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Lazos de veneno negro por AlbaYuu

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Notas del fanfic:

Este fanfic ha salido de un rol que empecé el año pasado en un grupo de whassapp donde conocí a otra perosna muy especial para mí. Otra de mis partners, mi querida Musguito

Nena espero que leas este facfic que te dedico y lo disfrutes como los demás lectores que vengan a hechar un ojo.

La misión era muy sencilla, averiguar quién era el recipiente del alma de la nueva estrella maligna que el patriarca había dectado en el cielo. Para ello, había mandado a dos de los santos dorados que actualmente se encontraban. Piscis y Escorpio. Ambos muy diferentes el uno del otro, el primero de ellos era solitario y antisocial, con un cáracter amable a pesar de su negación a ser tocado por alguien. Poseía una belleza sin igual, algo que le daba cierto atractivo a su masculinidad. No parecía a una chica a simple vista, con largos cabellos rojos de una tonalidad oscura y una penetrante mirada de ojos marrones y en cuanto a sus rasgos físicos, su delicadeza ya lo decía todo. Simplemente era un ser muy hermoso, un caso "único" en la especie humana. Pero era deseado por muchos en el Santuario, pero un rumor corría sobre su persona, un rumor sobre la maldición de Piscis, una maldición mortal, por la cual solo unos pocos valientes seguían el entrenamiento hasta el final. Y en cuanto al segundo, solo se podía destacar sus cabelos negros y una fiera mirada, pero con un deseo profundo hacia su compañero. Ambos rondarían los 20 y 21 años por parte del segundo, jóvenes. Ambos fueron mandados a Londres, la capital de Reino Unido y dónde se celebraba la fiesta de un apuesto joven príncipe. El patriarca había dando órdenes explícitas de vigilar a aquel noble, según un amigo suyo, alguien que actuaba desde las sombras, sabía que aquel joven estaba relacionado con aquella estrella maligna que había aparecido.

El llegar a la ciudad fue algo sencillo, con el viaje pagado por las monedas que habían conseguido y tras unos días andando, los dos jóvenes lograron llegar a la gran ciudad inglesa. Buscaron un hotel barato y antes de su compañero pidiese una habitación compartida, el pelirojo se adelantó para pedir dos separadas, que por desgracia no quedaban. Perdiendo aquella batalla solo pudo ver como su compañero sonreía feliz.

-- Que te quede bien claro, Zaphiri, te voy a estar vijilando. -- amenazó con una rosa en la mano.

Su compañero se rió un poco con una gota de sudor en la cara.

-- Descuida, Lugonis, no haré nada raro. -- sonrió mientras miraba a su compañero un poco de arriba a bajo. 

Lugonis no era idiota, y aunque estaba de espaldas a Zaphiri, sabía que le estaba mirando de forma deseosa. Rodeó los ojos y se centró en sacar el traje que usaría en aquella fiesta tan exclusiva. No sabía cómo el patriarca había logrado meterles allí. Sabía que el Santuario tenía sus propios aliados, pero eso era algo que no le importaba mucho. Con el traje en las manos se marchó al baño. No iba a perder el tiempo con tonterías, la misión era la misión. De pronto Zaphiri le agarró la muñeca y tiró un poco de él. Lugonis abrió los y se giró para mirar a Zaphiri y soltar su agarre. 

-- ¿Pero qué te pasa? -- preguntó sin saber a qué venía aquello. 

-- Lugonis, ¿por qué no dejas que te toque? ¿A qué le tienes miedo? 

Quería saberlo, saber el porqué del contrario en su afán de no ser tocado. Lugonis no era brusco, ni serio ni frío, solo mantenía las distancias por seguridad. Soltó el aire de forma pesada y le miró. 

--Zaphiri, por mis venas corre un veneno mortal. Un veneno que puede matarte. Soy tóxico. Entiéndelo de una vez. -- soltó su agarre y se marchó al baño. 

