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Donde se encuentra el cielo por lpluni777

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Notas del fanfic:

SS es obra de Masami Kurumada.

Donde se encuentra el cielo

 

Les Brotteaux, Lyon.

—El lugar se encuentra a cinco horas en coche y tiene toda la pinta de ser un terreno privado.

—Pertenece a una empresa, no a una persona, pero el campo sufrió una sequía la temporada pasada, así que lo han dejado libre por un tiempo. Hasta ese punto llegan los registros de la policía.

—¿Por qué se involucró a la policía en una sequía?

—Los arrendadores afirman que alguien mató las cosechas intencionalmente.

—¿Podría tener relación con nuestro caso?

Ante eso, Camus alzó los hombros buscando desentenderse de la posible conexión, aunque se aseguró de no ver a ninguno de sus compañeros a la cara. Shura y Afrodita compartieron una mirada fugaz, bien dispuestos a dejar de indagar en los informes sobre la mesa.

—Camus, ¿esa mujer en verdad te dijo lo que ocurrirá? —inquirió el santo de Piscis.

El caballero de Acuario cerró los ojos y frunció el ceño, como si estuviera recordando algo desagradable. Cuando volvió a abrirlos, los mantuvo entrecerrados.

—No —sentenció, mirando al caballero nórdico directamente—. Me enseñó lo que vio.

La afirmación del caballero generó un pesado silencio en la habitación, apenas interrumpido por la suave llovizna del exterior. Capricornio y Piscis podían dudar de la palabra de la psíquica sin importar la buena reputación de ésta misma, pero no se veían en la posición de dudar sobre el testimonio de su propio compañero.

—¿Podrías describirlo? —se aventuró a probar el santo hispano.

—Ése es el problema. No sabría cómo poner en palabras todo lo que vi, Shura. Pero, sí puedo asegurarles que aquello era inhumano, letal y hermoso.

—Aquello… —murmuró el caballero nórdico—. ¿Lo consideras letal incluso para un caballero dorado?

—Sin dudas.

Hubo algo en esa última afirmación que provocó un estremecimiento en la espalda de Afrodita, algo en el tono de voz más que en las palabras, algo similar a la alegría que bañó a Camus por un instante; como si el recuerdo aparentemente desagradable se hubiese vuelto momentáneamente positivo.

Shura notó algo extraño también, pero se limitó a suponer que su compañero había visto un suceso demasiado increíble y simplemente necesitaba un poco de tiempo para procesarlo correctamente. Capricornio se levantó de su silla y estiró ambos brazos por encima de su cabeza, ganándose la atención de los otros dos.

—Yo pienso que es buen momento para hacer una pausa y calmar el estómago —para enfatizar, bajó ambas manos y palpó su abdomen—, ¿qué decís vosotros?

Acuario y Piscis concordaron, así que el trío se dispuso a vestirse para salir del hotel. El lloroso otoño era frío y más les valía usar ropas acorde a las del resto de personas para no llamar la atención.

Aquél día no progresaron mucho en su misión. Camus debió encontrarse con su informante, una respetada psíquica de la Interpol y entre ambos lograron determinar un sitio y momento en donde los caballeros deberían prestar especial atención. Esa misma mujer había tenido un sueño premonitorio sobre lo que llamó una calamité* y aseguró que personas normales serían incapaces de detenerla.

Al menos consiguieron averiguar, según las palabras de Acuario, que no parecía estar errada en sus suposiciones.

 

Notre Dame de la Garde, Marseille.

—Creo que sería más útil por aquí si me dijeras qué es lo que estamos buscando, Camus.

—Puedes ir con Afrodita a apreciar el jardín si ya te has cansado, Shura.

El caballero mayor nunca se hubiera esperado una respuesta tal de parte del caballero de los hielos, incluso aunque era consciente de lo mucho que la misión lo estaba afectando; quizás por haber sido uno de los dos seres humanos que vieron lo que ocurriría dentro de pocos días más. Debió respirar hondo y recordarse que el francés no había conseguido pegar ojo por más de una hora seguida la noche anterior —prueba de ello eran las sombras violáceas bajo sus ojos—, para no tomarse a mal el comentario.

