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Un sueño muy extraño por Tita Adri

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Notas del capitulo:

En un principio este iba a ser un fanfic de más de un capítulo, pero la historia no fluía bien, después de varios meses olvidada he decidido dejarla tal cual. Espero que os guste.

El olor de las rosas me despertó, llegaba fuerte a mis fosas nasales, inundando mis pulmones con esa fragancia, agobiándome. Entre sueños me removí incómodo, después de tantos años durmiendo en la undécima casa pensé que ya estaría acostumbrado a ese olor que bajaba desde Piscis, pero esa noche me despertó, o eso pensé al principio. Al intentar girarme noté un peso sobre mi abdomen, intenté abrir los ojos pero mis parpados apenas reaccionaron, con solo una rendija intenté ver qué me tenía prisionero, antes de poder enfocar una tela cubrió mi frente, era de un tono blanco, casi transparente, al caer sobre mi cabeza me dio la sensación de que pesaba como si fuese cuero aunque pudiese ver a través de ella mi dormitorio borroso y una figura frente a mi. Alguien había entrado en mi habitación sin que lo detectase.

 

Debía de estar alarmado pero mis sentidos estaban demasiado adormecidos para reaccionar, cerré los ojos para concentrarme y al instante supe que aquello había sido un error, las fuerzas parecían abandonarme, pasé a notar con detalle el cuerpo que me retenía, el calor de su piel hacía arder la mía con su solo contacto, el interior de sus muslos presionaba mis caderas con sus fuertes músculos, llevé una mano hasta una de esas piernas, o mejor dicho la deje caer encima, la otra fue hacía arriba, con la clara intención de retirar la tela, más una mano sostuvo mi muñeca, era una mano grande, áspera, definitivamente masculina, hasta podría decir que más grande que mis propias manos, no reconocí su tacto. Volví a abrir los ojos todo lo que pude, esa sola acción requería de todas mis fuerzas, y mientras yo sufría por recuperar el control de mi cuerpo el individuo alzó mi mano hasta sus labios para besar el dorso. Sentí un escalofrío recorrer mi columna con ese gesto, la tela me impedía descubrir ese rostro, en la lejanía en la cual se mantenía era apenas un borrón oscuro para mi. Sus labios volvieron a besar mi mano, nudillo a nudillo dejaba suaves besos que me estremecían como el primero.

 

No sabía cómo reaccionar, así que le dejé hacer intentando ganar tiempo para despejar mi cabeza, pero a cada segundo que pasaba la notaba más embotada, mis pensamientos no llegaban con la rapidez habitual, dejando que mi cuerpo percibiese cada movimiento del intruso. Sus manos en mi cabeza me hizo pensar que al fin retiraría aquella tela, que equivocado estaba, sus dedos se enredaron en mi cabello, rozaron mis orejas y con una suave caricia recorrieron mi mandíbula. En ese punto me convencí de que estaba soñando, pues era imposible en la realidad que ese sencillo gesto encendiera mi sangre como lo hizo. Sus dedos dibujaron mi rostro, acariciando mis labios que cosquillearon ante su contacto, dejé escapar un suspiro que chocó contra sus pulgares, el olor de la rosas era más intenso que al principio, no me dejaron apreciar el olor de esa piel sutilmente bronceada.

 

Sus manos bajaron por mi cuello al unisono, despertando agradables sensaciones que me llevaron a contener el aire. Recorrieron mi torso, mis brazos, mis hombros y mi abdomen sin que yo pudiese hace más que suspirar, había dejado de luchar para centrarme solo en sus caricias, podía notar mi piel erizada y la sangre acumulándose bajo mi abdomen, descubrí entonces que ambos estábamos desnudos pues mi miembro goleaba sus nalgas. Sin darme cuenta un gruñido escapó de mi garganta, ese peso que me retenía contra el colchón se había alejado junto a esas cariñosas manos, una grave carcajada llegó algo alterada hasta mis oídos, ese hombre se estaba burlando de mi, no pensaba consentirlo, quise incorporarme pero ni si quiera llegó a intento cuando una de sus manos atrapó mi erección con un ardiente abrazo, sus labios se posaron en mi cadera arrancándome un jadeo, me mantuve quieto, con los ojos cerrados podía disfrutar de todas esas atenciones, de ese lento y tortuoso vaivén, de esos besos que pronto incorporaron una húmeda y juguetona lengua, el sobresaliente hueso de mi cadera fue victima indiscriminada de esa lengua, de esos labios y de unos dientes que arañaban sin hacer daño.

 

Creí que enloquecería cuando esa boca le dio el relevo a su mano, era tan caliente que en cualquier momento saldría fuego de ella, cobijó mi anatomía con una suavidad desconocida hasta ese momento, estaba perdiendo el poco juicio que tenía y por lo visto mi intruso también, sus manos vagaban descontroladas por mis piernas y mi abdomen. No supe, ni me interesaba saber cuanto tiempo estuvo así, apenas podía concentrarme en respirar y casi fue un alivio dejar de sentirlo. Mi raciocinio no tuvo tiempo de regresar mientras recuperaba el aliento, volví a sentir sus piernas en mis caderas, una de sus manos sobre mi pecho presionaba con algo de fuerza pero no me quejé cuando intuí sus intenciones. El gemido fue doble cuando ese anillo de carne me envolvió. Si su boca ardía su interior era lava, me apretujaba hasta casi el dolor con cada espasmo que sufría su cuerpo, nunca había estado en una cavidad tan estrecha y me estaba volviendo loco, con mis propias manos en su cintura empujé con mis caderas hacía arriba, los gemidos ahogados y más espasmos recibían cada nuevo empuje, la fricción causaba un dolor placentero y delirante que me hacían moverme con más ímpetu, pronto el hombre acompañó mis movimientos, cabalgando a mi antojo, mordí mis labios para acallar mis gemidos, quería oírle a él y disfruté de cada jadeo que llegó hasta mis oídos. Volvió a apretarme con fuerza, con demasiada fuerza, respondí con gruñidos que vibraban en mi pecho, no quería terminar aún, ni si quiera supe como pude contenerme al notar como su semen caía sobre mi, seguí empujando, adentrándome sin dejarle descansar. A pesar de notarle sin fuerzas el intruso obedecía las ordenes silenciosas de mis manos, hasta que no pudo soportar su propio peso. Su boca estaba tan cerca de la mía que la busqué por instinto, el primer beso que pude compartir sabía a gloria, profundo, hambriento, despertó todavía más mi lujuria tragarme cada gemido que mis movimientos provocaban. Mis manos ahora estrujaban sus nalgas para obligarlo a seguir mi ritmo.

