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Physical por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!

Espero que estén muy bien y que todos sus sueños se estén cumpliendo!!

 

Hoy les traigo un nuevo capítulo y pronto... en los siguientes capítulo, habrá una sorpresa, porque aparecerá un personaje de otra historia :P quién creen que pueda ser??

 

No sleemos! Los adoro!

Marcelo IV

 

Piedad me observó fijamente como si quisiera regañarme, con esa expresión que solo las madres saben hacer: te lo dije, te lo dije mil veces y no me quisiste escuchar.

-Pero está bien, los doctores dijeron que estaba estable y que es cosa de esperar a que despierte –intenté hacerle cambiar de idea.

-¿Y tú crees que ese es el final? ¿Que desde ahora todo le saldrá bien? Mientras siga rodeado de estas personas ese muchacho nunca podrá salir de ese círculo. Tan solo al verlo lo supe y ahora lo reafirmo, debes alejarte de Tomás antes que sea demasiado tarde –

-Esto ya parece película de terror, que miedo la vieja ésta. ¿Y qué dice de mí? ¿Ya se dio cuenta que soy una asesina en serie? – interrumpió Celeste muy maleducada, me dio vergüenza haberla llevado a la sesión de yoga conmigo.

 

 

 

Recibí una llamada de Berna hace unos días, casi a medianoche. Estaba en la clínica porque Tomás había sido herido a la salida de su edificio, como ella sabe que somos amigos, quiso avisarme. No lo pensé dos veces y corrí a verlo. Las palabras de mi mamá resonaron todo el camino en mi mente, como una predicción de la cual es difícil escapar.

Las veces que había visitado al gordito en su departamento, me había encontrado con una muchacha que siempre me observó de malas, como si quisiera golpearme. Es baja, supongo que, de la edad del chico, con el pelo desarreglado, enredado, como si nunca se peinara. No había platicado antes con ella, hasta aquella madrugada en la que los dos nos encontramos en la sala de esperas de la Urgencia.

-Si babeas más te voy a colocar un paño en el hocico –fue lo primero que mencionó.

Estaba sentada a mi lado y sin querer, se dio cuenta que miraba constantemente a Patricia, quien esperaba junto a su secretaria en los asientos de enfrente. Me ha desilusionado el último tiempo, me he dado cuenta de su lado más oscuro y, aun así, estaba como un estúpido contemplando su belleza.

-¿De qué hablas? –

-Que estás loquito por la doña ésa. ¿Qué tiene que de especial que les gusta a todos los hombres? ¿Una cuca de oro? – quedé helado al escucharla hablar así. ¿No tiene pudor?

-Por favor no seas grosera –

-Uy perdone usted don recatado. ¿O acaso nunca te has jalado el ganso pensando en lo que tiene entre las patas flacas ésas? –

-En serio, ¿qué te pasa? ¿Cómo puedes referirte de esa manera a una mujer decente? –

-Ah, quizás ese es el problema, que ella no es decente. Mira que la he visto cómo salta sobre una verga, y así como decente, la doña no es –

-No quería escuchar eso –

-¿Por qué? ¿Rompo tus ilusiones? Tomás me ha contado cosas de Enrique y de ti. Mi amigo es bastante ingenuo, pero yo no. ¿Desde hace cuánto que están enamorados de esa hija de puta? ¿Alguna vez les ha pasado la cuca o son tan imbéciles de creer que es del tipo de mujeres que se enamora? ¿La quieren conquistar haciéndose amiguitos de su hijo? ¡Qué risa! Para eso ella debería querer a su hijo, así que su plan no va a funcionar. Mira amigo, será mejor que te vayas, no vas a conseguir nada aquí –habló seria.

No era una maleante como lo había pensado, era mucho más inteligente de lo que aparenta y es que con muy poco tiempo en la ciudad, y sin conocernos del todo, se había dado cuenta de lo que sucedía. Aunque se había equivocado en algo.

-No voy a negarte que me acerqué a Tomás porque Patricia nos lo pidió, pero al final, me hice su amigo de verdad. Es un chico muy tierno y atento, puedes contar con él cuando te sientes triste y sabe consolarte –

-Es que ha sufrido desde muy pequeño. Siempre consuela pensando en cómo le gustaría a él que lo trataran – vi un brillo especial en sus ojos, en realidad quiere mucho a su amigo, como si fuera el ser a quien más ama.

-Si estoy aquí no es por su mamá, es porque en realidad me preocupa, porque sé que Enrique le ha hecho sufrir mucho y que esto debe estar relacionado con él, lo intuyo. Solo quiero que deje de sufrir –

-Yo estoy deseando eso desde que lo conocí, pero no hay modo, la vida siempre se encarga de ponerle más oscuras las cosas –

-Quizás deberíamos hacer algo nosotros, tal vez podemos revertir todo –

-¿Y qué propones? –

-Se emocionó mucho al creer que Enrique estaba enamorado de él. Podríamos conseguir a alguien que nos ayude con eso, pero que sea bueno, que no quiera aprovecharse –

-¿Alguien que lo ame? ¿Y tú crees que eso es fácil? Te comunico que uno no sale a la calle y encuentra al amor de su vida. ¡Esto no es Disney! –

-Ok, entonces vamos a tener que buscar a alguien que finja igual que Enrique –

-¿Tú por ejemplo? –

-¿Yo? ¿Y por qué yo? –quedé impresionado con su opción.