El pelirrojo continuaba tomando libro tras libro, leyendo títulos y poco más, descartando con rapidez cada tomo. Shura buscaba libros antiguos, como su compañero había solicitado, pero todos los que halló acabaron en la montaña de descarte sin mucho miramiento. Llevaban horas así.

En verdad, al caballero de Capricornio no le disgustaba tanto la tarea como el hecho del sitio en donde estaban realizándola: una iglesia católica, infestada por santos en los cuales él no creía. Si miraba a su derecha podía ver a Cristo crucificado, mientras que a su izquierda tenía la vidriosa imagen de un ángel que no conocía matando a una serpiente. Entendía completamente porque Afrodita se había negado a entrar allí, pero, tampoco deseaba abandonar a su compañero en medio de una tarea que parecía ser crucial para su misión.

Con un suspiro tomó otro libro de los estantes superiores, el material del forro y la calidad de las hojas eran suficiente para indicar que encajaba con aquellos que Acuario se tomaba más tiempo en revisar. Incluso si iba a ser descartado tras un vistazo, bajó por la escalera con el tomo en mano y se lo facilitó a su compañero, que pareció sorprenderse por su ayuda.

—Disculpa, he sido un poco…

—Capullo —completó Shura—. Pero no te disculpes, anda, que yo también prefiero acabar pronto.

Camus asintió una vez y regresó a su atención al escrito que estaba revisando, no fue sorpresa que lo hiciera a un lado pronto. Shura se mantuvo a su lado en esa ocasión, pues quería intentar al menos averiguar qué llamaba más la atención de su compañero en los tomos antes de continuar la búsqueda. El pelirrojo abrió el libro que el español le ofreció, pasó las primeras páginas sin pensarlo demasiado, pero algo captó su interés en la quinta hoja, incluso subrayó unas palabras con los dedos, como si éstas en particular tuviesen gran importancia.

Shura entendía latín, pero no podía leerlo al mismo ritmo que Camus parecía hacerlo y no alcanzó a descifrar lo que ponía en el libro antes de que el pelirrojo lo cerrase de golpe, aunque con su propio cuidado. La mirada que Acuario le dedicó, más esperanzada de lo que había estado en horas, dejó claro que al fin habían encontrado la aguja en el pajar.

—Gracias, Shura.

El caballero de Capricornio sonrió un poco, aunque debió preguntarse porqué, si habían hallado lo que buscaban, parecía que iban a dejar el trabajo allí. Camus tomó el libro de la mesa y lo puso bajó su brazo.

—¿No leerás más? —le resultaba extraño que hubieran rebuscado tanto por un solo párrafo.

—Lo haré, pero no aquí —los ojos carmín de Acuario se dirigieron a los ventanales, donde más santos decoraban el paso de la luz solar—. Vamos por Afrodita. Ya no aguanto éste sitio.

 

Saint Pierre, Boulogne-sur-Mer.

—En otras noticias, la búsqueda por el hijo menor de la familia Brisbois continúa expandiéndose cada día, aunque aún no se presentan resultados positivos. Sus familiares se niegan a tomar un descanso hasta hallar respuestas. Retomando el caso, el joven de diez años desapareció la madrugada del viernes sin dejar rastros —la voz de la reportera, profesional e impersonal, sin un ápice de emoción por los sucesos que narraba, desagradó bastante a Afrodita, quien decidió dejar de escuchar.

El caballero nórdico notó que pocas personas realmente estaban prestando atención al televisor, lo que en parte indicaba que la noticia no era para nada nueva y la gente iba perdiendo interés, o, que había sido saturada por los medios y la gente estaba harta de oír lo mismo en bucle. En ambos casos era algo considerable —negativamente— siendo que apenas era lunes, osease; aquello ocurrió tres días antes.

A veces se alegraba tanto de poder vivir alejado de esas personas, aunque lo hiciera bajo la excusa de protegerlas. De hecho, estaba en medio de una misión para hacer eso mismo, o, éso quería creer.

Bebió un sorbo de su malteada mientras observaba a sus compañeros. Shura se encontraba sentado a su derecha, bebiendo café amargo y fingiendo hacer algo en su teléfono —tan solo pasaba la pantalla de inicio de un lado a otro constantemente para mantenerlo encendido—, mientras Camus parecía realmente concentrado en el libro que sacaron de la iglesia esa tarde y en verdad tomaba su teléfono de vez en cuando para darle algún uso. Ni él mismo ni Capricornio se animaban a preguntar qué hacía su compañero exactamente.

