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Palabras de papel por Annie_Powers

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Notas del fanfic:

Esta historia ya está publicada en Wattpad (Annie_Powers) de antes. Aviso para evitar malentendidos o similar.

Notas del capitulo:

Sgàile fue la primera serie de one-shots que escribí, por lo que es nornmal que evolucionara y no sea como las demás cosas que tengo escritas.

No he querido modificarla porque quiero que se note la evolución que he tenido. Es bonito ver el cambio en la forma de escribir.

Aviso que son one-shots muy largos. Demasiado diría yo xD

Espero que os guste.


Abro la puerta y salgo mirando con atención la enorme mansión que tengo delante. Antigua y de estilo barroco. Y no se cae a pedazos, todo un plus para mí de no morir aplastado por algún trozo que me destroce el cráneo. Suspiro y me coloco la funda de la cámara colgando en mi hombro y entro en la finca. El jardín dista bastante del estado de la mansión. Hay un montón de ramas secas, matorrales y malas hierbas que tapan el camino de tierra que se supone que debe de haber.

–Bueno… Solo tengo que hacer el artículo lo más rápido posible para poder largarme cuanto antes de este lugar… –susurro para mí mismo.

Me detengo ante la entrada y observo la puerta. Nada en especial para mí. Toco al timbre y espero mirando lo que me rodea. Plantas y más plantas. No hay vida, el ambiente solo exhuma muerte, decadencia y pena. Como me quede demasiado tal vez se me contagie este ambiente. Y como tarden más en abrirme la puerta entonces me van a salir raíces y pasaré a formar parte del bonito paisaje de la mansión.

–¿Quién es…? –un hilo de voz me da la bienvenida y una cabeza redonda casi sin pelo es lo primero que veo que asoma por la puerta.

–Hola, buenos días. Soy Casey Kim y he venido porque me han mandado a hacer un reportaje sobre su mansión.

–¿Un reportaje…? –el hombre mayor frunce ligeramente el ceño mientras me escanea con la mirada–. Ah, sí, el amo le está esperando…

–¿El amo? ¿No es usted el dueño de esta propiedad?

–¿Qué? Ah, no, no –suelta una suave carcajada achinando sus ojos con arrugas–. El amo es el dueño de la propiedad. Pase, pase, no se quede ahí…

El viejo abre más la puerta para que pueda pasar y entro mirando a mi alrededor. Oigo que la puerta se cierra y los pasos de ese hombre, que se posiciona a mi lado demasiado rápido. Parece más ágil de lo que pensaba. Un poco más y le da algo mientras me hablaba desde la puerta. El interior está algo oscuro salvo por la luz que entra por los grandes ventanales. Las cortinas están algo echadas por lo que impide que la luz del día pueda iluminarlo todo. Aunque claro, hoy está nublado.

–Perdone que no hayamos ido a buscarle, pero es que se nos ha olvidado por completo que hoy venía usted –me da una cálida sonrisa antes de seguir andando–. Sígame, le haré un pequeño tour por nuestra humilde casa.

Y tan humilde. Me doy cuenta de que hay una escalera enorme para subir a la segunda planta. Bastante típico en este tipo de casas. Y más por estos lugares. Edimburgo tiene muchos parajes preciosos lleno de verde, pero viendo esta casa, deprime bastante a la vista. El decorado es bastante lúgubre a mi parecer, pero para el hombre que me va parloteando sobre cada milímetro es toda una joya arquitectónica. Tampoco es que sea algo digno de elogiar demasiado. Solo una simple mansión más.

–Y estos… Serán sus aposentos –sonríe el hombre mientras me mira–. No es muy grande, pero espero que le guste.

–Es más que suficiente, muchas gracias –sonrío también por cortesía.

–La comida estará a las dos en punto, por favor, sea puntual –vuelve a sonreír antes de cerrar las puertas de la habitación.

Con un largo suspiro, miro a la fría habitación y dejo las pocas pertenencias que me he traído. No planeo quedarme más de un día aquí. Lo justo para recabar la información que necesito y ya escribiré el artículo en cuanto vuelva a casa. ¡El artículo…! Se me ha olvidado decirle a ese hombre que necesito hablar con el dueño de la casa. Bueno, con un poco de suerte, me lo encontraré a la hora de comer.