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La fiesta había empezado según a la hora planeada, todos los sirvientes de la gran mansión Walker estaba listos para aquella noche. Todo debía ser perfecto, como en la servicio inglés, conocido por ser un servicio de excelentes modales, tanto la nobleza y la servidumbre. Los invitados fueron llegando en masa, con sus ropas más elegantes y caras, hechas con los mejores materiales del mercado. Todos los invitados disfrutaban de una buena copa del mejor vino y los mejores alimentos sobre una mesa larga en el gran salón del baile. Lugonis hizo su aparición junto a Zaphiri y cuando este presentó la invitación ambos se metieron en el lujoso lugar. El marmol era muy abundante como principal material de construcción de la estructura interna, también había presencia de cuarzo y poedra, decorada de forma excepcional por los mejores pintores, al igual que los cristales del techo. Lugonis se había fijado de la calidez del lugar, aquel príncipe era alguien muy rico. Al fonde de la sala había una bandera colgada con un escudo un tanto particular: El escudo de la Familia Walden. Eso pensó Lugonis al ver aquel emblema tan característico. Conocía a la familia Walden, eran muy ricos y una de las familias más impotante de toda Inglaterra, se decía que tenían cierto perentesco con la familia real. Entendía todo aquel lujo, en aquella familia un cumpleaños suponía todo un evento al que eran invitados los más ricos del país, inclusive salía en los periodicos, los ofortunados que eran invitados presumían de dicha invitación. Lugonis había cogido una de las copas de vino que uno de los tantos sirvientes había ofrecido. Con ella en las manos pasó a obsrbar a todos los demás invitados, iba vestido con las mejores ropas de gala que tenía, que el mismo Santuario les había proporcionado para aquella misión. Él era un joven de 21 años, con una apariencia sin igual, sus cabellos rojos carmesí eran muy llamativos que contrastaban además con sus finos rasgos. Tenía un rostro de modelo, un rostro con rasgos faciales delicados y duros a la vez. Su cuerpo era delgado, pero tonificado con una delgada cintura. Cualquiera caía rendido a sus pies o despertaba deseo por su ser. Era toda una rosa muy hermosa en un bello jardín. Pero sus espectadores no conocían la terrible maldición a la que estaba condenado. Su traje era un bello atuendo oscuro con algunos bordados de rosas en el abrigo marrón oscuro. Sus pantalones grises y sus botas negras eran una perfecta convinación. Observaba a todos los invitados desde su posición bebiendo de la copa. Zaphiri por su parte observaba desde otra distancia, pero no a los invitados, sino a su compañero; era tan sexy, despertaba muchos deseos en su interior, pero este solo se lejaba.

En otro lugar el pricipal afitrión de la velada se estaba preparando con sus mejores galas. Habían sido diseñada a medida y tejida con los mejores materiales les mercado. Los sirvientes vestían al joven señor, quien el día de hoy cumplía 23 años. Era un joven atractico y con un físico de ensueño. Resaltaba aquella masculinidad que tenía, sus buenos rasgos faciales que coincidían con el canon de belleza griego. Los sirvientes acabaron con todo, el antitrión de la familia Walden estaba listo para ser presentado. Las trompetas sonaros llamando la atención de todos los invitaodos, quienes se acercaron a las escaleras para ver como el anfitrión en el que pesaba el protagonismo hacía acto de presencia, todas las jóvenes solteras acudían como abejas a la miel.

--Con todos ustedes, el Príncipe Radamanthys Walden.

Su entrada la anunció un joven de cabellos rosados, su más fiel sirviente y mejor amigos. Radamanthys fue recibido por una gran ola de aplausos y fue bajando las escaleras pasando la mirada por todos aquellos invitados que habían venido a verle. Escondió una mueca de desagrado, no era fan de los grandes acontecimientos, pero en su familia así eran las cosas. No podía dar mala impresión. Lo que más le molestaba era la cantidad de nobles y aristócratas que solo estaban allí para presumir de que habían sido invitados a tan emocionante evento. Pero de repente sus ojos se detuvieron en cierto joven pelirojo, quien era de los pocos que no miraba hacia él. ¿Quién era aquel joven? De inmediato era su centro de atención. Sus ojos ámbar no se despegaron de él, por lo que al llegar a la altura del resto de los invitados tuvo que prestar atención al hombre que estaba delante de él tendiendole la mano y al parecer quien le hablaba. Fijó su mirada en él aparetando el agare de la mano y solo haciendo un leve gesto con la cabeza para asentir, no necesitaba malgastar saliva con alguien como él. De inmediato pasó a buscar a aquel invitado con el cabello rojo. Debido a su altura dio con él a los pocos segundos y abanzando a paso rápido esquivó a algunos invitados e invitadas indeseosas que solo querían entablar una conversación absurda de la que no tenía tiempo, sus intereses eran otros. Se colocó el cuello de la camisa y la chaqueta y avanzó con paso firme. Lugonis nunca se lo esperó, pero al girar la cabeza vio a Radamanthys a su lado. Se quedó callado, ¿Cuándo había llegado a su lado? Sentía una energía extraña, no era cósmica. Sus ojos quedaron atrapados en aquellos orbes ámbar, pasando por alto aquel detalle tan llamativo de su "única ceja" debido al exceso de pelo en el entrecejo.

