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Oblígame por MugiKore

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Notas del capitulo:

Capítulo corto pero intenso jjj (lemon)

Gracias por leer.

 

Una vez salieron de la casa de Beca y Luxyo, el cocinero contó a su nakama la razón de que no hubiese nadie más en la isla de la tripulación. Zoro entendió al instante porque el resto habían preferido marcharse ya y no correr el peligro de tener a Luffy más días en la isla. De lo contrario, estaba seguro de que les habrían descubierto pronto.

Sanji intentó ponerse serio cuando le dijo que debía guardar reposo para curar de una vez por todas las heridas.

-Sólo serán dos días ¿Vale? Tendremos cuidado, pero tienes prohibido entrenar o cualquier otra mierda que pueda provocar que la herida vuelva a abrirse, sino, Chopper me corta los huevos.

-El otro sonrió de lado. –Así que ¿No podemos repetir lo de anoche? –Susurró en su oído.

El rubio se puso rojo al instante y miró al suelo. –Gilipollas. –Levantó la vista y le miró. –Tendremos cuidado. –Dijo finalmente sonriendo también.

Abrió la puerta de su habitación y tras asegurarse de que Zoro no le necesitaba para llegar hasta la cama, salió a fumar un cigarro fuera. El clima era agradable y cerrando los ojos se dejó llevar por la sensación de la brisa en su cara.

-Oí, ¿Estás bien? –Dijo el peliverde apareciendo a su lado.

- ¿Estás seguro de que no necesitas descansar más? –Intentó no sonar muy preocupado. Al fin y al cabo, el espadachín era un adulto hecho y derecho como para cuidarse por sí mismo.

-Me encuentro como nuevo. –Respondió. Tras unos segundos añadió. -Te prometo que no haré grandes esfuerzos. –Posó su mano sobre la del contrario. –Ahora responde, ¿Estás bien?

El otro se estremeció. –Hacía mucho que no dejaba la mente en blanco y disfrutaba del silencio.

-Eso es porque no sabes estar callado ni un segundo. –Dijo divertido con la esperanza de que el cocinero le siguiese el juego, pero no fue así.

-Últimamente mi mente no ha tenido ni un momento de paz. –Susurró.

-Cejillas, me estás preocupando. –Tocó su hombro obligando a mirarle, pero Sanji se apartó sutilmente para evitarlo.

-Vamos a volver a la habitación. –Dijo en voz baja.

Zoro simplemente asintió y siguió a su compañero despacio. La tripulación no podía haber tomado una decisión mejor. Dos días junto al rubio tal vez sirviesen para conseguir que estuviese cómodo para poder contar de una vez por todas qué era eso que le tenía tan atormentado.

Cerró la puerta tras de sí y apenas le dio tiempo a darse cuenta de lo que pasaba cuando unos labios atraparon los suyos. Respondió sin dudarlo, con necesidad, con cierto miedo aún de que ese contacto pudiese acabar en cualquier momento. Las manos de Sanji acariciaron con descaro cada parte de su torso, provocando pequeñas sacudidas a su paso. Notó como una de las juguetonas manos del cocinero subía hacia su pelo para acariciarlo y tras unos segundos, un pequeño tirón obligó al mayor a echar el cuello hacia atrás dando al otro la libertad que buscaba para besar, morder y succionar cada parte de esa morena piel que se exponía ante él.

-Oí, Sanji… hm. –Un leve gemido se escapó al notar el tacto de la lengua de su nakama.

Ahí estaba otra vez, su nombre dicho por aquel marimo rudo. Apenas podía controlar su excitación que ya comenzaba a hacerse presente en forma de erección y empezó a restregarse contra el peliverde buscando más sonidos de esos que eran como música para sus oídos. Su plan no tardó en surtir el efecto deseado y es que el otro estaba tan excitado como él o más. Sintió como el peliverde dirigía las manos a sus nalgas apretando sin suavidad y se encendió aún más.

El otro sonrió al notarlo y haciendo uso de su fuerza levantó el cuerpo del rubio hasta llegar a la cama y ahí lo dejó caer, cayendo justo encima.

- ¿Todo bien? –Preguntó con la respiración entrecortada Sanji mientras tocaba las vendas.

