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Draco's Plan por JennVilla

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Draco sonreía ampliamente mientras se dirigía a su cama. Había sido un día muy productivo para él. Había retomado sus andanzas con Vincent y Greg molestando a Gryffindor y Hufflepuff por igual. Había reclamado los cincuenta Galeones por parte de Blaise, producto de la apuesta de la primera prueba y ya había encargado un regalo muy especial en Hogsmeade para Harry.

Y lo más importante, había aclarado las cosas con Harry. No sabía con certeza qué tipo de relación tendrían desde ese momento, pero lo que consolaba a Draco era saber que Harry gustaba de él.

—Me das asco, pareces una Hufflepuff enamorada. —dijo Blaise desde su cama.

—Y tú con envidia. —Draco le miró con desdén y Blaise rio.

La puerta de la habitación se abrió estrepitosamente, y Severus hizo su entrada con su túnica ondeando como vendaval.

—Siempre he querido hacer eso, profesor Snape. —dijo Blaise con admiración mal disimulada.

—Le falta clase. —respondió simplemente el pocionista. Sin dar tiempo a más, Severus sujetó a Draco del brazo, y lo sacó casi a rastras de la habitación.

— ¡Padrino! ¿Por qué siempre tienes que hacer eso?

—Tu padre. —dijo él como explicación.

Draco perdió el color y miles de imágenes terroríficas cruzaron por su mente.

Su padre, torturado por Voldemort. O su padre de rodillas a los pies de Voldemort. O su padre muerto a los pies de Voldemort.

Al llegar a la habitación, después de todo un recorrido lleno de presentimientos, su padrino le puso una mano en el hombro. Eso era una mala señal.

—Sé menos que tú de todo esto, Draco. Tu padre se ve muy mal, así que trata de no disgustarle.

Draco asintió y se encargó él mismo de empujar la puerta.

— ¡Papá! —corrió él hacia un desmadejado Lucius Malfoy— ¡Merlín! ¿Qué te pasó? ¿Dónde estabas? ¿Quién te hizo esto? ¡Mi madre! ¿Dónde está ella? ¿Por qué no ha venido, Severus?

Su padre debería estar realmente mal si no reprendía a Draco por actuar tan mundanamente.

—Draco... lo que te dije. —advirtió Severus.

Draco se apaciguó un poco y sostuvo las manos grandes y frías de su padre.

—No te preocupes por el Señor Tenebroso, Draco —dijo su padre con voz ronca. Parecía que su garganta estuviera ardiendo, por el esfuerzo que hacía al hablar—. Esto no tiene nada que ver con él. No de la forma en que tú piensas —Draco ni siquiera había sentido la Legeramancia que seguramente habría hecho su padre con él. Por lo menos aún quedaba algo de la formidable capacidad de su padre—. Esperemos un poco a tu madre, ya está por venir. Los necesito a los tres juntos para contar todo.

Draco se tranquilizó al escuchar sobre su madre. Ella sabría qué hacer con el visible sufrimiento de su padre. Siempre había sido así.

Llamas verdes se dejaron ver en la chimenea, y Narcissa Malfoy salió de ella con un bonito vestido oliva. Su cabello estaba despeinado, pero aun así se veía como una dama respetable.

— ¡Lucius! ¿Qué te ha pasado? —se apresuró ella a acercarse a su esposo e hijo— Draco, ¿tú estás bien?

—Sí, mamá.

—Cissa, siéntate aquí y tranquilízate. —pidió Lucius con la voz aún más ronca.

Severus murmuró un improperio y fue a su gabinete personal de pociones. Eligió un vial con una sustancia color púrpura y llegando a Lucius, se la hizo beber como si fuera un niño. El mayor de los Malfoy le lanzó una mirada helada al Profesor, pero este ni se inmutó. Claramente el rubio no podía maldecirle como estaba.

—Es un calmante para las amígdalas y la garganta. Te ayudará con cualquier molestia que tengas ahí y así podremos escuchar la muy interesante historia que tengas por contarnos. —dijo Severus secamente.

—No le molestes, Severus. —siseó Narcissa.

Draco no había notado que su padre tenía en el cuello marcas rojizas que se iban desvaneciendo con la poción.

— ¿Qué era eso?