--Hola, soy Radamanthys Walden y me gustaría que me concedises este baile.

Extendió la mano hacia Lugonis dejándole impresionado, ¿un baile? La copa de su mano casi se revaló, pero la mantuvo en su mano.

--¿Un baile?- fue lo único que Lugonis llegó a pronunciar.

Lugonis miró al recién llegado sorprendido y algo confundido. ¿Le estaba pidiendo un baile? Miró a todos lados pensando que él no era el aludido lo que hizo que Radamanthys rodeara los ojos, no había nadie a su alrededor por lo que claramente la petición iba dirigida hacia él. Se sonrojó notando como todos les miraban. Rechazar tal petición sería muy grosero por su parte, pero ¿qué había de su sangre envenenada? Solo se limitó a asentir y tomó la mano del apuesto anfitrión. Ambos caminaron hacia la pista de baile, todos los bailarines se habían apartado para dejar paso al anfitrión de honor de la familia Walde, quién ya había escogido su pareja de baile; muchas damas se mordían los labios de envidia. Aunque debían admitir que aquel joven pelirrojo era muy atractivo y atraía todas las miradas.

Una vez posicionados el uno enfrente del otro, ambos alzaron los brazos con la mano de Radamanthys por debajo de la de Lugonis. Luego ambos las entrelazaron y giraron dando una vuelta completa, pero antes se llegar a su sitio, Lugonis pasó por delante de Radamanthys hasta quedar pegado a él con su mano en la cintura y la otra extendida con la palma de la mano contraria sobre la suya. Así dieron otra vuelta y pasar a separarse de él girando sobre sí mismo, pero sin soltar el agarre de sus manos, y a continuación se acercó de nuevo a él. Entonces Radamanthys pasó a rodear la delgada cintura de Lugonis con el brazo y acercarle a su cuerpo sujetando la otra mano a la altura de los hombros y ligeramente apartadas del cuerpo con el codo flexionado. La mano libre de Lugonis fue colocada en el hombro de Radamanthys. No podía ocultar el hecho de que estaba nervioso, su respiración era algo agitada.

—Relájate. Puedo notar que es tú primer baile.—no fue una pregunta, era una afirmación. 

Lugonis alzó la mirada para encontrarse con aquellos ojos ámbar que lo eclipsaron al momento y antes de poder contestar la música volvió a sonar y sus cuerpos empezaron a moverse. Que suerte que una de las partes del entrenamiento era aprender a bailar para pasar desapercibido. Siguió los pasos junto a Radamanthys al compás de la música para luego dejarse caer un poco desplazando una pierna hacia delante y luego girar con él y dejar que le tumbara un poco dejándose caer sobre su brazo. Volviendo a incorporarse giró de nuevo avanzando por la pista en coordinación con las demás parejas que bailaban a su alrededor. No perdía sus ojos, básicamente Radamanthys no le dejaba. Lugonis aplicaba todos los pasos que debía hacer conforme era su papel. Fueron unos largos momentos en los que ambos se dejaron llevar por la música, Radamanthys parecía llevar el control, pero no era el caso. Con otras parejas el bailar suponía una tarea muy aburrida, ya que dejaban que la música guiara sus cuerpos. Pero con aquel joven pelirrojo ese no era el paso, el joven se movía como nadie. La música movía su cuerpo con total naturalidad, eso le fascinó. En última vuelta que ambos se separaron, Lugonis giró sobre sí mismo enrollándose en el brazo de Radamanthys hasta llegar hasta él quedando su espalda con su pecho, juntó sus pies y se dejó caer echando la cabeza hacia atrás. Era una estrofa suave, solo violín y piano, con un fondo de arpa para crear el ambiente más tranquilo e existente. De pronto solo estaban ellos dos en la pista, las demás parejas no habían podido retirarse al ver aquel baile tan tranquilo. Las manos de Radamanthys viajaron por el cuerpo de Lugonis denotando aquella esbelta figura, a sus fosas nasales llegó un agradable olor a rosas, pero uno cualquiera, sino uno único en el mundo. En seguida lo memorizó. Pasó a abrazar aquel cuerpo por unos segundos hasta que la música finalizó y los abrió entre toda la cantidad de aplausos.