-Nunca he estado mejor. –Respondió el espadachín mientras volvía a buscar un beso.

Poco a poco fue deshaciéndose de cada prenda que le estorbaba para poder observar esa inmaculada piel blanca sin ningún obstáculo.

-Joder Sanji, pareces un puto ángel. –Dijo excitado sin ninguna vergüenza.

-El nombrado se sonrojo. -Cállate ya y ven aquí. –Rápidamente se deshizo de la ropa de Zoro y cambió de posición sentándose encima de la entrepierna ajena. No tardó mucho en empezar a moverse para sentir más el roce de sus cuerpos.

Los jadeos y las respiraciones entrecortadas por algún que otro gemido leve llenaban la habitación, pero a ninguno le importaba lo más mínimo. Sólo necesitaban desahogar tantos años de silencio y deseos evitados. El espadachín dirigió su mano a la parte baja del cocinero que le recibió levantando un poco el trasero. Introdujo un dedo, con cuidado para no hacerle daño y comenzó a moverlo lentamente. Se sorprendió al notar que se dilataba sin problemas y sonrió.

- ¿Con cuántos hombres has estado? –Quiso saber divertido mientras introducía un segundo dedo.

-No hm estoy seguro…

-Un tercer dedo.

- ¡Ah! Joder… Puede que cinco, hm, aunque yo también, he hecho cosas de estas con mujeres hm. –Intentaba controlar sus gemidos. –Y no creas que siempre estoy en esta posición, hhm. –Dijo esto sonriendo de forma lasciva y esto excitó más al mayor.

-Habrá que probarlo la próxima vez, entonces. –Respondió besándole.

Su mano libre fue hacia el pene desatendido de Sanji y comenzó a masajearlo con lentitud.

-Tsk… Hm, bastardo… No juegues más. Estoy a punto de estallar, ah –Movió las caderas rozando una y otra vez la erección de Zoro y provocando que este gimiese también. Se levantó un poco con cuidado y volvió a inclinarse buscando penetrarse por sí mismo.

El peliverde se quedó perplejo ante la escena que tenía delante y por un instante creyó que se correría ahí mismo sin necesidad de que el otro le tocase si quiera. Unos segundos después sintió como el trasero de su compañero engullía por completo su miembro y volvió a gemir con fuerza.

-Joder cabrón, hmm, estás como una cabra cejillas. –Comenzó a moverse. –Uf… -No podía creerse estar en esta situación con Sanji después de tanto tiempo deseándolo.

-Tú no puedes hacer esfuerzos, así que –Una estocada algo fuerte le hizo cerrar los ojos. -AH, dios mío, joder… Hm, quiero decir, que me dejes a mí. –Los movimientos no tardaron en hacerse cada vez más fuertes y con cada penetración se sentía morir cuando Zoro alcanzaba ese punto en su interior. Salía casi por completo para después dejarse caer y hacer que el pene de su compañero entrase de lleno en él. Más rápido, más rápido.

Zoro apenas podía creer la maravillosa imagen que tenía ante él. Nunca habría imaginado al rubio así en la cama y ahora que lo había probado, estaba seguro de que no podría olvidar ese momento jamás. –Sanji… Ah, voy a correrme pronto hmm. –Dijo entre respiraciones entrecortadas.

-Un poco más, ah, ah, AHHH. –Dijo Sanji mientras llegaba al orgasmo machando su propio abdomen y salpicando un poco, al contrario.

El peliverde salió del interior del otro y antes de que pudiese terminar también, su miembro fue otra vez atrapado, aunque esta vez por la boca de su nakama que tras limpiar bien la zona y sin dejar al mayor tiempo para responder, comenzó a succionar con fuerza. Engullía sin parar con movimientos rápidos que combinaba con la lengua saboreando cada ápice de piel que podía.

-AHHH, joder, hmm, no voy a aguantar más. –Intentó apartar al otro sujetando su pelo, pero al contrario de sus intenciones, Sanji aceleró el ritmo hasta que finalmente Zoro no pudo contenerse más y se dejó ir.

Observó como el rubio dirigía uno de sus dedos a la comisura de sus labios y chupaba los restos que quedaban de su semen. Tragó saliva. –Joder, estoy deseando estar en plenas facultades, ero-cook.