Miro por la ventana y observo el mustio jardín. El ambiente no ayuda demasiada inspiración para escribir. Fuera del vallado hay campo abierto y verde. Cojo la cámara y me decido a dar una vuelta por ahí, el paisaje es demasiado precioso como para no echar unas cuantas instantáneas. Cuando llego hace un poco de viento y no me parece desagradable. Así crea un paisaje más real. Saco la cámara de su funda y empiezo a sacar fotos mientras camino.

–Bonitas vistas, ¿no?

Pego un grito y a punto está la cámara de besar el suelo. Logro cogerla sin que se estrelle y miro a quien me ha hablado. Es el viejo que me ha recibido.

–¿Le he asustado? Perdone –dibuja una suave sonrisa y se sitúa a mi lado.

–Sí… Las vistas son bastante bonitas…

–¿Verdad que sí? Fue por esta razón por la que el primer dueño de esta finca decidió comprarla.

–Hace como unos trescientos años, ¿no? –miro al hombre antes de seguir fotografiando.

–Sí. El joven se enamoró de estas tierras y decidió establecer su residencia aquí.

–He investigado un poco la historia de esta mansión y de su familia. ¿Era cierto que era extranjero?

–Ah, sí… El señor Lee no era de estas tierras si no de un lugar muy lejano… –su voz irradia conocimiento y sabiduría, al igual que su postura de ahora, con las manos por detrás de su espalda y mirando las tierras.

–¿Y de dónde era?

–Pues como usted –me mira–. De origen asiático. ¿Es usted chino?

–No, soy coreano.

–¿De Corea del Norte? –abre un poco los ojos por la sorpresa.

–No, del Sur.

–No sé exactamente de qué región era el señor Lee. Aunque supongo que por aquel tiempo las dos Corea estaban aún unidas, ¿no?

–Se separaron en el siglo XX –sonrío mientras fotografío a un pájaro–. Así que pudo haber emigrado de cualquiera de las dos partes. Aunque, ¿era coreano?

–Sí. Se hizo rico como comerciante y quiso quedarse a vivir aquí. Se estableció y con el tiempo formó una familia. Aunque desgraciadamente murió bastante joven…

Estoy a punto de preguntar de qué murió cuando veo que ya no está a mi lado. ¿Dónde se ha metido? Por más que le busco dando vueltas como una peonza, no le veo por ningún lado. ¿Será que es silencioso al moverse? Hago un par de fotos más y camino hasta la mansión. Realizo algunas capturas intentando capturar algo del misterio que le rodea y entro. Empiezo a tener hambre y no sé qué hora es. Vuelvo a mi habitación y me cambio de ropa para estar más cómodo.

–La comida está lista –la cara del que pienso que es el mayordomo aparece justo cuando abro la puerta.

–¡Señor…! –pego un bote retrocediendo–. ¡Qué susto…! –me llevo una mano al pecho.

–Disculpe, era solo para avisarle de que la comida está lista. Por favor, baje al comedor –hace una suave reverencia antes de alejarse por el pasillo.

¿Qué tiene este hombre con darme estos sustos? Cierro las puertas de la habitación antes de intentar recordar el camino hasta el comedor. Tardo un poco antes de encontrar la habitación con una larga mesa. En la punta más cercana que hay, están los cubiertos para una sola persona. ¿Eso significa que voy a comer solo? ¿Y el dueño?

–Disculpe la ausencia de mi amo, señor Kim –otra vez aparece justo a mi lado cuando me siento–. Pero el señor Lee no puede atenderle ahora mismo…

–¿Le pasa algo? –elijo lo que me van ofreciendo los sirvientes.

–Está indispuesto, así que me ha pedido que sea yo personalmente quien conteste sus preguntas. Al fin y al cabo, soy el empleado más antiguo de esta casa y puedo contestarle perfectamente. Conozco esta casa como si fuera mía.

–Oh, bueno, entonces no hay problema –sonrío y empiezo a comer.

Tal y como me esperaba, el dueño de esta casa es casi tan raro como esta mansión y su historia. Cuando me quiero dar cuenta, ya se ha ido de nuevo y estoy solo en el comedor, con un par de sirvientes a cada lado que me van sirviendo más comida. Tengo que decirles que ya no me echen más porque si no voy a explotar con tanto alimento en mi estómago. Termino y me voy a mi cuarto a descansar un rato antes de ponerme a trabajar.

