sus lados, así como tampoco osaban interrumpirlos bajo ningún pretexto, pero Lily Evans no era nadie, y ella no se cortó de posicionarse frente a ellos y llamar su atención con un carraspeo.

—Hola, Remus —saludó Lily primero a su amigo, y luego se dirigió a Sirius—. Hola, Black.

—Evans —respondió él de igual manera.

Remus se contuvo de poner los ojos en blanco mientras cerraba su libro y aguardaba a saber la razón por la cual Lily se había acercado a ellos cuando por regla general últimamente todo su tiempo libre lo pasaba al lado de James. De hecho, era curioso notar que éste se había marchado a la biblioteca apenas una hora atrás a reunirse con su equipo de estudio de pociones, y Lily era parte de esos miembros.

Lily pareció adivinar su pensamiento, porque rápido se explicó.

—No tengo mucho tiempo, así que iré directo al grano —dijo con un resoplido—. James me invitó mañana a Hogsmeade y...

—Genial, ahora es James y no Potter —masculló Sirius, y el pie que Remus tenía en su regazo le pateó contra el estómago de manera nada discreta—. ¡Ouch!

—Quiero ir —prosiguió Lily—, pero... No sola.

—¿La idea de un chaperón no es algo anticuada? —Inquirió Remus tratando de disuadirla, porque si Lily estaba ahí proponiendo eso, no era porque se lo estuviera diciendo a Sirius precisamente. Y Remus tenía planes para su mañana de sábado, que consistían en quedarse en cama y ser perezoso con la siempre agradable compañía de Padfoot proveyéndole de calor en la espalda o las corvas.

—Más bien pensaba en... —Los ojos de Lily pasaron de Remus a Sirius una fracción de segundo antes de revelar sus intenciones—. Una cita doble.

—¿Una cita?

—¿Doble?

—Sí, una cita doble —refirió Lily, y ahí donde Remus lucía confundido, Sirius sonreía.

—Pero no creo poder encontrar compañía para mañana —dijo Remus, más para sí—. Es decir, no me apetece salir con nadie en ese plan ahora mismo... Y sería una descortesía de mi parte llevar a alguien bajo falsas premisas, ¿no?

—Eres tan denso, Moony —le riñó Sirius, pellizcándole la piel del tobillo, y fue el turno de éste para quejarse de dolor—. Cuando Evans dice ‘cita doble’ se refiere a ti y a mí.

—Ajá —le instó Remus a seguir sin comprender el resto.

Lily acudió en su salvación. —Cita doble con dos parejas —dijo con lentitud, como si estuviera tratando con un alumno particularmente lento—. Una somos James y yo, la otra tú y Sirius.

—¿Yo y... Sirius? —Repitió Remus, procesando al ritmo de un caracol cada elemento de esa ecuación—. Sirius y yo... —Reformuló, si acaso porque el orden y la gramática le forzaba a ello.

—Aceptamos —se adelantó Sirius con una sonrisa amplia adornando sus facciones como pocas veces se le podía ver.

—¡Sirius! —Reclamó Remus verse envuelto en contra de su voluntad, pero Sirius lo aplacó rodeando su tobillo con una mano, y utilizando la otra para acariciar su pierna como otras personas harían en un brazo. El toque tuvo su efecto hipnótico, pues Remus calló y se mostró dócil.

—Genial —dijo Lily—. Mañana a las nueve aquí mismo. Y... gracias —murmuró antes de darse media vuelta, y con agilidad salir por el agujero del retrato, de vuelta sin duda a la biblioteca.

—A James no le va a gustar que nos inmiscuyamos en su cita —resopló Remus, pero no había verdadero tono de enojo en su voz. No cuando los dedos de Sirius habían llegado hasta la corva de su rodilla bajo el pantalón y le hacían cosquillas—. ¿Es por eso que lo haces? ¿Para fastidiar la oportunidad que James tiene con Lily?

—¡¿Qué?! ¡No! —Se defendió Sirius de manera convincente. Tanto que Remus podría haberle creído que para nada tenía malas intenciones con la feliz pareja, pero él conocía mejor a Sirius que muchos, y estaba al tanto de sus maneras. En especial de sus celos, y considerando a James un hermano como lo hacía, Sirius era capaz de hacer pasar a Lily por mil y un aprietos para cerciorarse de su valía.