No solo él había caído en el mundo místico, Lugonis también y al salir de él vio que estaba muy cerca del rostro de Radamanthys, todos a su alrededor daban fuertes aplausos. En una esquina Zaphiri había observado todo el baile, aquel supuesto "Príncipe"no parecía nada fiable, su aguja escarlata palpitaba un poco. Lugonis quiso abandonar en ese instante la pista de baile, había el foco de atención lo suficiente. Pero antes de poder escapar una mano le agarró la suya, al girar la cabeza se dio cuenta de que se trataba del Príncipe.

—Ven.—con una sutil voz tiró de él y pasando entre todas las personas aglomeradas ahí le guió hasta un balcón. Se había fijado que el pelirrojo parecía estar agobiándose dentro con tanta joven.

Al salir Radamanthys soltó la mano de Lugonis, le miró de reojo y detector el sutil sonrojo que había aparecido en sus mejillas, se quedo callado, le pareció aún más atractivo. Era algo extraño, pero solo quería estar con él, desde el primer momento había llamado su atención cuando le vio con aquella copa de vino. Tal vez había sido por sus peculiares cabellos rojos, pero destacaba por encima de todos hombres y mujeres de la sala, tanto en físico como en aura. Ese olor a rosas que desprendía solo le atraía más. Quería conocerle.

—No he llegado a preguntar tú nombre, muy mala educación por mi parte.—comentó mientras tomaba de nuevo la mano de Lugonis y depositaba un suave beso en el dorso de su mano, cubierta por un guante blanco.—Soy Radamanthys Walden, ¿y vos?

Lugonis no pudo evitar desviar un poco la mirada hacia uno de los lados, sus mejillas se habían vuelto aún más rojas. Aquel joven era extremadamente atractivo, como seductor. Tenía un semblante serio, pero era muy amable, al menos con él. No solía sentirse cómodo cuando otros nobles o pueblerinos le "halagaban" por su belleza sin igual. Pero él parecía diferente, en ningún momento había hecho algún comentario respecto a su físico, aunque lo veía en sus ojos, veía que le halagaba con su mirada, que le expresaba su admiración con suaves y sensuales miradas. Su corazón se aceleró un poco. Con sutileza y delicadeza apartó la mano tras el beso que el contrario había hecho y pasó a tomar una de las rosas que había en uno de los rosales que trepaban por los muros de aquel castillo, era roja y estaba en su máximo esplendor, pronto sus pétalos empezarían a marchitarse y se caerían. Miró a Radamanthys listo para presentarse.

—Soy Lugonis, Lugonis Sinclair. —sonrió mientras olía la rosa y luego alzaba la mirada hacia Radamanthys.

Radmanthys no podía quedar más prendado de aquel joven. Su cuerpo esbelto, aquel aroma a rosas y sobre todo, su atractivo aspecto y aura, se sentía muy bien a su lado. Lugonis, ya sabía como se llamaba. Y era un nombre muy bonito, muy apropiado para un ser muy elegante como él. Decidió dar unos pasos para acordar aún más la distancia con él hasta quedar a su lado por completo.