—Producto de una maldición. Una maldición muy extraña, podría decir. Mi garganta estaba como el infierno y la piel de mi cuello ardía —explicó Lucius con su voz restablecida—. Antes que nada, debo aclarar que no estuve en algún tipo de misión para el Señor Tenebroso o algo por el estilo. Estuve en Rusia, más exactamente en la Escuela Koldovstoretz.

Draco quiso hablar, pero Lucius, con una mirada, le silenció.

—Contaré lo más relevante y no quiero interrupciones. Estén atentos a todo lo que digo y espero que no haga falta un Juramento Inquebrantable para que esto no salga de esta habitación, a no ser que así se requiera. ¿Estamos?

Los tres asintieron y Lucius, luego de acomodar su temblorosa pierna derecha en un pequeño sillón enfrente de él, procedió a hablar.

—Recuerdo que un día, por medio de un extenso pergamino escrito a ambos lados —hizo una pausa para mirar a Draco con censura—, Draco me contó emocionado sobre todas las veces que había usado la Capa de Invisibilidad de Potter. El cómo me la describió despertó mi curiosidad, y quise averiguar si había otra igual, para poder comprarla. Por medio de gente que yo conozco, y que me deben favores, pude concluir que esa era única. Yo mismo pude ver las muchas baratijas que algunos charlatanes intentaron venderme y me di cuenta que no había una igual a la del chico. Incluso algunos de mis contactos en el Ministerio pudieron constatar que Moody tenía dos de esas capas, y aunque no iguales a las que venden en Knockturn o en algún otro lado, tampoco eran iguales a la de Potter.

"Me considero a mí mismo como un hombre versado e inteligente pero que peca de ser crédulo y con una curiosidad que me ha llevado en muchas ocasiones a problemas… —Lucius hizo otra pausa y frunció levemente el ceño— En fin, en mi biblioteca, conservo con cariño muchos de los cuentos que mi madre me leía cuando era un chiquillo y que tontamente, en mi primer año en este colegio, cargaba conmigo a todas partes. Uno de ellos en particular, era el que más llamaba mi atención y el que más veces leí en compañía de mi madre. Esa tarde mientras meditaba si hacer que Draco robara la capa de Potter y la reemplazara por otra- —en esto, Narcissa le golpeó suavemente un brazo y le dio una mirada reprobadora.

—Tengo que decir que era una excelente idea. Se la hubieras cambiado por una de esas bagatelas que venden en el mercado, para poder pescarle cuando sale por las noches a romper las reglas. —dijo Severus con una media sonrisa.

Draco rio y su madre bufó enojada. Lucius esperaba pacientemente a que le dejaran hablar.

—Cómo iba diciendo —empezó de nuevo—, mientras pensaba todo eso, recordé sin motivo a ese viejo cuentecillo infantil que tanto me había interesado en la niñez. Los Cuentos de Beedle el Bardo se llama. Recordé que ahí, exactamente en La fábula de los Tres Hermanos, hablaba sobre tres reliquias y cómo estas fueron obsequiadas por la Muerte a tres hermanos que habían logrado burlarla. La nebulosa que tengo en mi cabeza en este momento, no me deja pensar en más detalles —hizo una pausa para tomar un poco del vino que estaba delante suyo—, una de esas reliquias era la Capa de Invisibilidad. El apellido de esos hermanos se me hizo conocido por mis lecciones de historia y averigüé más sobre ellos. Se preguntarán, ¿qué relación hay entre esas cosas? Bueno, en una de esas lecciones aprendí sobre objetos mágicos tan raros y especiales como la Capa. En medio de mi investigación, pude ver que aparte de Ignotus Peverell, estaban los otros nombres de los dueños conocidos de esa capa en especial. La fama de secretismo de los Inefables es una farsa si les pones un poco de galeones en los bolsillos.

—Eso es imposible, padre. Los Inefables están atados a alguna especie de Juramento para no revelar la forma en que trabajan o lo que ellos averiguan.

—Te equivocas Draco. No hay ningún Juramento para ellos, sino una especie de hechizo de confusión para el mago incauto que quiera preguntar. Ah, y también el secretismo estúpido de ellos. Te dicen algo sobre que no pueden decir absolutamente nada sobre lo que hacen, así que escoges utilizar Veritaserum y ellos te dirán toda la verdad, claramente. Pero tú escucharás otra cosa. Como sea, mi Inefable era uno en entrenamiento así que si de verdad hubiera un Juramento, al parecer a los principiantes no se les aplica.