—¿Por qué has aceptado?

—Porque, queridísimo Moony, será divertido —respondió Sirius, extrayendo su mano de la pernera del pantalón de Remus y depositando de nueva cuenta la pierna en su regazo—. Dependerá de James probarse como candidato frente a la señorita Evans, ¿o no? Una vez que sepa que fue ella quien nos invitó, él tendrá que poner su mejor cara al mal tiempo y hacer valer su encanto para conquistar a la chica. Esto no es sólo una prueba para ella, sino para él.

Remus le miró unos segundos con la boca apretada y los ojos entrecerrados, calibrando si tal nivel de manipulación y deseo destructivo era suyo de siempre y lo había ocultado mejor que nadie, o apenas afloraba en él el Black que su familia le había inculcado desde el nacimiento.

—Ve a la oficina de Dumbledore y ruega porque te deje colocarte una vez más el Sombrero Seleccionador, Padfoot —dijo Remus con sorna en su tono—. Porque creo que hoy te enviaría a la casa de Slytherin sin dudarlo. Tu familia estaría taaan orgullosa de ti.

—Bah —desdeñó Sirius la noción, ladeando su cuerpo en dirección a Remus y recostándose en el sofá, con su torso pegado a los muslos de Remus y su cabeza apoyada en la curva de su cintura—. Lo hago con la mejor de las intenciones, y...

—¿Y? —Preguntó Remus, apartando un mechón del largo cabello de Sirius para colocarlo detrás de su oreja.

—Y porque una cita no suena nada mal.

—¿Incluso si es conmigo?

—Al menos así tengo garantizado el buen rato —replicó Sirius, que pasándole posesivo un brazo a Remus por encima, se negó a soltarlo a ir.

Que para el récord, tampoco éste quiso marcharse después...

 

A las nueve y ni un minuto más estaba Lily esperando por su cita y la pareja que los acompañaría a Hogsmeade. Para la ocasión se había vestido y peinado con esmero, y a James poco le faltó para olvidarse de los escalones y bajar rodando hasta sus pies. Sirius le masculló por lo bajo una burla y Remus lo codeó para mandarlo callar, pero en conjunto consiguieron darle a Lily los buenos días de manera amigable y salir con rumbo a Hogsmeade.

Con James y Lily precediendo la ruta a un par de metros de distancia (sugerencia de Remus que Sirius tuvo que acatar porque él prefería estar pegado a sus espaldas e interrumpiendo su charla), no tardaron sus amigos en preguntarse si realmente su presencia era necesaria.

—Parecen llevarlo bastante bien —comentó Remus en voz baja para cuidar que el viento no se llevara la conversación a sus oídos—. James todavía no ha dicho ninguna tontería, ni Lily ha tenido que hechizarlo en consecuencia...

—Olvídate de ellos. Prongs está bien con Miss Cabellos Rojos —replicó Sirius, que sin más tomó su mano y entrelazó los dedos. Ante el gesto ligeramente sorprendido de su amigo, aclaró—: Es una cita, ¿no?

—Pero ni James o Lily van de la mano.

—Ese es problema suyo. Tal vez con nuestro ejemplo aprendan bien cómo hacen estas cosas los adultos.

—Sirius... —Le recriminó Remus, pero en ningún momento hizo el intento de dejar ir su mano. Al contrario, le dio un apretón y con el pulgar acarició su dorso.

El camino a Hogsmeade en esa época del año era siempre encantador. Había árboles que todavía conservaban sus hojas, el clima permitía llevar ropa abrigada pero ligera, y el agradable aroma a naturaleza era siempre vivificante a los pulmones. Remus nunca había aprendido a apreciar su agudizado sentido del olfato hasta que había ingresado a Hogwarts. Hasta entonces los aromas que más dominaban su vida eran los de la sangre en luna llena, y los de las pociones y ungüentos curativos los restantes veintisiete días del mes, pero en momentos como ese bien podía olvidarse de su horrible realidad y sólo disfrutar las partes buenas. Como era el perfume de un arbusto de moras en la cercanía...

—Mmm, moras —comentó Sirius a su lado tal cual si pudiera leerle el pensamiento, y quizá porque lo conocía tan bien como a sí mismo, haló de él fuera del camino a los lindes del bosque, donde dio con un arbusto de moras repleto de fruto.

