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Physical por jotaceh

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Celeste III:

 

Hace un año que no tengo contacto con Marcelo y cerca de dos que no le he visto. Es el mismo tiempo en que he estado alejada de mi mejor amigo, de quien siempre fue como mi hermano. La policía le declaró muerto luego de pensar que se suicidó lanzándose al río, pero yo sé, estoy convencida, que sigue con vida. Pueden creer que estoy loca, que he perdido la cabeza por pensar eso después de tener tantas pruebas frente a mis ojos, tan solo que hay algo en mi interior que me grita que mi gordito sigue con vida. Y no, no es la tristeza, algo más fuerte que eso me señala que está escondido en algún lugar.

Las cosas han cambiado mucho desde su desaparición, partiendo por la ida del profesor de judo a España. Eso dejó un vacío en Physical, o por lo menos para mí. Seguimos hablando por un par de meses, hasta que perdí todo contacto de la noche a la mañana. Ya desde hace un año que no sé nada de él. Supongo que ha rehecho su vida y seguir hablándome significaba recordar el pasado que buscaba enterrar.

Como era de esperar, Patricia no me dejaría quedar en su departamento, por lo que después del funeral “simbólico” de Tomás, echó todas mis prendas en una bolsa de basura y me botó como si fuera una perra sarnosa. Está bien, era de esperarse.

En ese momento estuve en la disyuntiva de elegir regresar al sur o quedarme en la ciudad. El deseo de encontrar a mi amigo fue más fuerte y me fui al centro a arrendar una pequeña habitación en una casona ocupada ilegalmente. Era horrible, con las paredes trizadas y llenas de hongos, los baños sucios y el cuarto cayéndose a pedazos, pero tampoco es que sea una princesa, así que lo soporto como la luchadora que soy. Además, me hice amiga de algunos chicos punkies que ahí viven. Las fiestas son de lo mejor.

-¿Sabes vieja bruja? Si algo aprendí en este lugar de mierda, es que todos se chantajean entre sí. Por lo que quiero que me den trabajo, de lo contrario le contaré a todo el mundo que el pobre sobrino de Berna que murió hace poco, era en realidad tu hijo –fue la forma en que le fui a pedir laburo a Patricia.

Profesora de aerobox, o entrenadora con las máquinas. Un trabajo así pensé que me daría, pero no, porque la desgraciada malparida ésa no se iba a quedar con los brazos cruzados y me contrató como asistente de aseo.

-No tienen ninguna cualificación, solo sirves para limpiar el piso –fue su respuesta gentil.

Hija de las mil putas, la he maldecido desde ese día. No, en realidad no, lo hacía desde antes, aunque con más ganas ahora.

En el “funeral” de Tomás y los días que trascurrieron después de su supuesta muerte, no la vi triste ni arrepentida de nada de lo que había hecho. Seguía como la maldita reina de hielo, con su mirada fija y el rostro quieto como si fuera de mármol. Puta desgraciada, tan solo de acordarme que no le afectó en nada que su único hijo supuestamente se suicidara, me dan unas ganas de agarrar unas tijeras, tomarla de las mechas y cortarle todo ese cabello de prostituta cara que tiene. Porque puta lo es, pero debemos reconocer que es de las de élite.

Y bueno, se preguntarán por qué quise trabajar en Physical, y eso tiene dos respuestas. La primera, y más obvia, es que quiero estar cerca de todos quienes tuvieron relación con Tomás. Si el gordito aparece en algún momento, sé que se dirigirá hasta el gimnasio, por eso tengo que seguir ahí esperándolo. Y la segunda, es que la maldita economía del país no está muy bien y no encontré chamba en ningún otro sitio. Claro, quieren experiencia, proactividad y un par de bolas que yo no tengo. ¿Por qué no contratan a mujeres jóvenes? Si yo ni quiero ser mamá, ¿qué miedo tienen? Desgraciados empresarios machistas, como si ellos no hubieran nacido de la concha de una mujer.

Así llevo casi dos años trabajando de asistenta, soportando a los pedantes hijitos de papá que van a entrenarse a ese gimnasio, y que me dejan los baños imposibles de limpiar.

-Podrías tirar la cadena después de ir al baño, que no es tan difícil, cerdo hijo de puta-

-¿Tú crees que es fácil sacar tu mierda del puto retrete? ¿No podrías ir a tu casa? ¿Quieres que te limpie la raja también? –

-¿Y no puedes apuntar tu pija enana en este hoyo tan grande? –

Son algunas de las preguntas que le hago a esos sucios que me hacen trabajar más de lo normal. Porque no me voy a quedar callada, aunque sea la señora del aseo, a mí me respetan o de lo contrario, les saco la navaja que me regaló mi amigo El Rulo, un punky de la casa okupa.