—Espero que no te hayas metido en problemas por eso, Lucius. Bastante tienes con tu fama de Mortífago. —dijo Severus.

—Él ya no es un Mortífago y todo el mundo lo sabe, Severus. —defendió Narcissa.

—Eso es porque no has escuchado lo que dicen a sus espaldas.

Lucius carraspeó y de nuevo empezó a hablar:

—El nombre que más recuerdo es el de James Potter, ese insufrible asno de Gryffindor y padre del chico en cuestión. Seguramente se la heredó y la Capa pasó a un nuevo Potter. Según recuerdo, el abuelo del chico también la tuvo, y al parecer Ignotus fue un antepasado de los Potter.

"Como dije antes, soy una persona que cree en profecías y teorías, así que me convencí de que esa Capa era la del cuento. ¡Una especial! ¡La de la Muerte misma! —Lucius dijo emocionado.

Severus bufó con escepticismo y Narcissa suspiró.

—Mi amor, no se puede estar seguro de ello. Sólo es un cuento, y esa es sólo una capa.

—Para mí no. En fin, para lo que la pienso utilizar, no necesito estar seguro de ello, sólo vamos a probar. Como iba diciendo... leí nuevamente el cuento y observé las dos reliquias restantes. La Varita de Sauco y la Piedra de la Resurrección.

Severus volvió a bufar y Lucius dijo, suavemente:

—Severus, mi querido amigo. No vuelvas a interrumpirme, que, aunque esté débil mágicamente, un buen golpe te doy con mi bastón.

El Profesor se hizo el desentendido, y miró a otro lado.

—En el segundo año de Draco —siguió Lucius—, tuve algunos problemas aquí en el colegio, como bien lo saben. Hablé con Dumbledore y con el chico Potter en su despacho sobre algo que me gustaría olvidar.

"Siempre he sido un obsesionado por el diseño de las varitas —dijo sacando la suya desde el bastón. Su mango tenía una cabeza de serpiente—. Me gusta el estilo, el significado y la belleza que puedan dar un buen diseño a una varita, sin necesidad de cambiar lo esencial.

"La varita de Dumbledore estaba descuidada encima de su escritorio y yo quise darle un vistazo. No tenía nada llamativo salvo el diseño que yo había visto en un periódico alguna vez sobre Grindelwald. La Varita de Sauco, la reconocí. Años después, recordé ese episodio y la asocié con la del cuento.

"Ya tenía reconocidas dos reliquias, que yo tontamente creí poder robar cuando quisiera. Lo atribuyo al Whiskey de Fuego que estaba tomando, emocionado por el descubrimiento. Algo muy extraño de ver en alguien como yo, Lucius Malfoy. —dijo mirando a Draco con una sonrisa secreta. Draco se la devolvió.

"Averigüé mucho sobre el paradero de la piedra. Muchas veces me encerraba en mi despacho haciendo conjeturas, enviando cartas con doble mensaje para no descubrirme... Todo resultó en un viaje a Rusia.

—Me pregunto cómo llegaste a esa conclusión. —dijo Severus escéptico.

Lucius hizo amago de agarrar el bastón y su esposa lo detuvo, riendo suavemente.

—Severus, Lucius tiene sus secretos. Déjalo.

—Gracias, Cissa. Al fin puedo encontrar un cerebro en esta habitación —bromeó. Draco le miró ofendido—. A lo que Severus se pregunta, sólo puedo contestar que tengo mis motivos, y como advertí al inicio, no entraré en esa clase de detalles.

"En Rusia tengo muchos amigos. Uno de ellos es profesor en la Escuela Koldovstoretz, se llama Nikolay Gólubev, un Sangrepura tan entusiasta como Arthur Weasley. A diferencia de que él es un buen tipo y no una comadreja.

"En fin, le conté a mi amigo todo lo que había averiguado y deducido. Él me creyó todo, además de compartir mis ganas por saber más sobre ello. No entraré en detalles nuevamente, pero allí en Rusia, otro hombre nos ayudó; Nikolay lo contactó. Era una especie de vidente o algo así y también un ex-Inefable. Había trabajado en Francia. Yo no creía en los videntes, pero ese tipo utilizó un hechizo de sangre muy antiguo para mostrarnos el camino a una supuesta piedra que podría ser nuestra Piedra. Y entonces creí.