Lo que no podían negar era que fuese un caballero dedicado, pues parecía que caería rendido en cualquier instante, mas ni aún así dejaba de leer.

Afrodita sabía bien que Camus nunca fue propenso a hablar demasiado, pero tampoco solía ser alguien críptico a la hora de expresarse sino todo lo contrario, siempre buscaba ser claro en sus intenciones y propuestas. Suponía que, fuese lo que fuese que la psíquica le mostró, en verdad no era tan aterrador como difícil de entender para su joven compañero.

Resultaba tan agradable como triste ver lo bien que Acuario se había desarrollado como caballero, tan leal a Atenea como ignorante de su situación. A veces gustaba de imaginar cómo reaccionaría de saber la verdad, si se plantaría en contra de Shura, él mismo y otros caballeros, o aceptaría unirse a su causa. Pero Capricornio, el eternamente arrepentido, seguro se enfadaría si llegaba a mencionar algo de eso, por lo que prefería guardar las apariencias.

Afrodita acabó su malteada de jengibre y, sin tener ya nada mejor para hacer, se inclinó sobre la mesa para echar un vistazo a lo que Camus hacía. Aparte de la lectura, de vez en cuando tomaba notas… un tanto difíciles de leer, sobretodo teniendo las letras de cabeza. Era sorprendente además la cantidad de cosas que había tachado luego de escribir. También tenía algunos dibujos.

El nórdico vio primero el momento en que el lapicero dejó de moverse sobre el papel y, para cuando alzó la vista, encontró que Shura ya estaba sentado junto a un Camus inconsciente, sosteniéndolo contra sí mismo para evitar que la cabeza del pelirrojo cayese sobre el antiguo libro y los recientes escritos. Afrodita echó un vistazo alrededor para asegurarse de que nadie hubiese notado lo que acababa de ocurrir. La gente en el restaurante no les prestaba especial atención.

El rubio suspiró y zafó el lapicero del agarre de Acuario, entonces se puso de pie para recoger lo que el menor había hecho, incluso ordenó las hojas tachadas. Guardó todo en el bolso que compraron de camino allí y se lo echó al hombro.

—Iré a pagar. Los alcanzo enseguida.

Shura lo miró agradecido y con un asentimiento se dispuso a levantarse y buscar una manera decente y simple de sacar a su compañero del local. Afrodita dio media vuelta y se dirigió a la barra.

 

Grande Rue, Rupt-sur-Othain.

—¿Es aquí?

Era temprano, tanto que el sol apenas se dejaba ver en el horizonte. Los tres caballeros se encontraban en campo abierto, a escasos dos kilómetros de la carretera más cercana, bajo el cobijo de unos árboles jóvenes cuyas hojas el otoño aún no arrebataba. Al igual que llevaba ocurriendo los días anteriores, Camus era quien más se veía afectado por el cansancio, fue además el primero en despertarse esa mañana; considerando que siquiera hubiese conseguido dormir en la noche. Aunque lo cierto era que se veía considerablemente mejor que el día anterior.

La falta de sueño del pelirrojo era algo inusual y preocupante, razón por la cual Shura y Afrodita acordaron que rentarían una habitación familiar para poder vigilar su descanso.

Piscis pasó esa noche junto a él y aseguraba que el menor había dormido —o fingido hacerlo—, mínimo, tres horas antes de que él mismo se rindiese ante el cansancio. La siguiente noche sería turno de Capricornio.

—Sí, éste es el lugar de la visión —el caballero francés resolvió la duda del español.

—No hay nada aquí —aseguró Afrodita.

Eso era algo que los tres podían notar, en aquél campo no solo no habían cosechas, sino que ni siquiera los animales parecían gustar del espacio, pues se mantenían al límite, ni siquiera las aves sobrevolaban el lugar. Se trataba de unos quinientos metros de extensión en donde la única vida presente era la del césped.

Aparte de la vegetación, no había nada.

—Todavía no lo hay —aclaró Camus—. Deberíamos regresar, querían ver el sitio y ya lo han hecho.

—¿No investigaremos? —cuestionó Shura.