Por su parte, Lugonis, al tenerle más cerca pasó a sonreír un poco de forma cálida, no le importara que estuviese cerca, a pesar de su sangre envenenada. Con la rosa en sus manos dio paso a mirar al frete. Su acompañante aprovechó para coger otra de las rosas y se la puso en sus cabellos. Luego con sutileza tomó aquel mentón y le obligó a alzarlo para verle a los ojos, a pesar de tener los ojos como la mayoría de las personas para él eran únicos. Tal vez se estaba precipitando un poco, pero ese joven, oh, solo con estar a su lado empezaba a robarle algunos suspiros. Lugonis permaneció estático en su sitio sin mover ni un dedo cayendo en el encanto de aquel príncipe, dejó caer las manos y con ello la rosa que acabó en el suelo y fue entonces cuando algunos pétalos se desprendieron de ella. El rostro de Radamanthys se fue acercando al de Lugonis poco a poco eliminando la distancia entre ambos. Sus labios estaban a punto de rozarse cuando alguien salió al balcón y tiró de Lugonis para apartarle de Radamanthys rompiendo por completo aquel momento. Radamanthys se quedó helado al ver como un hombre de cabellos negros una mirada cargada de odio se posicionaba delante de él. Lugonis se tambaleó un poco y al ver a Zaphiri abrió los ojos como platos.

—¿Zaphiri? ¡¿Pero que haces aquí?!—preguntó mirando a su compañero.

—¡¿Tú ves normal lo que ibas a hacer?! Lugonis este ser ¡te iba a besar!

Lugonis miró con total incredulidad a Zaphiri, no podía crees lo que veían sus ojos, estaba montando un gran escándalo. Apretó los puños realmente molesto y se giró para marcharse.

—¡Pues métete en tus asuntos!

Y se marchó del balcón de vuelta hacia dentro huyendo de la escena de su amigo. Según se fue alejando pasó a relajar el entrecejo hasta detenerse recordando el beso que había estado a punto de darse con el apuesto anfitrión de la fiesta. Se llevó los dedos a los labios, era plenamente consciente de lo que estaba haciendo, por alguna extraña razón quería ser haber recibido el beso de Radamanthys, pero ahora gracias a Zaphiri tal vez no lo conseguiría. Suspiró de forma pesada, entonces otro apuesto caballero de largos cabellos plateados y unos ojos morados se acercó a él para pedir su mano para un baile. Lugonis alzó la mirada vindo la mano delante de él esperanzo a ser agarrada, no le apetecía, pero aquel caballero prácticamente pasó agarrar su mano y arrastrarle a la pista de baile donde las demás parejas les engulleron haciendo que se perdieran de vista.

En el balcón Zaphiri se había quedado mirando a Ramanthys fijamente, dejó salir su uña escarlata y le apuntó con ella.

—No se cuales son tus intenciones con él, pero quiero que sepas que no quiero ver como te acercas a él, ¿queda claro? Lugonis es mío.—amenazó con los ojos lleno de furia.

Luego tomó distancia y volvió al interior de la sala para buscar a Lugonis, se marcharían ya. Radamanthys simplemente le había seguido con la mirada hasta verle marchar. Y esa uña escarlata, esos dos jóvenes no eran simples humanos. Entonces una mujer de largos cabellos negros y con brillos violetas salió y al llegar a su lado puso la su mano sobre la de Radamanthys, la hora estaba muy cerca. En la puerta Valentine cerró las puertas y se puso de guardia en ellas.

 

En la pista de baile Lugonis bailaba con aquel caballeros de largos cabellos plateados. Giró sobre sí mismo y luego pasó a acercarse de nuevo, era extraño, pero en todo momento aquel caballero no había dejado de sonreír. Al tener a Lugonis de espaldas pasó a acercarse a su oído y susurró:

—Es un honor conocer a un auténtico santo de Atenea.—sonrió de forma amplia.—Además a uno muy atractivo.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Lugonis y notó el mentón del contrario casi apoyado en su hombro. ¿Cómo lo sabía? ¿Cómo habían podido ser descubiertos? Giró la cabeza y vio la mirada de locura de aquel caballero, de repente su cuerpo de moverse solo, algo le atrapó las extremidades, y solo pudo ver como un brillo de un hilo muy fino. 

 

Continuará...

 

 

 


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