—Todo eso suena a una fábula Muggle.

—No compares lo que hice con los Muggles, Severus. —siseó Lucius. Narcissa volvió a sujetarle para que no agarrara el bastón.

"En ese hechizo que hizo —continuó el rubio, enojado—, nos mostró un castillo abandonado. Nos contó historias sobre cómo Ignotus Peverell, en medio de su locura por las visiones de su esposa muerta, vagó muchas veces por ahí... No le creí, pero Nikolay sí, así que me dejé llevar.

"Allí estábamos en el castillo, y el hombre ese hizo unas runas muy extrañas en el suelo polvoriento del lugar, también habló en una lengua desconocida y algo pasó porque él se afanó en ir en una dirección específica. Fuimos detrás de él sin poder dejar de escuchar un ruido extraño detrás de nosotros. El ambiente estaba helado, no era el frío común de Rusia sino algo parecido a lo que producen los Dementores. Yo me asusté; no quería ver a ninguno de ellos y no estaba lo suficientemente concentrado como para Aparecerme o invocar un Patronus.

"El hombre continuaba hablando ese sinsentido y Nikolay ya estaba temblando. Yo acudí a todo mi autocontrol para pasar por desapercibido una extraña forma que iba a nuestro lado. No la pude identificar.

"De pronto el vidente gritó y yo, Lucius Malfoy, casi salgo corriendo del lugar como un cobarde vulgar, pero Nikolay me detuvo -no le veo el chiste, Severus, tú hubieras dado un espectáculo peor-. Ese hombre se inclinó sobre un rincón y convocó una herramienta al parecer Muggle y empezó a excavar. Nikolay y yo no quisimos ayudar, esa extraña forma estaba casi encima del vidente y por supuesto no íbamos a ofrecerle nuestro pellejo.

"El francés nos lanzó un cofre y nos habló en otro idioma diferente al que había usado para las runas esas, o a cualquiera que yo conozca. Tenía los ojos desorbitados y miraba fijamente a la figura que estaba sobre él. Volvió a decirnos algo. Yo estaba como petrificado sosteniendo el cofre en mis manos. Mi bastón había caído lejos y con él mi varita. Nikolay, tonto de él, lanzó un Avada en dirección a la figura, pero fue como lanzárselo a un fantasma. Por suerte no lo traspasó y le dio al vidente.

"Mi amigo me gritó y haló de mí para correr. Mi bastón seguía ahí y yo no pensaba en correr desarmado. Me zafé de él y me devolví.

"No sé si fue un error lo que hice, pero al llegar, vi al vidente pataleando en el aire y a esa cosa junto a él. Las vísceras del vidente empezaron a emerger limpiamente del cuerpo y yo... yo vomité —Lucius se estremeció y empezó a temblar. Narcissa se apresuró en ofrecerle vino—. El vidente gritaba y gritaba, su cara estaba ennegrecida y sus manos estaban perdiendo musculatura. Los huesos se hacían visibles... las vísceras terminaron de salir, y el hombre cayó al piso, inerte.

"Yo estaba doblado sobre mis rodillas, temblando. Esa cosa se giró hacia mí, y mi último pensamiento fue para mi hermosa esposa y mi único heredero. Me rendí y pedí silenciosamente una muerte limpia.

Lucius hizo otra pausa, y cerró los ojos. Draco le sostuvo una mano intentando darle fuerzas.

—Una voz, peor que la del Señor Tenebroso, me habló. La sentí en mi mente. Sentí que vibraba por todo mi cuerpo. Mi Piedra, dámela me dijo... Yo le hubiera dado todo mi oro si era necesario pero esa voz continuó... Quiero mi Capa y mi Varita. Dámelas, por tu bien y por el mío.

Lucius quedó en silencio y no volvió a hablar en mucho rato. Los chapoteos del Calamar Gigante se dejaron escuchar.

—Lucius —dijo Narcissa titubeante después de un rato—, ¿qué pasó?

Su esposo abrió los ojos y miró fijamente a su anillo familiar.

—Gracias a la Muerte, estoy aquí con ustedes. Y también, gracias a Nikolay.