-Porque se supone que también lo quieres. Yo lo haría, pero no tengo pene, así que no va a servir. ¿Te ofreces noble caballero? –

Y aunque las palabras de Piedad regresaron a mi mente, decidí involucrarme aún más profundamente en la vida de Tomás. Está bien, si con eso podemos alejarlo del estúpido de Lira y salvarlo de su egoísmo, creo que podré hacer el esfuerzo. No lo haré con alguna maldad, solo con una buena intención.

Nos dimos de la mano con Celeste para cerrar el trato.

-Voy a vigilarte de cerca, hijo de puta – supuse que lo dijo en son de amistad.

Las horas pasaron y Tomás no despertaba. Nos alternamos para esperar respuestas y justo en el turno de la sureña con lengua de camionero apareció Enrique.

-Vino acá y yo me enojé. ¿Quién se creé ese culiao? Le dije que no viniera más, que nadie le quiere, pero él insistía y eso que sigue con el parche en la cara por la herida que le hice. Los hueones no entienden nunca, decía mi abuela. Gritaba que estaba arrepentido, que nunca tuvo que tratar tan mal a Tomás, que él estuvo a punto de sacrificar su vida con tal de salvarlo y que ahí se dio cuenta de lo malo que ha sido. Claro, y yo le iba a creer. Saqué de nuevo mi navaja y se la puse en el pantalón, le advertí que si no se iba le cortaría los cocos de cuajo, y como no quería perder las bolas, se fue –

-Tú sí sabes convencer a los demás –

-Eso da lo mismo, lo que importa es que debemos hablar primero con Tomás, antes que ese imbécil le lave el cerebro de nuevo ¿entiendes? –

-¿Estás segura de hacer esto? ¿No es igual de cruel? –no estaba seguro.

-Es arriesgado, lo sé, pero es solo por mientras, para que deje de pensar en ese pendejo. Ya veremos cómo terminamos con esto, ahora centrémonos en alejarlo del rubio –

Y el destino estaba de nuestro favor, porque justo una hora después, mientras esperaba solo en el salón, salió el enfermero para decirme que mi amigo había despertado.

-Hola, ¿cómo estás? ¿te sientes mejor? –entré asustado y es que sabía lo que debía hacer.

Conversamos y preparé el camino, quería que comprendiera que yo le ayudaría, que lo resguardaría de ese animal que fue capaz de abusarle.

-Tomás, yo.... Te voy a proteger desde ahora. Solo yo lo puedo hacer ¿entiendes? –y supe que era el momento indicado, por lo que lo besé.

¿Hace cuánto tiempo no lo hacía? Ya se me había olvidado, por lo que mi corazón palpitó más fuerte de lo normal cuando toqué sus labios. Se sintió suave, delicado como si se tratara de una mujer. Digo, nunca antes había besado a otro hombre. Siempre pensé que, de hacerlo, sería diferente, más grotesco tal vez.

 

 

 

Y desde ese momento he esperado por una respuesta. Luego del beso tuve que ayudar al enfermero que se desmayó y tras eso las visitas han sido más restringidas, solo para sus familiares directos. Por eso, aun tenso por las consecuencias de mis actos, invité a Celeste para que fuéramos asesorados por mi madre. Ella me advirtió que me alejara, pero sé que solo ella podría indicarnos como ayudar al gordito.

-Tu padre ya no está aquí, no tienes de qué temer. ¿Por qué sigues escondiéndote detrás de esa máscara que has creado? Tú no eres agresiva, todo lo contrario –fue la forma en que Piedad contestó la agresividad de la sureña.

Celeste enmudeció, no dijo nada más durante la visita, como si hubieran revelado un gran secreto que ni siquiera ella recordaba.

-¿Cómo podemos ayudarlo? –fui al grano.

-Alejándose, él no los necesita ni a ustedes dos, ni a nadie a quién conoce –

-¿Recomiendas que lo dejemos solo? –

-Todos quienes le rodean son los responsables de su sufrimiento, directa o indirectamente. Ustedes no se dan cuenta, pero le dañan del mismo modo a como lo hace su madre o Enrique. Si en realidad quieren ayudarlo, olvídenlo y aconséjenlo a iniciar desde cero, muy lejos de aquí. Es la única manera de salvarlo –

En ese momento solo atiné a mirar a los ojos a Celeste y supe que pensaba lo mismo que yo: jamás lo dejaríamos solo.

 

 

 

 

 

 


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