Por la tarde el hombre me atiende. Descubro que es el mayordomo de la mansión y el más cercano al dueño puesto que es su mayordomo personal. Me va contando la historia de la familia y desmintiendo o afirmando las cosas que me han intrigado cuando estuve investigando. Pese a que el hombre ha contestado a todas mis preguntas, termino la entrevista con un mal sabor de boca. No hay nada interesante, todo es muy corriente y nada fuera de lo común. Con esto no tengo demasiado con lo que hacer un buen artículo. Sería muy aburrido todo. Lo que queda de tarde la paso encerrado en mi habitación e intentando averiguar más cosas sobre la mansión.

Doy un último suspiro de frustración y me recuesto sobre la silla. Nada, no encuentro nada. Mañana regresaré a Londres y habrá sido un viaje más bien para nada. Suspiro de nuevo. Tiempo perdido. Odio perder el tiempo. La hora de la cena llega antes de lo que me esperaba y estoy cenando de nuevo solo. El estirado del dueño no se ha dignado a presenciarse ante mí aunque sea un momento.

–¿Tiene planes para mañana? ¿O regresará? –el mayordomo esta vez tiene la decencia de entrar por la puerta y no asustarme.

–Regresaré mañana a Londres, ya tengo todo lo necesario para poder escribir –continúo cenando mientras dedico una breve sonrisa al hombre.

Él también me sonríe y se marcha de nuevo, sin hacer ni ruido al caminar. Supongo que las largas alfombras desgastadas que cubren los pasillos ayudan. Termino de cenar más pronto que tarde y subo hasta mi habitación a intentar dormir. Supongo que estoy agotado por el viaje porque no tardo en dormirme.

Un ruido ensordecedor me despierta en mitad de la noche y veo que los ventanales se han abierto de par en par por el fuerte viento que hace. Me levanto y cierro las ventanas observando la luna llena que adorna el cielo, acompañada de unas nubes grises que intentan apagar su luz. Vuelvo a la cama e intento dormirme, pero fracaso porque no paro de dar vueltas por la cama. El ruido del aire se ha instalado en mis oídos y no paro de escucharlo, no para de taladrarme la cabeza. Al final me quedo mirando el techo con los ojos abiertos como platos y escuchando con atención los ruidos de la habitación.

¿Y si me doy una vuelta? Con lo lúgubre que es esta casa seguro que me caigo por las escaleras por algún susto que me dé. Puede que con el golpe consiga dormirme o quedarme ahí para siempre. Tal vez si veo cosas aburridas me entre el sueño. Salgo de la habitación intentando hacer el menor ruido posible. Salgo y voy observando la decoración de los pasillos. Hay cuadros, espejos y retratos de personalidades que ni me suenan.

Hay un montón de habitaciones. ¿Aquí es donde duerme el personal? ¿O tienen que dormir en un lugar aparte? Porque aquí hay camas suficientes para que vivan al menos con comodidad. Camino por los pasillos con el ruido del viento golpeando las ventanas como sonido de fondo y la luz de la luna como guía para no tropezarme con cualquier mueble.

En un momento dado algo me llama la atención. Una de las grandes puertas de las estancias está más decorada y es más grande que las demás. Llegan hasta el techo cuando las demás no llegan. ¿Será la habitación principal? A lo mejor está ahí el dueño de la casa durmiendo y le despierto. Mejor no arriesgarse. Pero algo ha hecho que la curiosidad pueda más que mi prudencia y camino hasta la puerta con cuidado. No hay ninguna luz abierta. Siempre puedo poner como excusa que me he perdido y que buscaba el baño.

Entro haciendo el menor ruido posible y miro la estancia, concretamente en la cama por si está el dueño. No hay nadie. Al parecer esta no es su habitación así que camino dentro algo más despreocupado. No creo que nadie me encuentre por aquí a estas horas de la noche. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Creo que con la camiseta interior y mis calzoncillos no es ropa suficiente para esta fría noche. Me froto un poco los brazos para poder entrar en calor y voy mirando la estancia.

–Qué montón de polvo… –murmuro mientras miro los muebles–. Tiene hasta telarañas… Seguro que en esta habitación nadie ha entrado durante un tiempo…

Sigo merodeando por la habitación y llego hasta la cama. Está bastante hecha polvo aunque aún se conserva en pie. Miro hacia arriba y veo un enorme retrato. Supongo que serán uno de esos retratos que se hacían los dueños. La penumbra hace que no pueda ver su rostro. Solo veo a una persona vestida con ropajes de la época, es decir, del siglo XVIII. Parece que la ropa es masculina, por lo que será algún hombre de la familia Lee.

–¡Tú!

