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Tentación por 1827kratSN

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USA siempre insistía en llegar junto a su hermano a las reuniones, o mandar a Australia o Nueva Zelanda en su lugar, y la razón era muy obvia. Solo había que notar algunas cositas.

—Hueles tan rico.

Siempre había un desubicado demasiado estúpido como para acercarse a Canadá y decirle algo indebido.

—¿Gracias?

—Aléjate de él, pervertido... A menos que quieras una guerra y un bombardeo.

No podía dejar que algún idiota se propasara con su angelito, ¡por dios! No con su hermanito. Y si bien, Australia era el menor, Canadá era el único omega entre todos, así que era más vulnerable, además, Australia siempre cargaba consigo algún animal ponzoñoso que podía usar para defenderse.

USA no iba a descuidar a Canadá, se lo prometió a su madre y lo iba a cumplir.

Él cedería la mano de Canadá a alguien digno... Y no a cualquiera.

Por eso ignoraba las burlas o comentarios a sus espaldas, prefería ser tachado como el hermano sobreprotector con complejos, que ver a Canadá sufrir por un imbécil que no lo tratara como era debido. Su angelito tenía necesidades muy específicas que se debían cumplir.

—Ame, ya no soy un niño, deja de revisar la temperatura de mi comida.

—Le romperás el corazón —se burlaba Nueva Zelanda.

—Se me hace que solo quiere robarte la comida —segundó Australia—, si sigue así, va a volver a engordar.

—Idiotas —se acomodó las gafas antes de ignorarlos.

—Me gustaba cuando estaba llenito —Canadá sonrió antes de seguir con su almuerzo—, pero está bien si ahora es delgado.

—Sus gorditos no dicen lo mismo —Nueva Zelanda se estiró para picar los costados de USA.

—Shit! —golpeó la mano de su hermano—. ¡Aléjate de mí!

 

Eran una familia normal, con problemas normales, peleas normales, días normales. Pero eran countries, lo que para ellos eran cosas normales, para los demás tal vez no… o a veces sí, era algo un poco complicado.

Lo que sí entendían todos, incluyendo humanos, era que, lo que les pasara a sus country, les afectaría a ellos, entonces, si su representante era un omega, las cosas se ponían un poco más intensas. Sino podrían preguntar a cualquiera que presenció el nacimiento de PornHub, porque la polémica que ocasionó fue tal que incluso ONU, CIA, FBI y algunas organizaciones más tuvieron que mantener los detalles en extremo secreto y mostrar solo lo que ellos deseaban.

Secretos se quedaron resguardados solo entre los involucrados.

Sin embargo, las cosas no solo se centran en la visión que los demás tengan de esa familia, sino en el principal autor de la polémica. Quien en silencio resguardaba un secreto que ni siquiera USA podría adivinar, aunque tal vez solo lo sospecha, pero decidió quedarse callado. Porque USA podía ser todo lo sobreprotector que deseara, pero tener el control total sobre Canadá era imposible, porque el chico de la hojita de maple tenía derecho y exigía su libertad para cosas tan simples como una relación.

 

—¿Lituania te ha buscado?

—¿Eh? No —Canadá arqueó una ceja—. ¿Por qué la pregunta?

—Suspiraste esta mañana, más de lo normal.

—No me fijé.

—¿Sigues enamorado de él?

—No —sonrió—. Ya no… Eso pasó hace mucho tiempo, Ame. No te preocupes por eso.

 

Canadá no podía decirle a su hermano que sus últimos suspiros tenían otro culpable, un destinatario y sus propias dudas existenciales. Es que no podía controlarse mucho, se sentía muy mal por haber usado el aroma de México en su último celo. Ni siquiera podía mirar al tricolor de frente, pero seguía imaginando que en algún mundo paralelo aquel mexicano le dedicaba, aunque sea una mirada enamorada. Así de idiota como estaba, poco se fijaba en su alrededor.

No podía concentrarse demasiado bien.

Mucho menos mantener en raya sus propias feromonas, y de eso se dio cuenta en medio de esa reunión larga y tediosa. Entró en pánico al sentir que su cuerpo se calentaba un poquito más de lo normal, maldijo sus cambios permanentes últimamente, y siguió maldiciendo porque se tomó el medicamente de la forma correcta pero no parecía funcionar. Así que silenciosamente se deslizó hasta el pasillo y, después de hacerle una sutil señal, se disculpó con ONU y huyó hacia el baño.