¿Y saben quién es el peor de todos? Paulo, porque desde que lo dejó Marcelo, me tiene un odio jurado.

Como Tomás desapareció, el profesor de judo no tenía otra razón para seguir con el famoso ése, por lo que terminaron.

-¿Qué? ¿Y qué le voy a decir a los periodistas? ¿Te das cuenta que vas a arruinar mi reputación? Nunca nadie me ha abandonado –

-Bueno, diles que te cansaste de mí y que me dejaste. A mí me da igual lo que digan, no me interesa, ni ellos ni mucho menos tú – fueron las últimas palabras que le dirigió Marcelo antes de irse de Physical para no regresar.

Ese día fui feliz porque vi llorar a mares al pedante de cabello rubio. Por lo que recuerdo, me reí en su cara y por eso ahora me hace la vida imposible, pero valió la pena.

-Qué horror, huele asqueroso aquí – suele decir la diva siempre que se tropieza conmigo.

-Sí, es que acabo de limpiar el baño que hiciste. Éste es tu olor hijo de puta – le respondo tranquilamente.

Más allá de eso no hablamos, ni que fuéramos amigas. Con el que sí he llegado a tener una buena amistad, es con Martín, el otro integrante de Cassiopeia que asiste a Physical.

-Hace dos años que no se le conoce ningún romance, eso es muy extraño. Creo que en realidad se enamoró de Marcelo –me dijo el otro día, refiriéndose a su compañero de banda, mientras tomábamos té en el patio de empleados.

-¿Y tiene corazón? –

-Me encanta que me hagas reír – me mostraba sus dientes mientras disfrutaba la broma.

-Dudo que él regrese. Deberías aconsejarle que se olvide –

-Si fuéramos cercanos, creo que lo haría… He intentado decirle que Marcelo estaba enamorado de Tomás, que era evidente, pero no me hace caso –

-¿Verdad que era evidente? Pero mi bebote no le creyó, siendo que todos nos dábamos cuenta –

-Ay Celeste, sé que es difícil superar algo como un suicidio, pero ya es hora que lo dejes ir. No te hace bien seguir creyendo que sigue con vida –

-Es que así es. Sé que está en algún lugar, mi corazón me lo dice todos los días cuando despierto –

No recibí más respuestas ese día. Martín intentó cambiar la conversación porque a ambos nos dolía hablar del supuesto suicidio. Fueron amigos por poco tiempo, aunque creo que el cantante logró encariñarse mucho con Tomás. Y eso, es algo hermoso que le agradezco, porque, aunque sea con palabras, le ayudó en los momentos más difíciles.

Y aunque les cueste creer, en estos años, me he hecho cercana a alguien que no podrían imaginárselo.

-Todas las mujeres en los vestidores dicen que ya no eres como antes, que muchas te han invitado a tomar un trago y tú las has rechazado. ¿Se te murió la verga o qué? –le pregunté a Enrique el otro día cuando lo encontré en el baño.

-Ya no me importa el sexo… creo que maduré –

-¿Crees que maduraste y por eso te dejaste la barba? –me mofaba de su ridículo look a lo vikingo.

-No te burles, es de verdad… ya sabes, todos cambiamos después de la muerte de Tomás –

-Claro, como lo violaste, ahora te sientes arrepentido y ya no quieres follar con nadie más –

Y ahí comienza mi dilema con este sujeto, porque no olvido todo el daño que le hizo a mi bebote, tan solo que debo reconocer que le veo arrepentido. No sé si hago bien en hablarle o ser amena con alguien tan malvado, pero sé que ha sufrido, que se siente culpable de la misma forma en que yo lo hago. No soy quién para juzgar ¿no?

-No es necesario que me lo recuerdes, viene a mi cabeza todos los días –

-Lo sé, lo siento, es la costumbre –

Y eso, creo que mi vida gira en torno a limpiar los baños, trapear los pisos, escuchar los insultos de Paulo, hablar tiernamente con Martín, ser una pesadilla con Enrique y salir de fiesta con mi amigo El Rulo. ¿Qué más les podría contar?

Ah, quizás algo pequeño, que no tiene mucha significancia, algo tranquilo como que de vez en cuando tengo sexo con Berna.

 

 


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