Me giro para ver quién ha gritado de esa manera porque acabo de escuchar coreano y al momento noto que soy impulsado hacia el colchón, con algo posicionándose sobre mí y apretando mi cuello. Siento que empiezo a perder aire y pataleo para poder soltarme. No veo a nadie encima de mí intentando estrangularme y un sudor frío empieza a recorrerme el cuerpo.

–¡Déjame! –consigo gritar mientras noto más presión sobre mi cuerpo.

De pronto veo algo que me deja totalmente horrorizado y clavado en el sitio. Ante mí hay un chico con los ojos totalmente negros, piel mortalmente blanca con unas cadenas flotando alrededor de él y vestido con una especie de camisón de dormir. Su mueca de furia le hace todavía más aterrador de lo que es ya y más aún el hecho de que ahora mismo quiera matarme.

–¡Fuiste tú! –el grito es tan ensordecedor que creo que los tímpanos me van a explotar. Pues sí, lo que acaba de gritar es coreano.

Siento el impulso de taparme las orejas para que no me estalle la cabeza, pero mantengo las manos en las suyas. Lo hubiera hecho de no ser porque me estoy quedando sin aire y porque el desgraciado está aplicando más presión, así que aferro aún más sus manos intentando librarme de su mortal agarre. Pataleo aún más pese a que su cuerpo es incorpóreo. El fantasma grita de nuevo, taladrando mis oídos y yo también grito por el dolor. Clavo las uñas en sus extrañas manos y hace más presión alrededor de mi cuello.

Empiezo a ver pequeñas motas negras y siento que pierdo las fuerzas. ¿Es así como voy a morir? ¿Siendo asesinado por un fantasma furioso? Seguramente el mayordomo encuentre mi cadáver con una expresión de horror pintada en el rostro y se deshaga de mí como si lo hiciera con la basura.

–¡No, señor Lee…!

No reconozco la voz ajena porque ahora mismo no reconocería ni a mi propia madre aunque me la pusieran delante de mis narices, pero sí que distingo que ha gritado en inglés. Me cuesta mucho respirar.

–¡No lo haga señor Lee…! –me parece reconocer la voz del mayordomo.

–¿Por qué no debería? –grita la cosa que tengo encima de mí. Extrañamente le ha contestado en el mismo idioma.

–¡Porque no es él, señor…!

El fantasma sigue estrangulándome haciendo caso omiso del viejo y yo empiezo a perder el conocimiento. Unos segundos después noto que alguien tira de mí de nuevo y que mis vías respiratorias reciben aire. Respiro desesperadamente el oxígeno que me ha sido devuelto y toso totalmente tirado en el suelo.

–¿Está usted bien? –me pregunta el hombre. Pues claro que no.

–No… –me sale un hilillo de voz mientras respiro todo lo que puedo.

Otro escalofrío me recorre el cuerpo cuando veo la cosa esa incorpórea flotar por el aire con la mirada clavada en nosotros dos. Me da la sensación de que tiene los ojos aún más negros y se le notan las venas por la cara, cuello y brazos. Dentro parece haber algo negro. ¿Sangre negra? Asqueroso.

–¿Cómo osas interrumpirme? –sigue gritando y siento que me va a explotar la cabeza de un momento a otro.

–Amo, no es quien cree que es. Él murió hace años…

–¡Mientes! –hace retumbar toda la habitación–. ¡Él está justo enfrente de mí! ¡Y tú has hecho que pierda mi oportunidad de matarle!

¿Cómo demonios puede estar manteniendo una conversación en inglés con esa aberración? ¿Y por qué me ha gritado a mí en coreano? ¿Esa cosa sabe mi idioma?

–¡Amo, por favor…! ¡No es él…! ¡Mírele bien, ni siquiera le reconoce…! –el hombre valerosamente se interpone entre esa cosa a la que llama amo y yo.

Un momento. ¿Amo? ¿Amo? ¿Acaba de decir “amo”? Veo la puerta abierta mientras ellos dos siguen discutiendo y aprovecho para salir por patas. Al momento escucho otro grito que hace que cada célula de mi cuerpo tiemble y sigo corriendo dirección a la salida. Me da igual si voy en calzoncillos, salvar mi vida es mi única prioridad ahora mismo.

