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Physical por jotaceh

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Miguel II:

 

Estuve mal un par de días. Me levantaba temprano para ir a trabajar, pero no tenía ganas de asear mi cuarto, ni de bañarme con mucha prolijidad. No sé, trabajo haciendo aseo y debería ser el humano más limpio, pero durante esa semana mi energía estaba en números rojos.

La razón principal es que me encontré frente a un espejo muy grande, uno del cual no podía esconderme como lo hacía en el baño de mi casa. La realidad me golpeó de la peor forma, y es que para alguien que tiene la autoestima tan baja como yo, lo peor que le puede suceder es entrar a trabajar a un gimnasio. ¿Qué estaba pensando cuando entré a pedir empleo? Supongo que imaginé que estaba mejor, recuperado del todo. Estaba muy equivocado.

En Physical todos son guapos, desde la persona más lenta en la clase de pilates, hasta el sujeto con más esteroides que levanta todas las pesas. Al darme cuenta de eso, mientras barría el piso, mi estado de ánimo bajaba más y más, porque nunca podría ser como ellos, porque jamás alguien se daría la vuelta en la calle para mirarme, solo sirvo para que se rían de mí. Como los otros enfermos en el hospital.

-¿Qué te pasa bebote? –me preguntó un día Celeste al ver que no tenía ánimos ni para sostener bien la escoba.

-Nada…-

-No te creo. Cuéntame, ¿algo malo te ocurrió? –

La miré a los ojos, es la única amiga que he hecho el último tiempo y me da confianza, tan solo que no pude decirle palabra alguna. No quería que me viera extraño, como un bicho raro, así que solo seguí haciéndome el loco y continué con mi labor.

Pasaba por las salas de clases y veías a las chicas, todas hermosas, con enormes pechos y cinturas finas como agujas. Eran preciosas, todo lo que un hombre podría desear. Suspiré al verles tan perfectas, tan felices, tan… ellas.

En mi mente… algo no va bien.

Me cuesta decir esto, aunque sea escrito, y es que he intentado evitar estos pensamientos, no ocupar tiempo en ello porque no tiene sentido, porque es algo que debo reprimir al ser inservible. Sin embargo, aparece en mi vida como una pesadilla, cada vez que me veo al espejo, cada vez que miro ese cuerpo horrendo, aquellos hombros amplios, mis bellos en el rostro, mi estómago salido. ¿Por qué me tocó tener todo esto? ¿Por qué tuve tan mala suerte?

¿Por qué? ¿Por qué nací con un pene?

Eso me ronda la cabeza hace mucho. Mi mamá me dice que cuando chico me vestía a escondidas como mujer, que era más tranquilito, que no jugaba con otros niños y que prefería compartir con mis compañeras del colegio. Siempre he sido distinto, y ahora ya de grande, detesto en lo que me he convertido.

No, no es que sea homosexual, no es que solo me gusten los hombres, es que siempre me he sentido una mujer. No soy el afeminado, no soy el maricón, soy una niña, una princesa atrapada en el cuerpo de una bestia, de un gorila peludo y torpe que se hace cada vez más y más feo.

Es lo que más detesto de mi ser. Hay gente que no le gusta su nariz, o sus ojos, pero créanme, aunque ustedes sean una de esas personas, nada se compara con lo que me sucede, y no lo digo porque es mi realidad, sino porque es mucho más profundo. Todo en mí está jodidamente mal, todo, desde mi timbre de voz hasta mis vellos, mi rostro cuadrado, mis caderas estrechas, la estúpida carne que cae entre mi ingle.

Pero no se lo he dicho a nadie. Si alguien me pregunta, solo soy gay. Total, así pueden entender, quizás, mis modos femeninos y mi gusto por los hombres. Si les confieso que soy en realidad una mujer, me quedarían viendo extraño, me harían aún más preguntas y me sentiría cuestionado, increpado por algo que ni siquiera yo puedo comprender.

Maldita sea, ¿por qué yo? ¿Por qué de todo el mundo justo me tenía que tocar esta maldición a mí? Por más que lo intento, no puedo ser un hombre, no soy capaz de hacerlo y me frustro. Me frustro porque se supone que Dios nos trae al mundo por una razón, ¿y cuál es su raciocinio para explicar lo que me sucede? ¿Qué debo hacer con esta mierda? Si solo me ha provocado sufrimiento.

Pensaba en todo esto mientras barría frente a la clase de aeróbicos. No me di cuenta, pero comencé a llorar, como una dueña de casa viendo una novela mientras hace el aseo de su casa. ¡Qué vergüenza! Debía verme patético.

-¿Estás bien? –escuché a alguien a mi espalda.

Al voltear me encontré con uno de los profesores de Physical, el famoso Enrique Lira, que al parecer es cercano a Celeste también.

