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Draco's Plan por JennVilla

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Uno de los privilegios con los que contaba Draco por ser ahijado de Severus Snape, era que sus padres le podían visitar regularmente en las habitaciones de este.

Draco no sabía si Dumbledore era conocedor de esto y decidía no decir nada, o si simplemente mantenía más interesado en sus jodidos caramelos que en lo que sucedía en las chimeneas de su colegio.

En la noche del viernes, siguiendo su dramático actuar, Severus había sacado a Draco de su habitación casi a rastras para llevarlo a sus aposentos. La cara que se traía Severus sólo podía indicar problemas, y Draco por un momento temió por sus padres, pero lo que encontró allí lo dejó asombrado.

No sólo estaban sus padres elegantemente sentados en el sofisticado sofá que ellos mismos le habían obsequiado a su padrino. También estaba Potter.

¡Potter!

Estaba con un pijama enorme y con el pelo más revuelto de lo común. Y al lado suyo otro hombre. Draco dedujo que era Sirius Black.

Sirius Black, sin señales de haber pasado por Azkaban, era un hombre muy atractivo.

Tenía el pelo largo hasta la altura de los hombros y de un negro brillante. Sus ojos eran grises y el resto de su rostro dejaba ver los rasgos finos y aristocráticos de un Sangrepura de una gran familia.

Pero claro, era Sirius Black.

Obviamente no estaba vestido como por ejemplo, lo estaba su padre. Tenía unos jeans muggles que le hacían ver más atractivo si es que era posible, y arriba algo que se suponía era de cuero. Draco no recordaba qué nombre le daban los muggles a esa prenda.

Disimulando un poco que se había quedado observándolo más tiempo del conveniente, y disimulando también su desilusión al ver que Potter sólo le dedicó una mirada, Draco se acercó a sus padres.

Besando la mejilla de su madre y dejándose apretar cariñosamente su hombro izquierdo por su padre, se sentó entre ellos y Severus se acomodó en una silla alta al frente de la familia Malfoy, luego de mirar con obvio desdén cómo Black y Potter reían alguna chanza secreta y se sentaban con descaro en el escritorio negro favorito de Severus.

—Severus, relájate —rio Narcissa—. Ya sabes que los modales no van con Sirius. Mucho menos con ese chico Potter.

—Deben siquiera tener un mínimo de vergüenza. Estoy siendo muy bondadoso con ellos.

—No te preocupes, el Chucho sólo vino a hablar un poco con el chico —dijo Lucius—. Algo sobre el Torneo, según creo.

—No le digas Chucho, Lucius.

—Él nos decía cosas peores, Cissa. —rebatió Severus.

— ¿Qué cosas, padrino? —preguntó Draco divertido.

—Draco, eso no se pregunta. —regañó su padre.

Narcissa sonrió con malicia y miró a su esposo.

—Sirius le decía a tu padrino Snivellus, y a tu padre-

—Narcissa…

Mal-Follado. —continuó ella, cubriéndose discretamente la boca.

Draco quien en ese momento había estado tomando un poco de agua -cortesía de Severus-, la expulsó toda por la nariz, tosiendo miserablemente.

Narcissa, manejando mejor la situación, le dio dos palmaditas en la espalda mientras Lucius susurraba furiosamente que no era necesario decir eso y que qué se creía Draco dando esa clase de espectáculos.

Con ojos llorosos, vio cómo Potter le observaba con una pequeña sonrisa y cómo Black reía a carcajadas. Draco se sorprendía cómo es que ese hombre tenía la habilidad de reírse como si estuviera ladrando.

— ¡Ah Cissa! ¿Le has contado a tu pequeño Dragón lo bien que nos llevábamos Snivellus y Mal-?

— ¡Cállate, pulgoso!

—Sirius, apresúrate con el chico, tenemos que irnos pronto. —intervino Narcissa.

Black aún riéndose, siguió hablando con Potter.

—Draco, ¿cómo has estado? —preguntó Narcissa después de un rato.

—Bien madre —sonrió él—. He estado-

— ¿Has hecho lo que te dije la última vez? —interrumpió Lucius ansiosamente.

—Mi hijo está hablando, Lucius.

—Puedes hablar con él luego —mirando nuevamente a Draco, dijo: —. ¿Has vigilado a Ojo Loco?

—Sí padre, pero no veo nada raro.

—Draco tiene razón, Lucius —apoyó Severus—. Moody ha estado muy tranquilo últimamente.

— ¿Tan tranquilo como para dar clase sobre Maldiciones Imperdonables? —dijo Narcissa con un brillo furioso en sus ojos azules.

—Ya he hablado con Albus sobre eso. Al parecer, le ha dado la regañina de su vida a ese inconsciente.

Draco mucho rato atrás había desconectado de la conversación de los adultos y puesto toda su atención en Potter. Se le veía feliz por estar con su padrino, y Draco no pudo menos que alegrarse porque sus padres pudieran hacer eso posible.

Luego de todo lo ocurrido con Black, Lupin y Pettigrew el año pasado, aún estaban en proceso de un juicio razonable y justo para Sirius Black, con las pruebas de que Pettigrew había sido el culpable de todo. La rata esa estaba desaparecida, y la partida de ineptos que se hacían llamar Aurores aún no habían dado con él.

