Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Draco's Plan por JennVilla

[Reviews - 41]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Cementerio de Pequeño Hangleton

De la varita de Voldemort brotó un rayo de luz verde, en el preciso momento en que de la de Harry, salía uno de luz roja; ambos rayos se encontraron en medio del aire.

Harry sintió cómo la varita vibraba en su mano como si a esta le recorriera una descarga eléctrica, provocando un agarrotamiento en su mano y la imposibilidad de soltar la varita. Pero, a pesar de todo, pudo comprobar con asombro que los largos dedos de Voldemort aferraban una varita que no dejaba de moverse.

Luego de un instante, un fino rayo de luz naranja, conectó las dos varitas, reemplazando el rojo y el verde de los contrincantes. El hilo naranja continuó firme y refulgiendo brillantemente, dándole un aspecto de pequeñas llamas conectadas como lenguas de fuego, con pequeñas chispas a su alrededor.

Harry, aún con su mano izquierda en el bolsillo, apretó fuertemente la capa y el amuleto, sintiéndolos calentarse contra su mano, haciéndole apretar los dientes por la molestia. Aun así, no bajó la varita, hasta ahora, la maldición asesina no le había alcanzado, y de alguna extraña manera, Harry relacionó el calor en su bolsillo con el fuego conector.

El Lord veía pasmado cómo su varita temblaba incontrolablemente, haciendo que todo su brazo hormigueara de forma angustiante. No conocía qué clase de conexión estaban haciendo las varitas; no era un priori incantatem, de eso estaba seguro. Había atisbado que Potter tenía una varita muy conocida para él, la varita que él siempre había querido poseer después del desplante de Albus Dumbledore hacia él, en su juventud. Sin embargo, el Lord no podía identificar la razón por qué esa varita estaba comportándose de esa manera con la suya propia. No lo entendía.

Los mortífagos, al ver la desventaja de su señor, empezaron a gritar y a intentar acercarse.

— ¡No se muevan! —rugió él Lord, enojado— ¡No intervengan! ¡Él es mío!

Los mortífagos retrocedieron asustados. Cedric miraba todo con una morbosa fascinación; había estado muy asustado por Harry al inicio, pero ahora, al ver lo que estaba pasando, tenía una ridícula esperanza. Una esperanza que estaba empezando a morir tal y como su juicio; su brazo ardía como el infierno y la sangre no paraba de brotar, haciéndole más difícil el mantener despierto y alerta. Se sentía desfallecer, y deseó no morir desangrándose. Aunque sus fuerzas estuvieran menguando, quería luchar, sin importar la falta de su varita.

De repente, todos en el cementerio sintieron cómo una presencia mortífera y pestilente llenaba el lugar. Una forma oscura y muy alta apareció en medio de Harry Potter y el Lord Tenebroso. El tiempo se ralentizó.

Harry vio cómo Voldemort abría mucho los ojos y cómo su agarre en la varita se debilitaba. Harry no quería ver a lo que fuera que hubiera aparecido frente a él, y aunque mantener la vista en alguien como Voldemort era desagradable, definitivamente no quería arriesgarse a mirar al recién llegado. Así que siguió sosteniendo la varita con firmeza, intentando que el dolor resultante del crucio, y el de la herida en su pierna, no le dejaran caer.

En un pestañeo, como si alguien abriese una ventana al entendimiento de algo oscuro en su cabeza, Harry pudo sentir una voz aguda y chirriante. Harry gritó; sus oídos ardían. Prefería mil veces la voz de Voldemort.

Mis Reliquias… dámelas, muchacho. —la voz hacía que su cabeza doliera levemente, también. Harry, movido por una fuerza mayor, sacó la mano del bolsillo. Esta sangraba profusamente—. Mis Reliquias. —repitió la voz. Harry oyó gritos de terror, atreviéndose a apartar la vista del cada vez más asustado rostro de Voldemort, Harry levantó la cabeza y miró.

Por un momento, pensó que la figura era un dementor, pero desechó la idea rápidamente al no sentir el frío o la desolación que debería sentir.

— ¡Mi Señor! —gritaba uno de los mortífagos. Su voz estaba teñida por la desesperación— Haga que pare, mi señor. ¡Piedad!

Cedric, mientras veía cómo los mortífagos caían al suelo, se dio cuenta de que su brazo ya no dolía. Lo inspeccionó rápidamente, reparando en que su piel estaba grisácea y quebradiza. Ya no sentía el peso de su brazo derecho y casi se desmayó por el descubrimiento. No sentía su brazo derecho.

Otro grito desgarrador se dejó escuchar. El Lord identificó a Carrow, en medio de su aturdimiento, mas no le importó. Ahora sólo tenía ojos para la Muerte; su mayor miedo y pesadilla. La había identificado al fin, pues nada podía ser más aterrador o imponer una presencia tan poderosa.

Seguramente, sus mortífagos estaban sintiendo cómo la Marca Tenebrosa les dolía hasta querer arrancarse la piel. La magia oscura que el Lord había creado para marcar a sus súbditos, provocaba una reacción violenta cuando el Lord estaba en peligro de muerte. Una reacción que de nada le serviría ahora, pensó él, al ver cómo cada uno de ellos se daba a la fuga, desapareciendo como ráfagas de oscuridad.

La figura se acercó más a Harry, haciéndole temblar.

Dame lo que di a aquellos insensatos. Dame el regalo del Poder, dame el regalo de la Resurrección, dame el regalo de evadirme con la Invisibilidad.