—La visión no transcurre sino hasta dentro de dos días. Si hiciésemos algo que pueda modificarla, ni siquiera sabremos a dónde ir para evitar que aquello de lo que habla Camus ocurra. Nadie debe saber que estuvimos aquí —recordó Afrodita—... Por otro lado, ¿no habías dicho que querías cruzar el Pont Alexandre Troisième? —sumó al ver la duda en el rostro de su compañero hispano.

Camus decidió presionar también.

—A éstas horas no habrá mucha gente y seguro que puedes sacar buenas fotos durante el arrebol.

—Y los Jardines del Trocadero se encuentran cerca de allí, ¿cierto?

—Así es, pasando Pont de l’Alma y Passarelle Debilly.

Piscis y Acuario dieron media vuelta y comenzaron a andar mientras conversaban, seguros de que el caballero de Capricornio no tardaría en seguirlos.

Para cualquier persona de a pie la idea de conseguir llegar a París desde el sitio en que los caballeros se encontraban antes de que el sol despuntase por completo seguro sería el deseo de un loco, algo completamente irracional. Pero lo cierto es que ellos podían lograrlo.

Tal cual Afrodita y Camus esperaban, Shura no tardó en alcanzarlos y menos tiempo le llevó rebasarlos. Los dos caballeros compartieron una mirada victoriosa y se dispusieron a seguir el rastro de su compañero.

Habiendo comprobado que el peligro no era aún inminente, podían permitirse disfrutar de aquella mañana y volver a centrarse en su misión por la tarde.

 

Les Brotteaux, Lyon.

Shura fue el primero en despertar aquella mañana. Lo hizo por culpa de la luz que se colaba por la ventana, a través de un hueco que las crueles cortinas decidieron no tapar. La naturaleza podía ser en verdad desagradable cuando se lo proponía.

Molesto por la intrusión de aquella luz quiso levantarse e ir a cubrirla, mas no consiguió moverse con facilidad. Por un momento se asustó y despertó por completo. Pero, al verificar la razón de su cautiverio, exhaló cansado. Allí acostado enfrente suyo tenía a Camus, quien lo mantenía quieto en un abrazo considerablemente firme, algo que más o menos estimaba que ocurriría ya que habían acordado dormir juntos. Lo que no acordaron, pero de igual forma ocurrió, fue la presencia de Afrodita en la misma cama, detrás del pelirrojo.

El caballero español bajó su mirada para comprobar que sus recuerdos no fuesen un efecto alucinógeno de los vasos de ron que bebió aquella noche pasada. Su compañero —compañeros, más bien— estaba en las mismas condiciones que él: desnudo de pies a cabeza. La sábana no hacía mucho por cubrirlos, probablemente porque ninguno reparó en ella antes de cerrar los ojos.

Al menos por su parte, Shura se encontraba agotado, algo positivo puesto que parcialmente eso buscaban: agotar a Camus lo suficiente como para que el recuerdo de la visión no fuera capaz de interrumpir su sueño esa noche. Propuesta original de Afrodita, junto a una copa de vino, a la cual el caballero francés no tuvo reparos en acceder, incluso resultando el más sobrio de los tres.

Shura tuvo sus dudas durante un buen rato, mas el otro par acabó por convencerlo de que era lo mejor. Además de que probablemente no se le volvería a presentar una oportunidad así.

En su momento no lo pensó, pero, teniéndolos enfrente en ese momento, incluso con la pobre iluminación natural del cuarto; creyó que esos dos caballeros en verdad eran apegados. Más allá del hecho de que eran los residentes de las últimas casas zodiacales.

Si se paraba a pensarlo, el patriarca le había asignado esa misión a él y dijo que Camus podría llegar a ser partícipe de la misma, considerando el sitio en donde tomaría lugar; aunque también estaba la posibilidad de que el caballero de hielo se negase a interrumpir el entrenamiento de su alumno. Esto fue la razón que Afrodita utilizó como excusa para acompañarlo, ya que la psíquica había dejado claros sus pensamientos de que un único caballero no fuese suficiente para confrontar la calamidad acechante.

No sospechó nada en aquél momento.