Atentos a la conmoción de sus acompañantes, James y Lily no tardaron en percatarse que iban solos a Hogsmeade y se regresaron con ellos al arbusto, listos para coger un poco del fruto y comer.

—Nadie toque los frutos más maduros —indicó Sirius con voz autoritaria—, esos son los favoritos de Remus.

—No eres el dueño del arbusto, Padfoot —replicó Remus con diversión—. Todos pueden tomar el fruto que prefieran.

—Debe ser agradable tener a alguien que cuide así de tus intereses, Remus —dijo Lily, y al instante James le extendió la mano repleta de frutos que él había recolectado, pero la chica lo rechazó—. Gracias, pero a mí me gustan más las moras en pastelería que frescas.

James pareció desinflarse, pero al instante se recuperó con una idea. —¿Y si llevamos unas cuantas? A los elfos domésticos no les importará ayudarnos en la cocina a preparar un pay.

Lily pareció impresionada por sus influencias entre los elfos. —¿En verdad te dejarían hacer eso?

—James es algo así como su mejor amo —explicó Sirius—. Los elfos domésticos están a las órdenes de cualquier alumno de Hogwarts, pero por nuestro James aquí presente puedes apostar que darían la vida. Esas son las ventajas de tratarlos como iguales.

Subiéndose las gafas por la nariz, James lo corrigió. —Sólo soy amable. Como debe ser. Como magos es nuestra obligación mostrarnos amables con nuestros semejantes.

Lily ya no dijo nada a pesar de la sombra de sonrisa que le curvaba las comisuras de la boca, pero conjuró una bolsa grande donde guardar las moras que se llevarían consigo al castillo, y una vez que emprendieron de nuevo el camino a Hogsmeade, fue ella quien tomó la mano de James.

—La cita va viento en popa —dijo Sirius jactancioso al darse cuenta.

—Pensé que el romance entre James y Lily no te importaba.

—No hablo de ellos, sino de nosotros —dijo Sirius con humor, y dedicándole una sonrisa—. Vamos de la mano y recogimos moras. ¿He juntado puntos suficientes para merecer un beso, Moony?

Remus puso los ojos en blanco por su chiste. —Necesitas esforzarte más, Padfoot.

—Entonces lo haré.

 

Como recién habían desayunado, su primera parada en Hogsmeade fue a La casa de las plumas porque Lily quería un nuevo set de escritura. Mientras ella y James curioseaban en los estantes, Sirius y Remus hicieron lo propio en la sección de papeles, probando la textura de unos y las características de otros.

—Mira, este promete corregir cualquier falta ortográfica —dijo Sirius—, Peter podría encontrarle uso.

—Y tú a éste —le chanceó Remus al dar con un set llamado ‘A mi amada familia’ donde ya las hojas tenían saludos predeterminados: ‘A mi adoradísima prima...’, ‘a mi queridísima madre...’, ‘repleto de mi afecto a mi tío...’ sobre el cual Sirius fingió vomitar del asco.

A fin de cuentas, Lily compró su set de escritura tras comprar precios y calidad, y Sirius hizo lo propio con una colección de cartas especialmente pensadas para el ser amado, de que de paso insistió dedicaría todas y cada una de ellas a Remus.

—Eres incorregible, Sirius —se rió Remus de él, y Sirius tuvo para él una única contestación.

—Sí, pero por eso soy tu favorito.

Y lo era.

 

Hacia mediodía pasaron por Las tres escobas para comer el almuerzo y beber unas cuantas cervezas de mantequilla antes de decidir que cerrarían su estancia en Hogsmeade con un paseo por los alrededores.

Para entonces James había conseguido el valor y la confianza suficiente como para pasarle a Lily un brazo por la cintura, y ésta caminaba despacio a su lado pegada a su costado y compartiendo con él palabras secretas que presagiaban un excelente final a su cita.

Remus estaba feliz por ellos, en verdad que sí, pero cada vez más le costaba concentrarse en sus amigos cuando Sirius insistía en imitarlos a cada paso de su cita y se esforzaba el doble por ser mejor que James.