Mientras todo esto se trataba de arreglar, Black no había querido regresar a Grimmauld Place por un buen tiempo, así que había decidido hospedarse en casa de su prima Andrómeda Tonks para poder restablecerse de todo lo que había pasado en prisión.

Pero Narcissa enseguida intervino, y exigió a Black que se hospedara en la Mansión Malfoy pues ella también era Black, y quería recuperar el tiempo perdido con su primo favorito.

Draco aún recordaba la discusión entre sus padres, pero Narcissa, como siempre, había ganado y al día siguiente, Black estaba en su casa silbando alegremente y restregándole en la cara a Lucius, lo buen cuñado que era.

Ya casi lo vencía el sueño cuando su madre lo pinchó en un lado para que se levantara.

Black se despidió de Potter con un abrazo y se encaminó a la chimenea.

—Es un buen servicio el que nos has prestado hoy, Snivellus. El té que me has ofrecido, ha calentado mis viejos y fríos huesos y ahora podré dormir más a gusto. —dijo Black con ironía.

—No te ofrecería ni veneno, Chucho.

—Ya, vámonos —urgió Narcissa—. Buenas noches, Severus. Hasta luego, Potter.

Potter, visiblemente azorado, sólo inclinó la cabeza. Draco le comprendía; Narcissa Malfoy era imponente.

—Despídete mocoso, la señora Malfoy te ha hablado. —siseó Severus.

—No lo molestes Severus, por mí está bien.

Luego con un beso, ella se despidió de Draco y adentrándose en la chimenea con su primo, desapareció.

—Bueno, Potter. Sí que me impresiona el hecho de que usted sea otro campeón del Torneo... —empezó Lucius.

—Yo no metí mi nom-

—Ya lo sé, muchacho insolente —continuó Lucius con voz monótona. Draco quería desaparecer—. Sólo quería advertirle, como ya habrá hecho el pulgoso, que quien sea que haya metido su nombre en ese Cáliz, le quiere ver muerto.

Potter palideció pero no dijo nada.

—Ojalá continúe con esa extraña suerte suya de salvarse antes de tiempo... Aunque no dure ni diez minutos en la primera prueba. —Lucius sonrió burlón.

—Padre...

—Me voy entonces, ahora que ya mi hijo quiere callarme. Buenas noches, Severus, Potter —y llevándose a Draco hacia la chimenea, Lucius dijo: —. Sigue con lo que hemos hablado, Draco. Y vigila a Potter en ese Torneo. Si logras evitar algo, nos tendrán en mejor estima en la Orden.

—Está bien, Padre.

—Una cosa más. Esto que tienes con ese chico…

Draco enrojeció. ¿Cómo no había previsto que su padre le conociera tan bien?

—Disimula un poco y deja de babear por Potter, das vergüenza —Lucius le miraba con censura—. Y ya sabes bien qué pienso sobre eso, Draco. Tu deber con la familia, no lo olvides. Si has de tener alguna aventura con alguien, por mí, bien. Pero espera a crecer un poco, ¡por Merlín! Y un poco de mejor gusto no estaría mal.

—Papá, por favor-

—Narcissa también lo ha visto, Dragón. Te amamos, pero sabes que eso no tiene futuro, además de que tienes un deber que cumplir.

—Está bien.

—Limítate a vigilarlo en su acostumbrada torpeza y si puedes ser de alguna ayuda, hazlo. Eso sí, no pongas en riesgo tu pellejo.

—Está bien.

—Y deja de repetir como un loro.

—Está-

— ¡Ah! Ve a dormir. —dijo Lucius enderezándose, y dándole un apretón en el hombro, desapareció en la chimenea.

Draco se alejó y recompuso su rostro para encontrarse con Severus, quien lo miraba con una ceja alzada.

¿Severus también? pensó con exasperación.

Potter estaba mirando por la ventana, seguramente al Calamar Gigante que en esos momentos debería estar dando un gracioso y bonito espectáculo con sus largos tentáculos.

— ¡Potter! Salga de mi vista. —dijo bruscamente Severus.

—Sí, profesor.

—Buenas noches, profesor Snape. —se despidió Draco.

Su padrino no se permitía llamarlo por su nombre en presencia de desconocidos y Draco hacía lo mismo, así que el otro sólo inclinó su cabeza al tiempo que cerraba la puerta casi en las narices de Potter.

Ya fuera, en el pasillo de las mazmorras, Draco fue alcanzado por Potter.

— ¿Sabes que tienes que ir en la otra dirección, Potter? —preguntó Draco para nada molesto con la cercanía del chico— ¿O acaso quieres acompañarme a mi habitación?

Vio con deleite cómo Potter se sonrojaba, para luego decir:

—Ya quisieras, Malfoy —bufó—. Sólo quería recordarte que nos veremos mañana.

— ¿Tan ansioso estás? —Draco sonrió.

Potter bufó exasperado nuevamente, y dio media vuelta para alejarse. Draco rio y siguió su camino.

Sí, mañana sería un buen día.


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