"La Muerte me dejó en paz y se fue. El cuerpo del vidente seguía ahí con todo... eso, y Nikolay llegó a mí y me abrazó; él también estaba temblando, su semblante estaba pálido.

"Conjuró un tronco mediano de roble y me dijo que servía como escoba. Yo no entendía nada, pero me dejé hacer. Él también conjuró unas cuerdas y me quitó el cofre. Lo ató en la parte delantera de mi tronco y me ayudó a subir en él. Me tendió mi bastón y él montó en otro tronco.

"Despegamos y nos alejamos del castillo. La edificación se estaba tornando negra y en una de las ventanas de sus almenas, estaban tres figuras observándonos. Sentí como unas garras de fuego se aferraban a mi cuello, el dolor era insoportable y luego perdí el conocimiento.

Todo quedó en silencio. Draco continuaba sujetando la mano de su padre, y su madre le acariciaba el maltratado cabello.

Severus estaba imperturbable.

—Te has arriesgado estúpidamente, Lucius. Eso no era la Muerte, pero si era algo peligroso y de magia oscura que acabó con ese pobre hombre. Tú hubieras muerto a no ser por esa inexplicable suerte que tuviste. Hubieses dejado a Narcissa sola, y a Draco con un deber fastidioso para su edad. Eres un estúpido que sólo piensa en sí mismo y en su poder y no-

—Severus... por favor. —gimió Narcissa.

—… piensa en los demás —continuó él—. Incluso puedo apostar que todo fue tiempo perdido y un riesgo innecesario. A ver, ¿acaso eso en ese cofre es la Piedra de la Resurrección? —preguntó con mofa.

Draco lo odió en esos momentos. Él tampoco creía que lo fuera, pero no había necesidad de hablarle así a su padre.

—Cissa, alcánzame el cofre. Por favor. —pidió Lucius, mirando fijamente al Profesor.

Narcissa se levantó, y fue por un pequeño cofre color caoba que estaba en la mesita de noche de Severus. El cofre no tenía ningún adorno. Ella se lo tendió a su esposo, y él lo abrió sin ceremonias con una mano y sin soltar la otra de la de Draco. Sacó un pequeño bulto envuelto en una tela del mismo color del cofre y lo desenvolvió. Ahí reposaba una pequeña piedra negra con un extraño dibujo en el centro. Era muy insignificante a ojos de Draco. Severus iba a hablar de nuevo, pero Lucius le silenció con un dedo. Sostuvo la piedra en su mano y le dio tres vueltas.

Una persona se materializó -si es que se podía llamar persona a eso- entre Lucius y Narcissa. Era una mujer muy hermosa. Su cabello y ojos parecían ser los mismos de Lucius y Draco.

Narcissa gritó y se tambaleó hacia atrás. Severus apuntó con su varita al espectro, y Draco zafó su mano de la de su padre y se aferró a su silla.

Lucius dejó caer la piedra a la alfombra y la figura desapareció.

—Mi madre... Cassiopeia Malfoy. El ser que más extraño, ha salido de esta piedra —Lucius explicó—. Ya me dirás tú, Severus, qué significa eso. —le dijo en voz lenta y mirándole retadoramente.

El Pocionista no dijo nada y guardó su varita. Estaba más pálido de lo normal.

—Lucius... tu madre...

—Esta es la Piedra, Cissa —explicó Lucius—. No tengo la menor duda.

— ¿Qué piensas hacer con ella? Severus se puso de pie y se dirigió a la ventana, dándoles la espalda.

—Pienso utilizarla cuando tenga las otras dos reliquias. —contestó el rubio sin titubeos.

—Lucius no... No te metas en más líos. —rogó Narcissa.

—Papá...

—Si no logro hacerlo yo, lo serás tú, hijo mío —Lucius miró a Draco—. Y si esta misión no es para nosotros, que lo sea entonces para otro.

— ¿Qué otro? —preguntó Severus.

—Dumbledore. El chico Potter... no lo sé.

—Hay que dárselas a ellos, nosotros tenemos que apartarnos de ese asunto. —dijo Narcissa con convicción.

Lucius no respondió.

— ¿Para qué? —preguntó simplemente Severus Snape.

—Para buscar alguna manera de destruir al Señor Tenebroso. —fue la respuesta de Lucius Malfoy.


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