Corro lo más deprisa que puedo y cuando estoy bajando por las escaleras oigo otro grito que me lanza por los aires. Chillo aterrizando en el suelo y como puedo me levanto para correr hacia la puerta principal, pero otro impulso hace que me estrelle contra ella. Segundos después noto que algo me aprisiona contra la puerta, inmovilizándome para que no pueda huir más. Es el fin. Voy a morir.

–¡Amo, por favor, escúcheme…! –no sé cómo ha llegado tan rápido el mayordomo, pero internamente agradezco que mi primera impresión de que le costaba hasta de respirar fuera errónea.

–¡Silencio, humano! ¡No voy a tolerar que me desafíes más! ¡Después de terminar con ese maldito bastardo, tendrás un destino mucho peor que la muerte!

¿Qué es peor que ver su asquerosa cara? Siento muchos escalofríos y grima de tan solo verla. Intento moverme, pero me hago más daño y suelto un quejido.

–¿Está usted bien, señor Kim…? –me susurra con la mirada llena de preocupación.

–Voy tirando… –jadeo por la carrera que me he hecho hace unos segundos.

–¡Fuera!

–¡No lo haga, amo! ¡Él no es la persona a la que está buscando…!

–¡Mientes! ¡Si no es él, ¿entonces por qué lleva su mismo apellido?!

¿Kim?

–Que el señor Kim tenga su mismo apellido no significa que sea él.

Al parecer escuchar mi apellido hace que le enfurezca aún más y su rostro se deforma aún más, gritando de ira y haciendo retumbar más los cimientos de la mansión. El mayordomo se tapa las orejas aguantando el dolor y yo grito más estando empotrado contra la puerta. Cuando termina de gritar siento que mis fuerzas han desaparecido de golpe y jadeo más que antes. Agradezco que me tenga ahora mismo aprisionado contra la pared porque hubiera caído contra el suelo como un saco de patatas.

–¡Entrégamelo! ¡Ese malnacido no volverá a escaparse de mí!

–¡Yo no soy él! –me atrevo a gritar, ya me estoy hartando de esta situación. No sé por qué lo he dicho en coreano.

La mirada letal que me lanza hace que trague saliva con sudores fríos. Esos ojos negros como pozos no me dan buena sensación. Bueno, ni a mí ni a nadie. ¿A quién le gusta eso? Parece demoníaco. ¿Es un demonio lo que intenta matarme? Más bien parece un fantasma.

–¡Claro que lo eres, mentiroso! ¡Tienes esa maldita cara de traidor! ¡La misma que una vez osó a traicionarme de esa manera! ¡Y lo pagarás muy caro! –avanza peligrosamente hacia mí.

–¡Amo, él murió tiempo después que usted…! –se vuelve a interponer. Me da a mí que saldrá volando al igual que yo.

–¡Le tengo justo delante de mí! –grita aún más enfurecido–. ¡Sé que es él! –alza la mano hacia mí y al segundo noto que me está chafando contra la pared.

–¡Créame, por favor! ¡Y si no, mire en sus recuerdos! ¡Verá que no es él!

¿Qué acaba de decir? ¿Que esa escoria va a hurgar en mi mente? Antes prefiero que me mate a que me toque.

–¡Ni se te ocurra tocarme, bestia inmunda!

–Señor Kim, por favor, deje que el amo mire en sus recuerdos, así verá que no es usted a quien busca –susurra el mayordomo mirándome.

–¡Ni hablar…! ¿Y por qué demonios le llamas amo? –ya el uso del usted me lo paso por ahí–. ¿No ves que esa cosa de ahí no es de este mundo? Lo que deberíamos de hacer tú y yo es largarnos de aquí cuanto antes.

–No puedo huir de mi amo, señor Kim…

–¡Pero él no es tu amo!

–Claro que lo es, señor Kim… –sonríe levemente y mira al que dice ser su amo–. Aunque le vea ahora así… Mi amo no siempre es de esa forma…

Miro al amo y me da asco. ¿Cómo puede hablar de esa forma de esa cosa? ¿Y cómo no está temblando de miedo al igual que yo? Claro, a él no le han intentado estrangular como a mí. Miro al mayordomo y cuando quiero mirar a mi verdugo, me lo encuentro delante de mis narices antes de que él se adentre en mí. Al momento siento que no puedo respirar y que me están dando escalofríos. La cabeza me va a estallar y empiezo a moverme ya que el agarre que tenía ha desaparecido. Siento náuseas y mi cuerpo convulsiona mientras grito y pataleo.

–¡Fuera de mi cuerpo! ¡Fuera! –chillo intentando por todos los medios que salga de mí.