-Sí, no se preocupe, estoy bien –

Agaché la cabeza y me moví con la escoba para huir. ¿Qué me iba a decir alguien tan guapo como él? Jo jo, los hombres no lloramos. Tienes que hacerte un macho. Levantar pesas para sacar músculo y atraer a las minitas. Algo así es lo que imaginaba podría salir de su boca. Más que mal, tiene la fama de ser un donjuán.

-No somos amigos ni nada, pero quiero que sepas que, si estás solo y triste, si sientes que ya no puedes más y necesitas a alguien, aunque solo sea para conversar y desahogarte… puedes contar conmigo. No te quedes con eso guardado…-

Fue… jodidamente tierno. Nunca lo había imaginado de alguien tan perfecto como él, por lo que me quedé perplejo ante su preocupación. Luego se marchó, como si se hubiera tratado solo de una aparición fantasmal. Sin embargo, yo sabía que era verdad.

El resto de esa tarde la pasé deambulando, embobado por lo ocurrido. Sé que era imposible que se fijara en mí. Soy hombre y demasiado feo como para atraer a semejante belleza, pero de todos modos idealicé millones de historias románticas en mi cabeza.

-Antes parecía que tenías pena y ahora estás riéndote solo. ¿Pasó algo bueno? – Celeste me preguntó mientras terminábamos de limpiar los cristales de la entrada al gimnasio.

-Algo así –

-Pero qué reservado. Deberías decírmelo, al final me enteraré de todos modos –

-Ok, pero no te vayas a reír ¿ok? –sucumbí en el chisme.

-Obvio que no, nunca haría algo que pudiera dañar al bebote –

-Lo que ocurre es que…-tan solo que no pude terminar mis palabras porque quedé embobado con el ángel más hermoso que he contemplado en mi existencia.

Hace un par de meses, cuando seguía internado en el hospital, vi en la televisión la presentación de un nuevo solista de la agencia Nueve, la misma empresa de Cassiopeia. Su nombre es Apolo y es un trasgresor, alguien de otro tiempo y quizás de una dimensión diferente, porque no puede ser de este mundo. Es delgado, su piel reluce de lo clara que es, lo que contrasta con sus ojos oscuros, tan negros como la noche, aunque es su cabellera plateada lo que más reluce en él, porque es tan larga que cae sobre sus muslos y parece tan sedosa como si fueran de plata verdadera. Canta como los mismísimos dioses, teniendo una voz fina y eso, unido a su imagen andrógina, lo convirtieron en todo lo que yo querría ser. No es un hombre como tal, aunque tampoco una mujer, es fluido, hermoso y una inspiración.

Por eso, cuando vi a Apolo entrando al Physical me paralicé y no pude terminar de hablar con Celeste. La celebridad suele pintar la punta de sus cabellos con un tono distinto cada vez que lanza un nuevo disco, y esta vez le tocó el rosado, lo que le hacía relucir aún más.

Caminaba como la estrella que es, rodeada de guardaespaldas y es que de inmediato se llenó de fanáticos que querían un autógrafo. Sin embargo, él siguió impávido.

-¿Y? ¿Por qué te callaste de pronto? –mi compañera me interrumpió.

-No importa… ¿No viste quien entró? –

-¿Esa chica? Debe ser una modelo –

-¿Qué? ¿Acaso no sabes quién es? ¡Es Apolo! El cantante más famoso durante el último año, si incluso está dejando obsoletos a todo Cassiopeia. Es… Es…Oh por Dios, no puedo creer que lo haya visto con mis ojos terrenales…-

-Ok, me das miedo. No sabía que fueras tan fanático por algo –

-Sí, o sea, es que solo él me encanta. Tú… tú hablas con Martín de Cassiopeia. ¿Sabes algo? ¿Acaso él comenzará a asistir a Physical? –necesitaba saberlo, y es que sería un placer para mí verle todos los días. No podía ni siquiera respirar bien.

-Bueno, creo que me dijo que Patricia había logrado atraer a una celebridad nueva de su agencia, para potenciar más al gimnasio. Y que Paulo estaba horrorizado, porque creo que detesta a este tal Apolo… que, por cierto, tiene nombre de motel barato –

-No digas eso, él es perfecto – creo que hasta veía estrellas sobre el cantante. A lo lejos seguía sus pasos.

-¿Quieres un consejo? No lo idealices tanto, debe ser un puto engreído igual que Paulo –

Pero no le hice caso, y es que seguía soñando con intercambiar, aunque sea un saludo con mi cantante favorito. Aquel día no pudo terminar mejor. Me habló un profesor hermoso y conocí a Apolo. Tal vez, el destino busca darme una señal.

 

 


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