Ahí donde su mejor amigo había pagado por su consumición y la de Lily porque quería ser caballeroso (Lily se había negado porque “no podía aceptar eso de un amigo”, implicando que de un novio sí), Sirius sí había conseguido pagar por Remus a pesar de su negativa, alegando que más tarde podía éste hacer lo mismo por él en su segunda cita, y de esa manera había conseguido ganarle la jugada al dejarlo sin palabras.

En su paseo por las inmediaciones de Hogsmeade, James les había pedido privacidad, y contenta como estaba con él, Lily no había dado indicaciones de lo contrario, así que ellos dos tomaron una bifurcación a un lado, y Sirius y Remus hacia otro.

Remus había dado por sentado que apenas perder a sus amigos en la distancia Sirius se dejaría de una vez por todas la tontería de actuar como su pretendiente, pero no fue el caso. Y al señalárselo, Sirius encogió un hombro y afianzó aún más su agarre a la cintura de Remus.

—¿Te molesta?

—No, pero...

—¿Pero, Moony?

Remus se humedeció los labios, y evitó mirar en dirección a Sirius. —No sé. Pensé que... a ti... ¿sí?

—Nah. Ha sido divertido —declaró Sirius.

«Ah, claro. Divertido», pensó Remus, que a pesar de la respuesta tan típica de Sirius, experimentó un pinchazo en el pecho. Lo suficiente para recordarle que todo era una farsa, pero no tanto como para separarse de él.

No cuando el clima de la tarde había refrescado, y protegidos bajo la sombra de un árbol, la temperatura descendía otros pocos más de centígrados.

En la privacidad de su espacio y sin la interrupción de nadie más, tomaron asiento en las raíces de un poderoso alto, y ahí donde Remus apoyó su espalda en el rugoso tronco, Sirius depositó su cabeza en el regazo de éste, pidiendo al instante mimos.

—Da igual si eres tú o Padfoot —dijo Remus con humor—, las caricias detrás de las orejas son un remedio universal. E incluso mueven la pierna igual, ¿quién habría de adivinarlo?

—Sólo si se trata de tus manos, Moony —declaró Sirius, seguido de un suspiro de satisfacción cuando los dedos largos de Remus trazaron una ruta por su cuero cabello hasta llegar a sus orejas y acariciar sus lóbulos.

En una tradición que databa desde los tiempos en que Sirius había tomado la decisión de llevar el cabello largo para fastidiar a sus padres, Remus peinó uno a uno los mechones de su pelo con los dedos, y después procedió a trenzar secciones y a jugar con su sedosidad. Sirius tenía una melena lacia y con vida propia, que sin un amarre volvía a su estado natural, y Remus adoraba practicar sus trenzas en él, a sabiendas de que apenas dejara ir el cabello de sus dedos, éste se deslizaría entre sí como agua hasta volver a estar suelto.

Remus lo adoraba, sí, pero Sirius no se quedaba atrás, con los ojos cerrados y expresión satisfecha que se asemejaba a la de Padfoot cuando yacía frente al fuego y Remus le prestaba su completa atención.

—Podría quedarme así para siempre —dijo Sirius luego de un largo rato en silencio, y Remus hizo un ruido de afirmación, porque para él podía ser igual.

Su definición de la felicidad en esos momentos era simplemente prolongar ese instante.

 

El retorno a Hogwarts fue incluso más lento que el de ida. Nuevamente iban James y Lily por delante, esta vez tomados de la mano y en perfecta armonía, en su propio mundo, que ni Sirius osó molestarlos. En parte porque él tenía a Remus, y con un brazo echado encima de sus hombros, buscaba proveerle de calor.

—¿Crees que sean novios? —Preguntó Remus en un tramo en que ambas duplas se separaron por varios metros.

—Más vale que sí. James se ha esforzado, Evans, debería de tomárselo en consideración.

—Eso lo veremos a los pies de la escalera...

En efecto, la despedida de postergó no a la entrada del castillo ni después de cruzar el retrato de la Dama Gorda, sino cuando Lily subió un pie a las escaleras de las chicas, y James aguardó paciente a nivel de piso, expectante por un beso. Que a todas luces no sería el primero de la noche.

Remus y Sirius no eran los únicos que miraban a la recién formada pareja con absoluta atención. Lily tenía sus propios pretendientes, de James ni se dijera, y todos en la sala común de Gryffindor contuvieron el aliento cuando sus labios se unieron a la mitad del camino y con ello hicieron la declaración del año apenas en el primer mes de curso.