–¡Señor Kim, por favor, estese quieto o le hará más daño!

–¡¿Más de lo que me está haciendo ahora?! –pataleo aún más sintiendo que me está devorando por dentro.

Por favor, si parece que tenga el demonio dentro y me estén haciendo ahora mismo un exorcismo. Aunque más bien eso es lo que estoy haciendo: un exorcismo para quitarme a esta repugnante cosa de mi cuerpo. Chillo y me sacudo aún más para que deje de hurgar en mi mente. Le noto dentro de mi cabeza, me está explorando entero. No quiero que me haga eso, es como si me estuviera violando mentalmente. No sé qué hacer así que con toda mi fuerza de voluntad intento expulsarle de mí. Y no sé cómo lo hago o si lo he conseguido yo, pero el desgraciado sale. Caigo derrotado contra la puerta y jadeando por la lucha interna que he tenido.

–Señor Kim… –el mayordomo me ayuda a sentarme al menos bien.

–Deja de llamarle de esa forma, ¿quieres? –veo al tipo frotarse lo que creo que son las sienes–. No vuelvas a pronunciar ese apellido en mi presencia nunca más, ¿vale?

–Sí, amo… –hace una pequeña reverencia y me ayuda a ponerme de pie.

Mientras me pongo de pie, no le quito la vista al que ha intentado matarme por si se le ocurre intentar cualquier otra cosa. La basura flotante sigue con el mismo aspecto que antes, pero empiezo a notar que deja de levitar para posarse en el suelo. ¿Puede ponerse de pie sin escurrirse hacia abajo? ¿Es eso posible? Bueno, antes ha intentado estrangularme con sus propias manos y me ha inmovilizado con su propio peso, así que la respuesta es que sí.

Lo que estoy viendo ahora mismo me deja totalmente absorto. Está sufriendo una metamorfosis. Las cadenas empiezan a dejar de flotar al igual que él y sorprendentemente no se van hacia abajo, sino que se quedan en el suelo. Las venas que antes se le veían empiezan a difuminarse y ya no veo esa especie de sangre negra. Mejor, así no sentiré tantas náuseas al verlas. El aura que le rodea empieza a calmarse y por último le cambian los ojos. Ya no se le ven totalmente negros, sino que ya puedo distinguir sus orbes. Sigue teniendo los ojos oscuros, pero al menos distingo algo humano en su mirada. El cambio es bastante sorprendente teniendo en cuenta que antes parecía una cosa del demonio y ahora es más bien un alma sin rumbo.

–¿Y bien, amo? ¿Qué ha podido averiguar…?

–No es él… –responde entre dientes, con el enfado bastante visible.

–¿Ve como no era él, mi señor…? Él es el señor Casey Kim, el muchacho que ha venido a hacer el artículo sobre su mansión.

–¿Por qué sigues llamándole amo? –frunzo el ceño cansado de las palabras del mayordomo–. Él no puede ser tu amo. Él no está vivo. ¿De qué le conoces?

–Señor Kim… Él es mi amo y señor de esta propiedad…

–Imposible. Está muerto, ya no puede ser propietario de nada.

Miro de reojo al fantasma que tengo delante, que me está escaneando con la mirada y no me gusta nada. Es como si quisiera inspeccionarme entero. ¿No le ha valido con meterse entero?

–No sabéis quién es, ¿no? –me dedica una sonrisa de comprensión.

–Es un fantasma que ha intentado matarme, no tengo por qué saber nada más. ¿Dónde está el propietario de ahora? Tengo que hablar con él para que haga algo con este lugar maldito y salir pitando de aquí.

El esperpento empieza a carcajearse de mala manera. Se está burlando de mí.

–Señor Kim… Él es el señor Lee… El propietario al que usted quería ver en persona… Y también es… Spencer Lee, el primer propietario de estas tierras…

¿Cómo? Debe de estar bromeando. Es una broma, ¿verdad? Mi cara seguramente es un poema ahora mismo y está reflejando todo lo que estoy pensando ahora mismo. ¿El que ha intentado matarme es en realidad el coreano que vivió aquí por primera vez hace unos tres cientos años? ¿Y también es el dueño al que el mayordomo le está sirviendo? ¿Y el hombre ese le sirve sin oponer resistencia? ¿En qué casa me he metido?

La sonrisa picarona que le sale al que se supone que es Spencer Lee me da un calambrazo y trago saliva. Estoy en muy graves problemas…


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