Pero teniendo a los dos allí a su lado, compartiendo lecho, resultaba extraño. No pensaba que ninguno de ellos fuese a acostarse con alguien simplemente por el gusto de hacerlo —ahora que estaba sobrio, la palabrería sobre el cansancio no se sentía como nada más que éso—; Afrodita insistía en que lo más importante en la vida era encontrar el amor aunque también solía decir que su corazón estaba con Atenea, pero eso era tema aparte; por otro lado, Camus simplemente no parecía el tipo de hombre que aceptaría acostarse con cualquiera, o, no sin al menos tener suficiente confianza en esa persona y Afrodita fue quién sugirió el encuentro.

Capricornio bufó sin darse cuenta, frustrado ante sus propios pensamientos.

—Shh —el suave llamado de atención de Afrodita, que continuaba con los ojos cerrados, consiguió distraerlo de su embrollo divagante—. No quieres despertarlo —añadió el nórdico en un murmullo.

Cosa que era cierta, por lo cual, ignorando la luz en su rostro y el hecho de que la posición del sol indicaba que ya pasaban de las nueve; Shura se relajó y cerró los ojos para imitar a su compañero de Piscis. Fingiría dormir un rato más, al menos podía dejar a un lado las conjeturas si hacía eso.

 

Grande Rue, Rupt-sur-Othain.

Definitivamente algo había cambiado en aquél campo. Ese era el mediodía en que la premonición tomaría lugar y estaban justo a tiempo para presenciarla, inclusive llegaron un poco antes para comprobar si eran capaces de prevenirla, aún si ninguno sabía lo que ocurriría exactamente.

Camus fue el primero en acercarse al sitio, vistiendo su armadura al igual que lo hacían sus compañeros, por ésto fue el primero en descubrir aquello que había cambiado desde la última vez. Había sobre el césped, en un extenso sector, algo líquido que lo cubría; tocó la sustancia viscosa con el dorso de una uña y reconoció el aroma rápidamente.

—Ésto es aceite de oliva —informó a sus compañeros, que se encontraban a su espalda.

—¿Será obra del mismo que incendió la cosecha?

—Es posible —Acuario se puso de pie y recordó la visión. Había fuego en ella. Quizás sería capaz de evitarla si cambiaba aquello, así que se dispuso a hacerlo; congeló el aceite, aunque le tomó más tiempo del que creyó pues el líquido se extendía mucho más allá de lo que había estimado—. Shura, ¿podrías ver hasta donde alcanza éste… círculo?

El español recorrió el terreno con rapidez y cuando regresó junto a sus compañeros lo hizo con el ceño fruncido.

—Ocupa todo el campo pero no es un círculo, Camus, se parece a uno de los dibujos que estuviste haciendo los últimos días.

—¿De veras? —Afrodita se adentró en el espacio del «dibujo», que no era tal cosa, según había podido apreciar en las notas de Acuario; apenas debió avanzar unos pasos para reconocer el diseño—. ¡Es el nombre de un arcángel! —advirtió a sus compañeros.

Antes de que lograsen hacer nada más, un grito desgarrador quebró la tranquilidad del ambiente. Era un grito humano y desesperado, por lo que se dirigieron al sitio en donde lo oyeron sin pensárselo dos veces. Shura alcanzó el lugar primero, encontrándose con un niño reclinado contra un árbol, el crío tenía una venda sobre los ojos y las manos atadas, su ropa lucía mugrienta; el caballero tuvo que que acercarse y verlo de frente para notar la razón de su grito; un severo corte horizontal en el estómago. Capricornio sostuvo al chico y miró a sus compañeros; supo que éstos ya estaban enterados de lo que debían hacer, quien sea que hubiera hecho éso no podía estar lejos.

No estaban yendo contra un maestro del cosmos, sino un fanático religioso; uno que estaba lo suficientemente loco como para tratar de invocar a un ángel. Acuario y Piscis no eran capaces de oír o ver el lugar por el cual el sujeto había escapado, por lo que cada uno partió en una dirección distinta para buscarlo. Habían tantos árboles en el camino… Eso le dio una idea a Afrodita, pues si el hombre aún tenía el cuchillo consigo, sus rosas debían poder hallarlo con facilidad. Probablemente lo querrían con vida.

—Rosas demoníacas reales —envió a sus rosas rojas en distintas direcciones, esperando que así lo hallasen más rápido. No tardó oír quejidos a su izquierda y enviar más flores en ésa dirección. Cuando llegó al claro, Camus ya se encontraba frente al sujeto, por lo que decidió alejar sus rosas.

