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Physical por jotaceh

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Paulo I:

Recuerdo que desde pequeño siempre he llamado la atención, supongo que, por ser rubio en un barrio de gente morena, por ser blanquito en un lugar donde todos eran pobres y mestizos. Al principio era mi belleza lo que me colmaba de miradas, tan solo que al tiempo se daban cuenta de mi delicadeza, de mi mariconería como siempre me llamaron. Terminé siendo el fleto del barrio, el finito que no podía salir a la calle sin recibir burlas, o que temblaba cada vez que pasaba cerca de las canchas donde los “hombrecitos” jugaban a la pelota.

Lo bueno, es que como ya era el hazmerreír, mi mamá no se sorprendió cuando, al terminar el colegio, decidí estudiar danza. Total, ya estaba claro que su hijo le había salido desviado. ¿Qué pretendía? ¿Ocultar mi voz chillona y mis piernas cruzadas? Hasta supongo que se alivió que no me decantara por tomar clases de maquillaje o peluquería. Aunque, ambos son mis pasatiempos preferidos.

Se han burlado mucho de mí y de mi forma de ser, pero nada de eso me impidió entender cómo soy realmente y es que solo es necesario que me vea a un espejo para comprender que soy muy atractivo. No es por ser ególatra o engreído, tan solo es la verdad, mis facciones son delicadas, mis ojos grandes y oscuros, mi cabello sedoso y rubio, mi cuerpo delicado y totalmente proporcionado, soy alto y mi paso es elegante. A cualquier sala que ingrese me convierto de inmediato en el centro de atención.

Por eso, es que siempre supe que estaba destinado a la grandeza, que mi lugar no era ese barrio sucio y lleno de delincuentes. No, mi futuro era en un barrio lujoso, viajando en vehículos caros, teniendo citas con hijos de empresarios, con rubios altos y fornidos que se morirían por estar con una estrella como yo. Nunca me relacioné con ningún muchacho de mi villa, aun cuando varios de esos “machitos” que se burlaban de mí, me ofrecían constantemente que fuera su amante.

Mientras estudiaba en la academia de danza, un productor de Nueve se me acercó para que participara en unas audiciones para un nuevo grupo que estaban formando. Esa agencia es la más importante del país, de donde salieron grupos tan conocidos como Tara o Romance, y que pertenece a Antonio Palmer. Supe de inmediato que era mi oportunidad para alcanzar la fama, por lo que ensayé sin descanso la coreografía más compleja que demostrara todas mis dotes artísticas. Como era de esperarse, fui seleccionado y me convertí en uno de los cinco integrantes de Cassiopeia.

Estuve dos años entrenando antes de debutar, y durante ese periodo conocí a los hombres que realmente estaban a mi altura. Fui tan popular en las discotecas del barrio alto, que ya antes de ser lanzado el grupo, era famoso por mi vida personal en la farándula. En varios foros hay post enteros que narran todas las relaciones que he tenido, y cómo todos los chicos han quedado enamorados de mí, porque no hay nadie que se resista a mis encantos. Aunque claro, siempre existe una excepción a la regla y ésa la encontré en Physical.

Desde mi primer día yendo al gimnasio, acompañado del desagradable de Martín, me interesé en el profesor de judo. Marcelo tiene todo lo que me gusta en un hombre, es atractivo, aunque modesto, serio y profesional, alguien en quien sabes que puedes confiar y que te ayudará sin importar las consecuencias, es serio para tener unos ojos tan tiernos, pero por sobre todo, es jodidamente sexy.

-Profe, no entiendo esa llave, ¿me la podrías demostrar? –

-Me dolió esa caída, ¿cómo es la forma correcta de caer? –

-Tengo dos entradas para la convención anual de artes marciales. Me preguntaba si querrías ir conmigo para que me sigas enseñando –

Nunca, les prometo que nunca en mi vida me había arrastrado tanto por un hombre como con este sujeto. No entendía las razones por las cuales intentaba alejarse, porque tampoco es que se viera homofóbico o algo por el estilo. Hasta que lo vi besándose con un gordo asqueroso que más parecía una cruza entre gorila y jabalí. ¿Cómo podía estar enamorado de un ser tan desagradable? ¿En serio me rechazaba a mí para estar con eso?

Y lo peor no era eso, sino que después me enteré que ese mismo gordo había sido pareja de otro hombre sumamente guapo: Enrique Lira.

-¿En serio fuiste novio de ese sujeto? Vaya estómago –fue la forma en que me acerqué al también rubio.

Sabía que, para lograr tener a Marcelo, debía deshacerme de aquel impedimento que se llamaba Tomás, y qué mejor que un exnovio sexy que buscaba recuperarlo. Supe de inmediato que debía aliarme con el entrenador para dejar el camino libre hacia el moreno.

No supe por qué, pero me pidió que me acercara a Berna, que me ganara su confianza, mientras él intentaría coquetear con Tomás. Fue extraño, pero lo acepté sin hacer mayores preguntas. Me parecía tedioso perseguir a una solterona de sexualidad dudosa, tan solo que poco a poco me di cuenta que había más secretos que verdades y que ese gimnasio era todo un desafío para mi inteligencia.