 

Podía notar como su miembro volvía a endurecerse entre nuestros cuerpos, como me apretaba ese cálido interior y entre besos gemí sin poder controlarme. El orgasmo me dejó satisfecho pero ni con esas dejé de besarle, pude abrir los ojos unos segundos para encontrarme con una mirada que me resultaba familiar, pero la tela seguía sobre mis frente y no pude distinguir bien su rostro. Estaba agotado y caí dormido abrazando de forma posesiva ese cuerpo que me había regalado uno de los mejores sueños eróticos de mi vida.

 

 

 

Mis ropas estaban limpias, eso fue lo primero que distinguí al despertar, recordaba ese sueño tan vividamente que pensé me encontraría una enorme mancha en mis pantalones, la ausencia me dejó una duda incomoda en la cabeza que deseché por mi propio bien. El olor a rosas se había instalado en mi nariz y no me dejaba distinguir ningún otro, no quise darle importancia y empecé mi rutina. La relajación que el sueño me proporcionó se notaba en cada acción que hacía, lo que ayer me resultaba pesado ahora parecía más llevadero, o eso me pareció. Sin mi armadura bajé las interminables escaleras, la mayoría de las casas estaban vacías, ya fuese porque sus dueños estuviesen de misión, durmiendo o meditando, no me crucé con nadie, hasta la segunda casa, Aldebaran de Tauro iba bajando a un ritmo más tranquilo que el mio, como si la pereza pudiese detener sus pasos en cualquier momento. Un sencillo saludo fue lo único que dije al llegar a su altura, él respondió con un enrome bostezo que otro día se me habría contagiado, más no esa mañana en la que me sentía completamente descansado. No disminuí mi caminar y a mi compañero no pareció importarle.

 

En Aries me recibió una aguda carcajada que se esfumó sin completarla, supuse que el aprendiz de Mu estaría haciendo alguna trastada antes de mi llegada. No era mi intención inmiscuirme así que aceleré para salir de allí lo más pronto posible. De camino al Coliseo me crucé con algunos Caballeros de plata y bronce, a los cuales ignoré sin sentirme culpable, ninguno de ellos hizo amago de entablar conversación conmigo. Vi la cabellera despuntada de Deathmask cerca de la entrada, por lo visto estaba fumando mientras veía el entrenamiento desde la distancia, antes de acercarme el olor del tabaco opaco el de las rosas, no sabía que era peor.

 

Volví a saludar con la educación que me inculcaron y recibí una respuesta inesperada, ese molesto italiano arrugó la nariz como si hubiese olido algo asqueroso.

 

-¿Te has revolcado en el jardín de Afrodita?-la pregunta y ese tono burlón me paralizó.

 

-¿De qué hablas?-pregunté confuso, si bien es cierto que Deathmask no es uno de los Caballeros más inteligentes de la orden tampoco era un idiota, aunque a veces lo parecía, esa frase tendría que tener algún motivo.

 

-Hueles como Afrodita.-le observé sin inmutarme mientras se acercaba a olisquearme cual sabueso entrenado, contuve un comentario ácido sobre su actitud e ignoré sus palabras para continuar con mi rutina.

 

Hyoga ya estaba en el Coliseo, acompañado del Caballero de Dragon. Saber que estaba entrenando antes de que yo llegase me alegraba, aun a pesar de la aparente paz mi alumno entendía la importancia de su deber. Dimos inicio a los ejercicios del día sin perder tiempo, Shiryu se alejó a buscar un compañero libre avisando a su amigo de que se reunirían más tarde. Me gustaría poder decir que mi joven discípulo estaba tan concentrado como yo, pero sería mentir, le noté distraído, pensativo y recibió un golpe en su estomago por descuidarse. Ese era mi primer aviso para recordar al ruso que los entrenamientos no debían tomarse a la ligera, pero sus palabras me sorprendieron casi tanto como las que me dedicase mi compañero de oro minutos antes.

 

-Lo lamento mucho, maestro, pero es la primera vez que usted usa perfume y me ha resultado raro.

 

¿Perfume? Yo nunca uso perfume, es un complemento innecesario para un guerrero. El aseo personal era una obligación pero los perfumes son un capricho inútil. Cuando pregunté a que olía su respuesta fue sencilla. “Rosas” La sensación que desterré nada más despertar volvió con una fuerza arrolladora, desorientandome.

 

Aquello no había sido un sueño...

Notas finales:

Gracias por leer y espero de corazón que hayais disfrutado del sueño tanto como Camus, o como yo disfruté escribiendolo.

Nos leemos!!


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