Nefarium!, Paganus!, Jofiel possit vivere nobiscum!**

Non, non! —respondió Acuario, invocando sus anillos de hielo para mantener quieto al hombre desbocado; entonces se arrodilló frente a él y lo forzó a mirarlo a los ojos—. Los ángeles no habitan ésta tierra por una buena razón, si lo hicieran, la humanidad no tendría chances de sobrevivir. Por eso, precisamente, se mantienen del otro lado.

 

París.

Un dúo de hombres caminaban calle abajo sin conversar, podía adivinarse que iban juntos únicamente por su cercanía. Uno de ellos vestía completamente de negro, desde las botas hasta las gafas, su enorme abrigo llegaba a cubrir parte de su rostro y mantenía su atención en su teléfono; el otro hombre, por el contrario, vestía mayormente de blanco con algunos detalles celestes y su sonrisa era encantadora, tanto que las personas que se lo cruzaban de seguro creían tener enfrente a un ángel u otro ser divino.

Tras cruzar una avenida, la pareja se detuvo frente a una tienda de electrodomésticos, sin siquiera fingir tener interés en los productos que allí se vendían. Ambos prestaban atención al televisor encendido en el escaparate, más precisamente, a la noticia que allí se narraba.

—La intervención de la Interpol, además de sorpresiva, resultó increíble, pues brindó resultados inmediatos en el caso de desaparición del joven Didier Brisbois. Caso que oficialmente ha pasado a calificarse como uno de secuestro, pues el niño de ahora once años fue encontrado y rescatado en el domicilio de un ex-profesor de Literatura Antigua que también se creía desaparecido —explicó la reportera, con una sonrisa que mostraba verdadera alegría por tener enfrente, quizás por primera vez en mucho tiempo, una historia con final feliz.

—Informes recientes del hospital nos han llegado afirmando que el joven, pese a haber sufrido de inanición y tenido que enfrentar ataques violentos del hombre durante casi una semana, se encuentra estable y será dado de alta pronto. El juicio contra Jerome Berger, el secuestrador, dará inicio mañana por la noche, cuando todas las pruebas hayan sido recolectadas y supervisadas —continuó el reportero sentado en el lado derecho de la mesa, con un tono de voz calmado que no iba a juego con su postura rígida.

—Queremos recordar —retomó la mujer—, que el día de hoy es el onceavo cumpleaños del joven Didier y felizmente será capaz de pasarlo junto a su familia. Todos aquellos que hayan seguido el caso de cerca, pueden enviarle sus buenos deseos al niño a través de-

En la fría calle de París, el hombre vestido de blanco alzó una mano hacia su mentón.

—¿Crees que deberíamos hacer una pausa para llevarle un obsequio? —cuestionó a su compañero.

El caballero vestido de negro se acomodó las gafas.

—No creo que sea necesario, estoy seguro de que él ya ha pensado en hacerlo —entonces regresó su vista al teléfono móvil—. Además, ¿tienes idea de qué le gustaría tener como regalo a un chico tan joven y normal?

—Buen punto. Seguro que él tendrá una mejor idea —concedió el hombre de blanco—. Por cierto, ¿con quién hablas?

—Deathmask quiere un souvenir.

El caballero de blanco soltó una carcajada.

—Para eso sí que tengo una buena idea —aseguró—. ¿Te parece si guío el camino, Shura?

—Voy detrás de ti, Afrodita.

En aquél momento, cuando nadie prestaba atención a la tienda de electrodomésticos pues cada quién estaba centrado en sus asuntos del día a día, dos hombres desaparecieron como por arte de magia en las calles de París.

 

 

Notas finales:

Los personajes principales y el subtexto de todo son ideas originales del maestro Masami Kurumada.

*calamidad

**¡Malvados!. ¡Paganos!, ¡Jofiel es capaz de vivir entre nosotros!

En casi todas las partes de ésta historia conseguí llenar una hoja entera de mi editor de texto sin parsarme, aunque en la última parte -París- me quedé corta por dos renglones. De todas formas, espero que a quien haya leído le gustase la idea.

Me inspiré en la canción 'Where the Sky Hangs' de Passion pit para escribir.


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