Harry sólo entendió la última palabra. Invisibilidad. Así que desesperado, y rogando mentalmente perdón a su padre y a Sirius, buscó en su bolsillo y sacó rápidamente su Capa de Invisibilidad. Harry no sabía si la Capa serviría de algo, pero quería que esa cosa desapareciera de su vista. Pero no recordó que allí estaba el amuleto que le había regalado Draco; de ser así, lo hubiera pensado mejor. La Capa se le cayó de la mano adolorida, haciendo rodar el amuleto de Draco. La figura soltó un grito agudo e hizo aparecer en una mano huesuda, una vara larga de hierro, con una cuchilla en su punta en forma de media luna. Una hoz.

Y se hizo la luz en la mente de Harry; recordó cómo era representada la Muerte en los cuentos muggles. Sintió cómo todo su interior se estremecía por el terror, cuando al fin reconoció a su interlocutor.

— ¡El regalo del Poder! ¡Dámelo! —urgía la voz susurrante en su cabeza.

La Muerte señaló a la mano de Harry y este lo comprendió. La varita de Dumbledore. El director era poderoso, y eso tenía que significar algo. Eso tenía que ser a lo que se refería la Muerte.

Te ayudaré. —prometió la Muerte.

El lazo de fuego estaba perdiendo su luminosidad en dirección al otro extremo de Harry. Voldemort parecía darse cuenta de todo, y se le veía aterrorizado.

Pero Harry no creyó que la Muerte le ayudaría, y si al fin de cuentas, Voldemort no lo mataba, lo haría la misma Muerte. Su destino parecía ser morir ahí, en ese cementerio desconocido, así que se resignó a morir. Cerró los ojos y recordó la sonrisa de Hermione, las bromas de Ron y las caricias en su cabeza por parte de la Señora Weasley. Recordó la voz paternal de Sirius y los besos y abrazos de Draco.

Con una última imagen de los preciosos ojos grises de Draco, Harry dejó caer la varita y esperó algún dolor en su pecho.

Pero este no llegó.

Cedric vio cómo Harry dejaba caer la varita y cómo una luz cegadora iluminaba todo su cuerpo. El rayo naranja que había unido a las varitas, desapareció, para dar paso a uno rojo. El Expelliarmus de Harry, Cedric comprendió, al mismo tiempo que se hacía a una idea de lo que era la imponente figura.

La Muerte blandió su hoz lentamente, y atravesó el rayo rojo, haciendo que se tornara verde y que se dirigiera rápidamente hacia el mago oscuro. Voldemort no pudo defenderse, y fue alcanzado por un Avada Kedrava en su pecho. Tanto fue el impacto producido por el ataque de la Muerte, que desintegró el cuerpo del Lord en millones de partículas, que se desvanecieron en el aire como ceniza. Un grito agudo y estremecedor quedó resonando en el ambiente.

La luz que había salido del cuerpo de Harry, se extinguió.

El chico cayó desmayado, muy cerca de la Muerte, quien le miraba de manera contemplativa, al tiempo que levantaba nuevamente su hoz. Cedric se alarmó, y con esfuerzo, se puso de pie, tambaleándose por la falta de equilibrio en su lado derecho. Cuando llegó a Harry, observó cómo el rostro del chico estaba pálido y sudoroso. Buscó con la mirada a la Muerte, y con una valentía muy contraria a las pocas fuerzas que le quedaban, gritó:

— ¡Aléjese de él! Él no va a morir ahora, ¿me entiende? ¡Tenemos que volver a Hogwarts!

La Muerte se inclinó un poco, y estiró un largo brazo huesudo para recoger algo del suelo. Cedric vio una piedra pequeña y una capa, sin saber qué podían significar esas cosas para ese ser, ya que adivinaba que se las había pedido a Harry. La Muerte también recogió una varita.

— ¡Es la varita de Harry! ¡Devuélvala! —Cedric sintió cómo su voz iba perdiendo consistencia; su garganta estaba ardiendo y se creyó a sí mismo un estúpido por reclamar cosas a la misma Muerte. Aun así, no desistió. Miró de nuevo a Harry; el Gryffindor no despertaba y su piel seguía con una pronunciada palidez— Haga algo con Harry, por favor —rogó, casi sin voz—. Hágalo vivir…

La Muerte le ignoró y dio la vuelta, alejándose. Cedric contuvo las lágrimas y trató de pensar. No tenía su varita, y de tenerla, no habría sido capaz de usarla; su brazo derecho no servía para nada, sólo le colgaba como si fuera de trapo.

La Copa.

Cedric la buscó con ansias y cuando la atisbó, rogó a Merlín para que esta funcionara para regresar. Se inclinó, y con su brazo izquierdo, tiró del cuerpo inerte de Harry. Su garganta ardía en carne viva y estaba muy cansado, pero no desistió. Siguió halando del otro chico, casi arrastrándose en el cruel suelo de gravilla del cementerio. Pareció una eternidad cuando al fin llegó a la Copa. Cedric trató de acomodarse mejor, y sosteniendo lo más firme que pudo a Harry, estiró una pierna, enganchando el pie en una de las asas de la Copa.

Cedric Diggory sintió los siguientes tres segundos, como los más largos de su vida.

La Muerte había reparado en ellos y se había lanzado en su dirección con la hoz en alto. El Hufflepuff cerró fuertemente los ojos y esperó lo peor.

Un suave plop se escuchó, y la Muerte frenó abruptamente. Los chicos habían desaparecido. Era una lástima, había querido divertirse con aquel osado joven que le había gritado anteriormente. Pero pronto dejó de importarle, hoy se había llevado con él a alguien más importante. Y también lo que mucho tiempo atrás había perdido.

Miró sus tres regalos detenidamente.

Y a pesar de recuperarlos, comprendió que había surgido un nuevo Maestro de la Muerte.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).