-Hola Berna, vi la película que me recomendaste ayer. Soberbia, me encantó la relación amorosa entre los protagonistas –entré un día a su oficina para hacerme su amigo. Ya había ido por más de una semana inventando un millón de excusas con tal de hacerme su amigo.

-¿El código Da Vinci? –

-Sí, me gusta todo lo que tiene que ver con el renacimiento y El David – ni siquiera busqué la puta película, no quería ver cosas que no fueran sobre hombres musculosos peleando y mostrando sus cuerpos.

Se quedó callada un rato, por lo que tuve que volver a insistir.

-¿Sabes? Tengo clases con tu sobrino. Es muy agradable –intenté hacer conversación, tan solo que noté algo extraño en ella. Se puso nerviosa, incluso dejó caer un par de documentos.

-¿Sí? Es que es un chico muy simpático –

En ese momento comencé a pensar más sobre el asunto. Desde un principio me resultó sospechoso que Enrique me pidiera que me acercara a la secretaria de su jefa, pero supuse que era para buscar dañarla o algo así, tan solo que la reacción que tuvo al hablar de su supuesto sobrino me hizo dudar. ¿Realmente eran parientes? Porque no les veo nada de parecido.

Así, me puse a investigar. ¿Y qué se busca primero para saber parentescos? Pues sí, averigüé sobre sus familias.

-¿Berna? ¿No utilizas anillo de matrimonio? –pregunté un día casualmente.

-No, es que soy soltera –respondió un tanto incómoda.

-¿Divorciada? –

-No, nunca he estado casada – dijo seria, dándome una mirada de odio profundo.

Tampoco es que me haya importado perder su simpatía, supongo que solo me soporta porque sabe que soy publicidad para Physical y no les conviene que hable mal de ellos. Además, en esa conversación me entregó toda la información que necesitaba.

Busqué en redes sociales y noticias sobre los apellidos de Berna, y así me enteré que es Leighton Clark, bastante inglesa y de buena familia. Luego me fue más sencillo encontrar al gordo, sus apellidos eran Sotomayor de la Fuente. ¿Entonces? ¿Qué había ocurrido aquí?

Si Berna no ha estado nunca casada, significa que no puede ser tía política de Tomás, solo sanguínea, y de ser así, deberían compartir algún apellido, lo cual ya verifiqué no es tal. ¿Entonces? Tal vez, existía la posibilidad que ese parentesco fuera solo emocional. Ya saben, puede ser la amiga de su mamá que conoce desde pequeño, o la pareja de un pariente, tan solo que nunca se casaron. Tenía algo de sentido, hasta que me percaté que pasaba algo por alto. ¿Acaso el gordo y la dueña del gimnasio no comparten el mismo apellido? ¿Eso era mera coincidencia?

Ahí caí en cuenta que Enrique sabía algo que el resto no y que, por algún motivo relacionado a ese secreto, me pidió que me acercara a la mano derecha de Patricia. Eso significaría que quien está realmente emparentado con Tomás es la dueña de Physical. ¿Y por qué ocultarlo? Tal vez, porque no le conviene mostrar que no puede controlar el peso de su propia familia. ¿De su posible hijo? Eso tiene mucho sentido.

Y en ese momento cliqué la noticia adecuada. En una nota muy antigua, se hablaba sobre la vida amorosa de la modelo de la Fuente y de su abrupta separación con el abogado Pedro Sotomayor. Todo calzaba, esa bolsa de grasa era el hijo que avergüenza a su madre. Enrique lo sabe, y probablemente Marcelo también.

-Qué extraño, para ser parientes no se parecen en nada. De hecho, creo que no comparten apellidos... Porque tu tía se apellida... ¿Cuál es su apellido? – encaré a Tomás a la salida del gimnasio y como era de esperar, me evadió con una estupidez. ¿Cuántos años tiene? ¿Cinco?

Ese nerviosismo solo afirmaba mis sospechas. Ahora tenía en mis manos al gordo, ¿para qué seguir utilizando a Enrique? Podía chantajearlo yo mismo para separarlo del profesor de Judo. Y no esperé más, me paré en la entrada del gimnasio al otro día, hasta encontrarme con el gordo.

-¿Qué es lo que quieres? –fue lo primero que dijo, intimidado, al pararme frente a él y cortarle el paso.

-Ven, sígueme –

Soy una persona pública y no puedo permitirme crear controversias. Lo llevé hasta la sala más apartada del edificio, cerré la puerta y fui al grano.

-Sé que eres hijo de Patricia de la Fuente y que inventaron que eres sobrino de Berna, porque le das vergüenza –nuevamente su cara de espanto me reafirmó todo. Intentó huir, pero lo detuve tomándolo de la sudadera y acercándolo a mi rostro para que entendiera que hablaba en serio.

-Deja a Enrique, no quiero volver a verte al lado de mi hombre. De lo contrario, le contaré a todo el mundo la verdad. Supongo que eso no hará muy feliz a tu mamita –

Quiero deshacerme de ese molesto contratiempo de una vez por todas. Nunca ningún hombre se había resistido a mí y Marcelo no será la excepción, menos por ese adefesio horripilante.

-Tienes veinticuatro horas para terminar con él. O sino, ya sabes qué ocurrirá –no esperé a que me respondiera, solo me fui del lugar, sabía que había conseguido lo que me proponía.

 


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