-Se dejó caer de nuevo en la cama y notó el peso de su compañero sobre él. Unos segundos después notó que su respiración se había relajado y comprobó que se había quedado dormido.

-No has dormido en toda la noche por estar conmigo ¿Verdad? –Pensó mientras comenzaba a acariciar su pelo.

 

 

Después de asegurar que su nakama iba a dormir por bastante tiempo, decidió acercarse al bar. Estaba feliz por todo lo que estaba viviendo con el rubio, pero no podía evitar una punzada de preocupación cada vez que recordaba que había algo que se le escapaba y parecía ser grave. Después de varias jarras de sake y al comprobar que llevaba bebiendo desde hacía horas, decidió volver a la habitación. Se dio cuenta de que le costaba un poco enfocar con claridad. –Genial, otra vez borracho. –Pensó para sí maldiciéndose.

Al llegar a la habitación, encontró a Sanji encogido en la cama. Se movía sin parar y había empezado a sudar. –Mierda, otra vez. –Se acercó al otro ignorando su estado de ebriedad mientras le apartaba el pelo sudado de la cara y le acarició con delicadeza.

-Oí, cejas rizadas… Es una pesadilla. ¿Me escuchas?

-Por favor… No les hagas daño. –Dijo de pronto con la voz entrecortada. –Es mi familia. –Dijo esto sollozando.

¿Su familia? Pensó Zoro. ¿Se refería a esa hermana misteriosa de la que no había querido hablar con él? Aunque tal vez hablaba de la tripulación. Le cogió la mano y siguió hablándole.

-Sanji, ¿Me escuchas? Estamos bien. Todos estamos bien. Necesito que despiertes para que lo veas por ti mismo.

-Zo-Zoro… -Reaccionó a la voz del contrario. –Aléjate de ellos, por favor.

-El mencionado se sorprendió. - ¿De quiénes? Ero-cook no entiendo.

-ALÉJATE. –Gritó de pronto abriendo sus ojos llenos de lágrimas. Tras unos segundos y al echar un vistazo rápido por la habitación y recordar donde estaba, se levantó con prisa de la cama soltando la mano que le sujetaba y cogió la cajetilla de tabaco. Miró a Zoro y notó como su cuerpo temblaba. –Necesito un cigarrillo. –Al ver la cara de su nakama añadió. –Lo siento, yo… -Comenzó a coger aire y a expulsarlo rápido.

-Para estúpido o sufrirás otro ataque de ansiedad. ¿Sabes? Creo que lo mejor es que te deje sólo y que vaya a dar una vuelta. –Sentenció serio.

-Marimo… Espera… -No sabía que decirle, así que agradeció la interrupción del otro antes de dejarle terminar.

-Está claro que ahora mismo necesitas tranquilizarte. Confío en ti ¿Vale? Tómate el tiempo que necesites, pero prométeme que vas a dejar de evitarlo. Sea lo que sea que te pasa está acabando contigo, idiota.

-No tienes ni puta idea ¿Vale? –Sabía que no debía ponerse a la defensiva, pero que le dijesen qué debía hacer como si fuese tan facil, era demasiado en esos instantes para él. –Si fuese tan sencillo de ignorar, como antes, no estaría a punto del jodido colapso. Dios. –Comenzó a respirar rápido de nuevo. Antes de que el peliverde se acercara dio un paso hacia atrás. –Lo siento. No eres el culpable de nada de esto y no intento pagarlo contigo. –Se agarró de los pelos soltando un grito para desahogarse. –Creo que tienes razón. Necesito tranquilizarme y pensar.

-Oí… Yo, mataría al mismísimo diablo si fuese necesario para traerte la paz, lo sabes ¿Verdad?

-Esa confesión le dio un vuelco al corazón. Por un lado, sintió un gran calor que le derretía lentamente en su interior. Por otro, una punzada por el miedo a que el enfrentamiento contra el diablo estuviese más cerca de lo que temía. Acercó su frente a la de su compañero y cerró los ojos. -Si os pasase algo, perdería la cabeza. -Dijo suspirando finalmente.

Después de unos segundos, salió de la habitación dejando al espadachín sólo y con miles de preguntas.


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