En colectivo, un ramalazo eléctrico recorrió a los presentes, y habrían estallado en ruido de no ser porque el instante era tan íntimo y tan frágil que ni siquiera sus detractores se atrevieron.

—Buenas noches, James —dijo Lily en un susurro—. Duerme bien.

—Lo mismo digo, Lily. Buenas noches —respondió James, prendado de ella mientras su recién estrenada novia le daba la espalda, y peldaño a peldaño se alejaba hacia el dormitorio de las chicas.

James todavía se iba a quedar un rato más ahí, fosilizado como piedra al pie de los escalones, así que Remus y Sirius lo dejaron estar, convencidos de que el pobre se había ganado sus minutos de triunfo, y que nada ni nadie, mucho menos ellos dos, merecían ponerle un final tan abrupto. Ya James decidiría cuándo marcharse.

—Así que la cita fue un éxito —dijo Sirius, todavía con su brazo sobre los hombros de Remus y guiándolo escaleras arriba a su propio dormitorio.

—Puedes apostar que sí. Lily se veía feliz, y James satisfecho.

—Ah, no hablaba por ellos, sino por nosotros —le corrigió Sirius, que pegó su cabeza a la de Remus—. Nos divertimos, ¿o no?

Remus rió entre dientes. —Ya. ¿Pero desde cuándo eso es novedad?

—Lo sé. Pero no me importaría repetirlo, Moony. Es la mejor cita que he tenido en la vida.

—Eso es porque tu definición de cita es llevar sin discriminación de sexo a cualquiera que se presente a la parte trasera de los invernaderos para un poco o mucho de magreo —le chanceó Remus—. Lo cual si me permites la observación, no tiene nada de cita.

—Hace meses que no hago eso.

—No desde que aquel Ravenclaw amenazó con embrujarte el trasero con granos pustulentos por no querer ir en serio con él. Por una vez que el chiste con tu nombre habría servido de algo...

—Imposible —dijo Sirius con convicción, que deteniéndose a la puerta de su dormitorio, dejó ir a Remus y se posicionó frente a él—. Henos aquí.

—¿Uh?

—James llevó a Lily al pie de las escaleras porque los chicos tienen prohibido subir al dormitorio de las chicas, pero en nuestro caso...

—Podrías haberme llevado hasta la cama, Sirius. No hay un punto real para ponerle fin a este remedo de cita —dijo Remus sin captar el efecto que su primera oración había tenido en su amigo.

Sirius consiguió reponerse a tiempo, pero dos manchas rosáceas aparecieron sobre sus pómulos. —Erm, en todo caso —masculló tras un carraspeo—, hoy me apetece ser un caballero y...

Remus se sonrió. —¿Qué, vas a besar mi mano? Qué cursi, Padfoot.

Pero Sirius tenía otros planes. Mejores planes. Y sin mediar palabra alguna porque él era más del tipo de lanzarse de cabeza al agua en lugar de cerciorarse de su profundidad, acercó su rostro al de Remus y le dio un par de segundos de ventaja antes de cerrar el espacio entre sus bocas y besarlo. Remus no se movió, y tampoco reaccionó cuando la punta de la lengua de Sirius tocó su labio inferior, pero un jadeo involuntario escapó de su garganta cuando éste se retiró.

—Ahora sí —musitó Sirius—. La cita ha terminado.

—Ok.

Y porque a diferencia de James y Lily a nadie le había importado la escena que ellos dos habían protagonizado frente a la puerta de su dormitorio, tampoco hubo nada de interesante cuando sin necesidad de intercambiar palabra alguna después entraron y cerraron tras de sí.

La farsa de cita había finalizado, era hora de volver a ser amigos.

 

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Notas finales:

¿Qué tal con las citas dobles? No se ve que Remus o Sirius hayan sufrido mucho por la petición de Lily, ¿eh?
Este es un one-shot que por cuestión de la página y el límite con el número de palabras por capítulo tuve que cortar en dos partes. La segunda mitad se las subo el próximo viernes, o el mismo día en que reciba el primer comentario. Excelente oferta, ¿verdad? :)
Graxie por leer~!


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