 

—No me puede estar pasando esto.

 

Se reclinó en el lavabo y jadeó pesadamente, se miró al espejo y sus mejillas estaba completamente rojas, más de lo que deberían ser, además, estaba salivando. Respiró profundo, necesitaba un poco de aire y agua fría, eso le ayudaría. Pero no. Su mente seguía jugando y de pronto recordó todo lo que hizo durante esos tres días para calmar el calor de su cuerpo. Se sintió tan avergonzado porque sintió sus piernas temblar y su parte trasera tensarse.

 

—Vamos, Canadá, no es momento para excitarte.

 

No era el lugar, ni el momento. No debería estarle pasando eso y peor aún recordar el fuerte aroma de su crush cuando estaba sobre la delgada cuerda entre su lado pensante y su lado animal. Por eso intentó desesperadamente hallar un supresor entre su ropa, pero cuando intentaba sacarlo de la tableta, se le resbaló y se fue por el desagüe. Quería morirse ahí mismo –figurativamente-, porque ahora tendría que llamar a su hermano.

 

—Ame, Ame… América.

 

Estaba en pánico, con las manos temblorosas, tratando de que no se le resbalara el estúpido celular de las manos, y apoyándose contra el mármol o lo que sea donde se empotraban los lavamanos. Sentía su cuerpo más caliente a cada segundo, su respiración agitada, sentía una ligera humedad entre… ¡Por dios! No había tenido un falso celo desde hace años.

 

—No puedo.

 

Sus manos no colaboraron, ante su desesperada mirada, el celular se cayó y rebotó lejos de sus temblorosas piernas. Jadeó profundo, ahogó su voz protestante antes de deslizarse hasta el suelo y casi gatear en busca del aparato. Estaba mareado, ansioso, pensando en que desearía tener a México cerca para olfatearlo a profundidad.

 

—Con ese aroma tan rico…, cualquiera se pondría a tus pies, güerito.

 

Canadá se detuvo de inmediato, abriendo sus ojos asustado, sintiendo ese cosquilleo extraño ascendiendo desde su vientre hasta su estómago, negándose a recrear esa voz en su cabeza, deseando que solo fuera uno de esos lindos sueños que solía tener en medio de su celo.

Pero no era así.

Vio los zapatos de charol frente a él, después las rodillas de quien se inclinó frente suyo, y esas manos distintivas combinadas por rojo, blanco y verde, las cuales sujetaron su celular y lo acercó hasta su rostro. No quiso mirarlo, es más, se mantuvo fijo en el suelo, pero fueron esos dedos los que tocaron su mentón para obligarlo a levantar la cabeza.

 

—Tan siquiera un “gracias”, güerito.

—Oh, merde —susurró.

 

A sus fosas nasales llegó aquel aroma fuerte, casi picante, su estado caótico se salió de control y sintió que el aire a su alrededor se puso más denso aún, lo que quería decir que estaba soltando feromonas sin control. Lo certificó, lo hizo cuando vio a México respirar profundo y cerrar los ojos con fuerza antes de emitir un suave gruñido. Estaba asustado, sí, pero más estaba emocionado… porque al fin…, al fin…, después de tantos sueños frustrados… lo tenía ahí.

 

—¿Por qué no me besas mejor? —México sonrió de lado—. Será más placentero para ti y para mí, que simplemente mirarme con deseo —le acarició la mejilla con el pulgar—. Ya sé que estoy bien bueno, así que no te contengas, güerito.

—Mexique…

—Voy a meterte la lengua hasta la garganta.

 

Gimió.

Ya no pudo más.

Canadá perdió todo el juicio que tenía, y fue él quien se aferró al cuello del mexicano para besarlo con desesperación. Jadeando satisfecho al sentir esa lengua invadiendo su boca, dejando que aquel alfa lo hiciera retroceder y ceder ante sus deseos. Ansioso por ser tocado y tocar, perdido en la excitación y olvidando donde estaba, feliz de por fin cumplir su fantasía.

 

—Qué bueno que… trabé la puta puerta, ¿no crees, chico maple?

 


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